"Estoy en los Caños de Meca, no veas la caló que hace". Sole Giménez imita el acento andaluz al otro lado del teléfono. Hoy canta en el Castillo de Santa Catalina, en Cádiz, al fresquito, en la esquina del viento. "Tenemos vientos opuestos. Vuestro Levante es nuestro Poniente, en Valencia no puedes salir a la calle cuando aprieta fuerte. Me hace mucha ilusión volver a Cádiz, que me parece un sitio muy especial. No canto aquí desde Presuntos Implicados". Allá por los albores de los noventa en el teatro Pemán. "Y me gusta que me incluyan en un ciclo de mujeres, hay bastantes voces femeninas hoy en día, aunque no abundan las instrumentistas; en el fondo apartas la cortina de este gran teatro y desaparece el toque femenino. Es triste reconocerlo, pero las mujeres aún no tomamos las grandes decisiones". En música y en política. Salvo excepciones; le recordamos el poderío de la alcaldesa Teófila Martínez, la voz cantante de Cádiz. "Y en Valencia tenemos a Rita Barberá", interpela con reflejos. Pero se lo piensa, siempre en voz alta: "Claro, que hay toques femeninos y toques femeninos ... " Y abre una serie de puntos suspensivos, pura ironía, advierta la diferencia. Mujer con voz de postín que toma sus propias determinaciones, mujer de vuelta al futuro. La voz cantante que siguió su propio destino, la voz de varias generaciones que hoy será puro atlántico océano.
Sole Giménez, habituada a navegar con soltura "en un mundo de hombres", subraya orgullosa su condición. En su flamante disco, "Dos gardenias", una suerte de extraordinarias versiones de música latinoamericana de casi todos los tiempos, desde célebres boleros a piezas de nuevo cuño, "miré alrededor, durante la grabación, y eran todos hombres": El gaditano Chano Domínguez, Jorge Pardo, Perico Sambeat y Ara Malikian, entre otros. "En cambio, en el latin jazz, las voces femeninas destacan sobre los cantantes". Sole siempre fue una cantante de jazz. Sonríe al escuchar tal sentencia y desvela que "muchos ortodoxos se tirarían de los pelos, pero yo misma me sorprendí cuando algunos de los grandes músicos que me han acompañado en el álbum me decían: 'Por fin, Sole, por fin te has decidido a hacer jazz". A su aire. Sin prejuicios. "A veces ven a una mejor desde fuera". "He podido contar con lo mejó de cada casa", vuelve a imitar el andaluz, "Un privilegio que una puede permitirse tras muchos años en la música, la experiencia que te concede la personalidad suficiente para subir a un escenario con unos auténticos maestros, aprendiendo y disfrutando del momento. Todo encajó perfectamente en el proyecto. Los músicos entendieron la idea, la musicalidad del repertorio, todos distinguimos con claridad la dirección del disco".
Trae Sole a Cádiz un repertorio magnífico, "no precisamente latin jazz", un catálogo exquisito de música en castellano: junto a boleros de toda la vida, piezas señeras del uruguayo Jorge Drexler, el colombiano Juanes, el cubano Silvio Rodríguez, el argentino Fito Páez, la chilena Violeta Parra, los brasileños Jobim y Moraes. Viene la cantante valenciana pegada a un trío de cubanos criados en la misma escuela, amén de su inseparable Vicente Sabater. Entre todos, prende la magia, como si las canciones flotasen en el aire y sólo hubiera que atrapar el instante. "Los grandes temas permiten las grandes versiones", sugiere, no sin antes adelantar que esta noche también revisará temas del pasado y algo inédito. Veinte años se cumplen del "Alma de blues", y no tantos del "Ser de agua" o "La felicidad", y casi cuatro años desde que Sole vuela en solitario, tras 23 años de presunta implicada. Esta parisina criada en Murcia y forjada musicalmente en Valencia, licenciada en Bellas Artes, madre de dos hijos, que se volcó en la música desde muy joven merced a la influencia de sus padres, grandes aficionados a los géneros que ella dibuja en blanco y negro, dispone de una amplia agenda de conciertos, los festivales de jazz se disputan su presencia, siempre hay una esperanza para la música, tantas veces maltratada y/o despreciada y/o depreciada.
"Cuando no había ni derechos de autor", ilustra la artista levantina, "los músicos eran considerados unos pobres denostados. mi padre me decía, cuando amenacé con ser cantante, que los músicos eran unos muertos de hambre. Eso, eso, gente de mal vivir. Y a lo mejor tenemos que volver a ese camino. Con la globalización de los medios de comunicación se puede llegar a todo el mundo, pero también es más difícil llegar. Quizá los músicos tengan que compaginar otra actividad laboral, con lo cual corremos el riesgo de perder talentos". Preguntada sobre el valor de la palabra de los artistas, en esta vorágine que acaso preste más atención a una pelagatos o a un mentiroso antes que a un cantante o poeta, Sole enfatiza que "nosotros vivimos en otra área, sabemos nuestro lugar, el problema quizá sea de la cultura en general, producto de la falta de educación. En los últimos veinte años ha bajado mucho el nivel de la educación, se concume menos cultura, hay menos curiosidad y, por tanto, menos criterio. Estos períodos de involución, como el que vivimos, tienden a dar la vuelta. Crucemos los dedos. Tenemos en la mano cambiar las cosas. Como canta el gran Fito Páez, nunca está todo perdido, vengo a ofrecerte mi corazón". La voz de Sole vuelve a adoptar tonalidades del sur del sur, hoy sonará al viento como si naciera de nuevo.
Propietaria exclusiva de su risa luminosa, Sole suelta un "hombre, porfavó" justo a tiempo para pintar de colores sus días en la costa gaditana. "Qué caló, está la playa a tope. Por fin unos días de playita". Sus primeros días de playa del verano. Tiempo de respiro y de tapeo, entre Cádiz y Zahara de los Atunes, cerquita del paraíso.
Agosto 09, Verano, Diario de Cádiz
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