lunes, 21 de julio de 2025

El doble sentido de Cádiz cotiza en bolsa


 


El cielo del Falla es como la panza de la ballena que el otro día se tragó y luego escupió a un gachó en el Estrecho de Magallanes, el fin del mundo. El cuadro que aquí representa la gama de colores de las cuerdas vocales del loco festival eterno de este rincón coplero del cosmos. Luego de tres semanas de navegación entre la belleza y el paripé, el concurso despierta a la linda confusión de letras y músicas con tal de mitigar los dolores del año. Las primeras agrupaciones clasificadas muestran, salvo deshonrosas excepciones, cuánta riqueza de espíritu puede encerrar el lenguaje gaditano, y no ocultan la incongruencia del momento que les ha tocado cantar hasta la noche del juicio final.


Juntando las sílabas como sólo sabemos largar fiestas a media voz los sureños del mundo equivocado, y aprovechando que los esfuerzos ya no caen en saco roto y puntúan libres de pecado, los cantantes de Cádiz escriben cartas de amor no correspondido, denuncian a quienes se esconden en la confusión al amparo de la oscuridad, recriminan a sus hermanos, se toman un café bebío con la madre del Carnaval, abren la puerta a la compraventa de la chatarra de la fracasada reconversión industrial, se duelen de los oficios más antiguos de la civilización y burlan los reglamentos del humor propio. Ahí vamos subiendo las cuestas a trompicones. 


"Se terminó la impunidad, se acabó el humor canalla", ahora manda el ingenio convencional y formal del Falla, apuntan los cinco artistas del cuarteto del Gago, que conectan directamente con el doble sentido de la vida que almacena cada gaditano en su fuero interno, cual chicuco que sólo fía a los tolerantes y a quienes aprendieron a interpretar la música de la risa.


    Mientras los ricos se reparten el pastel del planeta, y lo peor de nuestra especie se apalanca en las maniobras de distracción que propugnan los telediarios, el cuarteto de cinco rima las situaciones más insospechadas con los temas de cercanías, sabe jugar con las palabras y la intención del gesto, es capaz de insinuar los errores de los mandamases sin herir susceptibilidades, pero también conoce la jerga de los golpes al mismo mentón. Así, ironizan sobre la desaparición de los problemas de los locales (de ensayo y policiales) desde que está el PP, y endiñan fuerte en la lavandería de la transición: "Entras hecho un fascista y sales convertido en un renovador".


La procesión va por dentro, tú sabes, y los encapuchados del Gago provocan al gallinero, que patea cuando lo estima necesario para jalear los chispazos de ánge y mala leche. Les gusta la carga y echan a suertes las imágenes cofrades con la mentada doble intención, invocan a la libertad con el llamador de estilo sevillano y el telefonillo más gaditano, encienden los cirios color damasco, ahuyentan a los pérfidos señores de la hoz y el martillo, listos los de atrás, y subrayan con su rotulador fosforescente los recortes de sanidad, los favores a los privilegiados, la pérdida de derechos y el miedo atroz que infunden los costaleros de la política salvaje tan en boga que avivan el fuego de los bajos instintos. Y modifican al vuelo la famosa copla de los hinchas del Cádiz, esa del "alcohol, alcohol, hemos venido a intimidaros, la democracia nos da igual".


Por cierto, ahora que se pone la cosa seria, ¿han conocido los propósitos de los barandas del Cádiz de cotizar en bolsa y de pegar unos campanazos en Wall Street para buscarse la vida por arte de birlibirloque? Parece una broma pesada, un chascarrillo de cuplé escrito a media tarde alrededor del perímetro azucarado de una torta de aceite, pero no lo es. Tampoco decimos que sea verdad. La noticia marinea entre la ficción y la segunda división, el doble sentido de Vizcaíno y el tal Contreras, que muere por la inteligencia artificial y por un buen fondo de inversión, lo que traducido resulta "poner la compañía en el mercado para obtener financiación" de cara a la liga de pelotazos urbanísticos Sportech City, vivir al límite salarial y evitar que el Submarino Amarillo "caiga en manos de un jeque". Jeque mate.   


Irigoyen, como mucho, iba de vez en cuando al Casino Bahía de Cádiz e invertía en ladrillos. El promotor de la liga de la muerte y factótum del fichaje de Mágico, consumado en el filo de una servilleta del cuarto de la Venta de Vargas donde Camarón cantó sus alegrías y desdichas más personales, sufrió en su día la dureza de las coplas de Carnaval, "¡Irigoyen, ca … da día está más caro el fútbol!", y Chico Linares conoció en sus carnes la maldad del ser humano con aquel gol en propia meta y otras lindezas. Por aquellas temporadas, la plantilla del Cádiz vivía en Cádiz, alternaba con la gente y gustaba de arrimarse a las comparsas castizas, y hasta montó una chirigota de cachondeo. Hay una foto de Mágico con la camisa por fuera y la cara de recién levantado, a la vera de Pepe Mejías, en un ensayo de la comparsa de Luis Ripoll, que cotizaría muy alto en los callejones de Wall Street. 


A lo que íbamos. En las entrañas de Cádiz, el potente coro de marras, los mineros del buen gusto ponen el dedo en la llaga del maltrato y la sumisión, la transformación del amor verdadero en pura exhibición y grave peligro de machismo de cobardes agazapados bajo los motes de las redes sociales y su misma mezquindad. Magnífica letra de tango, con música del Remolino, al compás de un contrabajo indefinido y sus cómplices del ritmo, que en las inmediaciones del popurrí destapan las galerías del arte de Cádiz, la ciudad que "se nos ha ido de las manos" por mor del maldito parné.


En los cuplés del cuarteto del Gago, las canciones de Nacho Cano, vulgo Mecano, cumplen años de condena, y al arrogante músico que tocaba el teclado con cuatro manos, en riguroso play back, le caen unos cuantos bimbais por contratar a inmigrantes sin papeles, de igual modo que la agrupación baja a la arena localista para ejemplificar que Procopio, que tiene nombre de corista, se ha convertido en la nueva diana de las travesuras de los poetas de la Caleta que es plata quieta. "Todavía puede ganar un Primero". Hombre, por favor.


"Santiago Abascal es un perroflauta al lado mía", suelta el Gago a cuenta de la tiranía de los bulócratas que asola el planeta. Migue sale  en defensa, por así decirlo, de Iker Jiménez. "Lleva años haciendo programas de fantasmas y ahora la gente se extraña de que se invente cosas".


La culpa es de Pedro Sánchez. En resumidas cuentas. Todo se ha achicado tanto con la excusa de las pandemias y guerras económicas y mortales que Rosario se ha quedado en Chari, las pizzas de la Bella Italia ya no ocupan el plato entero, aunque mantienen el sabor carioca de las dimes y diretes que allí se escenifican, y los caramelos de jengibre no digamos, amén de que las bolsas de papafritas vienen llenas de gas propano. La cuarteta de las esvásticas pinta España de blanco y negro negacionista, y no del país multicolor que sólo puede brincar al compás de la abeja Maya. "No me creo nada si no sale en tik tok".


La comparsa de los Pastrana enfila a Pedro Sánchez, quieto ahí, de esta guisa: "La gente de izquierdas no te olvida porque contigo Franco está resucitando". Mil interpretaciones admite la copla.


Y qué me dice de Donald Trump y Elon Musk, los magnates y los mangantes esperan tanto de ellos como los amantes del humor en defensa propia del cuarteto del Gago, transgresor, estimulante, valiente, que llega bien trabajado, rimado, y no se nutre de chistes de internet.


