lunes, 15 de febrero de 2010

Campeones de la improvisación

Con la tirria que provoca el ordenador personal a algunos autores, como perverso juguete anónimo capaz de destrozar a una agrupación con comentarios salvajes, curiosa forma de distinguir entre diversas formas de libertad de expresión (todo permitido para mí, cuidaíto con lo que dicen por ahí), tuvo que ser un portátil, precisamente el del bueno de Bustelo, quien diera un poco de juego en la final. Tampoco es pa ponerse así. Aquí nos conformamos ya con cualquier cosa. Un par de cuplés modificados sobre la marcha para epatar al personal, qué arte más grande, Dios mío, lo han escrito y ensayado en diez minutos, en Cádiz hay que mamá, vaya ingenio, qué velocidad de ideas, reflejos, audacia, con el taratachín. Frescura, en definitiva, que agradece la gente, claro, pero que en cierto modo desvirtúa la cuestión e impide escuchar letras escritas y preparadas con reposo y amor a las coplas. Todo el año cavilando, cuatro meses de ensayo y, a la postre, nos sacamos una letrilla de la manga. Campeones de la improvisación. Campeones por los cánticos en la final de la Champions, a este paso van a terminar desempatando las comparsas a penaltis. Campeones del paro, también, y de los proyectos al limbo, y de la sonrisa perfecta. "Hola, Juan, qué alegría, Juan, tequiarcaraho, Juan".
Quedarse en la anécdota hace daño. Un ordenador echando humo, po vale, Monchi principal sospechoso, los grupos rebanándose los sesos durante un mes, y quemando cuerdas vocales a tutiplén, y el publiquito caprichoso y superficial, ajeno y extraño salvo dignas excepciones, alucina con una pamplina que no es de la plaza Mina, sino de Trafalgar Square o de la Sierpes Street. Y, tal vez, no valora el verdadero cuplé de los Santos, que en realidad habla del demonio indomable de los celos y de la revancha ciega del cornudo, un pedazo de letra a la desesperada, donde el despechado personaje se convierte en "destroyer" sin miramientos.
Sensacionales coplas en la sopa de letras de la final, o acaso última semifinal, o según se mire festival triunfal, con más publicidad en la tele que repertorios, documentales en la parabólica, toda la gama de Briole en el tdt; por el mismo precio y casi a las mismas horas, mete Teleteo doce mil "con el Ayuntamieto aro que jí" con hache intercalados.
Migueles ilustró la pelea de gallos en los plenos municipales, nada que ver con la teoría del Doce. El Selu bordó el fin del mundo y cantó de pregonero a pregonero. Los Majaras y los Tangueros coincidieron en la mala educación, problemón para padres y profesores, con el babuchazo virtual como telón de fondo. Pardo estrenó casi todo, y dio en el clavo de Cádiz, esclava de mil dueños sin escrúpulos. Vera Luque, por fin primero, rindió tributo a Aminatou, la dirigente saharaui que permanece vigilada y hostigada por la dictadura marroquí. Pastrana no olvidó a "la mancha de payasos" de la clase política. Los mosquitos trajeron el condón adosao, por si las moscas. Y Antonio Martín cerró la fiesta con una magnífica copla de maestro a maestro, Paco Alba que está en los cielos, para leer entre líneas.
El Carnaval es capaz de frenar el tiempo en seco y de atraer o distanciar a amigos y enemigos íntimos. Nunca se sabe. Comparsistas que hoy no se hablan mañana cantarán juntos, y viceversa.
En la calle aguarda la verdadera frescura, la linda imperfección y un montón de litros por metro cuadrado. San Pedro, no seas más sieso.
Febrero 10, Carnaval, Diario de Cádiz
La foto es de Jesús Marín

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