viernes, 24 de abril de 2009

Músicas de gol en el juicio final

Ahora que todo llega a su fin, que el fin justifica los medios de locomoción y que los locos locutores anónimos expresan sus sentimientos a viva voz, la voz del jugador número doce, como se llamaba antes a la incondicional afición futbolera, se alza sobre palabras huecas, dineritos frescos, emociones dispares, agoreros impertinentes y luces de neón. Llegó la hora de la verdad, la autoridad olvidó el medio día del club, salió el sol en pos de tres puntos de oro y el elegido para la gloria fue el Submarino, ¡amarillo es!, a quien sólo le restan unas aceitunas con hueso para rematar la faena antes del juicio final. La marsellesa suena de categoría en boca del fiel público del Fondo Sur, en el fondo del sur late un corazón más grande que la bandera de Che Guevara, que está hecha de piedra ostionera, casi veinticinco años ondeando al viento cadista en el rincón más amarillo del planeta. Si un partido decisivo en Carranza supone una experiencia cuasi religiosa, desde el núcleo de impenitentes y orgullosos brigadistas, infiltrado en las entrañas de la incansable hinchada las cosas se ven de otro modo. Con permiso del banderón, claro, pantallazo total cuando el Cádiz ataca y miles de pulgadas de pasión cuando el enemigo acecha. Panorámica pa sufirir en condiciones.
Como el fútbol constituye un estado de ánimo y la música es capaz y capataz de alterar hasta el humor propio del aficionado y del pelotero, arriba y abajo de la escena definitiva del domingo por la tarde, los chavales ejercitan la garganta a pleno pulmón y emplean cada cántico en el momento preciso del choque, con tal de acojonar al adversario. Se llenan la boca ahora unos y otros de piropos a la afición, tras sacarle las pestañas y someterla a un par de años para olvidar. Desde el fondo del sur del sur, uno siente que el publiquito de tribuna ha acudido a un espectáculo versallesco y horizontal, y sólo murmura cuando hay que murmurar. La alta preferencia se deja llevar por los caprichos del viento y los fondos, en el fondo, actúan e interactúan a su antojo, sobre todo al sur del sur. "¡Que contesten!", arengan los brigadistas a sus prójimos de Carranza, y no es que la gente conteste mucho. Si acaso, el Norte mira al Sur y a veces los extremos se tocan, quizá porque su punto de vista sea vertical, viva el fútbol vertical y los ritmos mundiales adaptados a la idiosincrasia gaditana.
A lo largo de la azarosa historia del Cádiz, el jugador número doce ha anotado dos goles, en este caso justamente anulados por el trencilla de turno. Se cumplen noventa años del primer gol espontáneo de la historia amarilla. El club todavía funcionaba como Español de Cádiz, más vale no moldear demasiado la historia porque se convierte en plastilina y las cuentas no cuadran, cien años ni de coña. Así que el 26 de enero de 1919, en el Campo de Tiro Nacional, un tipo saltó al campo y chutó a puerta para quebrar el uno a uno que imperaba en el marcador. En 1926, en el campo de Ana de Viya, precisamente ante el mismo rival, el Betis, otro espectador ingresó en la cancha justo cuando una jugada amarilla iba a concluir en gol y empujó la pelota hacia las mallas, jorobando la jugada del equipo local. Calculen la cantidad de cosquis recibidos por los espontáneos, hinchas demasiado activos. Hoy en día, la afición no marca, pero empuja.
Puro contraste en la grada. La gente padece la igualdad del juego y la estrechez del resultado, la gente suspira, grita, se estremece, pone en solfa al destino configurado por algún sieso manío, habla sola y a la postre, celebra la ceremonia de la confusión. Con un ojito al marcador, por si marca el Alavés. El menda del marcador trabaja menos que el recordado encargado del marcador simultáneo dardo, que daba todos los resultados de la jornada con misterio incluido. Hoy apenas ofrecen los cambios de humor de los encuentros de Segunda y Primera, pero el público más entregado y audaz conoce todos los movimientos del balón interplanetario. Cuando marca el Alavés corre un rumor por el estadio, y cuando el Xerez da la vuelta al partido, silencio seguido de comentarios aviesos. "Vamos a concentrarnos en los nuestro". "Sí, pero que marque el Alavés". Alabimbombá. En el corazón de la grada amarilla no se puede esconder el sentimiento, la paradoja, la humillación del futuro no deseado, al enemigo ni agua, todas las ideas de hermanamiento y buenos deseos se quedan en teorías cuando el marcador simultáneo ríe o llora, qué le vamos a hacer, el Xerez va como un tiro, por la gloria de Antoñito el Repeinao, y el Cádiz va camino de comprobar en sus carnes que las alegrías con vino de Jeré son menos, o algo así, y que se aprende una jartá de los triunfos agridulces. Quienes asisten al partido sin querer mirar al vecino, cuando llegan a casa se llevan el disgusto. De camino, junto a la gasolinera de marras, un cartelito significativo de la presunta crisis: "Compro oro".Tres puntos de oro.
La mejor afición del mundo aparte barrunta lo mejor. A lo largo del partido, que dura mil horas por lo menos, la gente del sur del sur se debate entre "uys" ajenos, de primeras, hasta la agonía final. Suspiran por la salud de Toetdli, que tiene nombre de desayuno reconstituyente en la fase de ascenso. Para subir hay que bajar. Cosquilleos, críticas por lo bajini, admiración por todo lo alto, centrales de categoría, Raúl a la selección (López, por supuesto), primeros piropos para el pundonor de Erice, camisetas para todos en el descanso, mesa de firmas para exigir música en directo en los bares, contra la ley del silencio, y venta de fanzines cadistas. Washy luce una camiseta de Cai, rock y fútbol en perfecta comunión. Y de vuelta al sufrimiento, los brigadistas no cesan en su empeño, pero no hay manera de que se produzca la explosión amarilla en todo el estadio, el marcador no es simultáneo, el marcador cambia de humor como el esquizofútbol, las alegrías de Cádiz, las bulerías de Jerez con equis. "¡Y el plus pal salón!", exclama alguien en la grada mientras suenan ecos de Chapín, junio del 2005, parece que fue ayer.

Abril 09, Deportes, Diario de Cádiz

2 comentarios:

Juan dijo...

Ja, ja... ¿de qué me sonará a mí esto?. Lo suyo es animar, parte esencial de la lingüística washyriana, y un sistemita, todo se arregla con un sistemita. Bien, Washy, bien pischa.
Ese domingo desplegamos todo el velamen, hay que ir desempolvándolos y ajustando los recursos del tifo cadista. El del megáfono encima, el del bombo al lao, los del humo pucherístico rodeándome, el de la bandera debajo… ¡cohone!, aquí sí que se suda camiseta. Niño, hijo, ¿qué te estás fumando al padre de Keith Richards...?, ajú io.
Ya vemos la luz al final del túnel, cual José María Pavón con su nuevo corazón, demasiado los coros son. Muro Mansilla, en verdad no juega tan mal, aro-aro. Quillo, parte el bombo que estamos a las puertas de Segunda.
Te leo y palpo el Fondo Sur, qué más quisiera la Carmen Laforet...
Salud, Cadismo y optimismo libertario.

Enrique Alcina Echeverría dijo...

Ya sabía yo que andabas cerquita del banderón, en el corazón del sistemita ... ya queda menos pa volver a segunda, a ver qué pasa mañana ... grandes brigadas, gracias por tus palabras, más quisiera yo ser Laforet, con perdón, jeje, un abrazoooo