
Dylan nació en Duluth, Minnesota, un grisáceo pueblo minero sin futuro más allá de la tienda de electrodomésticos de su padre. Bob descubrió la música en la radio y del tirón quiso ser Hank Williams y Little Richard, a la par, y de veras que lo logró, con creces, unas décadas después. Hoy es Bob Dylan y hace lo que quiere con sus canciones; en seis noches ha interpretado cincuenta temas diferentes. Deja para el final las concesiones mitológicas, pero antes juega con su memoria, quizá para sorprenderse a sí mismo.
Felicidades, Bob, buen viaje, nos vemos en Jerez. (Me dirijo a él con tanta confianza porque somos amigos, aunque él todavía no lo sabe).
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