Por cierto, ya en serio, cuánto daño han hecho los mensajes de autoayuda, por no decir todo lo contrario, que asoman a las ventanas virtuales sin recato; cuánto daño ha causado Paulo Coehlo, cogedlo ahí, y cuándo nos enteraremos de que se basaban en patrañas los lemas que decían que íbamos a salir mejores de la pandemia, bla, bla, bla. Entre copla y copla visitas un noticiero y parece que aluden a Cádiz al señalar que bajan los tipos de interés.


Al lado del camino, la música de Pepito Martínez nos transporta a un par de pasodobles que llaman la atención por su compromiso con las mujeres en el Carnaval, el primero, y por los agrios reproches que los socialistas merecen en el postrero. Ni que cantasen con conocimiento de causa cuando dibujan una agrupación política que "ha olvidado sus principios", allá donde conviene callarse para seguir cobrando y donde "dan de lado a los versos sueltos" y abundan las puñaladas por la espalda. No sé a quiénes se refieren al enfocar a los que "llevan treinta años chupando del bote de la Diputación", las marionetas puestas por Sevilla y Madrid, tal vez, la imagen opuesta de "un gran socialista noble y sencillo" como fue Carlos Díaz, ex alcalde de Cádiz que supo de veras los efectos de la traición de algunos de sus compañeros (?).


  

¡El guiri volaor! Las pelusillas caen en la trampa, acaso sin pretenderlo, y alimentan las ansias de dulce venganza de los acólitos de la chirigota conileña que acaba de recibir el babuchazo del jurado. ¿Qué sería del jurado en una hipotética preselección? ¿Habría que avisar meses antes si al jurado le gusta el humor gamberro o el humor formal? Tampoco es pa' ponerse ajín, asín que comparamos los cuplés del balconing, las rimas del dedo meñique con Echenique, y tal y me cual, y salen ganando los guiris volaores. De aquí a Lima.


No obstante, los pelusillas dan en el clavo cuando recriminan la prostitución intelectual en el viejo oficio del periodismo, nada que ver con el periodismo cantado que, en palabras de Bartolomé Llompart, llevaron a la práctica muchas comparsas de Cádiz en su precioso intento de narrar los sucesos del año. Hoy también añoramos la veracidad de muchas coplas carnavaleras. Coplas desinformadas, tendenciosas, repletas de embustes. Mira tú, igual que muchos telediarios. Coplas de respuesta ambivalente y subvención a fondo perdido. A diestro y siniestro. No hay vacuna. Disfrazan lo reaccionario de progresismo, y vicerveza. Total, es Carnaval. Socorro.    


A la gente que se le caen los estribillos de los bolsillos no le asusta la tendencia actual de explicar lo inexplicable. Ya no tiene gracia el recurso de justificar entre paréntesis el tipo del grupo, en plan "No digas na que to se sabe (los callaítos o los discretos o los prudentes).

  Lo suyo sería disfrutar como un cosaco de esta confusión sin rumbo ni identidad, recordar que el mundo está más equivocado que Cádiz, olé ahí, que hoy en día las comisiones de investigación las presiden los que causaron el destrozo, y que antes de tontear con el móvil se antoja menos pernicioso para la mirada anhelar las noches de la infancia del concurso, cuando el locutor deletreaba con histrionismo y una finura impropia de Cádiz el nombre propio de Cádiz, "Carrrrrrrnaval", erre que erre de interés turístico internacional. Lágrimas claras de primavera, cantaba Roberto Carlos antes de congregar a un millón de amigos en las redes sociales por el pasodoble a su gato.




No siempre ha acertado Cádiz en su pantanosa vocación de dictar sentencia, mejor olvidar aquel partido internacional que la selección dirigida por el gran Luis Aragonés disputó, y perdió, contra Rumania, semanas antes de que el Sabio de Hortaleza, por cierto, liderase con sus futbolistas bajitos la Eurocopa de fútbol que inauguró la mejor época de los niños chicos campeones de todo. El público gaditano, mosqueado por el repertorio de España, gritó a todo pulmón, sin gracia ninguna: "¡Chirigota, chirigota!". El publiquito del Falla, en cambio, se manifiesta hoy mucho más respetuoso que los destructores de antaño, y también más blandito que el fútbol de patadón y tente tieso que hizo olvidar Luis, y su aplauso polarizado ya no cotiza en bolsa, ha perdido valor, como la palabra de quienes gobiernan el mundo del fútbol, las coplas y la tercera guerra mundial.


A Luis Aragonés le gustaba arriesgar las perras en el casino portuense, y no era muy dicharachero. Un día me encontré con él en una papelería y le pregunté: "¿Es usted Luis Aragonés?", y tras mirarme de arriba a abajo, contestó sin pestañear: "No". Qué corte, ío. Pa' qué preguntas.


 La gloriosa inmunidad de las coplas olvida que, en ocasiones, el gesto dice más que la letra. El invierno de nuestros cuerpos no falla. La envidia tendrá una calle en Cádiz. Por fin. 


Con este artículo, publicado el 16 de febrero de 2025 en La Voz de Cádiz, inicio una serie de crónicas en torno al concurso de agrupaciones de Carnaval del teatro Falla. Lo haré de manera desordenada y veleidosa. No publicaré todos los textos, que fueron veinte en total. Sé que algunos de sus contenidos se sitúan ahora fuera del contexto del Carnaval, pero me da igual.

Disfruté como un cosaco preparando y redactando los reportajes. Procuré combinar la crónica con las entrevistas, la opinión con los recuerdos, las pamplinas con los saltos, los cambios de ritmo con el estilo de ciertos documentales que tanto me gustan. Ahora mismo sería incapaz de escribir de tal guisa, tal vez, porque necesito el apremio de la urgencia periodística, el miedo al fracaso, la inspiración de las coplas carnavalescas, la exigencia de los tiempos y ese punto de locura que sólo proporciona la genuina fiesta gaditana. El director y los compañeros de La Voz, en especial mi amigo y eterno cómplice José Vilches, me dieron rienda libre durante la cuarentena de Carnaval.

Gasté un enorme cuaderno de anillas durante el proceso. Escribí un artículo cada dos días, así que empleaba una jornada para pensar, repensar, voltear las ideas y volcarlas de manera caótica, a primera vista, y ordenarlas al cabo de las horas a modo de índice que jamás se cumplió de veras, capítulos con numeritos de la suerte que tropezaron al final con la misma intención final del texto. No he vuelto a leer ninguno de los veinte artículos. 

La foto, en la que aparece el genial cuartetero Ángel Gago, es de J.M. Reyna. 


domingo, 20 de julio de 2025

El penúltimo misionero del rock and roll

 


Cuarenta tíos y unas cuantas tías de diversa clase y condición metidos en un autocar, una noche de primavera madrileña de 1985. Dirección: Montpellier. Objetivo: Bruce Springsteen. Mi primer concierto del Boss, que triunfaba, muy a pesar suyo, en la paradójica década del chunda chunda de las cajas de ritmo y los eufemismos grandilocuentes de la política liberal (?), enfundado en su disfraz de héroe de la clase trabajadora, y rockera, camino del fin de ciclo. No pude disfrutar del Bruce arrebatador de finales de los setenta y del debut en España del 81 en Barcelona, pero conocía sus andanzas por las revistas y me sabía los discos de memoria, así como las posturitas de camionero americano con ínfulas. Ya por entonces, los conciertos del Boss eran auténticos acontecimientos de dignidad, hogueras de emoción y lecciones de rock and roll y supervivencia.

