Limpiamos las lulas, huérfanas ya de piel, las cortamos en aros, un poquito de aceite de oliva y pal fuego del tirón. Papas, laurel, cebolla, ajo, avecrem, agua tapá y al carajo. En pleno Carnaval infinito del mundo globalizao, el viernes Cádiz recibe al expresidente brasileño, que será agasajado por los representantes virtuales de La Pepa y recibirá un premio relacionado con la libertad o algo. Bonita prueba de cara al Doce. Lula Da Silva pa disimular, pelotazo mediático, Da Igual. Lo mismo da. Lo importante es el impacto mediático, y no el peligro de Lula, pirañas en el bidé, obrero sindicalista en lucha contra la pobreza y la exclusión social, sus logros, sus luces y sus sombras. Conviene recordar, no es por ná, que un hijo de Lula, Fabio Luis, ha pasado en cinco años de desempeñar un modesto trabajo en un zoológico a adquirir un pedazo de finca por un montante de 24 millones de dólares. Haría buenas migas con el hijo de Chaves, sin zeta. Y con la patulea de hijos de la derecha, que parecen disfrutar de patente de corso mientras arremetemos contra la incoherencia de los cachorros de la izquierda. Curiosa hipocresía. La ética es zurda, la estética juega a dos bandas, los nenes de papá ricos pueden forrarse a costa de su escudo heráldico son problemas. Los demás siempre quedan en entredicho. Siempre hubo clases. El viernes, papas con lulas en Cádiz.
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