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Al margen del tiempo, dos detalles, uno a puerta cerrada, otro al aire libre. El primero corresponde al capítulo de manías. Quiosquero manazas se empina para alcanzar la revista mensual de rock que el consumidor mira como si fuera a escaparse de las manos invisibles del ritmo machacón que golpea sobre la rutina y los plazos. El nota agarra la revista por el cuello, la zarandea, la dobla en dos o tres para hacer un hueco entre la letra y la imagen impresas. "No la quiero, para usted, esa revista está usada", suelta el cliente mosqueao. Y confiesa su manía: no soporta que alguien abra un disco con los dedos pringosos, ni que pintarrajeen o marquen los libros, ni por supuesto que violen sus revistas o diarios. Una manía más.
La anécdota final, significativa y sujeta a interpretaciones, se escenifica en un taller de coches perteneciente a conocida firma de origen francés. Una mujer baja del coche sonriente y relata los achaques del auto, que se va pa la derecha de forma extraña, bascula sin ton ni son. ¿El coche se va la pa derecha, señora?, pregunta el técnico como si no hubiera escuchado el análisis previo. "Pues mejor irse pa la cuneta que chocar", sentencia. Y el asombro.
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