La muerte del paraguas

Va a escampar. Lo dice Barniol. Yo confío mucho en Barniol, el rey de los telediarios en las últimas semanas. Ya está bien de pisar charcos inoportunos y de correr despavoridos doblando la esquina del viento. El otro día, mismamente, vi morir muchos paraguas, me da mucha pena y cierto coraje asistir a la muerte de un paraguas, y mucho más sufrir esa desgracia en carne propia. Paraguas de colores, paraguas de ojos saltones, jabalinas al aire, maniobras complicadas justo cuando el semáforo asoma el color verde, cuesta de las calesas, solo ante el peligro, paraguas puntiagudos que se quiebran en un suspiro y enseñan las garras en el momento crítico. Esqueletos metálicos en posición de ataque. Habrá que "descambiar" el paraguas porío que nadie se atrevió a regalar meses atrás.
La dura lluvia, por contra, alivió algunas dudas y desenmascaró situaciones que se antojaban más bien jodías, y puso al descubierto a quienes no hicieron las cosas en condiciones. En los rincones donde se aplicó un plan de saneamiento no hubo inundaciones. Los ríos conducen al mar. La mar no escatima esfuerzos, nadie puede con la fuerza de la naturaleza, que le pregunten al hombre, que camina empapado de soberbia hacia ninguna parte.
Va a escampar. Ya está aquí el verano, la siguiente y última estación.