Antes, la gente quedaba en las plazoletas, que eran espacios públicos con bancos, columpios y aire libre. Las plazoletas improvisadas por el desarrollismo a flor de piel, que por entonces no imaginaba las cotas a las que íbamos a llegar, se llamaban explanadas. Nadie medía sus deseos en metros cuadrados, ni embarcaba la pelota así por las buenas. El dueño de la pelota ejercía de capitán. Y cuando alguien exclamaba: ¡Agua!, no quedaba ni Dios. Dios mediante, ese lentísimo Ayuntamiento promoverá la reforma del parque de La Victoria. Lo suyo sería, de primeras, cambiarle de nombre, ponerle El Empate, si acaso, o dejar el resultado abierto. En estos tiempos de blanco y negro, tuyo o mío, los tuyos por si acaso, no conviene decantarse por bando alguno. Antes, los chavales quedaban en las plazas, roneaban alrededor de una peonza sentimental, respiraban el aroma puro de la amistad, descubrían los enigmas de la humanidad y golfeaban un poco. La plaza del Castillo, por ejemplo, todavía no se había transformado en pista de patinaje, tenía pocos bancos pero bien alineados, arriba vivía el poeta y cuando las cosas se ponían decibélicas llegaban los guardias y pa la casa. Hoy la gente queda en el messenger. Y habla con k, suelta monosílabos y jugar se conjuga con la play, y plaza con station. Tate quieto.
El Puerto, como otras tantas ciudades, se desperdigó, ya se ven hasta niños dispersos. Aún quedan zonas verdes, aunque sigan arrinconando la arboleda perdida, asfixiá perdida. Los domingos, sin ir más lejos, se disputan amistosos partidos de fútbol latinoamericanos en el parque del Vino Fino, que parecía de adorno. Como La Victoria, el parque maldito por antonomasia, en franco desuso desde hace décadas. Las cuentas no cuadran. En Andalucía, a este paso, habrá más entidades financieras que bancos. Y claro, en plena crisis del columpio asesino ya surgen voces reclamando moderación salarial, qué risa, y pronto saldrá la palabra mágica, flexibilidad, somos de plastilina. Bajarnos los humos. Eso quiere el Banco Central Europeo, ubicado en plena plaza del parné mentiroso. Siempre lo mismo. La vida se asemeja cada vez más al Monopoly. ¡Al ladrón!
El alambique, El Puerto (Diario de Cádiz)
sábado, 12 de abril de 2008
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