Vuelve el Levante tras tomarse unos días de asuntos propios, brotan las flores en las aceras, hombres con chalecos refrescantes retiran los rematojos de la vereda y brilla el sol en las ferias del vino y del libro, ferias por todas partes, letras en el Baluarte de la Candelaria, escritores firmando contra el olvido, lectores cabalgando sobre los lomos de gruesos volúmenes antológicos, la viuda de Borges con el pelo blanco recién planchao, buenas librerías al aire libre, librerías grandes y pequeñas, fotos al archivo del caralibro, proyectos de futuro y una segunda comunión a las puertas del cielo. Escudriñando en la estantería fugaz de libros musicales hallamos una edición especial de Litoral sobre Rock Español, una joya, y algunas cosas inevitables de Beatles, Dylan, artistas de culto, muchos muertos vivientes y poco más. La literatura musical disfruta de cierto auge, pero adolece aún de tics y vicios inconfesables. Demasiados títulos sobre los mismos personajes, a ser posible rockero fallecido en extrañas circunstancias a los veintisiete tacos. Pero se agradece el movimiento de algunas editoriales que han decidido cuidar a quienes ponen letra a las musiquitas diarias. Un respeto a la poesía eléctrica.
Estos días han firmado o se disponen a estampar su rúbrica o pasarán el trance de mirar a las musarañas, en extraño acto de propaganda cultural, mientras se sienten observados a quemarropa por los casuales visitantes un montón de autores de la tierra, desde Pilar Vera hasta Luis García Gil, Daniel Heredia o Javier Castro, por citar a varios amigotes.
El mar de Cádiz y el universo de Borges, bonita ecuación. La Feria respira por la herida hispanoamericana, a un salto del Doce. De las otras ferias, ni hablar. Arena en los ojillos.
lunes, 9 de mayo de 2011
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