Javier Tisera
Buenos Aires
Los
periodistas no tenemos memoria. Nuestro mandato social es el instante de una
foto, todo es vertiginoso como los ojos de la muerte o iridiscentes como las
alas de una mariposa. Los periodistas de la calle no pensamos, vamos
directamente a la chatarra… a los despojos. A medida que pasan las nubes nos
vamos olvidando de los nombres, de los pequeños martirios y de los horrores
cotidianos; porque si no el día sería imposible de vivir.
El
dilema a la hora de escribir es cómo hacer que lo ordinario y cotidiano se
vuelva mágico para el lector. Uno, sencillamente puede empezar por leer la
conferencia de Federico García Lorca “Juego y Teoría del Duende” y pone luz en
varios rincones oscuros de este oficio. Pero no alcanza. También es saludable
adentrarse en “Descenso y ascenso del alma por la belleza” de Leopoldo Marechal
que fue editado seis años después que Lorca dio su conferencia.
Frida
Kahlo solía decir mientras fumaba y se servía un mezcal: "Yo solía pensar
que era la persona más extraña en el mundo, pero luego pensé, hay mucha gente
así en el mundo, tiene que haber alguien como yo, que se sienta bizarra y
dañada de la misma forma en que yo me siento. Me la imagino, e imagino que ella
también debe estar por ahí pensando en mí. Bueno, yo espero que si tu estas por
ahí y lees esto sepas que, si, es verdad, yo estoy aquí, soy tan extraña como
tú”.- Es palabra de Frida… te alabamos, pintora.
Y
esa elección de buscar un tema y de condimentarlo de verdad y realismo para que
llegue a tu pantalla; a veces, nos hace retrasarnos, beber vino malo, pensar
dos veces antes de abordar el abismo…escaparnos para ver si encontramos una
soga o un grial.
La
historia de esta semana es la de un panadero Juan Riera que nació un 16 de
enero de 1896 en Ibiza y que se hizo famoso en el folclore argentino por una
zamba. Ya, esta historia, es por lo menos curiosa. No creo que en el folclore
moscovita o senegalés haya una sola melodía que tenga como protagonista a un
argentino.
En
el valle de Lerma se levanta la ciudad
de Salta desde 1582. Es la séptima ciudad de Argentina y lleva el nombre
de Salta por el pueblo originario que lo habitaba: Los Salta.
A
solo unos kilómetros de los Andes, Salta es hoy uno de los lugares más
visitados por viajeros y turistas argentinos. Desde tiempos de su creación; una
ciudad que fue el enlace de materias primas y de transporte con las minas de
Potosí. Y, un centra administrativo español en el corazón del “Alto Perú”- como
se denominaba la Corona Española al Virreynato.
Pero
vamos a la historia de este panadero, Juan Riera, que regresa fantasmal en las
guitarras y en las voces de miles de peñas y asados argentinos.
Cuentan
los salteños que Juan llegó de su Ibiza natal para el año 1910 y se afincó en
la ciudad de Tucumán; unos kilómetros al sur de Salta. Escapado de hambrunas y
falta de trabajo de su región se dedicó, con 14 años, a cargar una canasta con
pan y galletas que vendía casa por casa. El oficio de panadero y confitero lo
aprendió en su tierra natal, y le sirvió para poder sobrevivir en Tucumán.
Juan
conoció la realidad de la calle, la pobreza; sintió en los huesos el hambre de
los desposeídos y de los que vivían a cielo abierto (hoy les llaman en
situación de calle).
Instalado
en el norte del país, una oportunidad de trabajo en el Ferrocarril Transandino
Salta-Antofagasta, conocido también como Huaytiquina, antecesor del Tren a las
Nubes, lo tentó para mudarse aún más al norte: “Huaytiquina paga”, decía el
aviso en el periódico de la época, y tras el sueño de un mejor empleo, Juan
Riera viajó a Salta.
Según
relata Edgardo Diz en su investigación sobre Juan Riera, “a lo largo de la
construcción de esta línea de ferrocarril se registraron distintos momentos de
agitación huelguística y por este motivo muchos trabajadores fueron expulsados.
Probablemente fue durante aquel periodo cuando Juan Riera conoció a otros
militantes libertarios activos en la región”.
Hacia
1921 trabajó en el ingenio azucarero San Martín del Tabacal, encontrándose
vinculado con diferentes grupos de ideas anarquistas tales como la “Agrupación
Despertar”, o siendo afiliado a la Federación Obrera Local Salteña (FOLS), al
tiempo que colaboraba con los periódicos Despertar, La Antorcha, La Idea y El
Coya, entre otros, según relata Diz en su trabajo de investigación.
