miércoles, 25 de junio de 2008
Mágico don Camilo
Ahora que el aire acondicionado inunda los rincones del fútbol de fin de temporada, y el Cádiz recurre al Media Markt pa recuperar un cuarto de la categoría perdida, juegan al contragolpe en los despachos. Se resiste a terminar la rocambolesca temporada, como un dolor enconado, y resucita el espíritu de Irigoyen, "esta gente se ha creído Irigoyen". La tele pasa mil veces el penalti de la vergüenza, Jose todavía trae cara de susto, y pensar que la tanda de penaltis se inventó en Cádiz ...
Para alineación indebida, la de algunos futbolistas del Submarino a lo largo de todo el curso y nadie ha puesto, ni siquiera interpuesto, una denuncia, que se sepa. Tantas semanas hablando de milagros, de glorias y miserias, y el verdadero milagro está a punto de llegar sin avisar: que el Cádiz gane un recurso, aunque sea sin bote. El Cádiz no gana un recurso desde que Manolín Bueno fichó por el Madrid, siendo un chavalito. Bueno se mantiene eternamente joven, como la memoria cadista cuando le conviene. Convendría apelar hoy a la nostalgia del porvenir, el futuro ya es pasado, más quisiera el Cádiz tener, de tanto haber tenido, la fortuna de contar con los servicios de Camilo Liz Salgado, el gallego zurdo, maestro del dominó, 95 años de amor a Cádiz, leyenda viva del balón, el banquillo y ... los despachos. Historias del ventilador.
En Alicante tuvo que ser, en el estadio Rico Pérez, donde Camilo Liz echó el ojo a un tal Mágico González en el truncado Mundial de España del 82. Cerquita de Castellón, la tierra prometida de la juventud gaditana de este siglo. Ya en calidad de secretario técnico, Camilo había regresado a Cádiz en 1980, justo a tiempo para ver ascender a Primera a Cádiz y Castellón. Los milagrosos Irigoyen y Liz compartirían una etapa memorable del cadismo, incluyendo la liguilla de la muerte a la que se invoca hoy de aquella manera. Camilo Liz reúne, de hecho, la autoría de tres hitos de la historia del Submarino: traspaso millonario de Manolín Bueno, liguilla de la muerte y fichaje de Mágico. Entre otras muchas cosas, pues el extremo izquierda, rápido, con picardía, y resolutivo, anotó el primer gol del Cádiz, ante el Sevilla en una Copa de Andalucía, y jugó en el Mirandilla en el célebre y funesto choque contra el Murcia, albores de los años cuarenta, primer ascenso frustrado a Primera. Camilo Liz había llegado a Cádiz el año 38, con motivo de una gira del Celta de Vigo por Andalucía. Se enamoró de Cádiz.
Como jugador, Liz, a quien sus compañeros apodaban "el señorito" por sus hechuras de dandy, llegó a ser convocado por la selección española, pero un tifus le impidió disputar una serie de amistosos contra Alemania, Italia y Francia, cuando el gallego amarillo militaba en las filas del Granada. Luego se marchó a Gijón, donde marcó ¡nueve goles de saque de esquina en una temporada! con la camisola del Sporting. Genio y figura. Tuvo buen ojo Irigoyen al rescatarle del cajón de celebridades, aunque Cilleruelo ya le había contratado como entrenador en los años cincuenta, a pique de un repique, a punto estuvo de subir don Camilo en otra surrealista temporada en que ampliaron el grupo de Segunda para que no descendiera el Xerez. Ejem.
El rey del fútbol en adobo preparó a numerosos equipos, como el Racing Portuense, la Balona, Algeciras, Recreativo de Huelva, Xerez, Castellón y su Cádiz de siempre, hoy enfrascado en el destino buscado tras un año de fichajes frustrados, intempestivos cambios de humor, maldita sean las estampitas de este año, rumian los niños a la memoria de Lucas Lobos.
Ahora que se asoma el recuerdo de los mejores goles de despacho, varios matices en torno a la liguilla de la muerte, episodio crucial en la historia contemporánea del planeta Gades, el truco del almendruco, picaresca literaria de mediados de los ochenta, el acabóse más inesperado que dejó al Cádiz donde estaba. En Primera tras una temporada aciaga que, sin embargo, registró el momento cumbre de Mágico en la Tacita, tres goles en una tarde al Racing de Santander, precisamente el equipo que se fue a Segunda por mor de la mortal lguilla final que Irigoyen se sacó de la manga con la complicidad de sus contactos en la Federación y la encomiable labor de estratega de don Camilo Liz, factotum de aquella voltereta legal. Ya se sabe: ese año hubo play offs, nefasta medida federativa que a la postre salvó al Cádiz. Como quiera que el Submarino "se había dejao de ir" a final de temporada, muy lejos de los puestos de la tranquilidad, se sintió damnificado por el play off de marras y propugnó otra liguilla contra Racing y Osasuna. Empate a uno contra ambos equipos, arte de birlbirloque, y los montañeses al hoyo. Hoy están en la Uefa, mira tú qué cosas.
Cuentan que Irigoyen contó con un aliado, un enemigo íntimo cuya intervención resultó vital. Irigoyen no era presidente del Cádiz como tal, pues el club se sometía en esos días a proceso electoral, así que el candidato Irigoyen solicitó autorización a su rival en las urnas, Mariano Pastrana de la Calle, para realizar la peculiar gestión en nombre del Cádiz y de todos los dioses de la pelota. Dicho y hecho. Pocas veces en la vida se citan tantas circunstancias a la par, y Camilo Liz ha vivido unas cuantas, y de las buenas. Trabajito le costó. No basta con tocar las puertas del cielo, hay que currárselo en vida para ganar la liguilla de la buena muerte.
Junio 08, Submarino Amarillo (Diario de Cádiz)
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