Hubo cachondeíto hasta en las letras de Carnaval. El Cádiz volvió con "la cara partía", cinco goles en el zurrón y el corazón en vilo. La directiva, presidida entonces por Manuel Vieira, que sólo unos días después daría paso a la era Márquez Veiga, la que puso los cimientos del Submarino moderno, agarró tal mosqueo que la misma noche de autos sancionó a cuatro futbolistas por "falta de pundonor", que es como decir "vergüenza torera" o cataplines. Por entonces, los derbis contra el San Fernando sí que eran derbis. El Cádiz retornaba a la senda de Segunda, no se distinguía precisamente por ser el primer equipo de la provincia, y para colmo de paradojas históricas, mantenía excelentes relaciones con el Xerez. Ese año, el Cádiz rizó el rizo, cambió de directivos, entrenadores, cambió de cara y se salvó de rebote, merced al goal average, pese a perder en la postrera jornada en Murcia. Ese año al Cádiz le metieron cinco en La Isla. Crimen y castigo. Este año ambos llegan escaldados, tras un comienzo fulgurante de campeonato. Visite Cuenca.
A Adolfo Bolea, santo y seña del cadismo, le expulsaron la jornada anterior contra el Plus Ultra y no pudo jugar en La Isla, así que su memoria, la memoria selectiva que poseen los futbolistas, no ha grabado a fuego aquella derrota tan cruel. El club le sancionó, cuatro partidos le cayeron por parte de la Federación, y se avecinaron momentos críticos en el club. "Me expulsaron por dar una patada a un rival que había lesionado a Pallás", recuerda el fino jugador cadista, quien cita la alineación de carrerilla pero no retiene ninguno de los cinco tantos ni por asomo. Ese año temblaron los cimientos del Cádiz. El banquillo, que quemaba a fuego vivo, acogió a Camilo Liz, Juan Bejarano y Diego Villalonga. La Liga resultó decepcionante, el Submarino sumó hasta nueve derrotas consecutivas, pero salvó la categoría porque el Almería no derrotó al Rayov en la decisiva jornada. Un gol de diferencia. A lo justo.
Escoció tanto la goleada en La Isla que, la misma noche, la directiva mantuvo un encuentro de urgencia para "cortar cabezas", entre la indignación de la afición, que volvía con la cabeza gacha. Cuenta el Diario de la época que la medida, sanciones pecuniarias a los jugadores cadistas, pasó antes por el Ayuntamiento, Todo pasaba por el Ayuntamiento. Casi igual que hoy, pero sin libertad. Libertad sin ira. Ira, ira, un viaje barato a Cuenca ...
El legendario Bolea, que conocía a la perfección los misterios del viento de Levante y sacaba los córners con maestría, destaca que los derbis contra el San Fernando fueron de garabatillo. Durante muchos años, fue e derbi por antonomasia. "Pero nunca pasaba nada, terminabamos tomando copas los jugadores de ambos equipos, La rivalidad siempre ha existido más entre el público que entre los futbolistas. Ahora es peor", remarca, no sin antes acordarse de jugadores como Pedrusco, Lorente, los hermanos Sornichero, Arteaga padre, un chavalito llamado Manolín Bueno que voló antes al Real Madrid, el valladar García Verdugo, que vino del Xerez por 800.000 pesetas, o el portero Pepe Sierra. "Hoy el fanatismo alcanza a todos los partidos, vamos a ver qué pasa mañana, lo ideal es que sea una fiesta, que la gente disfrute de volver a ver a ambos clubes juntos en la misma categoría". Ambos llegan curados de espanto y de humildad. "El fútbol es así", sentencia Bolea. "El otro día me iba fijando en el resultado del Cádiz. Dos a cero y dije, eah, ya está todo ventilado. Llegó el primet tanto del Conquense y dije: bah, ya quedará poco. Y de pronto ocurrió lo que ocurrió y me dije: me cago en la mar ..." Con pocas palabras basta. Demasiadas palabras no sirven de bálsamo, ni de mentiras para el alma. Van ya por ahí pidiendo sanciones para los futbolistas, más cortinillas de humo, y los prepotentes de siempre se cuelgan de las derrotas ante el equipo de Cuenca. De Primera a Segunda B en un pis pas, a ver si nos aclaramos. Por cierto, ya que hablamos de rivalidad y de prepotencia, bromean con cierta sorna los chilenos sobre los argentinos, a quienes consideran "agrandados", tan "agrandados" que se pavonean de haber salido subcampeones de Las Malvinas. Vaya gracia. Hay gente pa tó. Mañana habrá guasa en La Isla, yo que tú me bajaba en Bahía Sur a hacer unos mandaos. Derbi de cercanías, haya paz, tranquilidad y buenos alimentos. Ya pasaron los tiempos en que los cadistas volvían de campo isleño con "la cara partía", pero no metafóricamente sino literalmente, oiga. Haciendo Bahía, que es gerundio.
Curiosamente, gajes del destino, un año tan horroroso fue seguido de una gran cosecha de fútbol. Márquez Veiga y Riera rozaron el ascenso a Primera . El alcalde José León de Carranza ordenó a Márquez Veiga hacerse con las riendas del club, como pa negarse, y el flamante presidente no tuvo otra ocurrencia, feliz por otra parte, que firmar al entrenador del San Fernando, José Luis Riera, el mismo que había propinado tal paliza a los amarillos meses antes. "El fútbol es así". La mayor parte de la plantilla cambió de aires, no así el eterno Bolea, quien vio cómo ese año el Cádiz lograba su primer punto más allá de Carranza con un empate en La Isla. Visite Cuenca. Cuenca es única. Tierra de ajoarrieros, truchas y zarrajos, vaquillas enmaromadas y desfiles de peñas que, curiosamente, celebró sus fiestas patronales el domingo 21 de septiembre, fecha histórica, la conquista de los cristianos y el 2-3 en Carranza.
Septiembre 08, Diario de Cádiz
miércoles, 24 de septiembre de 2008
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