viernes, 29 de agosto de 2025

El corresponsal del Fin del Mundo: Las profundidades de la Argentina

 


Javier Tisera

Buenos Aires

 

La agencia científica más importante del país, el Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), conjuntamente con el Schmidt Ocean Institute, acaba de dar un cachetazo a las ambiciones privatizadoras del presidente Milei.

El gobernante, que se está desmoronando día a  día,  instrumentó  todo lo posible para desarticular y vender por lotes la capacidad del Conicet. Sin embargo, por eso el reservorio de la inteligencia contestó con una de las investigaciones científicas más importantes de este siglo.

Cuando el mundo tiene los ojos en el espacio; el Conicet y sus científicos decidieron investigar el mar argentino (frente a las costas de Mar del Plata) a 4000 metros de profundidad. Y las trasmisiones en streeaming del robot y de las especies marinas; alcanzaron audiencias increíbles. Mucho más altas que las transmisiones de los partidos de fútbol de la Liga Argentina.

 

Los responsables de la expedición en el Puerto de Mar del Plata,  antes de iniciar el primer día, explicaron a ”Rosas y Mosquitos” que “luego de un proceso altamente competitivo de selección, investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) iniciamos la expedición “Underwater Oases of Mar Del Plata Canyon: Talud Continental IV”, en colaboración con la fundación Schmidt Ocean Institute”.

La campaña exploró el cañón submarino Mar del Plata, una región de alta biodiversidad y poco explorada del Atlántico sur. La misión cuenta con apoyo del Consejo, financiamiento internacional, y representa un salto tecnológico y científico sin precedentes: es la primera vez que en aguas argentinas del Atlántico Sudoccidental se emplea el vehículo operado remotamente (ROV) SuBastian, capaz de capturar imágenes submarinas en ultra alta definición y recolectar muestras sin alterar el entorno. La travesía se desarrolla a bordo del buque de investigación Falkor (too), provisto con equipamiento oceanográfico de última generación. La campaña se transmitió en vivo por el canal de YouTube del Schmidt Ocean Institute, con imágenes captadas desde profundidades de hasta 3.900 metros.

El equipo multidisciplinario estuvo conformado por más de 30 científicos de instituciones argentinas, en su mayoría del CONICET, incluyendo el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN, CONICET), el Instituto de Biología de Organismos Marinos (IBIOMAR, CONICET), el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC, CONICET- UNMDP), el Instituto de Biodiversidad y Biología Experimental y Aplicada (IBBEA, UBA-CONICET), el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC, CONICET) y el Instituto de Diversidad y Ecología Animal (IDEA, CONICET-UNC). También forman parte investigadores de las Universidades Nacionales de Buenos Aires, Córdoba, La Plata y Mar del Plata.

 


De acuerdo con el investigador del CONICET y jefe Científico de la expedición, Daniel Lauretta: “Este grupo, que cuenta con la participación activa de becarios, técnicos y jóvenes investigadores, aborda la exploración de hábitats marinos vulnerables detectando los impactos humanos, incluyendo basura marina y microplásticos, la biodiversidad bentónica (invertebrados y peces), la reproducción y biogeografía de especies profundas, el ADN ambiental, el carbono azul y dinámica de sedimentos”.

 

Los investigadores destacaron el impacto que tuvo la transmisión en vivo en términos de comunicación pública de la ciencia: “Que cualquier persona pueda conectarse desde su casa y ver en vivo lo que estamos viendo nosotros, es una oportunidad única. De repente, la ciencia deja de ser algo lejano o inaccesible, y se vuelve parte del día a día. Además, nos obligó a explicar lo que hacemos de forma clara, sin vueltas, para que cualquiera lo pueda entender y disfrutar. Es una forma de abrir las puertas del barco, del laboratorio, y del fondo del mar, todo al mismo tiempo; y para una gran audiencia”. En total, acumuló casi 18 millones de visualizaciones.

 


Los hallazgos incluyeron arrecifes de coral a más de 1000 metros de profundidad y campos extensos de corales blandos rojos a 1.500 metros. También se descubrieron 40 nuevas especies de anémonas de mar, pepinos de mar, erizos de mar, caracoles, corales y crinoideos, entre otras.

 

Tras el furor argentino por la misión científica al cañón submarino Mar del Plata con los biólogos y profesionales del Conicet y el equipo del Schmidt Ocean Institute, el sábado 23 de agosto por la mañana zarpó el buque Falkor (too) desde la ciudad uruguaya de Montevideo con rumbo al océano profundo. Se trata de una nueva expedición marina, nombrada Uruguay Sub200, y también es un proyecto científico inédito en el país vecino. Se podrá seguir la transmisión en vivo desde las profundidades del lecho marino en el canal de YouTube de la institución internacional. Schmidt Ocean Institute”.

Desde el 30 de septiembre al 29 de octubre, el buque volverá a la Argentina para estudiar la Corriente de Malvinas, que “transporta nutrientes y agua fría desde la Antártida, impulsando la productividad primaria en el Atlántico Sudoccidental”. Los científicos van a analizar la hipótesis de que este movimiento dinámico hacia los cañones fomenta floraciones masivas de fitoplancton y crea focos de biodiversidad en las aguas argentinas.

Finalmente, del 14 de diciembre al 10 de enero de 2026, el buque estará destinado a “descubrir nuevas fuentes frías mientras explora comunidades bentónicas (organismos que viven en el fondo de los cuerpos de agua) poco estudiadas en las aguas profundas de la costa argentina” explicaron en conferencia de prensa.

El investigador adjunto de Conicet, Martín Brogger explicó que estas dos campañas que van a cerrar el año son de temas diferentes, pero “mirar el fondo nos van a interesar a todos los biólogos y vamos a estar atentos mirando el stream”.

 

 

 


 

 

miércoles, 27 de agosto de 2025

Leyes no escritas de la verdad y la risa

 



Las sensaciones del momento reúnen lo mejor del folklore gaditano, ahora que la gente presta más atención y el jurado puntúa las sorpresas de los tipos de los personajes de novela, las letras que reprochan los abusos de autoridad y el tesoro de la música del tango. Queda tan lejano el recuerdo de la fase preliminar que los grupos que gozan o no del favor del público desde la primera impresión han entrado en tromba, como si supieran de buena tinta que llegó el momento de la verdad. Ni que recuperásemos el ansia de descubrir cosas nuevas y sentir el placer exclusivo que brinda cada año de carnavales de recorrer con la imaginación y los abiertos los sentidos a los vericuetos de una copla, golpe a golpe, verso a verso, hasta el mensaje final, con todas las consecuencias, y que nadie interrumpa el resultado.


Las primeras sesiones de cuartos de final han solventado de aquella manera esos aires de indiferencia que levantaron los primeros pasos, interminables y tediosos, del concurso. Ya van a por todas, con lo mejor de sí mismos. Se veía venir. Se acelera el corazón. Los repertorios de esta parte del mundo distante menean los cimientos del gusto de la gente, algunos grupos logran captar al vuelo el interés de los espectadores, como los Eugenios o los trabajos de Miguel Ángel García Argúez, un coro y una comparsa, que se citan en la noche, y se comportan con la alegría y la rabia que les caracteriza. El sibarita de los carnavales tiene ya a su alcance la ocasión de saborear un compendio del arte de Cádiz: músicas de colores dispares, letras combativas, ejemplos ilustrativos de la retranca local, cuplés generosos, popurrís redondos. No muchos, tal vez, pero son muy buenos.


"En cuartos el público es el más serio del concurso", ironizan los cómicos de la triste rumba catalana, que han estudiado a fondo el papel, un tipo arriesgado y complicado. De seguro que visionaron repetidas veces la película y el documental que retrataron al peculiar e impar humorista. En la intimidad del teatro, cuando se quedan a solas con el respetable, cortas las distancias, abrazan de veras el gaditanismo con su gesto adusto, impasible el ademán, aunque traviesos e inciertos los modales. Recuerden que el Falla luce orgulloso el honor de ser uno de los pocos lugares del mundo donde el escenario no necesita micrófonos para saber lo que la gente piensa para luego seguir los rumores del mercado enfermo y revenderlo al mejor postor. El Falla se amplifica solo.


