
Se le ve cabreao al Yuyu, se le intuye decepcionado en sus artículos, jarto de tó, y podría leerse entre líneas su intención futura, cuando dice, en los postres de su actuación, que van a cantar "el popurrí de este año; el año que viene ya veremos". El Yuyu atesora a veces más arte entre coplas que en las mismas rimas del repertorio, habilidad y destreza que le han copiado y pegado hasta en Sevilla, oh, la declaración de Sevilla. Por ejemplo: suelta al personal que "dicen que la tele engorda; lo que engorda es la radio", qué pelotazo, y entre pitos y flautas alude a los cuplés del golfo pérsico, las piconeras de Jordania o Palestino Tovar, sin desmerecer los cuplés a la gripe A, ni besamanos ni ná, bastante tiene Jesús con la cruz que le ha caído, y a los hoteles del todo incluido, lástima que no acepten la pulsera en Romerijo.
El mejor poeta para declararse a Cádiz, sin duda, Villegas, don Enrique, romántico, elegante, tierno y tan cristalino como sus versos, tan sincero como un bolero de cristal. Su comparsa enarbola la bandera de la victoria del beso de la madre, ole ahí, pero no olvida endiñar cosquis a los alcaldes corruptos, y aludir con desazón a la mentira en nombre del pueblo robado, lobos municipales, "¿qué pasa en España que hay tantos ladrones en los municipios?", pregunta a las claras. Ojalá que no sea el principio, sostiene. La mafia, mismamente, compra al por mayor de alcupones premiados, venta de parcelas en cielo urbanizable. En un flashback repentino, los de Aragón interpelan que el 19 de marzo, viva la Pepa, viva el Legionario, será la fiesta local del parao, por así decirlo. Tol mundo parao y callao. La declaración de Cádiz, mutis por el foro, tós por igual. El siglo de las frases huecas, el atraco del siglo.
Febrero 10, Carnaval, Diario de Cádiz
La foto es de Jesús Marín
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