¿Qué pasa? ¿Hay alguien ahí? Cuánto tiempo. He vuelto.
Catorce años después, lo que dura una generación de incautos aborígenes de este mundo asesino, retorno a mis orígenes, que en verdad nunca fueron los comienzos de la andadura o periplo de escribidor. Pasaron muchas cosas, asuntos consuetudinarios, pero los tiempos apenas han cambiado. Bob Dylan continúa en la carretera, las respuestas viven en el viento, las voces de sus amos amplifican los peores deseos y Lorena sonríe. ¿Un tik tok? ¿Un podcast? ¿Un yotube influenser? Un blog, otra vez, en contramano, ahora que nadie presta atención.
Al turrón.Vuelvo al blog, y lo hago, como siempre, sin rencores rentables ni demasiadas expectativas, con las ambiciones justas y los zapatos de gamuza azul. No pienso caer en las trampas de este hediondo tiempo de comunicación, esto es, sigo atrapado en el underground, paso un kilo de la mafia del baile, respiro hondo y disfruto del camino aunque a veces duela. Escribiré de música, mucho rock and roll, y de lo que se tercie, sin mirar estadísticas, algoritmos y carajotadas diversas. Haré caso a los amigos, si acaso, y sólo tendré cariño para la gente querida y no buscaré bronca adrede, que es lo que parece estar en boga ahora, el teatro de la realidad, el ruido y la furia, la rabia y la frustración.
La foto es de José Ángel Braza, compañero de batallas. Un bar dylanita que existió tiempo atrás en el Campo de Gibraltar.
Así que nada, pasen y lean.