"Me siento más gaditano que nunca". Nervioso, con las ideas revoloteando "a cien por hora" y mariposas en el estómago, Javier Ruibal reaccionaba con inusitada ilusión al nombramiento. Será el pregonero del próximo Carnaval. Aceptó del tirón la oferta de Teófila Martínez. "Me honra, es una alegría que te propongan ser la llave de la fiesta". El segundo portuense que obtiene tal honor, tras Rafael Alberti, que lo hizo en 1981 y de cuya muerte se cumplirán precisamente diez años en 2009. Ruibal, escasas horas después de recibir la llamada de la alcaldesa gaditana, todavía le daba "mil vueltas a la cabeza". "Ahora me queda dejar el pabellón bien alto y darle a los gaditanos un pregón que guste y divierta".
El cantante, guitarrista y compositor Javier Ruibal, que a sus cincuenta y tres años atesora un indiscutible prestigio en el entramado musical, granjeado desde 1978 a través de una prolífica y exquisita trayectoria, ya fue pregonero del Carnaval portuense, y también participó en el espectáculo de Pasión Vega que prologó dos años atrás la fiesta gaditana, "pero una cosa es ir de tapadillo", bromea, "y otra muy distinta salir ahí (plaza de San Juan de Dios) a pecho descubierto".
Muy aficionado a todas las cosas de Cádiz, y amante del Carnaval en todas sus facetas, Ruibal recorre cada año las calles de La Viña y alrededores para paladear la fiesta en primera persona. Disfruta una enormidad de la frescura y calidad de las chirigotas callejeras, no en vano se distingue por su amistad con Los Fantasmas, pero también valora el concurso del Falla. "Con los años, ir al teatro Falla y escuchar a las agrupaciones, sin amplificaciones y con total naturalidad, me produce infinitas emociones, muchas y muy diferentes. El Falla también posee su encanto. Yo no soy partidario de los concursos, pero el certamen del Falla es mucho más que eso, es una exhibición del arte de Cádiz". Arte que impregna numerosos pasajes de la obra de Ruibal, basta citar canciones como "La Reina de África" o "Toíto Cádiz lo traigo andao", que contienen guiños a la Tacita de Plata y el espíritu de la tierra condensado en ritmos hermanos y luces de alta mar. La música de Ruibal encaja en Cádiz (y su departamento) a la perfección ("me siento muy de aquí"), por su luminosidad y la apertura de miras, la multiculturalidad, como se dice ahora, que precisamente se asoma al mundo.
"Será un placer", reiteraba algo azorado el artista, quien, a pesar de ser un poeta buscador de aromas sugerentes y belleza, no hallaba palabras para definir el momento. "Será un recuerdo imborrable, un acontecimiento único. Vamos a ver cómo sale la cosa", aputaba con su habitual humildad. "Mi compromiso, a partir de ahora, se centrará en configurar un espectáculo que, en sí mismo, tenga calidad y agrade al personal, un pregón que se sitúe a la altura de lo hecho hasta ahora". Su teléfono celular echaba chispas, literalmente, desde que el Ayuntamiento dio a conocer la buena nueva y Ruibal rimaba con más veras con Carnaval, que, ya se sabe, carece de rival.
Más gaditano que el mismísimo Moré, tocado ya por la varita mágica del febrero por venir, Ruibal compatibilizará tal responsabilidad, que en Cádiz se antoja más importante que un discurso ante la Onu, con la composición de nuevos temas y la preparación de un álbum en directo con tintes clásicos. Proyectos "menos concretos que el pregón", cuya estrella no dejaba de volar por su mente, como las aves del paraíso.
Con siete discos a sus espaldas, desde el descatalogado "Duna" hasta el celebrado "Lo que me dice tu boca", pasando por "Pensión Triana" y "Contrabando", Ruibal puede presumir de disponer de una carrera intachable, peculiar e independiente, plagada de obras sobresalientes y pasitos bien dados, "sordo a los cantos de sirenas industriales", como escribió Felipe Benítez Reyes. El escritor roteño, otro "novio del mundo" que tal baila, maestro de la palabra, define así las dos caras de Javier Ruibal: "Tímido y poderoso, cosmopolita y arraigado, íntimo y expansivo, melancólico y fiestero, barroco y popular. Ruibal hace música con todas las músicas, porque la patria de los músicos es el universo mismo". Eco sefardí y magrebí, influencias de rock y jazz, folklore hispanoamericano, flamenco, blues ... Ruibal toca todos los palos en su particular mundo creativo. Medalla de Andalucía, embajador cultural de este país por medio mundo, heredero de la generación del 27, compositor de temas para Ana Belén, Martirio o Pasión Vega, amigo íntimo del gran Sabina, que le abrió algunas puertas en los años ochenta, y de los poetas que veranean en Rota, el artista portuense se atrevió con los ritmos puramente chirigoteros en la banda sonora de la película del gaditano Pablo Carbonell "Atún y chocolate", esos "atunes en el paraíso" que han dado la vuelta al planeta Cádiz. Pero Ruibal es capaz de tocar el suelo y el cielo, de bajar a las catacumbas de la tradición y alzarse a la modernidad del sonido intransferible. Lo mismo reinventa el folklore mundial, desde su particular visión que le confiere guardar un trocito de cada continente en la cabeza, hasta ponerle poesía a Erik Satie, de llenar de oloroso y fino las bodegas del Vaporcito de El Puerto o saborear la gloria de Manhattan. Sones de ultramar para varias generaciones de sibaritas. De Cádiz a Nueva Orleáns, de Chicago al Caribe, de El Puerto a Cai. Ruibal, capaz de convertir lo sencillo en obra de arte, cualidad por cierto muy carnavalera, siempre se ha mostrado orgulloso de que los autores del Carnaval gaditano seleccionasen sus músicas para confeccionar sus popurrís. Antonio Martínez Ares, precisamente el pregonero de la última edición, fue el primero en hacerlo, cuando sus Calabazas entonaron el canto a la Tierra de Ruibal.
Para colmo, el hijo de Javier, de su mismo nombre, toca la percusión desde muy pequeño (ahora integrado en el grupo de su padre) y su hija Lucía baila de categoría, hace poco actuó en la sala Pay Pay de la calle Silencio.
Septiembre 08, (Diario de Cádiz)
La foto, en la que Javier se asoma al mundo a través de las máscaras de culturas diversas, es de Fito Carreto
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