A riesgo de recaer en el gripazo, sudando antibióticos alrededor de gente en camiseta, rocanroleamos con Tequila en Jerez. Casi treinta años después de la primera y penúltima vez. Como dos chavales, Ariel y Alejo encandilaron a siete mil personas con una colección de canciones redondas. Tocaron temas de sus cuatro discos (78/81), amén de una versión de Moris, el sensacional Sábado a la Noche que, por cierto, grabaron los Tequila junto al legendario rockero argentino, no en vano pertenece al álbum Fiebre de Vivir. Fiebre de vivir, curioso. Bronquitis aguda, rocanrol terapéutico. Ariel estuvo inmenso, a medio camino entre el pop adolescente y el rock maduro, Tequila y los Rodríguez. Y Alejo se metió al personal en el bolsillo, sobre todo al femenino, claro. Y al final fue "obligado" a quitarse la gorra. Las chavalas jóvenes se sabían los grandes éxitos de memoria, increíble pero cierto, y los mayores bailaron sin apuro, recuérdese que en aquella época estaba mal visto saltar a la pista de baile a zafarse de los fantasmas a toda pastilla. En aquella linda época, en cambio, los menos prejuiciosos disfrutaban de lo que había: rock sinfónico, rock andaluz, tardojipismo, nueva ola, rock urbano madrileño, rock catalán, todo mezclado. Lo mismo alimentábamos el espíritu con Imán que liberábamos adrenalina con Tequila o, un poco más tarde, Nacha Pop, otro grupo fantástico que fue marginado incluso por sus coetáneos, por no comulgar con la superficialidad de los pelos de colores y los músicos malos. Tequila eran buenos, unos cuantos majaretas lo comprobamos en la discoteca Cisne hace tres décadas. Ofrecieron dos pases de una hora. Estuvieron arrebatadores, unos pequeños Stones con acento criollo y mucha desvergüenza. El otro día, ya talluditos, renovaron su pasión por el rocanrol con intensidad y energía. Respetando casi todos los arreglos de sus composiciones originales, prueba fechaciente de que se hicieron a conciencia, los nuevos Tequila enamoraron a la gente. Y condensaron en cien minutos la trepidante evolución de aquellos años y de aquellos chavales, que en tres discos pasaron de la crisis de la pubertad a la libertad del joven buscador de sensaciones, hasta la madurez cortada en seco. ¿Qué habría sido de ellos, y de nosotros, si hubieran durado al menos diez años? Hoy, como ayer, los Tequila vuelven sin ánimo de trascender, recomenzando de cero, con humildad y, sobre todo, ganas de pasarlo bien.
Algo significativo. Nos encontramos en la barra con un conocido músico, también de cuarenta y tantos, que ilustraba sus años de aprendizaje de esta guisa: "En casa escuchaba a Pink Floyd, y en la calle, a Tequila. Y no me perdía un concierto de Cai". En cuerpo y alma.
La foto es de Jorge Garrido, que también bailó lo suyo.
sábado, 27 de septiembre de 2008
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2 comentarios:
Cómo le envidio, Sr. Alcina pero pro lo menos, nos lo cuenta y lo comparete con todos.
Abrazos tequileros.
La envidia es mu mala, jeje, pero en este caso va sin maldad, es envidia sana, como dicen ahora ... abrazos tequileros, pondré otra foto de Jorge Garrido, que hizo un gran reportaje tequilero, salud !!!
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