Anduvo la Mary morena, y la noche fue buena. Como en tiempos remotos, público y artistas echaron un ojo a la puerta y otro a la fiesta. Glazz desafió la prohibición de tocar música en directo y presentó con brillantez su primer disco en su tierra. Pub La Rue, afuera llovía, adentro un futbolín, un escueto local atestado de gente y tres jóvenes gourmets de alta cocina sincopada.
El triángulo sonoro funcionó con precisión e intensidad. José Recacha, Javi Ruibal y Dani Escortell aplicaron espontaneidad a un repertorio complejo y elaborado, tan rico en influencias como heterogénea fue la audiencia de anteanoche a la vera de la Ribera del Río portuense. Glazz no calca en vivo el disco conceptual con el que ha echado a andar, aunque se muestre fiel a las atmósferas y ritmos que propone para sorpresa del aficionado a la música sin etiquetas. Uno imagina teclados, trompetas y timbales mientras encaja las piezas de la orquesta de guitarra, bajo y percusión. Recacha lidera la banda con su depurada técnica, este muchacho tiene mil ideas en la cabeza que a veces estallan como la alta tensión. Pero la aportación de Ruibal, con su rompedor estilo funk, y Escortell con sus sinuosas líneas de bajo, se antojan cruciales. Veinticinco tacos cada uno, amigos y cómplices.
"Tenemos plan de evacuación. Si viene la Policía, esto es una zambombá", Escortell dixit con su fina ironía, semejante sentido del humor que destila la fresca y vital música glazzeada del debutante grupo portuense. Los tíos descargan su disco enterito y alguna pieza nueva, se pasean por los años setenta, por los vericuetos del rock instrumental, Recacha va mucho más allá de su adorado Clapton, lo mismo apunta a la psicodelia que al jazz más charlatán. Glazz habla por sí solo, uno los imagina ya con unos cuantos años más llenando teatros y escribiendo bandas sonoras diarias como la de su bautizo artístico. Donde conviven el blues, el rock sinfónico, los ritmos del sur, la improvisación, la arquitectura del futuro y el pasado por venir. En tiempos tan mediocres, regidos por la teledirigida emoción instantánea de usar y tirar, que no requiere esfuerzos intelectuales, hay que dar gracias a la creatividad. Prueba de ello, la total atención que prestó el público al espectáculo de más de hora y media. Ni una charlita indiscreta, ni un ruido de vasos impertinente, hasta los jugadores del futbolín cesaron de correr. Para escuchar. Eso sí, en un momento dado entraron un par de tipos con pinta de secretas y alguien prorrumpió en el "ande, ande la marimorena ..."
Mosqueo de envergadura en el sector hostelero portuense a cuenta del veto a la música en directo en bares y demás antros de mala vida. ¿Cómo va a molestar a los vecinos una música así? Insonorizado, colmado de humo y cerveza, como debe ser, el local se salvó de la intervención de la loca y díscola Poli Local de El Puerto, que como se sabe mantiene una pugna casi callejera con su concejal. Músicos y propietarios de locales entienden que ese lentísimo Ayuntamiento no ha cumplido su palabra y ha echado balones fuera a la Junta. Proyectan una concentración colectiva e incluso sacar la música a la calle. De La Rue a la calle.
Diciembre 08, Cultura, Diario de Cádiz
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