Cuatro horas de energía superlativa, historias de perdedores, coches, chicas y películas en blanco y negro, una vida dentro de otras vidas, lo nunca visto por el menda. Llegamos a Montpellier agotados, tras una docena de horas de vino peleón, canutos y videos del Boss. A las puertas del estadio compré un pack de cuatro cervezas que me tuve que pimplar en la puerta porque no permitían el acceso de alcohol, así que entré contentito y saltarín, aunque un poco triste porque dos noches antes tuve un acto de desamor tras un concierto de The Cure en el Rockódromo de Madrid, no voy a entrar en detalles, sólo diré que lloré un poco por mi mala cabeza y que el kiosquero de abajo de casa, en Cuatro Caminos, me vendió el suplemento dominical de El País de tapadillo. Le dije que iba a ver a Bruce Springsteen y abrió los ojos como platillos volantes. No me acompañó ni un colega, el viaje más la entrada me costaron ocho mil pesetas, creo recordar, y crucé media España gracias a Viajes Halcón, que por entonces era una agencia pequeña. Mis padres no se enteraron de la aventura hasta meses después, cuando descubrieron monedas francesas en algún rincón de mi cuarto. Les mostré la entrada. A mi madre no le gustó el detalle. Mi padre sonrió socarronamente. Hay muchos tipos de mentiras y de medias verdades. Nunca me arrepentí ni me atacaron los remordimientos, todo lo contrario, hice cosas peores antes y después de ese baño inmenso de música universal y honestidad brutal. Con los años, ese concierto crece en mi memoria, he podido entender y querer mejor a la persona de Bruce y al personaje del Boss, merced a su obra musical y a sus memorias.

Del concierto puedo decir que jamás he visto algo parecido. Pueden consultar el repertorio en internet. Bruce y su legendaria banda, uno de los mejores grupos de la historia, no hacían prisioneros, precisamente. Luego los vi en el Calderón, en 1988, y en la Cartuja de Sevilla, en 2010. Cuando estudiaba en Madrid pasé largas tardes de otoño estudiando el cancionero de Springsteen y escuchando sus versiones piratas, sus discos en directo y demás joyas en radios alternativas y discos maravillosos, unos mejor que otros otros, con sus luces y sombras. Acaba de publicarse otra caja antológica de piezas inéditas que pone de manifiesto la irregularidad e imperfección de la obra del artista. He leído por ahí que la caja, demasiado cara pero resumida en un disco sencillo muy recomendable, muestra piedras preciosas y remarca la sensación de que el perfeccionista Springsteen nos ha hurtado, por así decirlo, una parte de sí, por inseguridades, por mandatos industriales, por lo que sea, que más temprano que tarde vamos disfrutando como quien disfruta de un topolino hasta las últimas consecuencias.   Bruce, digan lo que digan, hoy como ayer, sigue siendo el penúltimo misionero del rock and roll.






viernes, 18 de julio de 2025

¡Amarillo, submarino es!

 


La penúltima vez que subió el Cádiz a Primera, un domingo por la mañana, siete mil bufandas amarillas agitaban al aire el sueño que esta por cumplirse, caminito de Jerez. Nada hacía presagiar una crisis de envergadura en esa temporada de 2025, veinte años atrás, Año III antes del soterramiento de la vía del ferrocarril, cuando el delirio de grandeza del negocio inmobiliario se tildaba de idealista, el paradójico nombre de un portal del ladrillazo y tente tieso. Se llenaron todos los trenes fletados a tal efecto hasta más allá de lo aconsejable. "¡Esto parece la Lista de Schindler!", exclamó un metafórico fanático de la raza cadista a pique del exterminio, jugándose la identidad física, naturalmente. Aquello fue una linda temeridad. No ocurrió "algo" porque el destino giró como un golpe de suerte. Cientos de personas botando sin contemplaciones, ni remordimientos, sobre los vagones, una humareda eléctrica, botellona improvisada, gran cachondeo matinal en la previa del acabóse, al carajo la revolución industrial.

Ahora o nunca. En la frontera de la ilusión y el sofoco, apretujados, casi sin aire, al límite, marcharon los aficionados a darse el festín. Tuvo que ser en Jerez, en los márgenes del paraíso, pero también muy cerca del infierno. 

El publiquito gaditano dio trabajo a la Policía jerezana. Los guardias que escoltaron a los excitados hinchas hacia el estadio de Chapín no han olvidado las escenas de luz y surrealismo másgico que se multiplicaron en el recorrido.

La vuelta iba a ser triunfal, ya lo dicta la nostalgia de futuro, pero había que ganar en Jerez y superar el trance, que tornó el mal rollo inicial en euforia y llanto alegre al compás de los goles gaditanos. Iban tan contentos los cadistas, confiados en sus fuerzas, que agradecieron la labor policial con toda la guasa del mundo: "A tu lado me siento seguro", cantaban las almas gaditanas en claro guiño al concurso Operación Triunfo, ese doble sentido del reality show con más veras. También respondieron a la hospitalidad local, con quienes intercambiaron crueldades, epítetos de alto riesgo, agravios y piedras de diverso tamaño y tonelaje.  Por su interés informativo no vamos a reproducir el catálogo de insultos, ni el parte de heridos. Tampoco fue para tanto. El fútbol selló la paz a regañadientes y la película de terror viró su desenlace a festival de Woodstock en condiciones. El Cádiz retornaba a Primera más de dos décadas después y cerró una etapa negra que siguió a la era dorada del Submarino Amarillo.

La generación del ciclo 1972-1992, que disfrutó de once años en la máxima categoría, ascensos gloriosos y salvaciones milagrosas, tiene muchas cosas que contar y nada que envidiar, si acaso el pundonor y el empuje, a quienes luego sufrieron en sus carnes la caída en desgracia.

La vinculación del Cádiz con la fortuna, buena o mala, se escribe al ritmo impredecible de las leyendas. Tres ascensos en casa: contra el Tarrasa en el 77, contra el Elche en el 83 y el Castellón en el 85. Y dos fuera: en Elche en el 81 y en Jerez en el 05.  

Las alegrías del Cádiz han cautivado a medio mundo. Ahora viste mucho defender los colores amarillos. Gracias a nombres propios como Fernando Carvallo, Pepe Mejías,  Mágico González o Lucas Lobos. Sin olvidar al técnico uruguayo Víctor Espárrago, que firmó la mejor temporada del Cádiz en su historia y el penúltimo retorno a la élite. El Cádiz aspiraba a todo, poseía un estilo propio y se manejaba con destreza. La clasificación apretó hasta el final y obligó al equipo a no desfallecer ni errar en vano. El guardameta vasco Armando, uno de los líderes de la gesta, contó tras el partido en Jerez que la presión sanguínea del cadismo se había elevado de tal manera a esas alturas que su hio pequeño, emocionado, se despidió de él, a las claras del día, de esta guisa: "Papá, no vuelvas sin la victoria".

En Cádiz se conmemoran las dichas y las penurias de mil modos, nunca hubo demasiada distancia entre el estado de ánimo que produce un ascenso y una permanencia, recuerden si no los milagros del mes de junio que se amontonaron en los años previos a la Expo92, cuatro triunfos consecutivos para rematar la faena, promociones de infarto, una liguilla de la muerte obra del santo Irigoyen,  unas metas finales de temporada de garabatillo que hallaron el punto culminante en el descubrimiento de Kiko contra el Zaragoza, en el 91, días antes de la rocambolesca salvación frente al Málaga. Ahí nació oficiosamente la epopeya del Submarino Amarillo. a la que posteriormente puso letra y música el recordado Manolo Santander.