El hijo de Eugenio, a quien le pareció más correcta y respetuosa la película de David Trueba que el espinoso documental, perdió hace años el pleito que interpuso al actor Toni Climent por presunta apropiación de la figura de su padre, por plagio, en suma, en una función llamada "Reugenio". El juez desestimó la demanda al entender que se trataba de una parodia de Eugenio, nada ilegal. En Cádiz llevamos décadas rindiendo cuentas a todo lo reseñable en torno a figuras célebres o anónimas del cielo cuadrado. Nadie, mejor dicho, casi nadie ha puesto el grito en el suelo. 


Se conoce que Álex Pérez, el autor de la chirigota, habló previamente con el hijo de Eugenio, que le trasladó que "su padre soñaba con verse representado en el Carnaval de Cádiz". Así que manos a la obra, a gobernar con sangre fría el silencio del Falla.


 El mundo de la imitación navega por misteriosas aguas, tú sabes, y a veces la única diferencia reside en la marca y su precio. La justicia permite también, en otro orden de cosas, el diseño y la venta de abalorios, por ejemplo camisetas, al abrigo de una obra o un artista determinado, a condición de que no copien descaradamente los logotipos. Los Eugenios de Cádiz, libres de ataduras entonces, enamoran al público con ese estilo chulesco que fantasea con el odioso fútbol moderno, cae en la escatología o resplandece de sus cenizas, pese a la oscuridad del humeante instante, a lindos trompicones de ingenio y chispa: "Qué le gusta un tiroteo a un chiquillo de Wisconsin". Los Eugenios dieron todo un recital.



El popurrí vislumbra tal mestizaje de estilos fronterizos en estos catalanes del sur, que agarran al público ya eufórico por los goles del Submarino, que desarrollan un amplio catálogo de vocablos gaditanos, entresacados del "Habla de Cádiz" que publicó el profesor Pedro Payán Sotomayor en 1983, y que sigue la mar de vigente en las librerías. De guachisnai a cambembo, réplicas vocales del testimonial y germinal libro, uno de los más vendidos de la historia de la encuadernación de Cádiz.


El libro de Payán precisa que una de las palabras más empleadas en la actualidad, bulo, procede del caló, la expresión de los gitanos, lo mismo que camelo, trola, chivato, coba o canguelo.


Como la arena en las manos, las coplas gaditanas desgranan el momento al capricho de los autores. El Chapa, respetado escritor gaditano, investigador y trovador, no escatima adjetivos calificativos para confeccionar sus pasodobles y tangos. Haciendo uso  de la licencia carnavalesca de poner vestido de limpio a quien venga a colisión, pasando un kilo de jurisprudencias y leches en vinagre, mirando de frente las leyes no escritas del Carnaval de Cádiz y del libre albedrío, Argüez acusa al rey emérito de "viejo despreciable, sinvergüenza, corrupto y ladrón". Y también afea la conducta, sin remilgos, de Pedro Sánchez, a quien tacha de "mentiroso, miserable e impostor", amén de "caudillo de la mentira". A riesgo de que "algún tonto diga que soy facha", advierten.

Los poseedores de la llave secreta del popurrí, los comparsistas de Carapapa, resisten los vientos desfavorables que soplan en Cádiz en primera línea de pasodobles, esgrimiendo una carta a Leonor que incluye otras lindezas dedicadas a su abuelo el campechano, "gamberro y ladrón". Coplas vía aérea con destino Abudabi.



"El habla de Cádiz", la biblia de la jerga castiza, se convirtió en objeto de deseo del amor propio gaditano a raíz del éxito macanudo de una magnífica novela de Fernando Quiñones, "Las mil y una noches de Hortensia Romero", finalista de la edición del premio Planeta de 1979. La primera vez que alguien se atrevió a escribir una historia completa en andaluz, y más concretamente en gaditano. El legendario y añorado autor obtuvo el reconocimiento general, y un dinero importante, que merecía su exquisito trabajo, y confirmó la hazaña en el 83 con otro subcampeonato en el Planeta, en virtud de "La canción del pirata", obra cumbre del poeta de La Caleta, amante del flamenco y de la buena vida, compañero de letras, profundidades y originalidades de Caballero Bonald o Carlos Edmundo de Ory. Pero no pasó de un segundo premio, diría el quisquilloso.


Quiñones se vistió de senador romano para ofrecer su pregón de Carnaval de 1980, en la plaza de San Antonio, el primer pregón tras las primeras elecciones municipales. Coronado por unas lindas mojarritas y atribulado por la efervescencia de la época, Quiñones se ganó el cariño y la consideración del respetable, no, espérate, pues el discurso iba tan bien escrito, con todas las comas y puntos suspensivos en su lugar, que no ha habido forma de olvidarlo jamás. 


La participación de Quiñones en la fiesta mayor de la ciudad tropezó años más tarde. Fernando escribió al coro La Atlántida, en 1993, y no le fue demasiado bien que digamos. El Falla impone sus leyes no escritas incluso a los más grandes. Al cabo de sus edades más provectas, Quiñones personalizó su rechazo absoluto al devenir de los carnavales gaditanos, no le convenció el ritmo constante de la exposición pública que desembocó en la masificación de la fiesta que trajo invariablemente su fama casi inevitable.


De Cádiz y sus cantes sabía Quiñones un montón, pero en materia de Carnavales en vivo y en directo, a flor de piel, dejó las mieles de los laureles a otro Quiñones, Joaquín, que ponía en práctica las tesis de Fernando: "Las coplas pertenecen al pueblo". Cuando murió, algunas comparsas de tronío como la misma de Quiñones, los Templarios de Martínez Ares o Los Musiquitas, con Kichi en la punta del jurado, dedicaron hermosas coplas en su memoria. 


Precisamente un autor más contemporáneo, otro personaje de su propia novela, José Rasero Balón, que desgraciadamente nos dejó este año, amaba el doble sentido, el pulso tragicómico de Cádiz y sus circunstancias. Su trilogía que narra con realismo mágico las aventuras del detective Benito Bram rezuma ingenio y desencanto, además de humor con denominación de origen. Rasero, en cambio, sufría los efectos del Carnaval de la calle en sus carnes, en la casapuerta de su casa, concretamente, y no encontraba el tiempo de zafarse de tanta bulla en los días señaladitos. 


La suerte de Cádiz enfoca la labor del peculiar detective gaditano en el corazón de la plaza de Las Flores, a los pies de Columela, a cuenta de un asesinato. Benito Bram será por siempre un superviviente. Rasero decía que Cádiz es pura literatura, un monumento a la ficción, cuya realidad necesita ser contada y cantada. 


Estos días han abierto las puertas de la nueva Biblioteca Quiñones en Cádiz, un proyecto de su viuda digno de aprecio y seguimiento. Fernando se paseó con frecuencia por las páginas de la prensa, los estudios de radio y los platós de televisión, no se privó de nada, ni siquiera de divulgar ante el mundo entero el talento de un genio llamado Camarón de la Isla. A Quiñones casi siempre le cuadraba apurar las horas verdaderas, casi siempre lejos de la comodidad.



Los asuntos sociales pueblan muchas letras de este año. Los Wonderful de Fran Quintana defienden con vehemencia el derecho al descanso dominical, por mucho capital que traigan los cruceros de vacaciones en el mar. El coro del Chapa denuncia los elevados índices de siniestrabilidad laboral y remarca, con orgullo de clase, que "la muerte de un obrero vale por dos".


Dos proyectos muy diferentes, la comparsa del Chapa y el coro de Luis Rivero, comparten la voluntad de hurgar en la herida abierta en la sociedad por los jueces francamente machistas que se sobrepasan en los interrogatorios ante las mujeres víctimas de la violencia sexista, hasta cubrirlas de estigmas y culpa.


