viernes, 22 de agosto de 2025

El corresponsal del Fin del Mundo: Juan, panadero y anarquista

 


Javier Tisera

Buenos Aires

Los periodistas no tenemos memoria. Nuestro mandato social es el instante de una foto, todo es vertiginoso como los ojos de la muerte o iridiscentes como las alas de una mariposa. Los periodistas de la calle no pensamos, vamos directamente a la chatarra… a los despojos. A medida que pasan las nubes nos vamos olvidando de los nombres, de los pequeños martirios y de los horrores cotidianos; porque si no el día sería imposible de vivir.

El dilema a la hora de escribir es cómo hacer que lo ordinario y cotidiano se vuelva mágico para el lector. Uno, sencillamente puede empezar por leer la conferencia de Federico García Lorca “Juego y Teoría del Duende” y pone luz en varios rincones oscuros de este oficio. Pero no alcanza. También es saludable adentrarse en “Descenso y ascenso del alma por la belleza” de Leopoldo Marechal que fue editado seis años después que Lorca dio su conferencia.

Frida Kahlo solía decir mientras fumaba y se servía un mezcal: "Yo solía pensar que era la persona más extraña en el mundo, pero luego pensé, hay mucha gente así en el mundo, tiene que haber alguien como yo, que se sienta bizarra y dañada de la misma forma en que yo me siento. Me la imagino, e imagino que ella también debe estar por ahí pensando en mí. Bueno, yo espero que si tu estas por ahí y lees esto sepas que, si, es verdad, yo estoy aquí, soy tan extraña como tú”.- Es palabra de Frida… te alabamos, pintora.

 

 

Y esa elección de buscar un tema y de condimentarlo de verdad y realismo para que llegue a tu pantalla; a veces, nos hace retrasarnos, beber vino malo, pensar dos veces antes de abordar el abismo…escaparnos para ver si encontramos una soga o un grial.



La historia de esta semana es la de un panadero Juan Riera que nació un 16 de enero de 1896 en Ibiza y que se hizo famoso en el folclore argentino por una zamba. Ya, esta historia, es por lo menos curiosa. No creo que en el folclore moscovita o senegalés haya una sola melodía que tenga como protagonista a un argentino.

En el valle de Lerma se levanta la ciudad  de Salta desde 1582. Es la séptima ciudad de Argentina y lleva el nombre de Salta por el pueblo originario que lo habitaba: Los Salta.

A solo unos kilómetros de los Andes, Salta es hoy uno de los lugares más visitados por viajeros y turistas argentinos. Desde tiempos de su creación; una ciudad que fue el enlace de materias primas y de transporte con las minas de Potosí. Y, un centra administrativo español en el corazón del “Alto Perú”- como se denominaba la Corona Española al Virreynato.

Pero vamos a la historia de este panadero, Juan Riera, que regresa fantasmal en las guitarras y en las voces de miles de peñas y asados argentinos.

Cuentan los salteños que Juan llegó de su Ibiza natal para el año 1910 y se afincó en la ciudad de Tucumán; unos kilómetros al sur de Salta. Escapado de hambrunas y falta de trabajo de su región se dedicó, con 14 años, a cargar una canasta con pan y galletas que vendía casa por casa. El oficio de panadero y confitero lo aprendió en su tierra natal, y le sirvió para poder sobrevivir en Tucumán.

Juan conoció la realidad de la calle, la pobreza; sintió en los huesos el hambre de los desposeídos y de los que vivían a cielo abierto (hoy les llaman en situación de calle).

Instalado en el norte del país, una oportunidad de trabajo en el Ferrocarril Transandino Salta-Antofagasta, conocido también como Huaytiquina, antecesor del Tren a las Nubes, lo tentó para mudarse aún más al norte: “Huaytiquina paga”, decía el aviso en el periódico de la época, y tras el sueño de un mejor empleo, Juan Riera viajó a Salta.

Según relata Edgardo Diz en su investigación sobre Juan Riera, “a lo largo de la construcción de esta línea de ferrocarril se registraron distintos momentos de agitación huelguística y por este motivo muchos trabajadores fueron expulsados. Probablemente fue durante aquel periodo cuando Juan Riera conoció a otros militantes libertarios activos en la región”.

Hacia 1921 trabajó en el ingenio azucarero San Martín del Tabacal, encontrándose vinculado con diferentes grupos de ideas anarquistas tales como la “Agrupación Despertar”, o siendo afiliado a la Federación Obrera Local Salteña (FOLS), al tiempo que colaboraba con los periódicos Despertar, La Antorcha, La Idea y El Coya, entre otros, según relata Diz en su trabajo de investigación.

