Paseíto literario por el Doce, con vistas al mar. Desde dentro, el profesor González Troyano lo ve como un señor del Diez más Dos, caballero dieciochesco de este tiempo, sanluqueño capaz de escudriñar en los legajos de la historia, al sur del olvido, y de revivir el Cádiz romántico o el Embrujo sevillano a partes iguales. Como Blanco White, valga la redundancia. Miembro del Grupo de Investigación y Estudios sobre el siglo XVIII desde hace una década, profesor de Literatura en la Universidad hispalense, currelante silencioso del Bicentenario, considera que "hay que motivar a la gente de cara al Doce, alguien tiene que ilusionar e interesar al ciudadano". Alberto González Troyano lo intenta a su manera: "Sacar a relucir papeles viejos", ilustra a las claras. "Nuestra misión se basa en desempolvar y dar nueva vida a lo que permanecía olvidado en el rincón, en los anaqueles de las bibliotecas y archivos, que aflore la documentación. Empezamos con mucha ilusión esta tarea de investigación, nos fijamos en el Cádiz que nos atraía más, el del siglo XVIII, y coincidimos con La Pepa". Vaya coincidencia. Tesis doctorales y emocionales alrededor del pasado más vigente y del influyente porvenir de la melancolía. González Troyano habla despacito, con pausas para respirar, y se detiene en el fascinante mundo del Cádiz que cambió de siglo y de hechuras por mor de su espíritu cosmopolita. La charla deriva en comparaciones no tan odiosas y moralejas para tirar hacia adelante.
González Troyano invita a adentrarse en el rico, variopinto y peculiar quiosco de Prensa del siglo XVIII, por la parte de Cádiz, por la parte que nos toca. "La Prensa ofrecía pluralidad de voces, levantaba pasiones entre exaltados, patriotas, serviles o liberales. Cádiz vivió un sensacional panorama periodístico, abierto al pensamiento y a las polémicas, los duelos dialécticos y verbales". Los investigadores del grupo de la Uca han ventilado tales "papeles viejos", los han puesto "al alcance de todos, para que comprueben que la historia continúa viva y en continua evolución. El pasado no está muerto, lo podemos remover e interpretar".
El garbeo por el túnel del tiempo muestra las singularidades gaditanas en sus albores. Cádiz hervía y aplicaba sus nuevas dotes de sociabilidad, otra forma de vivir, el lujo frente al linaje, la cultura como signo de distinción, los gustos modernos y las viejas creencias que ilustran el Cadiz romántico que el profesor relata con extraordinaria precisión en su libro. Se asoman las tertulias de los cafes, las porfias políticas y literarias. "Había necesidad de mantenerse informado, la opinión pública gaditana, que es como decir española en ese instante, necesitaba estar al tanto de todo, y el enemigo obligaba a entenderse a bandos tan opuestos como liberales y serviles. En Cádiz nació la nueva sociabilidad", que tantas décadas después ha mutado en bares, peñas, garitos de toda clase y condición, aunque ahora la religión gaditana se sustente en otros pilares, acaso el triángulo mágico de fútbol, capillismo y carnaval. Y a verlas venir. González Troyano, de todos modos, cree que tal apertura de miras aporta vitalidad a la ciudad y que Cádiz no se mira tanto al ombligo.
Contraída "cierta nostalgia" por el deseo irrefrenable de haber vivido esa época, el profesor evoca el país comprimido en Cádiz, las ideas concentradas en la isla del tiempo quieto, "el germen de tantas cosas por venir". El pueblo llano se mantenía casi al margen, claro, "por su escasa formación, mucha gente no sabía leer, las tareas diarias se anteponían a cualquier circunstancia, pero Cádiz asiste a la nueva sociabilidad con el fin del régimen, nuevas formas de convivencia". Nació una nueva clase social, al margen de la aristocracia o la nobleza que nunca abundaron en la ciudad. Complicidad con el comercio de Indias, necesidad de mantenerse en contacto con América y Europa. Los nuevos ricos, el poder económico exento de apellidos rimbombantes, se puso a fardar con garbo cultural. La cultura como prioridad y signo de prosperidad, la forma de vestir, nuevos comportamientos sociales influidos por el extranjero, contagio inmediato, el mundo llegaba en los barcos, "y a los negociantes les daba crédito, de cara a sus relaciones sociales y comerciales, poseer un buen salón, una biblioteca bien nutrida y las apariencias de la época". Nada que ver con la etapa dermohistérica y los paripés del último cambio de siglo. Los nuevos burgueses del XVIII apoyaban la cultura, y la cultura "era apreciada". Y Cádiz se transformó "en el crisol y el germen del Doce, no por mera coincidencia, por supuesto. Esa nueva cultura fue el caldo de cultivo. Hoy en día las apariencias se centran en tener otras cosas, otros valores, y hay aspectos culturales minoritarios, esperemos que nos dejen trabajar, sin exclusiones". La conversación camina por angostos caminos locales, las peculiaridades sociales del Doce actual, el Carnaval. Para González Troyano, "la importancia del Carnaval de Cádiz resulta extraordinariamente significativa frente a otros lugares donde imperan otras fiestas como la Semana Santa. Nuestra fiesta profana como fiesta mayor dice mucho del carácter laico de esta tierra". Sin menoscabo de los cargadores de ahora, que ya no son de Indias, sino de pasos. La procesión va por dentro. Doscientos años no es nada, envidia cochina del país más poderoso.