Es curioso, si medimos a los coros de ambos autores sí que hayamos abismos enormes en su música y puesta en escena. El coro del Chapa se antoja robusto y de extraña fuerza interna, y muestra un tango original pero cercano a la raíz. Ya saben que al coro de Luis Rivero le cayó hace tiempo el sambenito de conjunto orquestal proclive al musical de campanillas. A Rivero se le escucha este año dolido por algunos aspectos, sobre todo por las críticas de los adalides de la esencia del tango gaditano. Qué sabe nadie. Leí el otro día que se ha quedado solo ante el peligro, valga la broma, pero a tenor de su actuación en cuartos de final los coristas apenas se resienten. Como otros coros, los artistas circenses y vodevilescos se resarcen con el viento en la cara mediante un derroche de musicalidad e interpretación. Y otros coros, como el de Nandi Villegas, reformulan su tanda de tangos para mayor gloria de la modalidad.    

Un amigo experto en los laberintos carnavalescos sostiene que "si sale a escena un coro deslumbrante, por lo que respecta a la presentación y al popurrí, con unos cuplés sembraos y un estribillo fantástico, y con un conjunto de voces, además, espectacular, pero que flaquea de manera estrepitosa en el tango, pues entonces, simple y llanamente, no hay coro. Todo se derrumba como un castillo de naipes". Oh, Cádiz. Teoría y praxis del tango. Continuará.

 

Saben aquella copla de Lole y Manuel que decía: "El sol, joven y fuerte, ha vencido a la luna, que se aleja impotente del campo de batalla". En el teatro Falla se escribe cada noche un repertorio universal. El diablo ya no es el mismo, Satanás sólo sirve de divertimento. La soberbia es muy mala. La ley de la calle aguarda. Siempre hay uno que quiere y otro que se deja querer. Para Cádiz y sus satélites, ahora mismo, las noticias son un maniobra de distracción, y el regalo de estar vivo, un motivo de celebración, el rastro que nos delata. 

      

                  

domingo, 24 de agosto de 2025

Camarón y Mágico, leyendas del pescaíto frito

 


En la madrugada infinita del verano del 92, donde doblan la esquina los vientos de la Bahía de Cádiz, Mágico González, travestido con un traje de flamenca, a gustito, de lunares, empinado sobre unos tacones de aguja y con los labios pintados de carmesí, se dejaba mecer por la doliente, profunda y luminosa voz de niño viejo, tal vez por alegrías, de su amigo Camarón de la Isla. En el reservado de la célebre Venta de Vargas de San Fernando, que con los años adoptaría el subtítulo de "Cuarto de Camarón" por las lunas que dibujó el cantaor durante décadas en este rincón, ambos astros del fútbol y del cante jondo cultivaron su particular universo de gracia y complicidad.

En la misma Venta, meses antes, pero a horas menos sospechosas, Jorge González, el joven salvadoreño, materializaba su primer contrato con el Cádiz. El Mago entró por la puerta grande merced a su destacada intervención en una hermosa catástrofe mayor: el 10 a 1 que encajó la selección centroamericana frente a Hungría, el día que debutó Jorge en un campo español. El éxito dentro de un horror.

"Ponnos unas copitas", reclamó el presidente del Cádiz, Manuel de Irigoyen, banderillero de joven y constructor del ramo. Los camareros notaron que González solo tenía ojos para los platos que salían de la cocina y que, por último, centraba sus deseos más urgentes en una bandeja de berza, media fuente para cuatro personas que se zampó del tirón, sin remordimientos.

Varias rondas después, Irigoyen y su director técnico Camilo Liz lograban que Mágico firmase su rendición por el Cádiz, un equipo de Segunda con ínfulas. El contrato se consumó al filo de una servilleta. No se hable más. Siete millones de pesetas costó el traspaso. No transcurrieron muchos domingos hasta que Irigoyen tuviera que acudir con peores ideas en la cabeza a la Venta isleña, templo del flamenco donde Camarón creció como cantaor gitanito rubio hasta destronar a Manolo Caracol. El presidente perseguía por las noches al atribulado y desobediente Mágico, a quien le gustaba mucho la marcha tropical. Trabajo no, diversión, era su máxima.

 Los camareros ayudaban al deportista a salir escopetado por una puerta trasera. Irigoyen puso a Mágico espías, asistentes y hasta un psicólogo. A Jorge le fascinaba el género musical de rancio abolengo que aprendió de Camarón. "Cántame, José", cuentan que soltaba en las noches sin fin. Y Camarón, ocho años mayor que el indio americano, desnudaba su alma como en las mejores galas. La enigmática amistad descansa en la fantástica y sin embargo impenetrable memoria de los camareros. A veces recibían a ambos colgados de los brazos de una, dos, tres mujeres. "Yo lo he visto". Otras veces, en la intimidad, saciaban el hambre atrasada y la sed de soledad de tamaños personajes, que morían por las tortillitas de camarones y las papas aliñás, especialidades de la casa, su segunda casa.

A Camarón no le motivaba el deporte de la pelota envenenada, pero se dejó convidar a algún partido de tronío verdiblanco, en los días señaladitos, por su compadre Curro Romero, fanático del Betis.

No hay constancia fotográfica de los encuentros fugaces en el más allá del arte accidental de Mágico y Camarón, que se sepa, lo que engrosa la leyenda con más veras. El paso del tiempo no ha aclarado, ni falta que hace, las glorias y miserias de la pareja, cuyo recuerdo, como en la copla de Serrat, se antoja cada día más dulce. No demasiada gente del sur concita tanta creatividad en torno a la leyenda sobre lo que ocurrió y lo que late en el corazón del sueño en la ciudad perdida al oeste del edén, cuando no había teléfonos móviles, ni rotondas.

El destino que unió a ambas personalidades alimentó ciertas coincidencias. José y Jorge procedían de familias numerosas y muy humildes, conocieron los bajos instintos de la infravivienda, las penurias económicas y la marginación social. También se enfrentaron a caracteres huidizas, vulnerables, por lo general tímidos. Demasiada intuición y sensibilidad a flor de piel y pocas palabras. "Hablaban lo justo, había que sacarles las palabras", comenta un camarero de la Venta de Vargas, quien en cambio alucinaba como pepinillo en vinagre ante el carisma y la expresiva manera de conjugar otros muchos verbos que no fuera hablar de Mágico y Camarón.

El dinero no llamaba la atención de tales genios de la improvisación y la vida despreocupada, se mostraban inocentes y confiados. Mágico rechazó a lo largo de su carrera interesantes contratos con el París Saint Germain y el Atlético de Madrid, antes de recalar en Cádiz, y en otros equipos europeos durante su ascensión y fulgor, aduciendo, entre otras razones de peso, que "tan lejos" de la trimilenaria ciudad andaluza "no hay pescaíto frito". Es curioso, pero Camarón deslizó el mismo argumento, el pescaíto frito, para no viajar a Manhattan a actuar en un teatro de Broadway. También declinó la oferta de los Rolling Stones, acompañada de cinco millones de pesetas, para que diera lustre a la fiesta posterior al mítico concierto que sus satánicas majestades brindaron bajo la lluvia en el estadio Vicente Calderón, durante el Mundial de España. Indicó que Mick Jagger y Keith Richards "no entienden ni papa de flamenco".



José, de chico, quería ser torero, y Jorge, gaditano. Camarón también quería ser guitarrista. Su padre cocinaba en la herrería, al compás, fideos marineros con caballas, y su madre Juana la Gitana causaba admiración con su voz florida a artistas como el mismísimo Caracol o Lola Flores, que la escuchaban embelesados en la habitación con colchones de paja donde se acurrucaba la familia por las noches.

A la postre, los años ochenta de reconversiones industriales frustradas, desencanto, descubrimientos, trepidación y espejismos culturales, presenciaron los destellos inequívocos de dos artistas que "parecían poca cosa", a simple vista, y que, sin embargo, se comportaban como rutilantes estrellas de rock, por sus actitudes y hechuras.

Ya en lo alto de su propio mito, Mágico apareció una noche en la tele, entrevistado por el crítico musical Ángel Casas, y subrayaba, por si quedaban dudas: "Casi todas las cosas que se dicen sobre mí son verdaderas, pero nada se cuenta como sucedió exactamente". Ausencias injustificadas, dormilonas mañaneras, retrasos, espantás sonadas. Mágico y Camarón sintieron los gajes de la mala fama endura pugna con su talento sobrenatural.

Lo dicho, ni un tributo al vil parné. De joven, Camarón se atrevió a negarle a un señorito un cantecito a cambio de la astronómica cifra de siete mil pesetas que el gachó puso en lo alto de la mesa. Dejó plantado al ebrio veleidoso y luego solicitó dos pesetas a su madre Juana para tomar el tranvía camino de Cádiz.