La promoción contra el Málaga no se vio por televisión. Ni Canal Partidazo, ni vainas. Juan Gómez, Juanito, el rebelde extremo que una noche pisó la oreja, literalmente, al nibelungo Mathaus en Munich, se encontraba presente en la tribuna. El Cádiz venía de perder por la mínima y logró igualar la eliminatoria con un tanto de Jose González, se quedó en inferioridad numérica sin hacer prisioneros, resistió el fin del mundo de la prórroga hasta los penaltis, los malacitanos tomaron ventaja, la afición costasoleña lo celebró de antemano en la grada y el portero húngaro Pepe Szendrei detuvo las penas máximas decisivas, una de ellas con gran potra, hasta que Juan José, el vikingo Sandokán , cruzó el terreno de juego para completar la faena. Le temblaron las piernas, según confesó años después a este plumilla, y sintió el silencio del estadio en su espina dorsal, pero la clavó en la escuadra. Fue lo último que hizo en el Cádiz. Lo echaron. Porca miseria. 

A la salida, en las inmediaciones del estadio, a las tantas de la noche, los acólitos acérrimos de ambos clubes se enzarzaron en una bronca histórica.

Entrenaba al Cádiz el legendario Ramón Blanco, nuestro señor de los milagros, que dejó para la eternidad un 4 a 0 contra el Barcelona de Cruyff.

La propiedad del título de Submarino Amarillo pertenece a partes iguales al Cádiz y al Villarreal. La primera reputación de equipo ascensor corresponde al club gaditano por méritos propios, pero la primera vez que se habló de la célebre canción de los Beatles, Yellow Submarine, cantada por el baterista Ringo Starr, en un campo de fútbol sucedió en Villarreal, coincidiendo con el éxito de la copla del cuarteto de Liverpool pero en versión en castellano a cargo de Los Mustang. Antes de cada partido sona por los altavoces el estribillo que adorna esta historia de sol, esperanza y levantera.

A la mañana siguiente del Cádiz-Málaga de marras, este periodista firmó una columna, junto a un artículo del gran escritor Fernando Quiñones, titulada "Amarillo, submarino es", así que adivinen quién acuñó el término del Submarino Amarillo en clave gaditana. Para ser justos, el titular emulaba un grito se hizo famoso en Carranza cuando presentaban a viva voz al lateral izquierdo Amarillo, la gente exclamaba "¡submarino es!" en recuerdo a la canción de los Beatles traducida por Los Mustang. Pero la primera vez que se escribió Submarino Amarillo para ilustrar la vocación de equipo ascensor lo hizo el menda. Copyright mediante, tú sabes.

La foto pertenece a la plantilla del primer ascenso del Cádiz.

miércoles, 16 de julio de 2025

Corresponsal en el Fin del Mundo: El Viejo Almacén

 


A lo largo y a lo ancho de Suramérica, en cada pueblo, en especial en las esquinas; hay un viejo bar. Nuestro homenaje a esos refugios del alma.


Javier Tisera

Buenos Aires


Un ladrido a la noche y la luna se descuelga por las barrancas. Un río desmelenado y salvaje avanza todos los días humedeciendo las almas.

Según el Corán, se promete el paraíso a quienes alimentan a los viajeros, esclavos y perdidos del amor de Dios.

En el lado más caluroso del averno, una luz tenue, de 25 watts, llama a los peregrinos, mestizos, carenciados afectivos, amputados, o a los abandonados en las vías.

Dos vasos disimulando la soledad. Un silencio en voz baja recorre las mesas. La sonrisa hipócrita y cotidiana se toma un recreo en la ciudad de la Virgen. Unas fotos húmedas en la pared, como espejos, recuerdan a los primeros habitantes de este universo.

A unos metros, cruzando la calle, una abandonada sucursal del Correo; la que alguna vez recibió todas las correspondencias de Italia para los quinteros. En esos sobres, palabras de amor, nombres que no volvieron a pronunciarse, estampitas de San Genaro cuando moría un pariente en tierras de América. Algunos llegaron con la promesa de El Dorado.


Los trenes rompen la paranoia celestial. Un auto deambula buscando indecencia a bajo costo. Al oeste las viñas y el campo, la frontera de lo inesperado. Un monte de eucaliptus prolonga su letanía sobre la calle del mercado. Por momentos, en las mañanas, el trajinar incesante, las camionetas, las bolsas y los trueques mandan en la zona. Cuando el silencio avanza y la demanda huye en retirada, empieza a reinar la soberanía de los invisibles.

Alguna vez, hace quince lustros, en su zaguán enmarcado se exhibía una habilitación municipal para “Almacén de Ramos Generales con Despacho de Bebidas”. Hoy es solamente una sombra que se alarga por la calle Garibaldi. A los Ramos Generales se los fueron comiendo el Rodrigazo, los murciélagos del barrio, las sucesiones a contrapelo,  la tablita del uno a uno y las arañas de las alfajías.

Solo quedan, en una repisa, dos docenas de vasos mal lavados, una vieja bicicleta de reparto con canasto agujereado y un esqueleto de alambre. Son vestigios de un naufragio que está desterrado del relato.

En las islas del bar sólo se habla en presente porque todavía el futuro no pidió nada en el mostrador. Está sentado en un rincón, inmóvil y mudo.

¿Qué animal alimentan con su silencio? ¿Qué juez los condenó en esta esquina abandonada en la pampa? Desde las ventanas del colectivo que se detiene en la parada, algunos miran con envidia, otros con el desprecio de los que no entienden nada. El mediodía huele a vino barato con hielo; y a pizzas recalentadas.

Los “huesos” ruedan en una mesa.

— Tachame la generala doble, gringo; se escucha en esa kermesse diaria de billetes cosechados en las mañanas. Todos están esperando la quiniela provincial que sortea de mañana. Las putas y el juego pagan campaña electorales; la muerte ya se va a encargar de esos mercaderes del placer.

Esos que se estremecen los domingos y andan con las homilías abajo del brazo; pero que en la semana andan buscando billetes con las manos ensangrentadas. Las putas y el juego un día se van a cansar de tanto intermediario y gorras desvencijadas.



En este ghetto, las putas son nuestras mujeres y el juego es nuestro oficio. Y acá paga el que pierde.

Ella, la jefa, sin gestos, como una esfinge de Buda, mira a todos y no mira a nadie. A sus espaldas una botella de Cynar, la verde de Ginebra Llave,  una caña La Mariposa y dos hijos a medio criar.

Se percibe que alguien le pidió prestado el corazón y no se lo devolvió.

Por eso, el padre la abandonó en el mostrador. Y ella, al principio, lloraba cuando iba a buscar hielos a la heladera pero se le congelaron las lágrimas. Y sus ojos se hicieron de fuego y carbón. Para servir lo hace con sistema, gota a gota, como a la hora de cobrar; es implacable. Se sabe que algunos, los virtuosos, tienen libreta de tapas negras. Todos arreglan a la manera que ella dice, patrón y sota quincena, el uno de oro mensuales. Pero la perrada de todos los días, tiqui taca, al contado. Hay plata se toma…si no siga su camino.

Hasta los insectos son nuestros hermanos. Practican un humanismo como si fueran miembros de un falansterio de Carlos Fourier. Las mesas están en ronda mirando al estaño. La patrona algún sábado pide ayuda para prender la parrilla para tirar unas faldas albañileras mientras alguien se encarga de las ensaladas. Y desde el piso, como una Excálibur, aparece una guitarra y todos son cantores y todos somos poetas.