Con
el tiempo, y a base de una vida austera, fue juntando algunos pesos para
finalmente radicarse en la ciudad de Salta (300 kilómetros más al norte) que le
habían comentado era más próspera de Tucumán.
Y
fue en estos nuevos cielos que, pudo abrir un despacho de pan con un horno, y
empezar a pensar en comenzar una familia. Hija de una familia de italianos Augusta
Caballerone, se conocieron en Salta se enamoraron y tuvieron 10 hijos.
El
primer golpe de estado de 1930, lleva a un general salteño a la primera
magistratura, Félix Uriburu (prusianófilo y católico) se dedica a dar fusilar y
encarcelar a anarquistas y si son extranjeros los deportan a sus países de
origen.
Uriburu
conocía muy bien los movimientos de los grupos de agitación en Salta. Comienza
entonces una fuerte ofensiva para desarticularlos y perseguirlos, y en ese
contexto, Juan Riera tiene que escapar. Lo hace siguiendo la ruta que dibujaba
el tren Huaytiquina hasta llegar a Bolivia, un inhóspito itinerario que conocía
al dedillo por haber estado implicado en su construcción, resguardándose en
caseríos de compañeros desperdigados entre los cerros. Cuentan en la familia
Riera que uno de sus hijo Ermes, nació en Tartagal y su esposa fue a residir a
la casa de unos paisanos en Campamento Vespucio.
Luego
del exilio en Bolivia y el norte salteño, ya instalado en la capital
provincial, Riera retomará el oficio panadero. Cuentan en la mesa familiar de
los Riera que Juna era pastelero, que el oficio de panadero lo aprendió después.
Hacía productos de pastelería y los salía a vender con sus hijos en canastos
como vendedor ambulante. También iban a la procesión del Milagro, a las canchas
de futbol, a las plazas y a los parques. Todos los productos eran elaborador en
la casa y salía con sus tres hijos: Ermes, Floreal y Hugo.
Hasta
acá, una historia común de miles de inmigrantes de todo el orbe que llegaron a
la Argentina. Árabes que con el carro por la calle ofrecían ollas y menaje;
italianos que iban de pueblo en pueblo ofreciendo productos de cestería, vascos
lecheros con la vaca a cuestas, judíos que vendían y compraban anillos y
cadenitas con dijes camafeos o franceses que iban de puerta en puerta
ofreciendo enciclopedias y libros.
Pero
qué disparó para que un poeta escribiera unas estrofas para Juan Riera. Cuentan
que Manuel J. Castilla trabajaba en el Diario El Intransigente y que todos los
días compraba pan a Riera para llevarlo a su casa. El panadero se enteró que el
poeta fue echado por la patronal del diario; y al día siguiente se apareció en
la casa del castillo y le dijo: “usted me compró el pan durante todos los días que tuvo trabajo.
Ahora que está desocupado vengo a traerle el pan a su casa”- y lo dejó en la
mesa sin cobrar un solo peso. A este gesto solidario se suma que Juan Riera,
todas las noches dejaba la puerta abierta de su casa para que en su zaguán
durmieran los pobres que no tenían casas y siempre había una bandeja con pan y
confituras del día por si cargaban hambre.
Manuel
J. Castilla, quien bocetó unas estrofas y las entregó a Gustavo “Cuchi”
Leguizamón para la musicalización. Así nació una zamba sentida, con hondo
contenido de fraternidad humana, y que al mismo tiempo pasó a ser de referencia
ineludible para el folclore nacional: “Zamba de Juan Panadero”.
Panadero
Don Juan Riera
con
el lucero amasaba
y
daba ese pan del trigo
como
quien entrega el alma
Como
le iban a robar
ni
queriendo a Don Juan Riera,
si
a los pobres les dejaba
de
noche la puerta abierta.
La
panadería que fundó Juan Riera ya no existe en su emplazamiento original de
calle Pellegrini 515. Ahora se encuentra en Independencia 858 de la ciudad de
Salta. Sus nietos y biznietos continúan con el oficio que heredaron de Juan.
A
mí se me hace cuento que Juan se murió.
Caminando
por Salta, entre las mesas de las peñas, escuché a un “chango” entonar las
estrofas de “Juan el Panadero”; a solo 20 calles de la panadería, los
sortilegios del vino y luz de las estrellas lo convocaron con su canasta
caminando las calles y tocando de puerta en puerta.
Fotos
de la Familia Riera.
Para
escuchar la zamba “Juan Panadero”. https://www.youtube.com/watch?v=VtdH09db9fY
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