Mágico y Camarón alternaban su afición de juglares callejeros en otros lugares reputados como Casa Manteca, que como la Venta de Vargas, con los años ha pasado de ocupar los ratos de juerga y condumio de una reducida clase popular nihilista a ocupar las listas de los establecimientos hosteleros más atractivos para el turismo. "Mágico y Camarón tenían buenos amigos y amigos de los otros", según José Ruiz Manteca, que el siglo pasado fue torero y mercader de gallos de pelea. Su tasca ubicada en el carnavalesco barrio de La Viña, fundada en 1953, también fue refugio contra la soledad de Mágico y un Camarón con enormes altibajos a quien recuerda "sentado en una caja de cerveza Cruzcampo, tras las cortinas de la trastienda, con la cuchara caliente".

Mujeriegos y generosos, los amigos de la noche "tenían la virtud de no hablar mal de nadie, cuando compartían mesa y mantel, y de no contar embustes", pero se rodearon de aduladores y vampiros de toda clase y condición. Estos artistas ajenos al mundo moderno, que hoy resultarían casi imposibles, se conocieron en plenos ascensos a Primera del Cádiz, que logró ostentar la categoría de Submarino Amarillo merced a una década dorada de más triunfos que decepciones. Camarón ya había grabado "Como el agua" y se disponía a preparar "Calle Real", los discos que siguieron a "La Leyenda del Tiempo", gran fracaso comercial pero con los años piedra angular de la música popular española.

Tuvo Mágico otro gitano muy amigo de lealtades y correrías, de la estirpe de los Bojiga, que carecía de rival en la percusión flamenca a base de cajas de palillos de madera, una cosa tremenda. Bojiga sorprendía por sus ritmos malabares, que le granjearon una actuación televisiva, y Mágico propinaba cien toques al aire con un paquete de tabaco de contrabando, una naranja o un yo-yo, con tal de echar una tarde de asueto al libre albedrío.

De regreso al Cuarto de Camarón, se asoman imágenes de la trayectoria vital y artística de José. Allí se reunían Beni de Cádiz, Chano Lobato, Pansequito, Rancapino ... y un tal Pablo Picasso. La voz de Camarón era su moneda de cambio, cobraba por fandangos, hasta que se largó a Madrid para conquistar sus catorce tablaos. Nadie ha podido superarlo, pero él jamás quedó contento: "Me sabe la boca a sangre".

El escritor salvadoreño Geovani Galeas, a la sazón ex combatiente del Ejército Revolucionario del Pueblo, logró extraer de Mágico unas palabras acerca de Camarón, de quien dijo que "era una figura única, mi amigo, una persona muy especial".

El camarero que organizó el servicio la tarde que Mágico selló su compromiso por el Cádiz, Manuel Delgado, aseguraba que se sumó a la cita el compañero y amigo íntimo del salvadoreño Jaime Rodríguez, La Chelona, defensa central, y que Jorge amenazó a Irigoyen con levantarse de la mesa si su colega no integraba la operación. El presidente hizo un par de llamadas y convenció a los jugadores, La Chelona jugaría en el Málaga, muy cerca del Mago. Pero luego se descubrió que había fichado por el Bayer Uerdingen alemán. Años después, el trotamundos Jaime Rodríguez fue ministro de Deportes de su país.

Antes del declive, que en el caso de Camarón se tornó en tragedia, ambas figuras irrepetibles, héroes y villanos, presentaron luces y sombras, regates en seco a la melancolía y afición desmedida a la velocidad de la noche. Camarón no dio del todo su brazo a torcer delante de los puristas aunque desaprovechó buenas oportunidades. El Mago, conductor en sus ratos libres de un Ford Escort rojo que no pasaba desapercibido en la noche gaditana, llegó a protagonizar una memorable gira americana con el Barcelona de Diego Armando Maradona y César Menotti, pero terminó su etapa más oscura exiliado a Valladolid por su mala cabeza hasta volver a las andadas. Entonces, Cádiz bebió de sus mejores gestas pero acabó condenado al ostracismo y sometido a multas disciplinarias de hasta un millón de pelas.

El por entonces estudiante Bosco Prada cuenta que una noche, apoyado a la vera de una discoteca gaditana, vio parar a Mágico con su Ford Escort rojo. De improviso, el futbolista instó a Bosco a zambullirse en la noche gaditana junto a otros gladiadores del vámonos que nos vamos. Al día siguiente, a las cuatro de la tarde, Bosco se quedó de una pieza al asistir, en el estadio Carranza, a una nueva demostración de destreza y precisión del Mago, que jugó como nunca, pese a acostarse de aquella manera a las claras del día.



Cuando apenas llegaba a fin de mes, Mágico almorzaba y vestía gracias a la generosidad de sus compañeros, que incluso solicitaron a la cúpula técnica del club que convocase los entrenamientos por las tardes para ver a Mágico despierto. Mágico dormía mucho, y le gustaba tela un cachondeo, así que el asunto se complicó al ritmo de la música que destilaban el enorme radiocasette del futbolista y el aparato estereofónico del bólido de Camarón. Ambos compartían su amor por los discos de Pink Floyd, Queen, grupos españoles como El Último de la Fila y Radio Futura, y en especial Bob Marley, gran futbolero, de quien el cantaor admiraba que "tiene gracia en la voz". Y a José y Jorge les vinculó una querencia exclusiva por los niños. Mágico jugaba en cualquier plazoleta, a cualquier hora, con los chavales del barrio e intercambiaba diez cromos de otros futbolistas por un cromo suyo, su peculiar tarjeta de visita, y una tarde, cuando salía del estadio, fue interpelado por una señora en pos de una foto autografiada. "¿Tiene usted tiempo, señora?". Y volvió con un póster a todo color firmado por la plantilla cadista en las duchas. Camarón regalaba a los niños de su entorno ropa, calzado, material escolar, de todo, y jugaba con los juguetes infantiles.

La exigente afición flamenca fantaseaba sobre los devaneos de Camarón con otras músicas y mundos remotos que llevaron al cantaor a los escenarios de París y Nueva York o al estudio Abbey Road de The Beatles, y pregonaban por ahí que se forjaba una reunión con el revolucionario trompetista de jazz Miles Davis.

Medio Cádiz y parte del extranjero aseguraba haber salido de juerga con Mágico y asistido en directo a partidos asombrosos que jamás existieron. Todavía cuentan con detalle la remontada del Cádiz al Barcelona, propiciada por Jorge tras ingresar en el campo a raíz del descanso, recién llegado de una noche de garabatillo y poco descanso de la mirada. Un choque de consolación del Trofeo Ramón de Carranza, que giró del 0-3 al 4-3 definitivo. Nunca sucedió. Pero mucha gente lo vio, como miles de personas dicen haber visto con sus propios ojos el triplete monumental que endosó el Mago al Rácing de Santander en el 86, acaso su obra cumbre.

Otro bar legendario, que ya cayó en el olvido por mor de la hegemonía de las franquicias, Los Pabellones, sito en el flamenco barrio de Santa María, alardeaba de contar con Mágico y Camarón entre su clientela más distinguida, y cada año obsequiaba a la parroquia con un calendario de ambos. Desde entonces, el santo grial del tiempo quieto gaditano respira por sus tres costados: Camarón, Mágico González y el Nazareno. Camarón confesaba: "Cuando canto no pienso". Mágico terciaba: "Yo no pienso, tengo música en la cabeza".

Publicado en la revista Panenka en enero de 2020.

viernes, 22 de agosto de 2025

El corresponsal del Fin del Mundo: Juan, panadero y anarquista

 


Javier Tisera

Buenos Aires

Los periodistas no tenemos memoria. Nuestro mandato social es el instante de una foto, todo es vertiginoso como los ojos de la muerte o iridiscentes como las alas de una mariposa. Los periodistas de la calle no pensamos, vamos directamente a la chatarra… a los despojos. A medida que pasan las nubes nos vamos olvidando de los nombres, de los pequeños martirios y de los horrores cotidianos; porque si no el día sería imposible de vivir.