Con el tiempo, y a base de una vida austera, fue juntando algunos pesos para finalmente radicarse en la ciudad de Salta (300 kilómetros más al norte) que le habían comentado era más próspera de Tucumán.

Y fue en estos nuevos cielos que, pudo abrir un despacho de pan con un horno, y empezar a pensar en comenzar una familia. Hija de una familia de italianos Augusta Caballerone, se conocieron en Salta se enamoraron y tuvieron 10 hijos.

El primer golpe de estado de 1930, lleva a un general salteño a la primera magistratura, Félix Uriburu (prusianófilo y católico) se dedica a dar fusilar y encarcelar a anarquistas y si son extranjeros los deportan a sus países de origen.

Uriburu conocía muy bien los movimientos de los grupos de agitación en Salta. Comienza entonces una fuerte ofensiva para desarticularlos y perseguirlos, y en ese contexto, Juan Riera tiene que escapar. Lo hace siguiendo la ruta que dibujaba el tren Huaytiquina hasta llegar a Bolivia, un inhóspito itinerario que conocía al dedillo por haber estado implicado en su construcción, resguardándose en caseríos de compañeros desperdigados entre los cerros. Cuentan en la familia Riera que uno de sus hijo Ermes, nació en Tartagal y su esposa fue a residir a la casa de unos paisanos en Campamento Vespucio.

Luego del exilio en Bolivia y el norte salteño, ya instalado en la capital provincial, Riera retomará el oficio panadero. Cuentan en la mesa familiar de los Riera que Juna era pastelero, que el oficio de panadero lo aprendió después. Hacía productos de pastelería y los salía a vender con sus hijos en canastos como vendedor ambulante. También iban a la procesión del Milagro, a las canchas de futbol, a las plazas y a los parques. Todos los productos eran elaborador en la casa y salía con sus tres hijos: Ermes, Floreal y Hugo.

 

Hasta acá, una historia común de miles de inmigrantes de todo el orbe que llegaron a la Argentina. Árabes que con el carro por la calle ofrecían ollas y menaje; italianos que iban de pueblo en pueblo ofreciendo productos de cestería, vascos lecheros con la vaca a cuestas, judíos que vendían y compraban anillos y cadenitas con dijes camafeos o franceses que iban de puerta en puerta ofreciendo enciclopedias y libros.

Pero qué disparó para que un poeta escribiera unas estrofas para Juan Riera. Cuentan que Manuel J. Castilla trabajaba en el Diario El Intransigente y que todos los días compraba pan a Riera para llevarlo a su casa. El panadero se enteró que el poeta fue echado por la patronal del diario; y al día siguiente se apareció en la casa del castillo y le dijo: “usted me compró el pan  durante todos los días que tuvo trabajo. Ahora que está desocupado vengo a traerle el pan a su casa”- y lo dejó en la mesa sin cobrar un solo peso. A este gesto solidario se suma que Juan Riera, todas las noches dejaba la puerta abierta de su casa para que en su zaguán durmieran los pobres que no tenían casas y siempre había una bandeja con pan y confituras del día por si cargaban hambre.



Manuel J. Castilla, quien bocetó unas estrofas y las entregó a Gustavo “Cuchi” Leguizamón para la musicalización. Así nació una zamba sentida, con hondo contenido de fraternidad humana, y que al mismo tiempo pasó a ser de referencia ineludible para el folclore nacional: “Zamba de Juan Panadero”.

 

Panadero Don Juan Riera

con el lucero amasaba

y daba ese pan del trigo

como quien entrega el alma

 

Como le iban a robar

ni queriendo a Don Juan Riera,

si a los pobres les dejaba

de noche la puerta abierta.

 

La panadería que fundó Juan Riera ya no existe en su emplazamiento original de calle Pellegrini 515. Ahora se encuentra en Independencia 858 de la ciudad de Salta. Sus nietos y biznietos continúan con el oficio que heredaron de Juan.

A mí se me hace cuento que Juan se murió.

Caminando por Salta, entre las mesas de las peñas, escuché a un “chango” entonar las estrofas de “Juan el Panadero”; a solo 20 calles de la panadería, los sortilegios del vino y luz de las estrellas lo convocaron con su canasta caminando las calles y tocando de puerta en puerta.

 

Fotos de la Familia Riera.

Para escuchar la zamba “Juan Panadero”. https://www.youtube.com/watch?v=VtdH09db9fY

 

 

 

 

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