martes, 1 de julio de 2025

El imperio del sol

 

Las sandalias me hacen rozaduras. Estoy mejorcito del reflujo. El ruido de fondo del verano recién inaugurado nos trae rumores de libertad, hechos consumados, alquileres desorbitados, servicios público-privados chungaletas, conversaciones camino de la playa y un montón de algas en la orilla, listas para ser recogidas por la tropa de investigadores del chef del mar, a doscientos euros la investigación sobre el terreno y el menú degustación de este suerte de temporada alta del amperio del crimen organizado. Qué exagerao.

 El sol, tribunal supremo del cambio climático que nos llevará por delante, dictará sentencia de un día para otro. Dicen que piensan sacar del contexto los audios que los paseantes solitarios envían a sus compadres a la desesperada. "Yo le dije, y ella me dijo, y yo le dije ..." Y así hasta el infinito, donde aguarda con la guadaña el precio del verano.

La gente anda más pendiente de las consecuencias, los precios, que de las causas, las guerras, el genocidio en Palestina, la tiranía de los multimillonarios del planeta.

 Ahora mismo, en varias localidades de la Bahía de Cádiz, se ha producido un pestañeo eléctrico, nostalgia de apagón, cuidao con la cartera, no olvide el kit de supervivencia. Los líderes de audiencia de la tele matinal aprovechan el instante para abalanzarse sobre la figura de P. Sánchez, resuenan las escopetas de feria con sus triquitraques aviesos y suben el aire acondicionao a tope en las tertulias del vámonos que nos vamos. Los ladrones van a la oficina. Los nuevos corruptos de Soto del Real piden mango de postre. El mango es muy bueno contra la acidez estomacal.   

Algunos ya lucen el inconfundible careto de haberse apretado por adelantado casi dos mil machacantes por una semana de ruido de fondo y medias raciones de fritanga. Otros muestran orgullosos sus banderas españolas en las muñecas, las correas de sus lindos pulgosos, los complementos de los coches de capota o los mismísimos chaleres en primera línea de envidia, que parecen embajadas cañís. Uno se queda tranquilo con este tipo de gente, que sin duda nos defenderá cuando sea necesario al calor del sol amarillo y la sangre colorada. De momento, desayunan con una mijita de ansiedad en el chiringuito de marras y espantan las moscas de caballo. El futuro inmediato nos va a adelantar por la derecha.

Hoy llegan nuestros queridos mesetarians y cantores de Híspalis. Los obreros especializados ultiman los arreglos al compás de sus ametralladoras de sonido cuadrafónico. Los agentes secretos inmobiliarios invocan a los dioses del viento, pa' mí que ha saltado el Levante, porca miseria, habrá que obrar en consecuencia, con perdón. 

Hace ya la friolera de cuatro décadas que Steven Spielberg rodó en Trebujena las maravillosas escenas de El Imperio del Sol, esas puestas de sol en las marismas del Guadalquivir que asombraron al mundo. Adivinen quién dio la primicia. El viejo rotativo no se fiaba mucho y lo publicó en primera pero a una columna. Disfrutamos mucho escribiendo los reportajes del rodaje y la rueda de prensa de Spielberg. Dos años atrás murió en Trebujena el maestro de efectos especiales John Baker, que se quedó a vivir en la zona a la conclusión del rodaje. Se casó con una gaditana, mira tú por dónde, y llegó a ser hijo adoptivo del pueblo. 

 


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