jueves, 28 de octubre de 2010

¡A volar!


El pescador de domingos soleados lanza la caña y atrapa una gaviota en el aire, los niños de junto celebran el acontecimiento y la gente ajena come papas con chocos y cazón en adobo, pasean los perros a sus dueños, el vapor pega fuerte a las tres y media de la tarde y sopla la vida una cancioncilla estúpida. La gaviota hace un escorzo, se retuerce suspendida en el cielo durante uns segundos y el nota jala y jala hasta traerla a tierra derrengaíta y asombrada de la voracidad humana. ¿Qué pasó? No pregunte por saber que el viento se lo dirá. El pescador intenta devolver a la gaviota al mar, tras pelearse con ella y con el anzuelo, la operación se demora unos minutos eternos, los niños se aburren y marchan a darle el coñazo a sus respectivos nuevos ricos venidos a mucho menos qie cavilan en torno al dinero y al qué dirán. Está la cosa muy mal. La gaviota se encuentra ahora sobre las rocas, desvencijada, el anzuelo ha resultado mortal, pienso yo, o al menos la ha dejado tocada del ala, del tirón el público se percata de que la pobre ya no puede volar y que se la lleva la corriente, adiós, gaviota. Parece un cuento infantil. Una parábola del destino.
Ocurrió de veras junto a la Bajamar, en la desembocadura del Guadalete, el río del olvido. Un niño, en voz alta, reclamó en voz alta la ayuda de unas cuantas gaviotas que acudieron al liquindoi. "Si son compañeras, tendrán que hacer algo", musitó pa sus afueras. "Eso ocurre sólo en las películas", murmuré pa mí mismo, con tal de no pinchar el globo al chaval. Rescate técnicamente imposible, impotencia del mar adentro, una sensación muy agria se apoderó del personal, que optó por olvidarlo, tal vez.

2 comentarios:

santi dijo...

En los países nórdicos existe -o existía, desconozco si se mantiene esta práctica- la costumbre de pescar gaviotas para comer durante las travesías marítimas. Lo cuenta Tim Severin en "El viaje del Brendan". Saludos.

Enrique Alcina Echeverría dijo...

gaviotas a la plancha, Santi !!!