martes, 12 de abril de 2011
Fernando Carvallo, en el corazón del sueño
Fernando Carvallo, tomando un helado en Los Italianos el sábado por la tarde, junto a su mujer y un amigo español que luce la camiseta de la Universidad Católica de Chile. Dieciocho los ojos. El legendario futbolista, expuesto en besamanos al sol de la calle Ancha, recibe parabienes diversos de chicos y mayores. Los chavales conocen a Carvallo de oídas. Los demás se acercan a su ídolo y, de primeras, confiesan su edad. "Cuando tú jugabas en el Cádiz yo tenía diez, catorce, quince años ...", y el chileno sonríe y acepta los elogios con su habitual timidez, aunque se muestra amable, tan educado como siempre e incluso dicharachero. Habla por los codos del Cádiz, de Cádiz, de fútbol. Carvallo, con el paso del tiempo, parece más grande aún. Fuera de las estampitas muestra el mismo tipo de futbolista pinturero. Se levanta y todas las miradas se encienden, ni que fuera a lanzar un córner. Pura nostalgia de futuro. Viene de jugar un partido de pádel con Ricardo Ibáñez, su inseparable compañero de medio campo, y apura el mantecao antes de marcharse a ver los choques del Madrid y del Barsa. Recuerda su viaje al corazón del Ajax, donde se gestó el fútbol total que ahora practican Messi y compañía. Piropea a Cruyff, Quino, Baena y tantos otros. Confirma que nunca pudo jugar contra Mágico González, pero sí lo hizo contra Esparrago y además conoció a un jovencísimo Pepe Mejías a punto de despuntar en las categorías inferiores del Submarino. Y su mujer comparte con él su amor por Cádiz, dice que ha encontrado Cádiz mucho mejor, a años luz del Cádiz de mediados de los setenta. Está linda la vieja ciudad trimilenaria. Tiesa pero hermosa. Los Carvallo tienen un hijo de treinta y cinco años, "Fernandito", que nació en Cádiz. De seguro que su padre habrá revivido estos días momentos inolvidables, no en vano pasó la mejor etapa de su carrera futbolística en esta tierra, entre los veinticinco y los treinta tacos. A sus 62 perfectamente llevados, bromea que se halla "en el minuto ochenta del partido". Qué va, Fernando, no te queda ná, espeta un gachó. "Y tú estás en el entretiempo", tercia con gracia chilena. Carvallo recurre, como no podía ser de otra manera, al rico lenguaje popular de su tierra. "Cuando llegué a Cádiz y decía 'al tiro' (del tirón, deprisa, ahora), la gente levantaba las manos como si fuese a disparar". Alza los brazos para ilustrar la anécdota. Lorena ríe como una niña y pronuncia la palabra mágica: "huevón". Fernando sostiene, con razón, que el vocablo pertenece ya a la conversación diaria chilena y admite mil interpretaciones. Como algunas palabras del habla de Cádiz. Carvallo habla de fútbol y vida con idéntico entusiasmo. Cero kilómetros de distancia entre la infancia, adolescencia o juventud de sus interlocutores, o las tres cosas a la vez, y esta persona tan mítica y cercana. En la foto de Antonio Vázquez para La Voz, Carvallo, durante el partido del centenario cadista.En el recuerdo, Carvallo, tomando un helado en Los Italianos. En el corazón del sueño. Qué alegría. Hasta pronto.
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