Sociólogos y antropólogos, los psiquiatras de masas de este siglo, tienen trabajito acumulao. Las ínfulas infundadas, el delirio de grandeza, la falta de autocrítica, la huida hacia adelante, la amnesia colectiva, las leyes del mínimo esfuerzo, la leche en vinagre y la biblia en fascículos, parecen las piedras angulares de la tontería en lo alto que soportan los mortales del planeta, incluidas las aves capaces y capataces. Vigilando de cerca el lenguaje que retrata al personal, sorprende la cantidad de veces que pasamos a la historia, cada día, cada tarde, a cada paso atrás que damos a traición. No va a haber páginas suficientes, ni encuadernadores, ni licenciados en histeria, para encajar la multitud de veces que el ser humano de hoy bate sus propias marcas, pasa a la historia o marca con letras de fuego la pamplina más grande del mundo. Eso, eso, primero hay que calibrar la idiotez más grande del mundo, quizá el culto al libro de los récords tuviera parte de culpa antes de la llegada del internéssss, hoy ya está tó mezclao, tó cubicao, la gente traspasa los lindes de lo razonable a cada instante. La gente pasa a la historia por millones de causas, casi todas ellas estúpidas o al menos no tan trascendentales como se espera de personas tan cultas y preparadas como las que habitan el mundo, qué risa, pitonisa. Ni que decir tiene que los "pasotes" históricos más frecuentes y subrayados en estos tiempos son los deportivos, los equipos de fútbol pasan a la histeria cada semana, sea cual sea la estadística. Con decir, a modo de ejemplo, que un mandamás de El Puerto, que ya pasó a la historia, intentó nombrar hijo predilecto de la ciudad a un futbolista que falló el penalti decisivo en el Mundial de Corea, Joaquín, sí, el simpático Joaquín. Menos mal que se echaron atrás de tamaño ridículo. Designaron al pobre Joaquín rey mago, con tal de pasar a los anales, con perdón, y santas pascuas. Ojo también a los afeitabombillas, los cuadrantes de círculos, las estrellas de cartón piedra, los cantantes mudos, las estatuas de viento, tol mundo mundial pasando a la historia, que es gerundio. Debe ser una virtud moderna, cuando en realidad, de toda la vida, la mayor parte de la gente que ha pasado a la historia ha sido por matar a sus semejantes o por otro tipo de tropelías. Hitler pasó a la historia, Chiquito de la Calzada también, por diferentes motivos, obvio. No hay color. Chiquito forever. Hoy, los alcaldes ladrones, sus concejales de urbanismo distraídos, los inventores de peinados estrafalarios, las mujeres que logran lo evidente, el hombre que no entiende lo que ocurre y los niños eléctricos, que cuando se enteren de la realidad sacarán la recortá, ratatatatá, todos pasan a la historia. Qué enfermedad. Será que la vida ha perdido emoción o algo, será que no tenemos bastante con tener más que ser y ansiamos acumular honores mentirosos y supuestos hitos modernos. La histeria nos juzgará, dicen otros carajotes. Hay mil maneras de pasar a la historia, todas ellas con diverso significado. Así que mejor, piensan algunos, pasar desapercibidos. Por si acaso. O quizá tampoco, porque vendría el tontaina de turno para remarcar que el tipo que mejor pasa desapercibido del mundo ha pasado a la historia por ser el más rápido en atravesar el laberinto de espejos de la feria de vanidades. Obladí, obladá.
jueves, 17 de abril de 2008
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