La moda, la coquetería de la época, el pleyebismo, los toros, el flamenco, la veta castiza y los escenarios cotidianos del siglo XVIII desfilan por la obra de González Troyano, del Cádiz ilustrado al Cádiz liberal. Preludios de otra moral. Llegó el escándalo. El cortejo sexual antes y después de La Pepa. "La Prensa de la época lo refleja con claridad. Los maridos no es que fuesen permisivos con los devaneos sentimentales de sus mujeres, sino que las alentaban a que tuvieran acompañantes". Lo que traducido resulta grandes cuernos, los cuernos de toda la vida pero al estilo moderno. La Pensadora Gaditana puso el grito en el cielo ante tamaño dispendio femenino, los sainetes se chuflleaban de ellos, pioneros de la metrosexualidad, hay pruebas literarias de numerosos lances amorosos que ruborizarían al más pintado. Precursores del amor libre, por un lado, y de los matrimonios de conveniencia, en esos días imperaba mucho el maldito parné, leyes de sociabilidad, como el cortejo sexual y los incipientes gigolós gaditanos, que "hoy parecen inexplicables", llevados a cabo por la "parte más cosmopolita" del planeta Cádiz. En contraposición con el lado conservador tan proclive a asentarse más allá de las mentes diminutas.
Más recatado ya, de vueltas al Cádiz tolerante y pinturero, González Troyano disfruta. "Somos señores del Doce, señores de 1812", sentencia, imbuido en su labor de ratón de biblioteca. Cádiz vive de su pasado, rubrica. "Lo malo sería no tener dónde reconocernos, no encontrar las raíces y justificaciones, no hallar cosas interesantes mirando hacia atrás". Cádiz y sus circunstancias. Cádiz y sus fantasmas.
Cádiz y Sevilla. Capítulo aparte merece Blanco White, el primer sevillano enamorado de la Tacita de Plata. "Fernando Durán ha publicado una biografía espléndida", recomienda. Frente a la cerrada y levítica Sevilla, "para Blanco White ir a Cádiz suponía entrar en Europa, nuevos horizontes, costumbres, hábitos, en definitiva, la libertad que tan poderosa imagen se reflejaba en un adolescente como él". Quemada por la pérdida del monopolio del comercio con Indias, conservadora en exceso a causa de la anquilosada aristocracia dominante, Sevilla "languidecía culturalmente". Hoy, la enemistad, más futbolística que patriótica, hermana sin embargo a dos mundos complementarios, pagados los peajes emocionales. González Troyano considera que Córdoba y Granada pugnan con más veras contra Sevilla. Cuántos sevillanos se han pasado de las sevillanas al carnaval. Por algo será. Y viceversa.
En el Doce, el Grupo de Investigación organizará un Congreso sobre la Sociedad Española del Siglo XVIII. Su discreto trabajo aflora ya en numerosas publicaciones, con el apoyo de instituciones. "El que quiera leer y empaparse del Doce, lo puede hacer". Sin excusas. Del archivo al libro. "Recuperar el pasado para mejorar el presente".
Enero 10, Cádiz 2012, Diario de Cádiz
sábado, 9 de enero de 2010
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4 comentarios:
Tuve la suerte de recibir las magníficas clases-debates-charlas "del Troyano" en la Universidad de Cádiz (en la vieja, cuando las clases las daba, cuando el tiempo y el número de alumnos lo permitía, en el patio de los naranjos) Me ha alegrado mucho volver a saber de él, y comprobar que sigue con su misma energía erre que erre y con su aire inconfundible y dieciochesco. ¿Estuvisteis en La Manzanilla? para esta charla?
Un abrazo, Enrique!
mira tú que casualidad, Jose. Qué suerte la tuya, el profesor Troyano sabe explicarse de una manera clara, concisa y brillante, lo pasé muy bien charlando con él, aunque no fue en la Manzanilla, ojalá, jeje, con lo que nos gusta visitar esos rincones sanluqueños, sobre todo los domingos al mediodía. Un abrazoooo
Enrique, felicidades por esta entrevista. Alberto Glez. Troyano - Sanluqueño por vocación, algecireño por nacimiento, gaditano por enamoramiento y sevillano por profesion es un caballero gentil de las letras y él mismo practica el galanteo diecichesco. Su amistad con Antonio García Baquero y Pedro Romero de Solís quedará en los anales de las buenas amistades andaluzas. De nuevo mis felicitaciones. Rafael Román
muchas gracias, Rafael, perfecta definición del personaje, ehin? Esta tarde hablé con Alberto, se alegró de tu comentario y además recordaba a Jose Rasero.
Nada que ver, pero a cuenta de los zapatos mbt que precisamente me sorprendieron durante la entrevista del Doce, el otro día escuché al escritor Millás en la radio y aseguró que desde que probó los mbt no ha usado otro calzado, y me recordó tus pinreles, jeje, un fuerte abrazoooo. Posdata: genial la idea de regalar un disco, y además el de Pansequito, un detalle que algunos no supieron apreciar. Salud !!
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