“Cómo seremos de indeseables que no vienen ni a pedirnos el voto”- dice “el alemán”, de mameluco manchado de grasa. Cuentan que el alemán se vino al montaje industrial pero el día que se tenía que volver, se quedó dormido en el Hotel de Solteros. Y los ingenieros alemanes se fueron sin él y quedó abandonado sin volver a Hannover.

Eso es lo que cuentan los criollos que se quedaron dormidos en el Hotel de los Casados.

Siempre están atentos para atrapar unas burbujas que se escapan o un platito de queso que se perdió. Es un rito que se repite por milenios pero todos están convencidos que es la primera vez. Todo huele a mediodía. Juan, que trabaja de encantador de serpientes, cuenta que en Praga hay un reloj que da la hora para atrás. Julito, que hizo Justicia por mano propia, acarrea el Código Penal y un “ferroviario” en los labios.

La aparición de las estrellas y de la sudestada de la madrugada va liberando silla. Esteban es el último que se retira; no deja nada, se lleva todo puesto en los ojos y en la garganta. Cuando sale al empedrado siempre piensa lo mismo: la calle está abandonada y se ve hasta la avenida como si tratara de justificar las horas empeñadas. Él piensa que es una postal de esta ciudad miserable y conservadora que solamente se obsesiona por los metros cuadrados y los centavos.

Miel de lechiguana que se va metiendo en el trago y van endulzando las baldosas que voy dejando atrás. Ya vas a cerrar las persianas y yo quiero quedar encerrado en tus fauces; y que el tiempo y los arquitectos me encuentren como un fósil de este tiempo violento y homicida.

Una bicicleta en la puerta, abrazada a un palo de Edén, espera por si hay que llegar a un arrepentimiento o a una urgencia de amor.



Cuando llegue el euro

 


Siempre me han gustado las frases cortas, los cortes de fresa y vainilla, las prórrogas y los penaltis. También me mola cambiar de estilo, con tal de dar por saco, y decepcionar cada mañana a un mandamás del algoritmo veleidoso. A continuación voy a transcribir una columna que escribí el 16 del 8 del 99, el siglo pasado. Como quiera que la tecnología nos obligó un día a los plumillas a ajustarnos a la maqueta, algo realmente odioso las tardes de inspiración pero salvador en los días cenicientos, apuré al máximo mi querencia a las frases cortas. No estoy demasiado orgulloso pero tampoco reniego de ello. He cometido delitos peores por ventura ya prescritos, así que echo mano a algunos escritos antiguos para regodearme en los veranos imposibles y el tiempo quieto. Ahí va.


Cuando llegue el euro nos la van a dar mortal. Tras varios años de fantasías de cartón piedra y de consumo ficticio, los fenicios de siempre preparan el asalto a nuestros bolsillos. Quillo, quillo, que te pillo. 

Fulanito es capaz de subir el butano con las dos manos con tal de que no le endiñen el IPC, que no es el nombre de un péntium, qué va, sino la gracias de los megasiesos que se lo llevan calentito un día sí y otro también. España va bien y el butano sube dos veces al mes. Y lo que te rondaré, morena.    

Cuando llegue el euro los salteadores de caminos y especuladores del cielo dejarán de perdonarnos la vida. Ya no invertirán en cochazos, ni en magníficas urbanizaciones, qué alegría, qué alboroto, visite nuestro piso piloto. Ahora, al blanqueo lo vinculan al adecentamiento de fachadas. Poquita vergüenza, qué arte más grande.

Fulanito, aprovecha. Carpe diem. Aprivisiónate de gasofa, de cartones de mal boro, de papas con lula y de paciencia, porque en un momento dado va a aparecer San Roque con su perro sin rabo y va a formar el jubileo, así que vive el prejubileo y cuidadín con la marea de Santiago. Llegan días aciagos. Será el eclipse, que ha dejado ciego a más  uno. Apocalipsis prefabricado.


¿Y Piqué? Va a celebrar el prejubileo prejubilando a todo quisque. Qué ilusión. Bajas incentivadas. Puertas subvencionadas. Rotos y descosidos. Convergencia y capón. La gaviota sobrevuela con cara de cordero degollado. Abanibí quiere decir "te quiero, amor".


Ahí quedó. Comentario de texto: gobernaba Aznar, el simpático, coaligado de aquella manera con Pujol, que no era un defensa central. Piqué tampoco. Piqué era el ministro de Economía y Contratos Basura. Fulanito respondía al nombre de un personaje al que di vidilla durante una temporada para decir tonterías variadas. "España va bien", el latiguillo que empleaba Aznar en los albores del ladrillazo y a las puertas de una de tantas crisis o estafas inmobiliarias, fue emulado por la chirigota de los Guatifó al compás de "España va bene per cápita de pene". De aquellos barros estos lodos, y vicerveza.

lunes, 14 de julio de 2025

Regreso al underground


 El Rollo Higiénico fue una publicación marginal que se publicó en Sevilla en la primavera de 1978. Duró un número. Nació muerta, pero hoy se considera precursora de la prensa contracultural andaluza e hispana, mira tú que cosa más linda. Me estrené en el primer y último número del Rollo Higiénico con una historia del rock and roll, un artículo extenso, que prometía segunda parte, elaborado a base de retazos tomados de las revistas que consumía entonces, y algún que otro libro especializado. No había cumplido siquiera los quince años. Logré subirme al carro del fanzine, cuando este tipo de revistas aún no se llamaban así, merced a un anuncio publicado en Disco Exprés, legendario diario musical semanal que compraba en la tienda Al Paso, abajo de casa, a la vera del edificio El Fénix de Cádiz, muy cerca de la plaza de San Juan de Dios. El editor y alma mater del Rollo Higiénico, José Luis Ibáñez, configuró un ejemplar maravilloso, plagado de música, cómic, poesía, teatro y cultura alternativa. Fracasó rotundamente, pues no se vendió apenas y no obtuvo el apoyo necesario, pero pasó a la historia de aquella manera. Hace unos años estuvo a punto de reeditarse en papel y en internet, pero no fructificó la idea.


Firmé el texto con el nombre de Enrique Alcina BIS, apodo que me pusieron en el colegio. Había dos enriques en la clase y no encontraron otra manera de llamarme. Años más tarde publiqué otra pamplina surrealista, titulada Señora Rayos X, bajo la influencia de Like a Rolling Stone de Bob Dylan, ya en Bachillerato, con el pseudónimo de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde. No se entendía un carajo, me las daba de escritor, moría por el Blonde on Blonde de Dylan y emulaba malamente la manera del judío errante de dibujar imágenes crípticas a modo de escritura automática. Ya en la Universidad, me alisté a un grupo de poesía con parecida intención de mostrar rollazos dylanescos con detalles de canciones pop, pues no era capaz de acercarme ni por asomo a mis ídolos de entonces y de ahora, Federico García Lorca y Juan Marsé.


Cuando vivía en Cádiz solía agenciarme ese tipo de revistas gracias al mecenazgo de mi padre, gran melómano, que me inculcó el amor por la música de todas las hechuras, la literatura hispanoamericana, las biografías, el fútbol y la prensa diaria. Amén de Disco Exprés, que se editaba en Pamplona y Barcelona, leía con pasión Vibraciones, que era una publicación mensual a todo color, a veces Popular 1, que era aún más rockera, y a veces Star, El Viejo Topo, Ajoblanco y otras cabeceras que no sólo trabajaban la crítica musical. Luego llegó Sal Común, una revista extraordinaria que simulaba la célebre Rolling Stone americana, y a caballo de los años setenta y ochenta conseguía algunos números de la inglesa Melody Maker, en la efervescente época del punk rock. Mi cabeza estaba llena de rock, folk, country, punk, nueva ola, rock andaluz, sinfónicos, rock duro, sin prejuicios. Todavía no me había marchado a estudiar Periodismo a Madrid.