El dilema a la hora de escribir es cómo hacer que lo ordinario y cotidiano se vuelva mágico para el lector. Uno, sencillamente puede empezar por leer la conferencia de Federico García Lorca “Juego y Teoría del Duende” y pone luz en varios rincones oscuros de este oficio. Pero no alcanza. También es saludable adentrarse en “Descenso y ascenso del alma por la belleza” de Leopoldo Marechal que fue editado seis años después que Lorca dio su conferencia.

Frida Kahlo solía decir mientras fumaba y se servía un mezcal: "Yo solía pensar que era la persona más extraña en el mundo, pero luego pensé, hay mucha gente así en el mundo, tiene que haber alguien como yo, que se sienta bizarra y dañada de la misma forma en que yo me siento. Me la imagino, e imagino que ella también debe estar por ahí pensando en mí. Bueno, yo espero que si tu estas por ahí y lees esto sepas que, si, es verdad, yo estoy aquí, soy tan extraña como tú”.- Es palabra de Frida… te alabamos, pintora.

 

 

Y esa elección de buscar un tema y de condimentarlo de verdad y realismo para que llegue a tu pantalla; a veces, nos hace retrasarnos, beber vino malo, pensar dos veces antes de abordar el abismo…escaparnos para ver si encontramos una soga o un grial.



La historia de esta semana es la de un panadero Juan Riera que nació un 16 de enero de 1896 en Ibiza y que se hizo famoso en el folclore argentino por una zamba. Ya, esta historia, es por lo menos curiosa. No creo que en el folclore moscovita o senegalés haya una sola melodía que tenga como protagonista a un argentino.

En el valle de Lerma se levanta la ciudad  de Salta desde 1582. Es la séptima ciudad de Argentina y lleva el nombre de Salta por el pueblo originario que lo habitaba: Los Salta.

A solo unos kilómetros de los Andes, Salta es hoy uno de los lugares más visitados por viajeros y turistas argentinos. Desde tiempos de su creación; una ciudad que fue el enlace de materias primas y de transporte con las minas de Potosí. Y, un centra administrativo español en el corazón del “Alto Perú”- como se denominaba la Corona Española al Virreynato.

Pero vamos a la historia de este panadero, Juan Riera, que regresa fantasmal en las guitarras y en las voces de miles de peñas y asados argentinos.

Cuentan los salteños que Juan llegó de su Ibiza natal para el año 1910 y se afincó en la ciudad de Tucumán; unos kilómetros al sur de Salta. Escapado de hambrunas y falta de trabajo de su región se dedicó, con 14 años, a cargar una canasta con pan y galletas que vendía casa por casa. El oficio de panadero y confitero lo aprendió en su tierra natal, y le sirvió para poder sobrevivir en Tucumán.

Juan conoció la realidad de la calle, la pobreza; sintió en los huesos el hambre de los desposeídos y de los que vivían a cielo abierto (hoy les llaman en situación de calle).

Instalado en el norte del país, una oportunidad de trabajo en el Ferrocarril Transandino Salta-Antofagasta, conocido también como Huaytiquina, antecesor del Tren a las Nubes, lo tentó para mudarse aún más al norte: “Huaytiquina paga”, decía el aviso en el periódico de la época, y tras el sueño de un mejor empleo, Juan Riera viajó a Salta.

Según relata Edgardo Diz en su investigación sobre Juan Riera, “a lo largo de la construcción de esta línea de ferrocarril se registraron distintos momentos de agitación huelguística y por este motivo muchos trabajadores fueron expulsados. Probablemente fue durante aquel periodo cuando Juan Riera conoció a otros militantes libertarios activos en la región”.

Hacia 1921 trabajó en el ingenio azucarero San Martín del Tabacal, encontrándose vinculado con diferentes grupos de ideas anarquistas tales como la “Agrupación Despertar”, o siendo afiliado a la Federación Obrera Local Salteña (FOLS), al tiempo que colaboraba con los periódicos Despertar, La Antorcha, La Idea y El Coya, entre otros, según relata Diz en su trabajo de investigación.

Con el tiempo, y a base de una vida austera, fue juntando algunos pesos para finalmente radicarse en la ciudad de Salta (300 kilómetros más al norte) que le habían comentado era más próspera de Tucumán.

Y fue en estos nuevos cielos que, pudo abrir un despacho de pan con un horno, y empezar a pensar en comenzar una familia. Hija de una familia de italianos Augusta Caballerone, se conocieron en Salta se enamoraron y tuvieron 10 hijos.

El primer golpe de estado de 1930, lleva a un general salteño a la primera magistratura, Félix Uriburu (prusianófilo y católico) se dedica a dar fusilar y encarcelar a anarquistas y si son extranjeros los deportan a sus países de origen.

Uriburu conocía muy bien los movimientos de los grupos de agitación en Salta. Comienza entonces una fuerte ofensiva para desarticularlos y perseguirlos, y en ese contexto, Juan Riera tiene que escapar. Lo hace siguiendo la ruta que dibujaba el tren Huaytiquina hasta llegar a Bolivia, un inhóspito itinerario que conocía al dedillo por haber estado implicado en su construcción, resguardándose en caseríos de compañeros desperdigados entre los cerros. Cuentan en la familia Riera que uno de sus hijo Ermes, nació en Tartagal y su esposa fue a residir a la casa de unos paisanos en Campamento Vespucio.

Luego del exilio en Bolivia y el norte salteño, ya instalado en la capital provincial, Riera retomará el oficio panadero. Cuentan en la mesa familiar de los Riera que Juna era pastelero, que el oficio de panadero lo aprendió después. Hacía productos de pastelería y los salía a vender con sus hijos en canastos como vendedor ambulante. También iban a la procesión del Milagro, a las canchas de futbol, a las plazas y a los parques. Todos los productos eran elaborador en la casa y salía con sus tres hijos: Ermes, Floreal y Hugo.

 

Hasta acá, una historia común de miles de inmigrantes de todo el orbe que llegaron a la Argentina. Árabes que con el carro por la calle ofrecían ollas y menaje; italianos que iban de pueblo en pueblo ofreciendo productos de cestería, vascos lecheros con la vaca a cuestas, judíos que vendían y compraban anillos y cadenitas con dijes camafeos o franceses que iban de puerta en puerta ofreciendo enciclopedias y libros.

Pero qué disparó para que un poeta escribiera unas estrofas para Juan Riera. Cuentan que Manuel J. Castilla trabajaba en el Diario El Intransigente y que todos los días compraba pan a Riera para llevarlo a su casa. El panadero se enteró que el poeta fue echado por la patronal del diario; y al día siguiente se apareció en la casa del castillo y le dijo: “usted me compró el pan  durante todos los días que tuvo trabajo. Ahora que está desocupado vengo a traerle el pan a su casa”- y lo dejó en la mesa sin cobrar un solo peso. A este gesto solidario se suma que Juan Riera, todas las noches dejaba la puerta abierta de su casa para que en su zaguán durmieran los pobres que no tenían casas y siempre había una bandeja con pan y confituras del día por si cargaban hambre.



Manuel J. Castilla, quien bocetó unas estrofas y las entregó a Gustavo “Cuchi” Leguizamón para la musicalización. Así nació una zamba sentida, con hondo contenido de fraternidad humana, y que al mismo tiempo pasó a ser de referencia ineludible para el folclore nacional: “Zamba de Juan Panadero”.

 

Panadero Don Juan Riera

con el lucero amasaba

y daba ese pan del trigo

como quien entrega el alma

 

Como le iban a robar

ni queriendo a Don Juan Riera,

si a los pobres les dejaba

de noche la puerta abierta.

 

La panadería que fundó Juan Riera ya no existe en su emplazamiento original de calle Pellegrini 515. Ahora se encuentra en Independencia 858 de la ciudad de Salta. Sus nietos y biznietos continúan con el oficio que heredaron de Juan.

A mí se me hace cuento que Juan se murió.

Caminando por Salta, entre las mesas de las peñas, escuché a un “chango” entonar las estrofas de “Juan el Panadero”; a solo 20 calles de la panadería, los sortilegios del vino y luz de las estrellas lo convocaron con su canasta caminando las calles y tocando de puerta en puerta.

