lunes, 15 de noviembre de 2010

Por la taquilla

Músicos pobres, Salvador Dalí

Manual de no supervivencia de un músico cualquiera
Las mafias controlan los derechos de autor, la gente consume enloquecida productos electrónicos de pantalla táctil y miles de prestaciones, la televisión vomita vulgaridades, tu vecino pasa sin saludar, con las gafas ahumadas encasquetadas en la napia, y suena una musiquita desconocida. El ritmo de la vida, melodía atacada de virus, ya no se trata de copiar y pegar, al carajo la modernidad y el futuro de aquí a la eternidad del monstruo con una ese y dos palitos, maldito parné, los juglares vuelven a sus raíces, la miseria o el mecenazgo o los puntos suspensivos ...
Músicos veteranos de vuelta de casi todo, músicos en el ecuador de su carrera empleando las herramientas a su alcance, músicos nuevos en casa de sus viejos. Casi todos ellos pasan fatiguitas para, si acaso, pagar el seguro autónomo. Los meses con galas, vale. Durante los meses en blanco apenas existen, ni en los papeles, ni en las esquinas, tan sólo en los cuartos de ensayo y en la memoria de sus armonías financieras. Músicos de categoría internacional, instrumentistas de nuevo cuño, cantautores cansados de dar el cante, grupos pujantes que no encuentran eco en lo que es la moneda-timbre. Adiós a los contratos, adiós a las gallinas de los huevos cuadrados, a los cachés hinchados por organismos oficiales, a las giras infinitas por los contornos del mamoneo vanidoso, los playback televisivos, la leche en vinagre. Sin ánimo de generalizar, los músicos de hoy, en su enésima crisis tras el big bang orquestal, ven llegar el fin de mes al cabo del día diez, ven colores raros en el cielo, sienten que todo se acaba y que vuelve a empezar cual maravilla de la destrucción y de la creación, ambos dos, como si el silencio se abriese paso en la marabunta de dimes y diretes. Hoy en día, hoy en noche, el músico funciona por la taquilla, las salas no prometen nada, un artista puede llevarse sesenta euros de una función, con un poco de suerte, y un montón de amigos, ya lo dijo Roberto Carlos. Sea blanco, negro, rockero, un maestro del blues o la sensación de la temporada. Los músicos van a por la taquilla, las copas pal dueño del local, que tampoco se hace de oro, precisamente. Así que menos demagogia con los precios de los discos, el valor añadido del músico se hurta desde altas y bajísimas instancias, y así nos va a los que escuchamos pisadas en los alrededores del arte accidental. Guitarrista gitano que no tiene ni treinta euros pa cambiar las cuerdas de su amiga inseparable. Rockero que da clases de lengua en tomate. Cantautor en sus ratos libres. Jazzman curtido en noches de ensueño, ahora retirado del mundanal ruido por su acaudalada esposa, o no. Promotor musical que sobrevive de las migajas de la cultura imperante, a piñas contra el mal gusto. Formato acústico, poquitos pero bien avenidos. Entradas de no más de cien personas. La gasofa, la media ración, la cerveza y pa la casa. Un panorama paradójico, pues crece la oferta de conciertos al tiempo que se reducen los horizontes cercanos del músico, el lejano queda muy lejos, no lo sabe ya, la cosita recuerda a las maquiavélicas estratégicas del doctor No, qué Va, pero en realidad nadie sabe cómo hemos llegado hasta aquí. De milagro. Y unos cuantos listos aprovechándose del trabajo del prójimo más próximo de este cuento esdrújulo de antiguas pesetas cayendo como un efecto dominó sobre los restos del naufragio sonoro.
Por fortuna, siempre habrá músicos, poetas y un limbo para refugiarse. Suena Nick Lowe y parece que fuese mañana.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno, como siempre. Gracias por escribir de esta manera.
Paco Barroso

Enrique Alcina Echeverría dijo...

muchas gracias, Paco, un abrazoooo

QK dijo...

SR Alcina,impresionante exposicion de la actualidad musical,gracias por no dejar titere con cabeza,no creo que sobre ni una coma,avergonzante que en el siglo XXI los musicos tengamos que vivir estas situaciones,lo peor,la gente agachando la cabeza y entrando por el aro y por supuesto,el intrusismo de desalmados jugando a ser profesionales y tirando por tierra el esfuerzo de aquellos que intentamos vivir de esto,un abrazo Enrique.