Un libro reciente, Todo es Posible, sintetiza con brillantes y profusión la etapa de revistas contraculturales, en el período comprendido entre 1968 y 1983. Una virguería de libro muy aconsejable que particularmente se queda corto en su intento de abarcar una inmensa colección de revistas que afloraron antes y durante la transición.   
Es curioso. Comencé a escribir en los márgenes del periodismo y vuelvo a hacerlo de otra guisa, en diferentes formatos, pero con la misma vocación y sin pretensiones. Atrás quedaron los trabajos en la prensa diaria, los espacios en internet, los libros, las corresponsalías, la especialización cultural, deportiva o de información general. Vuelvo a mis orígenes. De haber existido internet a finales de los años setenta, me habría embarcado en numerosos proyectos como los blogs, contracultura del siglo XXI, cultura a la contra. ¡Contra, la cultura! Hoy, tal vez, la cultura interesa menos que nunca a los medios de comunicación, así que se siente uno mejor al lado del camino, on the road again. Sálvese quien pueda.  

domingo, 13 de julio de 2025

Sin conversación

 


Esta mañana la playa parecía Brighton. Nunca he estado en Brighton, la playa donde se atizaron los rockers y los mods con la hegemonía del olvido adolescente en juego, pero esta mañana la playa vestía a la gente de colores pálidos y arrastraba espuma blanca en la cresta de la ola, las parejas caminaban solas por la pasarela de madera y la estampa de este exilio interior me ofrecía mi nublada infancia a un lado y las guerras por venir al otro, la nostalgia de futuro a la izquierda, la silueta de Cádiz con sus torres que ya no vigilan apenas nada, sus catedrales de desidia, las grúas del esplendoroso pasado industrial, los puentes de ida y vuelta y los tópicos invasores, los talleres grasientos donde dormían de estrangis los sueños de los chavales llegados de los pueblos, los elevados edificios que se cargaron la estampa, los cromos, los calendarios dinámicos, y las canciones de Roberto Carlos. A la derecha, las vidas truncadas y las plegarias de las madres abandonadas.

Sin conversación. Nos han dejado sin conversación. La gente habla por la vereda, unos con auriculares y otros a viva voz, pero en verdad casi nadie se pone en el lugar del otro, ni siquiera juega a ser otra persona en un momento dado, sino que deja escapar lo que aún no ha sido arrebatado, qué lástima de criaturas, pensarán los perros que sacan a pasear las penalidades de sus dueños para que se sientan solos al aire libre del albedrío del teatro de la anestesia en do mayor. Los niños, en cambio, parecen felices. ¿En qué bando alistarán a los niños de mañana cuando estalle este desatino por los cuatro costados? ¿Se harán los encontradizos sus sueños de libertad?

Te cruzas con ciertos amigos desconocidos por las pasarelas del amor propio y unos te dicen que están ocupados, otros escuchan mensajes de audio como cosacos, otros se hacen los locos y el menda disfruta con el caos ordenado del atareado y ensimismado personal.

En el supermercado de junto, sin embargo, un usuario del centro de día de salud mental, un esquizofrénico recién llegado a la ciudad, sobresale sobremanera en medio del mundanal hastío con su particular manera de entender el mundo: un día sí y otro también ordena y desordena los productos en las estanterías, no cesa de colocar y descolocar los paquetes de café, los envoltorios de galletas, las bolsas llenas de aire y papafritas, las botellas de agua, y a mí se me ocurre llamarle el ordenador personal del verano.  

Con franqueza, ahora que se acerca la ultraderecha a todos los rincones de poder de la piel de toro, barruntamos que los poetas del turno de noche y los funcionarios del silencio cómplice volverán a figurar en la secta del mar de los luchadores, pero creo que será tarde. 

Produce un poco de asco y medio el espectáculo mediático. Unos defienden a los suyos y otros atacan al adversario. Sin conversación. Sin pruebas. A muerte. Ustedes seguir así.

La última canción de Ed Sheeran abunda en la inmensa tristeza que le produjo al músico colorín encontrar su viejo teléfono en un cajón, allá donde pierde el rumbo la nostalgia de futuro. El siniestro dispositivo le recordó errores inmensos, nombres de familiares desaparecidos en la bruma, conversaciones con amigos y parejas, mensajes de personas muertas, compadres perdidos, compañeros en el limbo y familias fracturadas por el tiempo, la codicia y la incomprensión. La distancia. Los padres ultrajados, las residencias de ajustes de cuentas, los verdugos disfrazados de víctimas, los ladrones de recuerdos, los restos de los naufragios vendidos al peor postor, las mentiras gruesas y las pinturas imbatibles, el sonido de la calle y la vulneración de los códigos de honor, las herencias sin fortuna, los años sin perdón, los enemigos en casa y las fotos sin corazón. La canción pone los vellos de punta. El mundo se ha quedado sin conversación. Pero en las escaleras que conducen a esta playa suben y bajan las esperanzas que nadie podrá borrar, las cosas que no tienen precio, las charlas que aún tenemos pendientes.

Fueraparte de estos elementos sueltos de desazón, basta con afinar el oído por las calles de Cádiz o sentarse en un banco de alguna de sus plazas públicas para reconciliarse con el ser humano aún no adocenado por la ansiedad del rollazo mediático o la asquerosa estructura socioeconómica del enfermo planeta. Los más veteranos de la conversación global gaditana escriben las mejores páginas del día. Un señor mayor perfectamente vestido de dandy de la Caleta relata a su sobrino, en el corazón del Palillero, la aventura que vivió en un centro de salud, y ella me dijo, y yo le dije, y ella me dijo, y yo le dije, nos están llevando a la ruina, destrozando la sanidad pública, pero yo no me rindo, me duele la espalda, a mi mujer le ronea el motor de los pulmones, a los dos nos cuesta una barbaridad salir a la calle con la sonrisa puesta, pero el lunes vuelvo al ambulatorio, a echar cohone. Y su interlocutor contesta a cada torrente de expresiones con una frase: Qué bastinazo. Y la vida sigue, y en la playa de Brighton aparece Sting to maqueado, Quadrophenia a la caída de la tarde, y los rockers se lían a piñas con los mods, suena una copla salida del alma y nunca el tiempo es perdido.  


          


jueves, 10 de julio de 2025

El penúltimo concierto de Freddy Mercury: Queen en Marbella, verano del 86

 


Histriónico, algo cansado, pero carismático y pinturero se mostró Freddy Mercury el 5 de agosto de 1986 en Marbella. El menda lerenda asistió al penúltimo concierto de la formación original de Queen, y al día siguiente escribió una extensa crónica. Queen llenó a rebosar el estadio municipal de la localidad malagueña. Las 26.000 personas que apoquinaron 2.500 pesetas por el ticket sellaron una recaudación total de 65 millones de pesetas, 38 millones de beneficio. La nefasta organización del festival, alertada por la alta tensión que se vivió a las afueras del recinto, impidió que la gente sin entrada se colase por la cara, a las bravas, a pique de un repique, y lo hizo de aquella manera: cerraron todos los accesos con enormes candados, todos menos uno, destinado a la salida del público. La Policía evitó un desastre cortando con tenazas los candados. Una cosa tremenda. Ya metidos en harina, los matones de la organización no se anduvieron con chiquitas en las inmediaciones del escenario y llegaron a retirar amablemente a los fotógrafos acreditados, tras la segunda canción, esgrimiendo enormes barras de hierro. Herederos cutres de los angelitos del infierno, sin duda. 