 

Fotos de la Familia Riera.

Para escuchar la zamba “Juan Panadero”. https://www.youtube.com/watch?v=VtdH09db9fY

 

 

 

 

sábado, 16 de agosto de 2025

Tres mil años en veinte minutos

 


Algunas historias del Carnaval de Cádiz enseñan que las canciones de nuestra vida casi nunca pintan lo que parecen y que la diversidad apenas entiende de fanatismos y círculos cerrados. Las chirigotas ilustres se miran al espejo de las agrupaciones anónimas, y lo contrario, y a veces las esquinas, las bocacalles y los semáforos en ámbar conocen disparatados y elegantes repertorios procedentes de las mentes calenturientas de gente que ha cantado en el Falla y en la calle, tanto monta tanto, con la naturalidad de un susurro callejero y un clamor teatral. Qué sabe nadie de la vida interior de los precursores de la fiesta.


 El universo se apellida Cádiz, claro está, y los árboles genealógicos de las agrupaciones hablan por sí solos. Fijémonos, por ejemplo, en la placa que deletrea la personalidad de los grandes autores gaditanos: Gómez & Rosado, asesores, consultoría de pamplinas de la plaza Mina y luces divinas. Hablamos de los Lennon y Mc Cartney de Cádiz, que se sentaban juntos a escribir cuplés y al final no sabían de qué lado caían los mejores golpes y ocurrencias, de tal guisa que firmaban las letras y los pagarés en comandita. Luego los veías en el Cambalache y resulta que eran de carne y hueso, leyendas del futuro sin más pretensiones que conquistar el Falla con sus cuartetos o chirigotas y recuperar el aliento de las calles con sus ilegales, a base de desorden alfabético. En contraflecha del mundo equivocado de usar y tirar, adalides de una pizca sobrenatural de humor desternillante y crítico, su media ración de gamberrismo y locuacidad, el cuadro genuinamente gaditano. "España va bene per cápita de pene".




El músico y arreglista de las célebres chirigotas callejeras de Los Fantasmas, Bosco Prada, se estrenó en el Carnaval en la penúltima de Paco Rosado, "Los Conquistadores de la trastienda de Casa Crespo", en 1988, botón de muestra de la fascinante e influyente serie de chirigotas, los cruzados, los carreros, los cegatos, los cubatas, pero también tocó el cielo de andar por casa a lomos de "Los gnomos metíos en manteca", vamos, que se convirtió en el fichaje del año. "Sólo llevaba tres meses de guitarrista, era un chavalito sin experiencia. Logré que Paco Rosado se fijase en mí, pero luego, cuando me llamaron los Gnomos, Fernando Macías me dijo: No te lo pienses, Bosco, es como si jugaras en el Osasuna y te llamase el Madrid". Dicho y hecho.  

"En la época de "Época vergüenza", a mí me daba mucha vergüenza salir a tocar", redunda Prada, que perdió la ídem sobre el 92, cuando concursó en el Falla con "Los Borrachos" y "Ballet zum zum", el binomio de agrupaciones que presentaron el Selu y el Yuyu, un doble salto mortal inolvidable. Ya por entonces, Bosco se integró en la chirigota callejera "Siete ratas por habitante", el germen de Los Fantasmas de Gómez y Rosado. Los músicos de los tres grupos eran fijos, los demás componentes se echaban a suertes. El Yuyu no cantó en la final. "Una tarde, en los ensayos de los Borrachos, hubo una discusión fuerte y nos separtamos".

"Los borrachos" ganaron mucho dinero. Bosco viajaba por toda España a bordo de una orquesta de variedades, de feria en feria, pero en febrero se unía a la chirigota de casapuerta por antonomasia, desde "Los hijos secretos de Lola Flores" a "Los fantasmas", pasando por "Los volteretas" o "Los alegres divorciados", una sensación de idiosincrasia tremenda revestida de fertilidad sin parangón. Hasta la constitución de los Guatifó, la siguiente estirpe, ya sin Gómez y Rosado. 

Durante muchos años fueron los reyes de la calle. Bosco arreglaba las músicas que componía Caracol y le daba a los repertorios "un color que no se había visto hasta la fecha". Sin presiones, con absoluta libertad, una línea de bajo y dos guitarras, un punto de distinción que mantuvieron y transmitieron como si nada, casi al azar, aparentemente, conscientes de que tenían entre las manos algo maravilloso y exclusivo, como el sol que da la vida.


Los fantasmas, y después los guatifós, no necesitaban levantar la voz en las calles, ni prorrumpir en vituperios y detalles soeces, para captar la atención del viandante descubridor de inesperadas rimas imponentes, pero sorprendían a cada paso que daban, carecían de propietarios y prejuicios, aborrecían la rutina y el aburrimiento y provocaban sentimientos encontradizos: "ssshh, callarse, cohone", para desgracia de los pesados de turno que suelen interrumpir los desenlaces de los cuplés con comentarios odiosos al vecino espectador. To fuera eso. 


A Bosco siempre le gustó, más que nada, la música carioca, de hecho viajó a Brasil para seguir un curso intensivo del quehacer entroncado con la samba y la bossa nova, que vive de los acordes ajenos a la dichosa normalidad y al hastío, así que aplicó sus conocimientos a las chirigotas e introdujo los matices brasileños al intrincado mundo de los tres acordes con mil maneras y otros tantos puntos de vista. "Acordes más vistosos y complejos. Si los pasodobles de Paco Alba se basaban en una triada, un acorde mínimo con notas hablándose entre sí", la nueva hornada de carnavaleros cogía un "mi", y "en vez de terminar con sexta lo hacía con novena, por ejemplo, cosa que ya hacía Joao Gilberto en Brasil, y mis compañeros alucinaban con ese remate de la copla". Digamos que esas chirigotas le propinaron tres vueltas a lo que había, en todos los sentidos.


"Hoy la gente investiga en Spotify, donde puedes visitar a golpe de click la historia de casi toda la música, pero ¿de qué se nutría Paco Alba?", pregunta Prada en voz alta. "De la radio y el cine", sentencia, y tararea un pasodoble que el inventor de la comparsa "sacó de las películas de comboys, de la trilogía de Sergio Leone a la que puso música Ennio Morricone", genio absoluto de las bandas sonoras, cuando la muerte tenía un precio, por un puñados de dólares, en el salvaje oeste de Almería. Oh, Cádiz, la presentación de "Los Sarracenos", una melodía del subconsciente hasta las puertas de la eternidad. Busquen en el youtube. 


Entonces, avisados por los ecos de la afición sibarita, "vinieron a vernos los artistas: Ruibal, Kiko Veneno, Tito Alcedo y demás. Javier Ruibal nos invitaba a cantar en sus cumpleaños, Kiko Veneno nos llevó de teloneros. Wyoming hablaba maravillas de nosotros".  




Casi todos los componentes de la chirigota eran socios de Fondo Norte, pero en una ocasión, a raíz de unos bolos en el Pay Pay que gustaron a un politólogo de Cádiz, parece mentira que en Cádiz haya gente así, Bosco logró un par de entradas, un cuelo para asistir a sendos partidos cruciales del Submarino Amarillo en el palco de los comegambas, nada menos, y el Cádiz se salvó, y Bosco se creyó el talismán de las remontadas buenas, guardameta, estilo Ledesma, de la potra y las liguillas de la muerte.

 

Sepan que Bosco Prada, antes incluso de sus inicios artísticos, cuando acudía al instituto, se encontró una noche con Mágico González, lo cual no era tan extraño, y el astro salvadoreño estacionó durante unos instantes su descapotable rojo a las puertas del Metropol y exclamó: "¡Montarse!". Bosco y sus colegas así lo hicieron y estuvieron haciendo gestiones con el mago de la culebra macheteada hasta las claras del día. El sábado mutó en domingo, por la tarde jugaba el Cádiz, y Mágico, cómo no, se salió literalmente de la escena costumbrista y firmó un partidazo con esas hechuras y la colección de regates, frenazos en seco, pases al hueco y remates imprevisibles que enamoraron al planeta futbolístico cuando echaban las mejores jugadas de la jornada los lunes por la noche en Estudio Estadio y anunciaban: "No se pierdan lo que hizo Mágico ayer". Bosco, por su parte, asistía a la exhibición artística del salvadoreño, muy pocas horas después de haberlo dejado a la vera del bar Gol, con el asombro y la pena de no poder decir al espectador del asiento de junto que había salido de juerga con el genio del balón, atleta de la improvisación, poeta de la noche. "Nadie me hubiera creído". Bueno, algunos sí. 


