A Jerez vendrá, el 8 de julio, uno de los artistas más influyentes del siglo pasado que, ojo, se encuentra en plena forma creativa y no representa a las viejas glorias del rock, ni mucho menos. Bob Dylan, como Picasso o Shakespeare, no pertenece al tiempo, sino a la eterna juventud del planeta, pese a haber nacido en un país que no está hecho para viejos. Dylan parece eterno. A sus 67 años continúa su gira interminable cargado de leyendas de los sesenta, de los setenta, de pasado mañana. El mito que más tópicos atrae, en cambio, afila su visión comercial, un tipo alejado de las normas del mercado en cambio utiliza los negocios con astucia, la paradoja del judío errante. Dylan llegará a Jerez apurando al máximo la máxima de Kerouac, siempre en la carretera, viviendo en el escenario, y tras de sí aparecerá el turismo dylanita.
El concierto de Jerez será el penúltimo de la gira española de Dylan, que previsiblemente, aunque todavía sujeta a cambios, recorrerá Zaragoza (24 de junio), Pamplona (25), Vigo (27), quizá Bilbao y Oviedo, Valencia (1 de julio), Cuenca (2), Lorca (4), Jaén (5), Madrid (6) y Mérida (10). Antes, el trovador cantará en Andorra, el día 22 de junio, y después, en Portugal. El cantante descansará un día antes de cantar en Jerez, con el atractivo de que actuará tras cerrar el promocionado Rock In Río de Madrid.
A Dylan le acompañan unos cientos de dylanitas por el mundo, gente forrada de una pasta especial, gente forrada de pasta que gusta de seguir los pasos al artista sin que a éste le haga maldita la gracia. Reunidos en páginas y foros de internet, los más fanáticos de Dylan constituyen una inofensiva secta que conce al dedillo la obra y milagros del señor llamado anteriormente Zimmerman. En la red, páginas como expectingrain informan al instante del repertorio que el cantante ofrece cada noche, dan la posibilidad de bajar los conciertos en emepetrés, suponen un punto de encuentro para la heterogénea familia dylanita, que se dejará notar en los hoteles de la zona. Nórdicos, británicos, yanquis, italianos y algún españolito majareta, una raza inescrutable que se refleja en un impar documental llamado "Las huellas de Dylan", donde fanáticos dylanitas, conocidos o desconocidos, explican lo inexplicable. Hay chavales de veinte años con treinta conciertos de Dylan a sus espaldas, y veteranos que recorren el mundo en pos de la leyenda, tras el tiempo fuera de la mente o la mente fuera del tiempo. Por ventura, Dylan se encuentra en racha, y no en esas etapas de claroscuros que a veces padece. La carrera de Bob, un puro altibajo, se salpica de momentos gloriosos (folk de los sesenta, sonido mercuriano de mediados de dicha década, ecuador de los setenta, finales de los ochenta, cambio de siglo) y algún pasaje para olvidar.
Dylan viene con un número uno bajo el brazo, con "Modern Times". Desde los años setenta no lograba auparse a la cima de las listas de ventas el juglar americano, que para colmo acaba de grabar casi en secreto un nuevo álbum. Dylan lo hace casi todo de un modo misterioso, pasa de las luces de neón, no permite la entrada de cámaras a sus conciertos, aunque luego sufra los flashes de los teléfonos celulares, y elude todo protagonismo cuando no se encuentra sobre las tablas, su hábitat natural. Dylan lleva de gira desde el 89, se dice pronto. Con escasos descansos, no para, y alimenta los mitos y las leyendas a cada paso que da, capta nueva clientela mientras modifica versos y ritmos sobre la marcha. Dylan nunca canta igual, cuidado. Dylan ha realizado giras españolas, ninguna tan prolongada como la que pasará por Jerez, en los años 84, 89, 91, 93, 95, 98, 99, 04 y 06. Días pasados concluyó un breve periplo por México y Suramérica. En Montevideo vieron al cantante dando un paseo en bicicleta de incógnito, ¡disfrazado con peluca y falda!
Para hacer boca, o conocer mejor los entresijos de la extensa y contradictoria obra de quien cambió las hechuras del rock, el mercado se copa actualmente de libros, incluyendo el tocho que contiene sus letras y el primer capítulo de su autobiografía; películas como su reciente biografía; documentales como el de Scorsese, discos piratas por doquier, colecciones de lencería o botellas de vino, anuncios de televisión, y un halo de misterio. Dylan siempre mantuvo una especial relación con España y lo español, y en los años setenta estuvo a punto de grabar un disco en castellano.
Andalucía ha visto a Dylan en escasas ocasiones, desde la fallida noche de las Leyendas de la Guitarra en Sevilla, a las puertas de la Expo, hasta el sensacional concierto en Córdoba en 2004, pasando por las noches de Málaga y Motril. A Cádiz pudo venir en el 99, pero el teatro Pemán no fue suficiente. El estadio Chapín será escenario del primer concierto de Bob Dylan en la provincia, que jamás ha contado con la presencia de una figura del rock de tamaña consideración.
Abril 08, Cultura (Diario de Cádiz)
domingo, 6 de abril de 2008
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