
Los pájaros en celo, obsesionados con el poder de atracción de los espejos, chocan una y otra vez contra el ego del mundo, creyendo encontrar a sus compañeros y/o rivales en el traqueteo constante de la maquinaria pesada del reflejo de su propia estampa. la crueldad del instante preciso y las ráfagas de luz. Engorilados, encantados de conocerse dentro de su mismo mecanismo, y de aplicarse el correspondiente dolor a base de insistencia y pura violencia física y verbal, apenas se reconocen en el intento, como los presuntos culpables cuando escuchan las atrocidades en boca de otros. Locos por lo que viene siendo un apareamiento en condiciones, el reconocimiento ajeno, la fama y el dinero, los pollos piones buscan entonces pelea, manipulan sus fotos en los caralibros y al no obtener respuestas, más bien indiferencia, caen de nuevo en picado y siguen dándose de chocazos contra la puta realidad en las ventanas del salón mientras Lorena, que se ha levantado, como cada día laborable, a las 5,40, hace gárgaras en el cuartobaño y uno mezcla el acostumbrado sonido con el vuelo de los bombarderos yanquis recién despegados de la vecina Base de Rota, camino de alguna guerra rentable, y el gorgoteo de la cafetera al compás de las peores noticias de la jornada. Buenos días, amigos, bienvenidos a la tercera o cuarta guerra mundial, levante la vista del teléfono, que se va a chocar contra los espejos retrovisores. Nos acaban de confirmar que el big bang no hizo ruido, nos dieron coba, como hacen ahora los expertos aprovechando la falta de certezas, los nutricionistas, charlatanes, farsantes y mercenarios que hacen caja a costa nuestra en esta cosa nostra.
Hilario Camacho, el hipersensible cantautor que supo sacar partido a la tristeza, cantaba que "el peso del mundo es amor", una versión muy particular del poema de Allen Ginsberg, electrizante barbudo de la generación beat. "Debajo de la carga de la soledad, debajo de la carga de la insatisfacción, el peso del mundo es amor". Hilario cambió carga por caos, como está mandado, e incluyó la pieza en su segundo disco, publicado en 1975.
Tantos años después, el peso del mundo es ego, un descomunal ego que nos ha convertidos en muñecos de feria amarrados a la puerta del baile, enamorados de la moda juvenil, hipocondríacos perdidos, celosos del más allá, tontos del culo, pájaros en celo presos del yo-yo, very idiotas people. Los psicólogos de medio mundo estudian el comportamiento de las aves que mueren contra los espejos, víctimas de su propio ego, y la actitud suicida de los humanos, capaces de votar a lo largo y ancho del planeta a semejantes psicópatas.
Al otro lado de la puerta se escucha a Lorena cantar "Eldorado era un champú", y yo le contesto: "El pecado una página web". La canción de Joaquín Sabina, Peces de Ciudad, se mira en el espejo de la maravillosa versión de Ana Belén. Nadie sabe cómo hemos llegado hasta aquí.
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