jueves, 19 de noviembre de 2009

Manuel Carrasco y Cádiz, amores correspondidos

Fuera prejuicios. En primera línea del Falla, escotes kilométricos, minifaldas mínimas, pantalones de leopardo, perfumes aloha, madres e hijas tó apretás, niñas pizpiretas a punto de explotar, y no sólo jovencitas estilo fashion glamour. Tras la oscuridad del teatro gaditano, una voz de hombre exclama: "¡Guapo!" Canciones de igualdad. Otra historia de amor correspondido, Carrasco y Cádiz, Manuel y la luna plateada que anteanoche pintaba la cara al mar. Noche de encantamiento, localidades agotadas, ambiente de excepción, palmas de postín, canto unánime y suspiros por doquier. Emociones al por mayor y la confirmación del salto creativo del artista onubense, que se lleva a la gente de calle con su timidez y punto canalla. Tiene poder este chico, hace lo que quiere con el público. Y viceversa, pues el influjo del Falla, que impone tanto respeto a propios y extraños, carece de límites. Carrasco lo sabe y prepara un par de sorpresas para abrir y cerrar el espectáculo: el pasodoble de Antonio Martín donde porfían el Levante desafiante y el Poniente correspondiente, con Cádiz de telón de fondo, y "Para llevarte a vivir", de Javier Ruibal. Vientos de pregoneros. "Qué arte, hijo".
"No podía empezar de otra manera", confiesa Carrasco tras acariciar su guitarra, como quien golpea un mostrador con los nudillos al tres por cuatro, y entonar la pieza del maestro Martín. Otro cantante con alma de comparsista. Otro artista encantado de conocer a Cádiz. Una lección de humildad para quien se mira el ombligo y no valora lo que tiene. Carrasco, que guarda más colores en su voz, pisa fuerte con botas de cuero español, y se rinde del tirón a Cádiz. Los temas de su nuevo disco aparecen uno tras otro como una metáfora de amor a Cádiz. "Con tu sonrisa me quedo". El autor reconoce que se enfrenta a "un día diferente. Anoche me costó conciliar el sueño, este concierto es muy importante para mí por el cariño que tengo a Cádiz y a sus Carnavales", y habla del sello, la personalidad, la raíz y el arte. "Cádiz, vengo a cantarte, a entregarte todo lo que tengo, a darte todo lo que soy". Cielo ganado, gallinero conquistado.
La rebeldía, la libertad, la lucha, la vida amnésica, la voz de la gente, los resquemores y los amores, la niña llamada Cádiz y el éxtasis total en el teatro cuando Manuel pasa de un disco a otro, hay quien interpreta los temas desde su butaca, luego el cantante suena a corazón partío, algunas chicas de la primera fila se alzan para bailar y el juglar recurre al socorrido "sin ti no soy nada", romances de larga tradición oral, transmisión milagrosa que alcanza momentos álgidos merced a la magia del instante, la voz y el estilo de Carrasco y el pundonor del personal. Suena de categoría la maqueta "Voy", así como la pieza dedicada a una inmigrante, "una de las canciones más especiales que he escrito. Apareció una tarde, en un día de esos en que no salen las cosas. Bajé a tomar un café y la camarera me pidió un autógrafo para su hija, que vivía lejos". Sensibilidad a prueba de lagrimitas, piel de gallina en el Falla.
Ya con el público en pie, Carrasco se pone una mijita rockero, en el bar de los pesares y el teatro parece un volcán en erupción. La gente se pone chirigotera, nadie calla, "Que nadie" pilla por sorpresa incluso a Manuel, la banda cobra vida nueva, "nadie es dueño de nadie" y Carrasco dedica otra copla a los "sin techo", bonito detalle, camino del Falla se conocen varios casos de joven-perro-manta. Surgen pancartas de improviso, Manuel arroja la pandereta al público y da las gracias a Cádiz "por una noche tan bonita". Los mendas de seguridad controlan la primera fila, como si hubiera peligro de amor a primera vista, y Carrasco remata la faena por "alguien a quien admiro mucho, de El Puerto de Santa María", el gran Ruibal, cuya poesía al sur de la quimera se antoja perfecta para no dar los besos y los versos por perdidos y para rubricar el buen gusto del cantante onubense, que desgrana la versión con limpieza, sin arabescos, con respeto al autor, fidelidad al mapa del tesoro, cariños de ida y vuelta. Carrasco pone de manifiesto su evolución imparable, soltando lastre. Fuera prejuicios.
 
Noviembre 09, Cultura, Diario de Cádiz

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