Trae la luna bajo el brazo. Un febrero sí y otro no. Quique González vuelve al sur, "conduciendo hacia El Puerto de Santa María", como reza la canción que abandera el último disco del trovador madrileño, "Daiquiri blues". De cómo se miran a la cara la alegría relativa y la melancolía de la luz. Dos años después, con nuevas muescas en su carrera de llanero solitario, entre ellas la memorable grabación en Nashville, la meca de la música vaquera americana, Quique González presenta sus credenciales en la sala Mucho Teatro de El Puerto de Santa María, el rincón de su inspiración. "Esa historia, 'La luna bajo el brazo', se me ocurrió en El Puerto. Y por entonces, hace dos años, empezábamos a tocarla en directo. La primera vez que escribí sobre la provincia de Cádiz fue en Salitre, donde mencioné a Conil de la Frontera. ¿Quién sabe cuál será la próxima". Barbate, seguramente, o Tarifa", comenta entre bormas y veras. "Conozco bien Cádiz. He ido por allí a escribir canciones, más que de vacaciones, a descansar y a componer, más que a tocar. Nunca canté en Cádiz, ésta será la segunda en El Puerto, así que me produce una especial ilusión", señala, no sin antes, reiterar, ante la sorpresa del interlocutor: "Es cierto, voy más a Cádiz a escribir que a tocar, hay una buena onda en el aire ..."
Maestro de los tiempos medios y de los puntos suspensivos (mide las palabras, sus silencios hablan durante las pausas y nunca levanta la voz), González sabe que pilla al sur en plena resaca carnavalera. "Hay verdaderos poetas allí en Cádiz, gente muy buena escribiendo letras y músicas cada año. No me extraña". El músico de Lavapiés llega dispuesto a volcar su fértil creatividad y a devolver al público parte del regalo que ha disfrutado en los últimos años, prestigio, reconocimiento, una trayectoria ascendente, casi siempre en contramano. Es curioso, el frágil mundo lo pasa mal justo cuando a Quique González mejor le va. Agridulces paradojas. El artista, tan sencillo y discreto como siempre, no alardea de su condición, agradece los detalles y sigue su camino. Ahora que casi nadie vende discos, Quique González estrena sello discográfico, Last Tour International en alianza con Sony, y se sale del tiesto.
Hablando de la tierra prometida del country, Nashville, el cantautor eléctrico encuentra palabras luminosas. "Ha sido una experiencia vital y musical tremenda, he aprendido muchas cosas, me ha encantado trabajar con Brad Jones, uno de mis productores favoritos, y con un plantel de músicos extraordinario, y en un lugar con mítica y leyenda, donde han grabado desde Neil Young a Bob Dylan", dos de sus maestros, dicho sea de paso. "Y Johnny Cash. Hemos tocado con músicos que admiro tanto, como Al Perkins, y disfrutado de una ciudad que vive la música las veinticuatro horas del día, así que he vuelto lleno en todos los sentidos, y satisfecho por el nuevo disco. Triple o cuádruple alegría", sostiene. Lo dicho, en contraflecha: la gente enfila la vida cabreada y Quique González tan feliz, por así decirlo. "Nashville, y este disco en concreto, ha sido un regalo, un privilegio para mí, hay que aprovecharlo, asimilarlo y tenerlo presente". Cada noche, en cada concierto, en constante evolución. "No descarto volver a Nashville para grabar", advierte. "Espero poder volver".
La flamante colección de canciones de Quique, que cobran nueva vida en casi tres cuartas partes del espectáculo que el viernes recala en El Puerto, y que está agotando localidades y cosechando elogios y parabienes allá donde se presenta, encaja a la perfección en el rompecabezas González. En el documental anexo al disco se conocen los entresijos del disco. "Grabé las máquetas en formato básico, con guitarra o piano, y en Nashville lo que hicimos fue no desnaturalizarlas, potenciar lo que había, y con tal premisa trabajamos, para que todo saliera de forma natural, con sentido común y sencillez". Raras virtudes, sentido común y sencillez, con razón salió un disco tan redondo y mágico. "No quiero sonar pretencioso, pero se trata de un disco con canciones bonitas, un disco romántico, creo que al final el resultado está mejor que en anteriores ocasiones". Nada que ver con discos precedentes. "Avería y redención", "Kamikaces enamorados" y el resto de la discografía de Quique, cariño colectivo en progresión aritmética a la calidad del producto artístico y emocional. Quique encontró su camino definitivo en su anterior trabajo, o quizá antes, soltando lastre y afirmando su propia personalidad, configurando su particular estilo. De ahí que cuando se le pregunta por su afición a proporcionar aires country a algunas piezas del pasado, o cambiar arreglos de modo travieso al estilo americano, el cantante conteste: "Hay de todo, Daiquiri Blues no es un disco de country, aunque lo haya grabado en Nashville. Es un disco de los míos". Exactamente. Un disco muy suyo.
Quique admite que los nuevos temas suenan diferentes en directo, y que el protagonismo que da a su nuevo disco funciona, "los conciertos no se resienten", todo lo contrario. Y habla de su público.
"Tengo muy buen público. Quizá no sea masivo, pero tengo la inmensa suerte de contar con gente que me sigue desde el principio", hace una docena de años, o que "me ha conocido ahora, buenos aficionados a la música", espectadores inclasificablres, ajenos a tribus urbanas, acaso herederos del público de la edad de oro del pop rock español. A Quique se le encieden los sentidos cuando escucha que él mismo podría figurar entre los herederos de escritores de canciones como los recordados Antonio Vega y Enrique Urquijo, "dos referentes grandísimos para mí; me dedico a la música por gente como ellos. Lástima que este país no respete a sus artistas como debiera, ni a los vivos ni a los muertos. "Es probable", apunta lacónico. Cambio de tercio. "Yo no me puedo quejar en cuanto a respeto del público, me tomo este oficio como una carrera de fondo, me sigue gustando mucho lo que hago, todo un privilegio en estos tiempos, hacer lo que uno quiere".
Un paréntesis para Bob Dylan, a cuento del estreno en España del filme "I'm not there", donde seis actores recrean su azarosa e intrincada vida y obra de un modo muy especial. "Me parece indignante, y muy raro, que estrenen la película con tres años de retraso. Quizá esta tarde vaya a verla". González fue telonero de Dylan en Jaén, nunca lo olvidará.
Viene Quique de acumular sensaciones únicas en el teatro Victoria Eugenia de San Sebastián, "posiblemente el teatro más hermoso donde he tocado. Me despidieron en pie, a teatro lleno, durante un montón de tiempo. Memorable, como otras tantas noches parecidas en esta gira, cuando todo cobra sentido, cuando piensas que todo merece la pena".
El guitarrista Javi Pedreira retorna a la senda de Quique, que lo ha reclutado de nuevo en plena gira. "Ahora la banda suena más compacta que en Sevilla, allí estábamos de rodaje", rubrica, al tiempo que se deshace en piropos al brillante músico: "Javi es de la casa, un músico de nivel mundial y una persona increíble, un fuera de serie, un obrero del rocanrol. Y aporta confianza, seguridad". Y magia. Y la sencillez que busca Quique en la vida y en su obra. "Valoro la sencillez como un virtud".
Febrero 10, Cultura, Diario de Cádiz
La ilustración es de Miguel Guillén
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