domingo, 22 de noviembre de 2009

Requiebros de rocanrol

No puede parar. Wilko Johnson no sabe estarse quieto. Con el paso de los años, el peculiar y excelso guitarrista ha dulcificado su ritmo, acaso menos trepidante que en los 70, pero mantiene la furia interna, brinca de un lado a otro del escenario, inventa muecas imposibles, abre los ojos de par en par, parece un John Malkovich espídico, de riguroso negro y festivo rocanrol urgente. La Bomba contrastó la velocidad de ideas de este tipo que toca con las manos, sin púa, y que lo mismo aporrea que acaricia, grita y susurra, apela al baile como única salida.
No defraudó el músico que fuera líder de Dr Feelgood. Su guitarra Telecaster ejerció de catalizador de sensaciones, a modo de metralleta o como caja de música diabólica. Requiebros de rocanrol para cerrar el Open Provincia 2012.
Para mayor gloria de Muddy Waters, el guitarrista que rechazó una oferta de los Rolling Stones, que lo único que no agita en la escena es su flequillo imposible, ofreció una lección de ritmo y blues ante un público variopinto compuesto por rockeros gaditanos, vestigios humanos de finales de los setenta con camisetas alusivas (Damned, No Future), jóvenes ávidos de música anglosajona y todo un premio nacional de Literatura, Felipe Benítez Reyes. Para que digan que el rock no es cultura. El poeta, que además toca la guitarra eléctrica desde sus años mozos, acudía junto a Manuel Martín Arroyo, otro músico roteño, de La Hoguera. Wilko Johnson incendió La Bomba a base de temas propios y extraños. Destacaron piezas como "Back in the night", "Wolly Bully" o la sintomática "Don't let your daddy know". El fin de fiesta no pudo ser más apropiado, "Bye Bye Johnny", del mismísimo Chuck Berry. Sin aditivos ni colorantes.
Al punk se le cayó el pelo. Domesticaron el rocanrol. Los lolailos están por todas partes. Pero queda una esperanza. Una esperanza calva, al garete abrótanos machos, pero cierta y certera. Wilko, con su inseparable sección rítmica dirigida por el bajista Norman Watt Ray, se mostró complaciente con la energía y rotundo en los momentos álgidos, curiosa su forma de atacar el instrumento, poderoso su sentido del ritmo, macarrilla su voz y espectacular su puesta en escena personal. Hasta en la prueba de sonido, vista y no vista, este hombre no podía parar, y así hasta el fin, como un poseso, regateando al olvido, mirando de soslayo al tiempo, kilómetros de pasión ante el alucinado público. Y el blues grabado en el alma como vía de escape y senda del conocimiento mutuo. Viernes sincopado, pasó un huracán.
Noviembre 09, Cultura, Diario de Cádiz

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