jueves, 2 de octubre de 2008

Generación de ida y vuelta

Sin memoria no hay futuro. No se quieren acordar ni del 2-3 ante el Conquense. La mañana de perros del domingo, con dos tantos a favor, volvieron a surgir las cantinelas: "Hay que ganarlo todo", "el rival no vale ná", "les vamos a meter cinco" y "esta afición es de Primera". Vale ya. Menos mal que algunas voces, pocas pero juiciosas, advertían, cuidadito que tropezamos en la misma piedra. El fútbol, como otras tantas cosas, no es una ciencia. Ni siquiera todas las ciencias se antojan exactas, que pregunten a los economistas a ver si al mundo le salen las cuentas. Al Cádiz de Primera, de primeras, siempre le salen las cuentas, hasta que llegan las letras impagadas o los números colorados. La generación perdida, la generación de idea y vuelta, tiene historias de todos los colores para contar a sus nietos. Del PC Fútbol a la Play Station median nueve temporadas en Segunda B, cuatro en Segunda A y sólo una en Primera, aunque resultase tan gloriosa. Mejor no comparar con la anterior generación, ¿eh?, desde el primer ascenso a Primera hasta el batacazo al denominado Pozo. la Tercera antes de que primasen los eufemismos. Eufemismo fue un ariete rompedor del Quimera FC.
Otra cuestión clave del fútbol moderno, la relativa al entrenador, el míster, ahora llamado de forma masiva técnico como si fuese aparejador o ingeniero del saque de esquina infalible o el cabezazo por toda la escuadra, mueve a creer a pies juntillas en la ciencia inexacta. Cuántas pamplinas se dicen o escuchan antes o después de cada jornada o temporada acerca de los preparadores o mandamases de las plantillas. Ahora se estila mucho apedillar a cada equipo con el careto del entrenador. El Valencia de Unai Emery, un tipo enchaquetado y repeinado que parece un actor latino de Jolibú en vez de entrenador a secas. Pues el mismo Emery se largó del Almería y su Almería apellidado Emery funciona igual de bien, la mar de bien, si su manita milagrosa. El Sevilla del otrora canterano Jiménez, a quien la chaqueta, por cierto, le queda encasquetá de aquella manera, tampoco furula nada mal sin su divino Juande Ramos, quien para colmo ostenta el farolillo rojo de la Liga inglesa al frente del Totenham. Y así, hasta el infinito, se quiebran del tirón un montón de teorías prácticamente indiscutibles del fútbol cañí, que tiene menos memoria que un péntium de plastilina. Por cierto, el actual entrenador del Córdoba, José González, fue el último que ascendió al Submarino a Segunda, precisamente en el único año en muchas centurias en que subieron los cuatro primeros equipos del Grupo Cuarto. Marcas que se quiebran como el cristal.
El Córdoba, oh, el Córdoba lejano y moro al que pretenden enemistar con los cadistas, equipo blanco y verde a quien todavía los más ilusos pretenden disputar la plaza de Segunda con utopías sólo para ilusos. El Cádiz, más que acudir al Tas ese para reventar la competición y seguir haciendo amigos, lo que tiene que hacer, desde ya, es someterse a un Tac. Y ya está. Y aprender de los errores, y afilar la memoria.
De los nueve años que empleó el Cádiz para retornar a la División de Plata se entresacan lecciones diversas. El Córdoba, ya que estamos, necesitó de un lustro para salir del atolladero, y no lo hizo las dos veces en que se alzó campeón, sino en el 99, cuando acabó cuarto en la tabla. Cabe recordar que las liguillas resultaban criminales y que el sistema actual, que concede dos oportunidades a los campeones de grupo, pudiera variar las estadísticas. Pero lo cierto es que en los nueve años mencionados, sólo dos veces subió el campeón: Málaga en el 98 y Algeciras en 2003.
El año de debut del Cádiz en Segunda B compartió año con Recreativo de Huelva y Almería, a la temporada siguiente se midió con Málaga, Elche o Xerez, mientras que el Almería cayó a las profundidades en un bienio y tardó cuatro años en sacar el cuello. No sin antes pasar por la Tercera en las postrimerías del siglo pasado. Un equipo recurrente, que parece un gallito eterno, siempre favorito, siempre en el alarmbre, es el Jaén, que tuvo que esperar hasta el cambio de siglo para el cambio de aires. Poco le duró la alegría y sigue ahí, siempre gallito, aguardando a que cante el gallito portugués que cambia de color con los cambios de temperatura.
Volviendo a los técnicos, compruebe la caprichosa memoria cadista que, tras numerosos fichajes y otros tantos fracasos a lo largo de dicha generación de ida y vuelta, entre la Segunda B y Primera, y viceversa, los entrenadores de la casa lograron los mejores resultados: Blanco alcanzó la Liguilla, Linares estuvo a punto, no así otros técnicos de relumbrón.
Las estadísticas sitúan también al Granada, histórico donde los haya, a punto de caramelo, rozando la gloria, pugnando por ubicarse en la carrera final y tropezando en las mismas piedras, en similares gerundios redondos. Melilla, Ceuta, ëcija, otros habituales del Grupo Cuarto, ni siquiera pueden vanagloriarse de tal circunstancia.
En la misma línea de la ciencia inesperada del fútbol andaluz hablaríamos de los favores y los reveses arbitrales, ayuditas caritativas o tardes funestas de amagos de infarto y equilibrismo moral. No conviene levantar mucho la voz porque la realidad termina haciendo garabatos y revolviéndose como un perro. Pasito a paso, como en la Liga de Tercera del año 70, cuando el Cádiz firmó su mejor temporada de la historia, salvando las distancias de aquella Liga de Espárrago en Primera. Con humildad y paciencia. Con memoria pero sin axiomas. Esta generación cadista, que ha impulsado al club a una nueva era con la renovación de la pasión en amarillo, echa de menos los tres lustros que muchos de los aficionados de hoy no vivieron. Milagros que no fueron tales. Mirando hacia adelante.

Octubre 08, Diario de Cádiz

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