jueves, 4 de febrero de 2010

La declaración de Cádiz

"Mi reino no es lo que tengo, sino lo que hago", cantan los bohemios, viene al pelo la cita, a juego con Cádiz. Oh, la declaración de Cádiz. ¿A quién se declara Cádiz? Un siglo de igual da blanco que negro, ruina ná más. No ni ná. Cuando Ella escuche el pasodoble aragonés no sabrá con qué carta quedarse. Cádiz se queda con el comodín, claro. "Ella es la última empresa que nos queda por cerrar/yo no sé mis paisanos en qué coño piensan/ni quién es el camello de la alcaldesa/yo no sé si es la moda/o es que es muy barata la droga en esta ciudad". Y entonces los tíos entonan el Viva la Pepa y el Pepón, cantemos everybody por los doscientos años de bastinazos y de falta de liquidez. "Si este pueblo calla y no protesta y se viste de fiesta pa to aquel que viene es porque los huevos que hacen falta no es que se les caigan, es que no se tienen". No hay huevos. Ni futuro. Ni maneras de entender algunos mensajes crípticos del autor atribulado. Ni Fermín Salvochea que pueda con el porvenir. En cambio, como cada año, la comparsa se convierte en prolongación de su pene, esta vez "pepino" y en ocasiones precedentes la barra de mortadela o la torre de preferencia. No hay huevos. Lo que hay es mucha pomposidad en ciertas agrupaciones, pongamos que hablamos de juveniles otrora frescos y hoy pedantes, y ciertas chirigotas que no ofrecen el caviar esperado, barruntado, no siempre en el clavo dado, será que el año ha sido más proclive a pagar o esquivar letras que a escribir ídems con gracia, un año sin gracia, sin Gracia, maldita la susodicha que harán los tópicos y convencionalismos a los autores de grupos sin pedigrí que ven como cada concurso se ensalza a los mismos hagan lo que hagan. No hay huevos, Penélope.
Se le ve cabreao al Yuyu, se le intuye decepcionado en sus artículos, jarto de tó, y podría leerse entre líneas su intención futura, cuando dice, en los postres de su actuación, que van a cantar "el popurrí de este año; el año que viene ya veremos". El Yuyu atesora a veces más arte entre coplas que en las mismas rimas del repertorio, habilidad y destreza que le han copiado y pegado hasta en Sevilla, oh, la declaración de Sevilla. Por ejemplo: suelta al personal que "dicen que la tele engorda; lo que engorda es la radio", qué pelotazo, y entre pitos y flautas alude a los cuplés del golfo pérsico, las piconeras de Jordania o Palestino Tovar, sin desmerecer los cuplés a la gripe A, ni besamanos ni ná, bastante tiene Jesús con la cruz que le ha caído, y a los hoteles del todo incluido, lástima que no acepten la pulsera en Romerijo.
El mejor poeta para declararse a Cádiz, sin duda, Villegas, don Enrique, romántico, elegante, tierno y tan cristalino como sus versos, tan sincero como un bolero de cristal. Su comparsa enarbola la bandera de la victoria del beso de la madre, ole ahí, pero no olvida endiñar cosquis a los alcaldes corruptos, y aludir con desazón a la mentira en nombre del pueblo robado, lobos municipales, "¿qué pasa en España que hay tantos ladrones en los municipios?", pregunta a las claras. Ojalá que no sea el principio, sostiene. La mafia, mismamente, compra al por mayor de alcupones premiados, venta de parcelas en cielo urbanizable. En un flashback repentino, los de Aragón interpelan que el 19 de marzo, viva la Pepa, viva el Legionario, será la fiesta local del parao, por así decirlo. Tol mundo parao y callao. La declaración de Cádiz, mutis por el foro, tós por igual. El siglo de las frases huecas, el atraco del siglo.

Febrero 10, Carnaval, Diario de Cádiz
La foto es de Jesús Marín

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