Más adelante, ya encumbrados en lo alto del podio de las chirigotas ilegales, "Los hijos secretos de Lola Flores" fueron a actuar a un lugar rimbombante, no en vano comenzaron a alternar con la flor y nata de … la flor y nata, y se les acercó un encopetado y enchaquetado personaje que les dio la enhorabuena y los inundó de elogios. Los chirigoteros se comportaron con la formalidad que exigía el protocolo y agradecieron el agasajo de quien creían era el político homenajeado. Craso error: era su chófer.


Bosco ha tocado con medio mundo, como multinstrumentista y arreglista de cabecera; lo ha hecho con numerosos combos malandros de música brasileña, aunque también con Martínez Ares en sus escapadas cantautoriles, sin olvidar su participación en los grupos que han lustrado la profunda voz de la cantante gaditana, y periodista comprometida, Mariló Rico, que también conoce Brasil.


Si llegabas con demora a las improvisadas actuaciones de las chirigotas mentadas, que hoy se multiplican por mil, se te caía el mundo encima, cagonlomuerto, toda la tarde buscándote la ruina por los laberintos del Carnaval y cuando te topas con los fantasmas, se evaporan y dejan en ascuas a los vendedores de humo, funcionarios de ocho a tres o parados de larga duración. Visitas teatralizadas al sepe con cita previa. 


Con motivo de los fastos iberoamericanos que tanto agradan en Cádiz, y esas reuniones de ciudades carnavalescas tan divertidas, Bosco acompañó en su día a los incomparables miembros del Showmancero, David Medina y Andrés Ramírez, un caso aparte del exclusivo talento gaditano, cuando viajaron, a 14.000 kilómetros de lenguas submarinas, a Valparaíso, patrimonio de la humanidad que posee un carnaval muy potente y hermoso. Sus letras y músicas causaron sensación. A la vuelta se quedaron tirados en Sao Paulo, mira qué cosa más linda, pero llegaron a lo justo para participar en el pregón del Carnaval de Cádiz que ofrecía un tal Joaquín Sabina, otro amante de sus coplas callejeras, que suenan a menudo en Rota cuando se reúne con Felipe Benítez Reyes, Benjamín Prado, Luis García Montero y, hasta su desaparición, la añorada Almudena Grandes.


Sabina, precisamente, fue uno de los cantantes que integró el fantástico aunque agridulce cartel del festival benéfico que congregó en Sevilla a una patulea considerable de admiradores, fieles, casi súbditos, de Jesús Quintero, el Loco de la Colina, que pasaba por malos momentos debido al cierre de la emisora que montó tras su etapa gloriosa, Radio Romántica. "Ahí estaban Sabina, Serrat, Aute, Pata Negra, Esmeralda de Triana, Luz Casal, Silvio y hasta El Lute. El Loco nos quería tanto que nos dejaron cantar los últimos, digamos que Sabina fue nuestro telonero, tiene gracia la cosa, y acabamos todos entonando Los Duros Antiguos como fin de fiesta, y Serrat, eufórico, cogió el bombo de la chirigota, y no veas cómo lo pasamos". 


En las inmediaciones de unos episodios tan festivos y entrañables fue Bosco a descargar los restos de las mieles del triunfo contra la pared de un rincón del Prado de San Sebastián, sin percatarse de que a su lado, con la misma necesidad fisiológica, se encontraba Joan Manuel Serrat. Poca gente en el mundo ha compartido semejantes momentos de inspiración con Serrat, aunque seguro que se cuentan por decenas, qué digo, centenares, lo que acompañaron a Mágico en sus travesías noctámbulas con tal de que no se perdiera. Muy poca gente ha meado junto a Serrat, pero casi nadie ha echado un concurso a ver quién meaba más lejos. Literal.


El maestro de los silencios en las entrevistas más arriesgadas y pintureras, Jesús Quintero, acuñó por vez primera el lema "aquí hay que mamar" en su pregón del año 84. La final del Falla llevaba únicamente tres años televisándose en directo, Sabina se acababa de afeitar la barba, visitaba a Fernando Quiñones en la Tacita, antes de transformarse en poeta verdadero del son de entresiglos, y su compadre, el gran Javier Krahe, con su pito de caña, saboreaba, por así decirlo, la paradójica censura socialista de su copla "Cuervo ingenuo", a cuenta del tocomocho del referéndum de la Otan. Ay, Felipe. 


El Loco fue un programa de radio antes que un personaje, una canción de los Beatles, una sinfonía de Pink Floyd. Quintero ejerció de productor de Paco de Lucía y también de Lord Byron de los callejones. "Nadie puede cantar tres mil años en veinte minutos", declaró en las horas previas a su pregón. El Loco, antes de sus programas, apagaba las luces del estudio y encendía una vela. Un cosmonauta perdido en su galaxia, un Peter Pan y un forever young, es lo que era. 


Las chirigotas que traspasan la memoria de Bosco jamás se vendieron a los escritores de enciclopedias apoquinadas en incómodos plazos a cambio de unas láminas de Van Gogh de valvulina y un atlas con los escombros de las siguientes guerras mundiales. Las esdrújulas destartaladas eran cosa fina en manos de estos artistas, mandamases de las historias humanas lejos de las leyes de la gravedad de los hombres. Gómez & Rosado no concedieron entrevistas hasta que grabaron un deuvedé antológico en una noche memorable en el teatro Pemán. Hasta entonces, y también a renglón seguido, dejaron hablar a sus personajes, como hizo el Loco con el suyo. Los guatifós vivieron de las tormentas de ideas de sus componentes, que también pisaron las tablas del teatro y la jungla del asfalto con todo el arte del mundo. Ajín to guay. 


Que nos bailen lo quitao. Dos telediarios para la catástrofe mayor y la apoteosis de la reventa. La diversidad ante todo: los hijos de algunos matrimonios responden a la voz de "los tuyos, los míos, los nuestros". Como dice Carlos del Amor, cuando te traicionas una vez es difícil volver. En Cádiz lo que hay es mucha caridad de vida.    


jueves, 14 de agosto de 2025

El corresponsal del Fin del Mundo: Éramos pocos y apareció Annobón

 



Javier Tisera

Buenos Aires

 

El Imperio Español no solo ofrendó su idioma, muchas escuelas y universidades, costumbres y hábitos, una religión oscurantista y un sistema virreinal que fue un poco más humano que en las colonias franceses o en las inglesas.

Pero nada hacía pensar que, en pleno siglo XXI, aparecieran por la Argentina el Primer Ministro de Annobón pidiendo ayuda y solicitando protectorado en tiempo del neoliberal Javier Milei.

La noticia sobre el reclamo de soberanía del pueblo de Annobón -y de que la Argentina respalde esto- recorrió el mundo y llamó la atención de la comunidad política nacional.

Para entender el origen del pedido hay que citar que la relación se remonta de los tiempos del Virreynato del Río de la Plata (1778) en donde la Isla Annobón (Guinea Ecuatorial) estaba bajo el protectorado de España en el siglo XVIII.

Muchos argentinos se despertaron escuchando por primera vez el nombre de esta isla africana en el corazón del Golfo de Guinea pidió desesperada ayuda a la Argentina en su encarnada lucha contra un régimen. El gobierno de Annobón reveló lazos coloniales que, inesperadamente, unen a nuestro país con este lugar de apenas 17 kilómetros cuadrados, con 2000 habitantes estables  que hablan español, portugués y la lengua nativa, el Fa d’Ambo..

La solicitud de protectorado proviene de la República de Annobón. "Fuimos parte del mismo territorio. Hoy pedimos auxilio a la Argentina, nuestro país hermano", declaró desde Buenos Aires el primer ministro annobonés, Orlando Cartagena Lagar.

Su pedido no fue solo político: denunció represión de parte del régimen de Guinea Ecuatorial y clamó por ayuda humanitaria urgente.