   Mercury sólo volvió a cantar con Queen cuatro días después, el 9 de agosto, en el festival de Knebworth, rubricando así los rumores de separación de la banda. Uniformado con casaca y pantalones blancos, Freddy estuvo inmenso, aun cuando sufrió diversos problemas de sonido y cantó tal vez en un tono más bajo, lo cual no restó brillantez al concierto, ante una muchedumbre rendida de antemano. Muchos ingleses, en especial llegados de Gibraltar. El concierto completo, 108 minutos de rock and roll, se puede escuchar completo en YouTube. 

    A las tantas de la mañana, la banda británica celebró un festín por todo lo alto en la discoteca marbellí Jimmy's, que fue cerrada para tal ocasión a cambio de un millón de pesetas, según publicó la prensa local. La crónica de este plumilla, que se hizo eco de las luces y sombras del concierto, integrado en la gira de promoción del disco "A kind of magic", que no se distinguió precisamente por ser uno de los mejores trabajos de la carrera de Queen, en el suplemento de televisión y variedad del viejo rotativo gaditano.

   Al verano siguiente, el mismo estadio de Marbella acogió otros recitales multitudinarios como los de Genesis, ya sin Peter Gabriel, obviamente, y Tina Turner. Genesis inició en la Costa del Sol su gira europea del 87, por cierto, y ofreció una nutrida rueda de prensa en un conocido hotel. Algún reconocido periodista de cuyo nombre no quiero acordarme provocó al grupo. Primero preguntó por qué inauguraban el tour en un lugar tan tercermundista y luego ironizó sobre el aspecto físico de Phil Collins. "Eso me lo dice usted en la calle", retó Collins al impertinente crítico. En esos tiempos los que escribíamos de música nos creíamos muy listos. La realidad, a la postre, nos bajó los humos.


miércoles, 9 de julio de 2025

Corresponsal en el Fin del Mundo: De odios y salvaciones

 


Javier Tisera

Buenos Aires


No conviene aseverar que un dolor o una alegría pueden ser definitivos, el siglo XXI no ha finalizado su serenata.  Lo que hoy aparenta ser insoportable, pasado mañana puede ser recordado con un "no estábamos tan mal". 

El relativismo no es exclusivo de las ciencias sino que también es inherente y exclusivo de la condición humana.

Lo que si hoy, por miles de ejemplos y demostraciones, es que la sociedad argentina está fragmentada y dividida por el odio.

Cada facción o grupo, según sus intereses o simpatías pone la fecha de las grietas en distintos puntos de la historia reciente o del pasado. Y cuando las describen aparentan ser irreconciliables. Y esto que afirmo de la tierra en que me tocó nacer no sólo es obvio sino que estamos mal acostumbrados (palabra nefasta en las ciencias sociales).


Pero el sumun y el cenit de los odios se desata por motivos impensados; que parecerían ridículos en cualquier otra geografía y en este tiempo.

Durante dos semanas los medios y el periodismo argentino estuvieron sentenciando una película, parece de ciencia ficción. Y precisamente, fue de este género la producción cinematográfica: El Eternauta (Netflix) protagonizada por Ricardo Darín y dirigida por Federico Jusid.

Para el poder mediático de hoy, los que antes eran antiperonistas (Darin y Jusid); después del estreno de Eternauta son denostados  por peronistas. Y esto es únicamente un ejemplo del momento. Por más de siete décadas la grieta ha sido irreconciliable.



Hoy, que es el día de la independencia en Argentina, lo más saludable es no dar opiniones en el almuerzo familiar, porque al menor atisbo de comentario, aparecen los partidarios de los borbones pidiendo crímenes de lesa humanidad y los visigodos reclamando la Patagonia.





Blanqueo show, vuelve el ladrillazo

 


El agua no sale tibia, sale peroné. Transpirando como yeguas. Con la música a tope. Vuelve el ladrillazo: hoteles de lujo, promociones de apartamentos y bungalós, obras de ampliación con menos papeles que una liebre en suelo rústico. Blanqueo show in the summer, relaxing cup of coffee, como dijo la madrina de la especulación y los contratos basura. El fútbol a cámara lenta es una estafa inmobiliaria.

 El otro día pillaron a un capo de la mafia en Villa Narco, urbanización de tapadillo sita en la costa oeste californiana de El Puerto. La noticia, a simple vista, no se aloja en el contexto que todos barruntamos, parece un suelto sin importancia. No nombran el nombre del detenido, ni por supuesto lo vinculan a su amo y señor de alto copete, pero la cosa tiene mandanga, vuelve el ladrillazo con todos sus avíos justo cuando Vox quiere echar de Espagna a ocho millones de obreros de la construcción con menos conejos que un papel de estraza, precisamente cuando los narcos de postín necesitan personas para el servicio en sus mansiones y picoletos que miren para otro lado. Alguien voló sobre el nido de la UCO, alguien voló sobre el cuco Del Nido, alguien maneja los drones del catastro y los aviones de primera generación que los americanos ponen en forma aquí al lado, en la Base de Rota. Si P. Sánchez no conoció el presunto mangoneo de sus secretarios de desorganización,¿cómo va a saber lo que se cuece en la Base de Rota? Otan no, besos fuera.

Drones no, pero ladrones, a manojitos, oiga. Y cultura, poca. La cultura de hoy pertenece al sector de ocio, entretenimiento, gastronomía, experiencias de usar y tirar. Aún recuerdo cuando un listo del viejo rotativo decidió eliminar la sección de cultura para integrarla en la agenda de actos, el horóscopo, la farándula, la tele y demás zarandajas.

Los de Vox lo único que buscan es notoriedad y un quince por ciento. El trabajo sucio se lo dejan a otros, encabezados por el gallego miserable. Ahora utilizan a tres o cuarenta pseudoperiodistas en pseudomedios de comunicación, lo cual se antoja indignante y escandaloso para una parte del gremio de mercenarios de la información que lo están haciendo tan bien, también a favor de viento de sus patrocinadores pero con una pátina de romanticismo del viejo oficio que no se cree ni el Tato. Díganme si no son pseudoperiodistas los que únicamente dan caña al enemigo y se arrodillan ante el amigo. Lo mismo digo de esa exhibición de publicidad encubierta que emplean ahora los otroras diarios "serios", abandonados a la suerte de los clicks de internet y los vicios ocultos de las redes sociales. Por no hablar de los esquiroles de antaño, los que se vendieron a la patronal cuando había que luchar por el susodicho oficio horas antes del naufragio, hoy premiados por el vil parné y el cinismo en do mayor, oh, oh, el mundo al revés, a veces los progresistas lucen más intolerancia que sus antagonistas, pa' qué vamos a negarlo, y viceversa. Adalides de la educación pública que matriculan a sus hijos en los colegios más caros de la zona, denunciantes de las injusticias que enchufan a sus parientes en el negocio funcionarial  de cercanías, charlatanes de la lengua gadita que luego abusan de los anglicismos y del adjetivo brutal, qué rollazo, ío, la cultura, un rollaso, como ironizaban Tres Notas Musicales. 

