sábado, 15 de noviembre de 2008

Villalbita, el niño prodigio

A Villalbita le rompieron la pierna cuando no superaba los 23 años. Perdió entonces el diminutivo, su carrera frenó en seco "justo cuando empezaba a ganar dinero", pero no así su carácter afable y un talento especial para encarar a los defensas y los obstáculos de la vida. Manolo Villalba montó una empresa de productos congelados cuatro años después, al abandonar el fútbol tras militar en el Betis y el Atlético de Madrid, y desde entonces trabaja catorce horas al día, en su Rota natal, entre su fábrica de hielo y los puntos de distribución. "La vida es así", apunta con humildad uno de los mejores extremos que la afición cadista ha conocido, fino estilista, raudo y brillante. Hoy, esta leyenda del 54, que cumple 54 en el limbo de los futbolistas eternos del Submarino, puede mostrarse orgulloso de haber jugado en el Cádiz de todos los tiempos, "no habría dinero para pagarlo", y de haber anotado el último gol en Segunda, ante el Tarrasa, en el primer ascenso, y los dos primeros tantos en la división de oro, ante el Rayo Vallecano. Su futbol, por inolvidable e inesperado, ha merecido recientemente un homenaje por parte del club, que por fin comienza a acordarse de los mitos amarillos. "Me llena de orgullo, se agradece que se acuerden de uno después de tanto tiempo".
"Ya soy mayorcito, pero hago deporte cuatro días a la semana: futbito, fútbol 7 y, sobre todo, tenis", apunta Villalba mientras reparte su vistoso juego congelado en la memoria colectiva. "Hasta la semana que viene", dice un cliente, y Villalba no maldice su suerte. Al contrario. Consciente de que en estos tiempos, merced a los adelantos médicos, quizá su lesión se habría curado de otro modo y no le habría retirado del fútbol prematuramente, traza líneas distantes entre el fútbol de ayer y de hoy, las costumbres del cambio de siglo. "Todo ha cambiado mucho". Villalba echa la vista atrás sin ira. Desde su debut con el Cádiz, en un amistoso contra el Barcelona cuando sólo contaba 15 años, hasta su consagración definitiva. "Disfrutábamos mucho del fútbol en Cádiz. La gente lo pasó en grande con el equipo: Carvallo, Baena, Mané ...", cita la alineación del Submarino de los años setenta. "No ha habido otro, como el equipo del primer ascenso, pocos".
Antes, Villalbita se estrenó oficialmente un 14 de marzo del 71 ante el Moscardó. Balmanya mimó al gran extremo, le hizo un plan físico específico, pues Villalbita era tan bueno como frágil, y Villalbita creció, hasta el punto de participar en el Europeo sub18 e ingresar en la preselección de cara al Mundial de Argentina. Villalba fichó por el Cádiz en su retorno a Segunda, tras la mejor temporada de su historia en Tercera, y protagonizó acaso algunas de las páginas más hermosas del club. "En aquel tiempo los extremos eran de verdad y había que tener mucha habilidad para irse del defensa de turno, que no paraba de echarte el aliento en la nuca", apunta de modo expresivo. "Los defensas eran mucho más duros que ahora", asegura, no sin antes citar dos extremos de hoy en día, los sevillistas Capel y Navas, "dos grandes jugadores", quizá herederos de cierto estilo semejante al que practicaba el roteño. En cambio, "hoy se nota que los jugadores, incluso los muy buenos, tienen miedo a que el entrenador les eche en cara que ha perdido la pelota. La sueltan antes de que les riñan. Antes había más libertad individual, irse de la marca del defensa significaba gol".
Villalba defiende a Capel, frente a quienes le atribuyen demasiada afición a arrojarse a la piscina, y también encuentra palabras de elogio hacia el fútbol libre de ataduras. "Hoy prima la táctica, todo funciona en grupo y si uno falla se va todo al garete". Las cualidades del Cádiz de Villalba y compañía no se compran en los centros comerciales. Genio y figura, autor de goles históricos, el postrero de la gloriosa tarde ante el Tarrasa, cuando medio estadio celebró el ascenso en pleno césped, y los dos primeros ante el Rayo, en el debut del Cádiz en Primera, la primera remontada merced al instinto goleador de Villalba, que corría con cabeza, no como ciertos jugadores de la actualidad, que parecen pollos sin molondro.
"Por entonces ya se llenaba Carranza cada domingo, pero la afición también era diferente. Si aquella era buena, la de hoy me parece increíble, la mejor del mundo, en Primera, Segunda o Segunda B. Acompaña a su equipo pierda o gane, la gente del Cádiz es extraordinaria. En nuestra época, el Cádiz comenzó a abrirse a la provincia, y ésta empezó a venir al fútbol". Hasta hoy. Vidas paralelas entre el Cádiz del 78 y el Cádiz de 2005, salvando las distancias sociológicas y futboleras. "Mané era capaz de regatear en una losa; el problema es que era de Cádiz y pescaba mucho", ironiza Villalba en defensa de su compañero de extremos. Ya se sabe, los extremos se tocan. Villalba y Mané, dos figuras de categoría que pertenecen a la historia amarilla con todas las de la ley. Ricos en memoria y prestigio, currelantes del hielo y el restaurante de SúperPaco, respectivamente. "Antes, con diez años de carrera te comprabas una casita; hoy en diez años amasas una fortuna", ilustra el futbolista roteño. Cuando se entera del sueldo de algunos jugadores fichados a golpe de talonario el pasado año, por mor del innombrable con apellido terminado en ano, se abre un signo de exclamación. "¿Setenta millones? Y sin calidad. Benditos sean".

Noviembre 08, Deportes, Diario de Cádiz

2 comentarios:

Anónimo dijo...

pedazo de jugador de furgol

Enrique Alcina Echeverría dijo...

Sactamente, un futbolista de verdad que corría la banda como si fuera la última vez, que buscaba el gol en su propia mente y que encandilaba a los niños de la época. Hoy, con su humildad a cuestas, da gracias la vida. Un saludooo