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Con quince años, en el mítico 69 del remoto festival de Woodstock, ya practicaba el blues, el country y el folk en su primera banda, It's delightfull, en la onda del jipismo de entonces, y con la formación en la que inauguró su fructífera amistad musical con Marcos Mantero, llamada Chicle, Caramelo y Pipa, pudo experimentar con folk, flamenco y sinfonismo, cuando casi nadie se atrevía a combinar culturas de esa manera. Hoy mismo consagra su arte a tales alianzas de la alquimia sonora, pero a mediados de los setenta, en Sevilla, la aventura sonaba a riesgo, y a futuro, y a libertad de miras. Antoñito, el célebre batería de los pioneros Smash, y Pepe el Saxo unieron su talento a la pareja que a la postre se embarcaría en la nave de la nueva psicodelia con acento andaluz, Imán, el grupo más luminoso de una etapa efervescente de la historia de esta tierra. La comuna de Imán, inspirada en el misticismo de gurús y en la música progresiva anglosajona, volcó la sal de la vida en el Camino del Águila, caminito del actual Puerto Sherry. Allí vivieron también, con el tiempo, Javier Ruibal y Chano Domínguez. Allí gestó Manuel, junto a Mantero, Kiko Guerrero e Iñaki Egaña una música sensacional que impregnó a sus seguidores hasta la actualidad, grabada a fuego en conciertos extraordinarios y un par de discos memorables que mantienen su vigencia. Imán volvió a reunirse en septiembre de 2006, veinte años después de su primera reaparición fugaz, y dejó su impronta en numerosos festivales, réplicas de un pasado imposible. Hoy, como ayer, Imán prepara nuevos temas y graba su nuevo disco. Y Manuel, a caballo entre California y Andalucía, no deja de tocar y de cantar con aires sublimes y mentalidad sin fronteras. Esta noche interpretará composiciones de ayer y de hoy: piezas de Imán, temas de sus discos en solitario y acaso alguna sorpresa.
Agosto 09, Verano, Diario de Cádiz
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