Elvis Costello sonríe, ironía del mundo cruel, mueca de rigor a vueltas con la tarde guitarrera. La broma final de Nacho Vegas anunció anoche un par de versos redondos, me gusta el giro brutal, encontrarte cansada a la mañana siguiente tras la caminata que diste por mis sueños, qué bonito, qué malvado. El cantautor eléctrico asturiano se toma la revancha de la lírica emocional, una vez más, blonde on blonde, ¿tienes un minuto para olvidarme? El piano de Costello, casi triste, taciturno de guardia, responde ahora la llamada perdida, una piba confiesa en el facebook que está preñada, las noticias se detienen en el mañana, el camarero llama amigacho al cliente, a ver quién paga la convidá, el señor del barrio celebra su cumpleaños por todo lo bajo, pero no pierde el tiempo, agarra con fuerza a las vecinas que se animan a bailar un pasodoble contra el viento, la escena recién salida de una peli costumbrista se prolonga durante horas, del cafelito a la cerveza, del perol de papas con carne a los cubatas a traición. La calle se viste de fiesta, farolillos de colores no han puesto, ni esperan las niñas que llegue su príncipe del silencio y remate la faena. Sin dinero ya no hay rock & roll. Los chavales vienen de fumar, cruzan la sala de máquinas pavoneándose, esgrimiendo gafas de esquí alpino, paradójica exhibición de ruinazo total, de la champion league del ladrillo fácil al tedioso reconocimiento de la deuda moral y paso atrás decadente y voraz. Algunos pitingos se la juegan cara a cara hasta que uno de ellos denuncia que la tragaperras se ha comido una moneda. Ya estamos liaos. Elvis Costello dice entonces unas cosas muy feas desde la pantalla, y la señora de junto reclama el periódico a grito pelao, ¿dónde están las noticias de mañana?, y entra un biruji por la puerta que despierta las ganas de salir a la calle a enfrentarse contra un ejército de virus desconocidos. Una víctima de la fracasada reforma psiquiátrica, o tal vez todo lo contrario, discute con un perro que camina libre por la franja peatonal, y eso divierte a una guiri que pasa en bicicleta. Ajena al movimiento oscilante de los mercados y a la porfía de voces, cada una de ellas encierra una historia y unas cuantas verdades. Hay gente que colecciona voces sueltas, voces compuestas, voces afectadas, voces que juntas son como quince pétalos hermanos. Una conversación al paso, una charla robada en el tren, el encuentro casual, la vida en primer plano, a golpe de secuencias inconexas y, sin embargo, tan coherentes. Cierra la ventana, que hace corriente.
miércoles, 30 de marzo de 2011
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