A propósito de la rentable polémica sobre los platos decorados, que mantiene a la gresca a los artistas del hambre de colores, algunos listos de antaño se están comiendo el negocio con papas. Crisis, ¿qué crisis? Supertrampas más iva. Los restaurantes pagan el pato de la reconversión del parné asustadizo, el bajonazo del que se aprovechan los más astutos, el problemón acaso creado por los mismos llorones para levantar el vuelo. El cóndor pasa.Lugares de tropecientos tenedores y un ambiente otrora selecto se nutren ahora de los agradecidos estómagos oficiales y alrededores. No extraña ver, cualquier día laborable a la hora del almuerzo, mesas llenas de gente de gañote vil metiéndose tu dinero entre pecho y espalda, apúntamelo, ya pagará el inglés el vino que se ha bebido. En esos mismos antros de perdición sablean al personal con treinta euracos por un pescado, un robo a mano armada por muy de buena familia que sea el pescado. Poca vergüenza, ya veremos cuánto les dura la gallina de los huevos falsificados en oro. La de Ubrique se resiente, y ríase la gente. Hay gente que no se sabe muy bien de qué vive.Al tiempo, en una minirevista de las que regalan los fines de semana con el Diario, en un reportaje gastronómico sobre la ciudad portuense y sus excelencias gastronómicas, se apuntan maravillas del comer, y también se cifra la mágica cifra de treinta euros de media en un restaurante de alta alcurnia. Serán treinta euros por cruzar la puerta, oiga. La reportera se puso tibia, acaso también de balde, y no atinó con los números. Otros números, otras letras.El motor de la economía tirita de frío. Si el Gobierno va a regalar un ladrillo, para paliar el pinchazo del globo inmobiliario, y emprenderá un sospechoso plan renove para salvar a los amigos del automóvil, no estaría de más que nos convidase a todos a una opípara cena, la última cena antes del matarile. Y, por una vez, deje en ayunas a los mequetrefes que se comen con papas el presupuesto de todos en una sentada.
Junio 08, El alambique, El Puerto (Diario de Cádiz)
viernes, 6 de junio de 2008
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2 comentarios:
Efectivamente, Enrique. Más razón que un santo.
Un buen amigo cocinero de El Puerto, en el candelero nacional por su buen hacer, me comentaba esta semana pasada que las declaraciones de Santi Santamaría, a colación con su libro en el que denuncia el artificio en la cocina moderna, habían llegado en el peor momento. Sin quitarle razón, afirmaba que muchos cocineros jóvenes han apostado mucho tirándose al ruedo y gastándose una pasta para montar sus chiringuitos -algo plenamente lícito en la economía capitalista, como ya sabemos- y que no son momento económicos estos para andarse con declaraciones que escalden al personal. Con la cocina pasa como con la literatura, pienso yo. Un autor me podrá dar coba una vez, pero a la segunda lo va a leer su prima Encarni la de Cartagena. No están los tiempos para gastarse 30 € en un par de tapas, pero... lo que yo quiero decir -que estrecho es el sitio en donde se escribe "haga su comentario" - lo dice mejor otro gran amigo y periodista:"er Monforte". Hoy en La Voz lo borda. El computador no me deja copiar aquí el link, pero si tecleais en el google "berzas que enamoran", podreis flipar. Me adhiero a todo lo dicho por nuestro colega-"armacenero cibernetico". Como con los amores repentinos -y de los otros también, claro-, lo más güai de la gastronomía es que a uno lo sorprendan, salvo que te sorprenda el marío, que es un poquillo más grave que te sorpenda la facturita del garito.
Saludos y p´alante. Antes morir que perder la vida.
Eduardo Albaladejo
Me encanta leer tus inspiraciones dominicales, Eduardo, un abrazooo
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