El Bicho, la Shica y Terrafolk colman San Antonio de tribus urbanas
La noche del cuidadoso desaliño indumentario, cuando la libertad se hace una trenza y las gaditanas se aplican extensiones con las bombas de neutrones que arrojan los julandrones. Nada de colores pastel. Rastamaris, perroflautas, jipis de fin de semana, flamenquitos apaelaos, lolailos despistaos, angangos, canis, amantes del bolleré, matrimonios de gente kitsch, esnobs de pacotilla, melómanos curiosos, una patulea variopinta en San Antonio. De todo un poco. Sin faltar. Hay gente pa tó. Y una estrafalaria franquicia de moda alternativa que anteanoche giró en torno a Terrafolk, la Shica y el Bicho, que nunca muere si es malo y que, en el caso de la banda madrileña, se toma un descanso indefinido para mosqueo de sus fans. Fusión con tomate. Adidas a lo grunge, la revolución a cuadritos. Pastiche de horchata de chufa. Extraño cartel para cerrar el Mundial de Periodismo y el Festival de Libertad de Impresión, tras la cura de humildad que los africanos ofrecieron a los soberbios occidentales.
Insumisión a Eurovisión. "¿Cómo serán los sueldos de los funcionarios? Algo pequeñitos. ¿Y las pensiones? Algo chiquititas", suelta un espontáneo la mar de gracioso en el preciso instante en que Guay Ominí concede ten points a los eslovenos de Terrafolk, simpático combo de alta calidad y multitud de matices, folk rock al acordeón, a la mandolina, al violín. Clásicos del futuro, una especie de Suburbano emergentes, como se dice ahora. Muy divertidos. Los del Bicho se zampan una buena ración de pescaíto frito del Veedor. Y la Shica, a la sazón Elsa Rovayo, prima hermana de la gaditana Teresa, se reconvierte en reina del hip hop aflamencado, o así. De bailaroa del cielo celeste a coplera popera con B de Bicho y Bebe. La gente apenas bebe en San Antonio, se deja llevar por el elixir de la juventud mientras la Shica confiesa: "Te quiero mucho pero no pa tó los días, ya te llamo yo". Ironías del sur, caballas caleteras. un clavel en el pelo, algunos clichés, noche de clichés de luna casi llena y la vida es una tómbola, que se lo digan a los banqueros, pobrecitos. Y a la cabra de la trompeta del Bicho, ¿dónde están los rockypankis? El personal aúlla de pasión, se sabe las letras de memoria, rompe a fumarse el mundo locati y despide por todo lo alto a la banda, tras diez años de carrera. Miguel Campello dirige el cotarro con vehemencia, el sello propio de El Bicho se impregna también de ecos andalusíes, toques al rock andaluz, flamenquito, jazz, folk y efluvios cósmicos. Consumada su semana fantástica, la libertad se tomó ayer descanso dominical. Acabó molía. Será la edad.
La noche del cuidadoso desaliño indumentario, cuando la libertad se hace una trenza y las gaditanas se aplican extensiones con las bombas de neutrones que arrojan los julandrones. Nada de colores pastel. Rastamaris, perroflautas, jipis de fin de semana, flamenquitos apaelaos, lolailos despistaos, angangos, canis, amantes del bolleré, matrimonios de gente kitsch, esnobs de pacotilla, melómanos curiosos, una patulea variopinta en San Antonio. De todo un poco. Sin faltar. Hay gente pa tó. Y una estrafalaria franquicia de moda alternativa que anteanoche giró en torno a Terrafolk, la Shica y el Bicho, que nunca muere si es malo y que, en el caso de la banda madrileña, se toma un descanso indefinido para mosqueo de sus fans. Fusión con tomate. Adidas a lo grunge, la revolución a cuadritos. Pastiche de horchata de chufa. Extraño cartel para cerrar el Mundial de Periodismo y el Festival de Libertad de Impresión, tras la cura de humildad que los africanos ofrecieron a los soberbios occidentales.
Insumisión a Eurovisión. "¿Cómo serán los sueldos de los funcionarios? Algo pequeñitos. ¿Y las pensiones? Algo chiquititas", suelta un espontáneo la mar de gracioso en el preciso instante en que Guay Ominí concede ten points a los eslovenos de Terrafolk, simpático combo de alta calidad y multitud de matices, folk rock al acordeón, a la mandolina, al violín. Clásicos del futuro, una especie de Suburbano emergentes, como se dice ahora. Muy divertidos. Los del Bicho se zampan una buena ración de pescaíto frito del Veedor. Y la Shica, a la sazón Elsa Rovayo, prima hermana de la gaditana Teresa, se reconvierte en reina del hip hop aflamencado, o así. De bailaroa del cielo celeste a coplera popera con B de Bicho y Bebe. La gente apenas bebe en San Antonio, se deja llevar por el elixir de la juventud mientras la Shica confiesa: "Te quiero mucho pero no pa tó los días, ya te llamo yo". Ironías del sur, caballas caleteras. un clavel en el pelo, algunos clichés, noche de clichés de luna casi llena y la vida es una tómbola, que se lo digan a los banqueros, pobrecitos. Y a la cabra de la trompeta del Bicho, ¿dónde están los rockypankis? El personal aúlla de pasión, se sabe las letras de memoria, rompe a fumarse el mundo locati y despide por todo lo alto a la banda, tras diez años de carrera. Miguel Campello dirige el cotarro con vehemencia, el sello propio de El Bicho se impregna también de ecos andalusíes, toques al rock andaluz, flamenquito, jazz, folk y efluvios cósmicos. Consumada su semana fantástica, la libertad se tomó ayer descanso dominical. Acabó molía. Será la edad.
Mayo 10, Cádiz, Diario de Cádiz