domingo, 9 de noviembre de 2008

Paseo por la luz

El paisaje industrial de la provincia habla por sí solo del devenir del tiempo. Fascinante y significativo. Decadente y atractivo. Arqueologia sociocultural, nostalgia de futuro, sombra y luz de Cádiz y sus circunstancias. La jornada que la Consejería de Cultura de la Junta consagró ayer al Patrimonio Industrial congregó a varios miles de personas en torno al pasado pluscuamperfecto, y dio como resultado algunas ideas para el porvenir. La reconversión de la luz, entre las catacumbas del trabajo perdido y la cumbre del futuro ocioso. Con notable éxito, mediante visitas guiadas, excursiones en autocar o por motu propio, por una vez quedaron al descubierto los aspectos urbanos, sociales, humanos, económicos y culturales de un rico y variopinto entorno, del esplendor a la crisis, y viceversa. Puras metáforas.
Casi un millar de personas, llegados en cinco buses o de modo particular, cerraron la jornada por todo lo alto. Torre de la Luz, más allá del Cádiz profundo, de Puntales a la eternidad, el día después del apagón en La Isla. Excitados y conmovidos, los visitantes proponían a viva voz ideas eléctricas. "¿Por qué no se aprovecha mejor este lugar?", cuestionaban ante el descubrimiento de la plaza interior de la torre, ideal para organizar conciertos, o la mera y maravillosa contemplación de la cúpula metálica que ofrece el pilón desde la base. Como quiera que Endesa no permite escalar hasta lo alto de la Torre, por cuestiones de seguridad, a través de la escalera de espiral que conduce hasta el infinito de Cádiz, los presentes conocieron una visión diferente de la aparentemente fría estructura. Admiración general. Fotos tiradas desde el mismo suelo. Alguien tendría que remodelar el ascensor, que lleva quince años inutilizado, o recordar que volar es para los pájaros. Y que el vértigo se combate con imaginación. Todo fluye. Trabajo por turismo.
Si la Torre de Luz eléctrica fue la estrella de la jornada en la Ciudad de la Luz natural, por así decirlo, no quedó muy atrás el complejo bodeguero de Bajo de Guía, en El Puerto de Santa María, donde los participantes recordaron los tiempos de bonanza industrial del siglo XIX, pasearon por el entorno de las bodegas Mora de Osborne y esquivaron las garras de la especulación urbanística, la misma que pende sobre dicho paisaje único desde hace años por mor de una política cicatera y hostil. El sector vitivinícola del marco no es lo que fue, ni el pesquero, ni por supuesto el industrial de la Bahía, de ahí que las visitas de ayer se mirasen con ojos distintos y se sintieran con sentidos opuestos al común. Qué decir de las sensaciones que produjo entre los asistentes la visita al Museo El Dique de Astilleros, un lugar tan fabuloso para conservar la memoria histórica laboral como incierto si se atienen los tiempos a una nueva amenaza de reconversión fullera, reindustrialización de los lunes al sol. Merece más atención el Museo mencionado, que bien podría convertirse en atractivo turístico junto a museos invisibles como el Museo del Ná y el Museo del Carnaval, pendientes de que cierren las puertas del olvido.
Las salinas isleñas de San Vicente constituyen otro ejemplo de diversificación, entre la flor de sal, la salidad del sol, el despesque en directo y el caviar del mar interior de la Bahía. Desde las ocho de la mañana hasta las tres de la tarde, y tres horas más allá para quienes prefirieron concluir la jornada en la monumental Vía Verde de la Sierra, un mundo aparte, la gente tuvo la oportunidad de acordarse de las cigarreras, los hombres del dique, los vendimiadores de futuro, el primer reloj eléctrico de Cádiz o los estilos arquitectónicos de la ascensión y caída del capitalismo. En la Fábrica de Tabacos de Cádiz, hoy Palacio de Congresos, se pudo ver, entrando por la calle Plocia, a Manzano, conservador del Alcázar de Sevilla, que mostró el edificio a un grupo de siete prestigiosos arquitectos. Y en la Torre de la Luz, a vecinos del viento y delineantes de la línea del cielo de Cádiz. Entre todos trazaron el perfil de la claridad de Cádiz, con fin de fiesta de alta tensión, a 160 metros de altura sobre el mar. Paisaje industrial de Cádiz, paisaje de parados y prejubilados, paisaje de color con parada en la multiestación del futuro, la de 1890 y la de 2002, que aún espera la llegada del futuro. Miles de lecturas permite el Patrimonio, que es de todos y de nadie en particular. El coordinador de la jornada, Miguel Ángel Valencia, satisfecho con los resultados, a falta de realizar un balance completo, y emocionado por la respuesta del público en general, considera que Patrimonio rima con desarrollo económico, con memoria y conciencia, y camina paralelo al signo de los tiempos, sean de pujanza o de declive. Cada pedazo de ciudad encierra un factor determinante de su historia, sea pasada o futura. La gente, ayer, se dio un baño de luz, entre el suelo industrial y el cielo estrellado de otoño. Más cielo que suelo.

Noviembre 08, Cultura, Diario de Cádiz

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Espero que las administraciones se den cuenta del potencia turistico que tienen todos esos lugares que han abierto al público este fin de semana. Otra de las visitas que se podría hacer sería el faro de Sn Sebastian y el Mirador del Pirulí de Telefónica.
Enrique visita el blog que hay dos cosas que te pueden llamar la atención. Barak Obama en Cádiz y Currículums tirados en Cádiz por los suelos.
http://elclientemisterioso.blogspot.com/

Enrique Alcina Echeverría dijo...

Claro que sí, yo también quiero subir al pirulí pa ver tó Cádiz desde las alturas, que lo abran todo al público!! Oye, qué interesante lo que has puesto en el blog, ehin?, lo rápido que ha llegao Obama a Cádiz, jeje, un saludoooo