miércoles, 26 de mayo de 2010

Quiñones y nipones

Dice Estrella Morente que "el flamenco debería impartirse en los centros escolares". En parte, ya se imparte. ¿Qué es la poesía? Puro cante. Cante hondo del 22, en la Granada de Lorca y Falla. Teoría y juego del baile de fuego en el mar de Cádiz de Caballero Bonald y Alberti. Café de Levante entre el Diez y el Doce, tertulia con música y letra. Estos días unen a Mai Fernández, Inmaculada Márquez, Paco Cifuentes, Juan José Téllez, Alejandro Luque y Francisco Reina alrededor del flamenco y la literatura, duende y pasión, poetas del cante y voces herederas del profundo lirismo andaluz. De ida y vuelta. Por la gloria de Fernando Quiñones, el capitán del flamenco, embajador de la ironía de la luz, testigo directo, cancionero del pirata, vino de Chiclana y chicharrones, impulsor de la peña Enrique el Mellizo, inventor de un mundo viejo. La vida, obra y milagros del gran Quiñones, quien a veces, por las tardes, se encajaba en el Diario enfundado en el mono azul del linotipista funambulista preciosista soñador de quimeras sin faltas de ortografía, simplemente travesuras del lenguaje gadita, se emparenta con los sueños flamencos de Machado, los textos imponentes de Félix Grande y, ahora, las investigaciones de un gallego flamenco llamado Faustino Núñez. Tó mezclao. Agréguese una pizca de pimienta clásica, tal vez romántica, ante todo esdrújula, y ya tenemos festival. Cuadrito flamenco de Romero de Torres, la gitanilla de Cervantes o la venta de los gatos de Bécquer, donde comparten rimas y leyendas el sonido de los cantares, castañuelas eléctricas, risas en do mayor, voces y silbidos, guitarras y golpes de nudillos en las mesas, y palmas. Cádiz, cuna de dos cantes, Javier Osuna dixit. Cádiz y sus jarchas precursoras. Las cosas de España, según Richard Ford y la patulea de guiris que flipan en colores blanco y verde cuando el destino los sienta en medio del cielo cuadrado, les da una copita de elixir de los dioses, o treinta y tres, pasan por la escena camarones, pansequitos, rancapinos, ponientitos y levantitos en adobo, y luego alguien pregunta: ¿Qué? De categoría. Como Hemingway en los Sanfermines pero sin apenas sangre. Si acaso, sangre en tomate. Literatura y flamenco. Mucho crítico especializado de la nada y poco lerele. Mucho relato breve y poca gente viviendo del cuento. La ayuda familiar y la palmadita oficial en la espalda. Bibliografía dramática del compás. Alta tensión. Generaciones intercaladas. Enciclopedias aún por descubrir. Cádiz, patrimonio de la humedad. Pellizcos y bocaos. Pataítas y metáforas. Hipérboles y terremotos. La soledad y el exilio interior. Cádiz y los Puertos, cantiñas camino de la eternidad, año de bienes de interés cultural, ya pagará el inglés el vino que se ha bebido. Tangos al dos por cuatro, pasodobles al tres por cuatro. Métricas infinitas y mentirosas. Noches de rocanrol. Federico, en verdad, era una estrella del rocanrol. Y Sabicas, el rey del blues. A su lado, Eric Clapton, un pringao. Quiñones baila contento el rock de Valcárcel, a la vera de La Caleta. El pañuelo es un mundo.
Prometen las noches del café Levante. Cantes privilegiados, voces autorizadas y toda la vida por delante para charlar sobre el misterio de la creación flamenca y literaria. Atún de almadraba y fiesta por alegrías en la tierra del sol naciente. Quiñones y nipones, manda narices.

Mayo 10, Cádiz, Diario de Cádiz

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