Romería en 3D, pelotazo mediático en tierra de conquistadores, cónclave general en el feudo socialista por antonomasia, la cuna de bibianas y pizarros, reino de la carne en salsa, picacho de sensaciones dispares en el árbol genealógico Janda-Miami Beach, septiembre opta por el turismo rural y el artista antes llamado Alejandro Magno se deja querer por su gente. Esta noche, en el estadio de fútbol de Alcalá de los Gazules, el Paraíso Tour frena en seco. Nostalgia de futuro asegurada. Ya vino a Villaluenga, pero lo que aguarda hoy trasciende más allá de un concierto al uso. La patria, la familia, el honor y el orgullo de ser de alguna parte. Ya se sabe que Alejandro Sanz se siente gaditano, cadista y libre. Pero hoy lo tomarán preso en su casa. Dulce condena.
La penúltima vez, Alejandro recibió una réplica del Trofeo Carranza de manos de Teófila Martínez, cuando el Submarino Amarillo aún no tenía cien años y la playa quedaba la mar de cerquita. La primera vez, en el teatro Andalucía, Alejandro Sánchez Pizarro se hacía llamar Alejandro Magno y lucía una horrorosa chaqueta torera en la portada de su disco de debut, felizmente retirado del mercado por su compañía. "Los chulos son pa cuidarlos", se titulaba el álbum. Un Alejandro loailo-nuevo romántico no había encontrado todavía su sitio, lo hizo ya en los noventa viviendo deprisa y pisando fuerte y captando fieles cada noche. Tantos años después, su tío Paco acompaña a diario a Alejandro en su morada de Miami. Otro Pizarro, que cuida, hace la comida y ejerce de confesor en los momentos cenicientos del cantante. Alejandro no puede vivir sin la conexión alcalaína, la familia tira mucho desde la distancia, que hoy se acorta de aquella manera hasta quedar en nada.
En su momento más internacional, optimista y pinturero, alejados los fantasmas del pasado y justo cuando se atreve a invocar el paraíso en inglés, Alejandro vuelve a su pueblo. Mejor dicho, al pueblo de su infancia. Y lo hace para cantar ante 8.500 personas en una localidad con 5.800 habitantes. El niño del 68, criado más tarde en Moratalaz, anunciaba ayer a través de su twitter que le quedaban diez horas de autobús, ante la expectación de sus 900.000 seguidores cibernéticos. Alejandro confirmaba que en su concierto madrileño intervendrán Bisbal y Dani Martín como invitados especiales. Esta noche la sorpresa podría llevar el nombre de Manuel Carrasco o David de María.
La huella gaditana de Sanz se pone de manifiesto hasta en logotipos y marcas registradas, en los cariños y en las casualidades. Sanz ha bautizado su productora como Gazul Producciones, que fija su dirección administrativa en la calle El Puerto de Santa María de Madrid. Alejandro suele comentar que presume de gaditanismo y de cadismo sin cortarse un pelo, que "obliga" a escuchar a las visitas las últimas obras de Antonio Martín, el legendario comparsista, el más laureado de la historia del Carnaval que el cantante madrileño pero alcalaíno pregonó una noche de febrero en la plaza de San Antonio. El artista, ni que decir tiene que expresa también su admiración por su colega Juan Carlos Aragón, de quien suele interpretar un par de pasodoble enchampelaos y adaptados al espectáculo, ecos de los extraordinarios Yesterdays, la última gran chirigota del siglo pasado, el penúltimo pelotazo del concurso del Falla. Hasta en sus entrevistas más recientes, cuando habla de la liberación de la mujer y de su lucha por la dignidad, Alejandro echa mano de los versos de Aragón y suspira por "esa dama golfa y valiente" de la que escribió el coplero gaditano. Así que tendremos momento carnavalesco, momento cadista, momento pizarril, quién sabe si momento bibianesco. El paraíso que tantos mencionan ahora, el infierno para hallar aparcamiento, el purgatorio de vanidades en la imposible zona vip de un hermoso rincón de Andalucía, adonde llegará el ave cuando se le rompan los frenos.
Nueve músicos de postín acompañan a Alejandro en la escena, durante la prolongada gira de presentación de su octavo disco. Escenario dinámico, 28 motores accionando cada escenografía, cien mil vatios de luz, 140 metros cuadrados de pantallas, efectos ópticos de tres dimensiones, más de dos horas de espectáculo a cargo de uno de los pocos artistas hispanos que siguen vendiendo discos como rosquillas, junto a Joaquín Sabina y Fito y Fitipaldis. Veinticinco millones de copias a lo largo de su carrera y un montón de grammys y demás galardones. Pese a la eterna crisis, Sanz agota localidades, como es el caso de hoy, y despacha discos a las variopintas generaciones que se dan cita en torno a su repertorio. Doce años después del gran pelotazo, el "Corazón partío" que encumbró al artista a la cúspide de compositores e intérpretes hispanos. Luego se sucedieron algunos pasos en falso, no es fácil mantener el pabellón tan alto, y el artista probó sonidos y hechuras musicales, nuevos colores y estructuras, con discos más o menos afortunados que la afición espera siempre. Alejandro e transparente parece ahora más alegre que en anteriores trabajos, aunque seguramente topará con quienes aseguran que la melancolía y los palos de la vida inspiran más que un golpe de suerte. Qué sabe nadie.
No obstante, pese a los lujos en Miami y su consideración de estrella ritulante con alma de bohemio, el cantante no olvida su lado más generoso y solidario y en esta gira promociona a Médicos sin Fronteras y alienta a los espectadores a entregarse a la causa, el mundo los necesita, con la que está cayendo.
Septiembre, Cultura, Diario de Cádiz
sábado, 4 de septiembre de 2010
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