viernes, 7 de noviembre de 2008

Viejo mundo

Viejo con guitarra, Pablo Picasso, 1903

Los viejos molestan. Los viejos pertenecen al fin de los tiempos. Los tiempos están cambiando. El fin justifica los miedos. Mueren las moscas dentro de los corazones. Los viejos recuerdan mejores vientos, anuncian malas nuevas y no dejan vivir. Eso piensan algunos, bastantes, muchos hijos de perra que abandonan a sus viejos en cuanto el destino les brinda una oportunidad. Relato verídico a modo de ejemplo asqueroso: señor mayor sale del hospital de turno, un poco escoñado pero mejorcito de lo suyo, y retorna más o menos feliz a su hogar, agridulce hogar. Cagüendié, la llave no encaja, alguien ha cambiado la cerradura, pica tres veces en la puerta, pulsa el timbre con cierto temor a lo desconocido. Nadie responde. Silencio de años hipotecados. La hija está dentro, pero no abre, se ha amotinado con sus fantasmas interiores, y con su nuevo juguete humano, ha limpiado el frigorífico de telarañas, ha arrojado al limbo las mejores fotos de su puerca vida y ha decidido dejar en la calle a su padre. Su padre aporrea en la conciencia de su hija, nada que hacer, la crisis no es sólo financiera, la crisis parece más humana, la crisis más humana de la historia, y dale con la historia, llevamos unos días tan históricos como histéricos, la gente se llena la boca de palabrería, hay palabras que han perdido su significado en medio de la refriega de intereses bastardos y mezquindades, hasta aquí hemos llegado. En la tele que todos llevamos dentro alguien dice que un hombre negro puede cambiar el mundo. Un hombre solo. Imposible. Mentira. Mientras tanto, un hombre mayor vuelve en taxi al hospital, se acuesta en la cama, se da de baja de este egoísta planeta, enciende la tele pero sin voz. Las imágenes de su vida pasan a toda velocidad por su control remoto mental. De pronto, el viejo recuerda que tiene otra hija, latente en el pasado inmediato, y la llama, pero no es ella, no recuerda, no escucha, no atiende a razones, no está. Mejor así. El viejo se siente al fin libre y salvaje. A partir de ahora hará lo que le venga en gana. Sin dinero, sin futuro, sin nadie a quien atribuir los pecados capitales de un mundo nuevo que dentro de un rato será viejo.

Noviembre 08, El Puerto, Diario de Cádiz

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Impresionante.
Me llenas de emoción.

Enrique Alcina Echeverría dijo...

Un abrazo, Eduardo, esa emoción tuya llena de música este rincón de palabras, sin esa emoción no existirían las letras y los ritmos del mundo que pugna contra sí mismo en busca de la eterna juventud, con lo lindo que se ve con arrugas ... salud !!