En 2022, el pequeño territorio proclamó su independencia, aunque aún carece de reconocimiento internacional. La isla cuenta con recursos pesqueros, minerales y una ubicación en una ruta marítima clave.

Su lucha por independizarse radica en décadas de abandono, de contaminación ambiental, de saqueo de sus riquezas y de una feroz represión por parte del régimen de Teodoro Obiang Nguema Mbasog.

Aunque no pretende ser anexada, su “primer ministro”, Orlando Cartagena Lagar, de 59 años y exiliado en España, expresó en su interés en que el gobierno de Javier Milei y el Congreso de la Nación consideren su reclamo de convertirse en un Estado asociado, sin que eso implique la pérdida de sus libertades. Busca que el mandatario argentino apoye su denuncia contra los abusos que el ejército de Guinea Ecuatorial comete contra la población isleña.

Ya se baraja la posibilidad de instalar una base logística argentina y enviar una misión humanitaria.

Pero algunos analistas advierten sobre un posible roce diplomático con Guinea Ecuatorial y complicar los apoyos africanos a la causa de las Islas Malvinas.

Su situación es desesperante: no poseen agua potable, electricidad ni atención médica, mientras sus habitantes viven aislados y bajo constantes abusos.

Entre los motivos por los que Annobón pidió ayuda a la Argentina, además de sus lazos coloniales, se destaca que desde la isla miran a la Argentina como una referencia democrática. Entre sus argumentos, hicieron hincapié en la experiencia argentina de lucha contra las dictaduras.

Actualmente, como parte del golfo de Guinea Ecuatorial, la isla está bajo un régimen que, desde 2021, reprimió a la población de la etnia fang. Según denuncia su primer ministro autoproclamado —quien huyó de la cárcel y se refugió en Barcelona—, se trataría de un intento de erradicar su cultura.

En marzo de 2024, una delegación del autoproclamado gobierno de la República de Annobón se incorporó formalmente a la Organización de Naciones y Pueblos No Representados (UNPO), con el objetivo de obtener reconocimiento internacional como país independiente. Este es, por ahora, el único organismo internacional del que forma parte, pero busca el apoyo de más naciones para que se respete su estatus. Por ello, recurrió al argumento de una unidad histórica con la Argentina, con el fin de encontrar un camino hacia su verdadera libertad.



 

Los gauchos de Annobón

 

La isla fue descubierta por los portugueses el 1 de enero de 1473. Para ese entonces era desierta y fue poblada con africanos de Santo Tomé y Angola.

Su cultura autóctona, por tanto, fue importada, con una población resultado de una mezcla criolla de portugueses y africanos colonizados. Para Portugal no presentó ninguna ventaja colonial y dejó casi independientes a los moradores, con esporádicas visitas militares y misioneras.

Entre 1777 y 1778, mediante una serie de tratados, se transfirió la soberanía a España. Con una toma de posesión conflictiva, y jurídicamente dudosa, la isla se dejó en el mismo estado de autonomía local.

La proposición habla de que sufrió un abandono institucional severo, sin integración efectiva en la administración ni provisión de servicios básicos como salud, educación o infraestructura.

Su clima es tropical y posee un gran potencial pesquero gracias a su acceso directo al océano. Además, tiene un terreno fértil donde se planta café y tabaco. Tiene ríos internos con agua potable y el punto más alto posee una altura aproximada de 500 metros sobre el nivel del mar. En cuanto a razones geoestratégicas, su ubicación es importante en el flujo oceánico entre Europa y el sur de África.




miércoles, 13 de agosto de 2025

Diego Fopiani, el compás y la palabra de CAI

 


El legendario Fopi, uno de los pocos gaditanos que ha vivido del rock. Que te quiten lo tocado, ¿no?

Desde Jimi Hendrix, lo llevo metido dentro. De los Beatles me gustaron sus últimos discos, yo era más "rolling stone".

¿Cómo te dio por la batería?

Yo era muy chirigotero de chico, cuando vivía en La Viña. Salía detrás de las chirigotas aporreando una lata de sardinas, mi afición por el rontontón nació muy temprano. Ya en Salesianos, con el baby puesto, me fijé en los ensayos de la rondalla y me paraba cada día en la cristalera para ver una caja de palomillas, un bombo también de pellejo y un plato que nadie tocaba Yo estaba loco por darle un palo a esa batería y un día me envalentoné. Ahí empezó todo.

Todo muy rápido ...

Entré en mi primer grupo, Los Chiquitos, todavía con pantalones cortos. Tocábamos en las fiestas cosas como "Cartagenera morena" o versiones de Juan y Júnior.

De ahí al estrellato.

Mi vida artística digamos que empezó cuando salimos en la tele. Ni siquiera había asignatura de música. La primera chirigota de chavales del colegio aparecimos en el programa que hicieron Valentina y el Capitán Tán en Cádiz, de teloneros de Los Ceporros, de Paco Alba. Luego conocí a gente más vandálica, me arrimé a quienes compraban discos progresivos, como el mítico "Llena tu cabeza de rock".

Dicho y hecho.

Ya con catorce años, me encandilaban los Simun de Nono Ábalos y Tony Reguera, iba a verlos a los ensayos, en La Laguna. El blues rock representaba la vanguardia.

De ahí a vivir del rock, un modo de vida.

Quizá fuésemos el primer grupo de Cádiz que alcanzó el número 4 del hit parade, con Noche Abierta. Éramos muy pibes. Hicimos cien bolos en un año y estuvimos a punto de ir a tocar a Japón, pero suspendimos la gira Andalucía en Rock y se fue todo al traste. Japón era la puerta de Estados Unidos. De haber resultado, estaríamos hablando ahora en Carolina.

¿Del Norte o del Sur?

Del Sur.

¿Se puede vivir hoy de la música?

Es casi imposible. Pero se puede tocar en los bares, los escenarios son más accesibles. La cultura musical ha desaparecido. Ni un programa de tele, ni una radio. Se han olvidado del rock.

¿Cortijo de los Rosales o Pemán?

Fui un enamorado del Cortijo, ahora mismo sería un bastinazo, pero era incompatible con el Pemán. Hoy no tenemos ninguno.

Dicen que Camarón quiso tocar con Miles Davis. ¿Buena combinación?

Davis era el Camarón negro. El flamenco, el rock y el jazz siempre casaron bien. Lástima que el rock andaluz se perdiera, fuimos unos papafritas. Había músicos buenísimos, pero los grupos mueren a causa del ego de sus miembros.

Se cumplen treinta años de la muerte de Jesús de la Rosa.

Al final, Triana era Jesús. Viajaban por su cuenta y se reunían para tocar. Jesús, por su voz, sus letras y su estilo, era único. Si nosotros marcamos alguna huella, Triana dejó un pisotón. Un día fui con Jesús a la Sgae y le dieron un millón de pesetas a tocateja. Tendría unos pocos. Digo yo.

¿Mágico González o Pepe Mejías?

El que me hizo ir al fútbol fue Mágico González. El Cádiz lleva años dando volteretas, sin proyecto. La mejor época del Cádiz coincidió con la cantera. Ahora toca volver a los orígenes, hacer provincia y saber esperar con ilusión.

Ya que hablamos de ritmos, ¿el 3 por 4 del Carnaval no es un 4 por 4?

El compás viñero del 3 por 4 es un 4 por 4, aunque hay pasodobles al 3 por 4, como aquel de Martínez Ares: "Acércate torito, que ya viene el día". Hay bulerías al 3 por 4, como las que hacía Tele de Triana, y las alegrías van al 12 por 8, aunque todo cambia en la acentuación.

Cuarenta por ciento de paro en Cádiz. ¿Te duele?

La ciudadanía tiene que hacer política. No hablo de ser concejal, sino de salir a la calle, protestar en el trabajo, luchar por cambiar las cosas. El capital ha atrapado a la política de aquella manera, entrampándola. Yo te presto, tú recortas, la democracia se va al carajo.

¿Y Fopi adónde va?

Sigo en fase de composición. Me lo tomo con tranquilidad, pero pronto terminaré el nuevo disco y buscaré a gente joven que quiera tocar con el tito Fopi, que es famoso.

Mi última entre vista con Fopi, en 2013.