Nada que ver, pero dicen que los canallas principales del planeta se disputan el premio Nobel de la Paz, el genocida y el psicópata colorao que dirige el cotarro. Una broma pesada si no fuera por los miles de niños, mujeres y hombres muertos en Palestina a cuenta de tamaños criminales. 

martes, 8 de julio de 2025

Urgencias públicas, prisas privadas

 


Festival de virus de ida y vuelta en el dispensario privado de salud. La cola llega hasta la calle. Hace un calor de demonios. Las moscas sin cita previa campan por sus respetos. Una señora mayor con cara de bolero suelta del tirón: "Luego hablan de la Seguridad Social. Vámonos pa' Urgencias, hija". La hija niega con la cabeza, no quiere perder la vez. Las pantallas del pintiparado centro de salud ruegan silencio a la la concurrencia. Silencio, dice. Silencio el Viernes Santo. La gente fuma en la puerta, parece que echarse un pitillo en la puerta de los hospitales da mucho postín. La señora mayor, que también tiene muchos humos, maldice su suerte de martes por la mañana y lo echa a cara o cruz, Asisa o Adeslas. Así gana el Madrid. 

Los informativos nunca critican las listas de espera en la sanidad privada, ni los recortes de servicios de paganini, ni la falta de personal en los centros concertados. Será porque los periódicos y las emisoras viven de la publicidad engañosa, de los fondos de inversión y de las prestigiosas firmas que nos roban el dinero y la salud a partes iguales.

La pantalla dice ahora que la psicóloga Menganita se acaba de suicidad en la consulta número 14, al fondo a la derecha. Yo le conté mi vida un par de veces, hace ya tiempo, y la verdad es que no me hizo mucho caso. Esa mujer estaba peor que yo. Por eso no me extraña que se haya pasado a la sanidad pública, ni que los usuarios del centro apenas se inmuten al leer la triste noticia de su inesperada marcha. Levantan la mirada de sus pantallas personalizadas un instante y sólo reaccionan cuando oyen su código de seguridad al compás de una máquina con voz de pito que desordena el caos como quien baila en la noche de San Juan. Sálvese quien pueda. Los impacientes entran con la tarjeta plastificada en la boca. "Malos días, ¿cómo se encuentra?"

Por mis partes, acudo a la consulta del urólogo con la próstata bastante hinchada de tantos telediarios, intoxicado con noticias en mal estado. Mi padre fue urólogo, uno de los mejores, y le tocó los huevos a medio Cádiz. Yo fui periodista, uno de los peores, y se los toqué a la otra mitad de Cádiz. Mi padre exhibía las piedras de riñón más gordas en enormes tubos transparentes, cuando la especialidad requería de más fuerza que maña tecnológica. Él era de Ciencias y yo de Letras, a él le gustaba Frank Sinatra y a mí Bob Dylan. Fuimos juntos dos veces a ver a Miles Davis, maestro de la trompeta de jazz, el bebop sincopado, los silencios y las urgencias. Siempre nos quedará Urgencias, uno de los pocos lugares de este puto país donde prima la igualdad, o la desigualdad por igual, no estoy seguro. Allá donde se cruzan los caminos de las familias de vendedores de chatarra con su patulea de churumbeles recién resfriados, la duquesa en bata con la sonrisa de medio lao, el chulo de playa en condiciones lamentables, el personal sanitario de gran categoría, la medicina de verdad, el cuñado cabrón, la hermana quisquillosa, los heridos leves, la gente grave y la prisa esdrújula. Pura sociología de domingo por la tarde a la vuelta de la playa. Urgencias sin prisas.  El futuro, en lista de espera.  Queda usted privatizado. 


Estibadores con gancho


 Un capítulo completo de mi libro "La vida en toneladas", historias del muelle de Cádiz, que escribí en 2012.

Treinta y siete años a régimen del mar. Desde los 19, Paco Parra ha vivido en carne propia la evolución de la estiba, pasando de la Organización de Trabajos Portuarios a la Sociedad de Estibadores de Cádiz, del cien por cien estatal al actual sistema de gestión compartida, a los intentos de privatización, al más vale pájaro en mano y a los gajes del oficio. Paco presidió el comité de empresa de la Autoridad Portuaria, así que conoce ambas bandas y habla en primera persona de puerto plural. Curiosamente, empresarios y obreros hablan parecido lenguaje, la lengua del mar, con escasas diferencias, si acaso formales.
Cuando Paco se estrenó como estibador, la plantilla se dividía en carga general y pesca, entre la dársena del muelle y la lonja pesquera. El mundo parecía más pequeño, aunque también más redondo. Paco tuvo en sus manos la diversidad, cargó fardos de tabaco, café, garbanzos ... "Aún no funcionaba la Cabezuela, sólo existían la Zona Franca y el muelle de Cádiz". Café de Colombia y Brasil, años antes de la era del contenedor y las grúas de metros. Juan posa su memoria en el suelo y la eleva hasta el infinito, dependiendo de la carga.
Azúcar moreno de Cuba, garbanzos mexicanos. Toda la mercancía a granel, oculta bajo lonas a la vista. Mucha necesidad en Cádiz. "Se ganaba una miseria, abundaba el trapicheo, había que buscarse la vida y el puerto era el lugar adecuado. Antes del 74, mi padre y otros estibadores me contaron que se descargaba de otra manera. Salían de los barcos con el carbón clavado en la cabeza, cargaban sacos de trigo de cincuenta kilos, era una época de trabajo puramente físico, a veces a expensas de temperaturas extremas, de hasta veinte grados bajo cero.
En los años ochenta, con la llegada de las flotas japonesa y rusa de congeladores "tenías que buscarte la ropa para trabajar, no había nada de equipamiento de seguridad, ni protección, ni nada. Si acaso, tres pantalones y un chaquetón". Con la calor, el estibador pasaba el verano casi en calzoncillos, sudando a chorros cuarenta grados de justicia y de azúcar refinada blanca. No olvidemos que antes de las grúas, de las rotondas, de los teléfonos móviles, el internet y la play station, la carga se transportaba en mulas de carga, nunca mejor dicho, en sus correspondientes carros. "Ahora la mercancía va de puerta a puerta. Antes trabajaban 1.200 personas en la carga y la pesca, en el muelle de Cádiz. Ahora no llegan a 50 los trabajadores de la estiba". Media un abismo entre ambas generaciones. Circunstancias tan opuestas como las vividas por los puertos de Cádiz y Algeciras en las últimas décadas. "Ahora ocurre a la inversa: Algeciras necesita la mano de 1.500 trabajadores y aquí, 50. Las grandes compañías se marcharon a Algeciras".
La plantilla del muelle se componía de capataces (generales y de operaciones), apuntadores o controladores, y trabajadores de estiba, tierra y arrumbadores. "Venían barcos con docenas de sacos de café casi a diario, así que acudíamos al nombramiento con la seguridad de que habría trabajo. Si el buque traía cuatro bodegas, se necesitarían cuatro manos o equipos de trabajo. La mayoría de los barcos eran de puntales o llevaban su propia grúa. Rápidamente corría la voz. Oye, que mañana Pérez y Cía tira un barco de café y va a trabajar con tres manos ..." Había que nombrar capataces, controladores y hasta un amantero, el que hace señas a la grúa, ojo avizor, el tipo más despierto del muelle. Ah, ocho estibadores para la bodega, que estén sanos y robustos. Y nada de cachondeíto ...
En tierra, la gente que correspondía a la mercancía en cuestión. Todos los días lo mismo. Todos los días diferentes. Mundos paralelos, comercio transoceánico, faena dura y especializada, con cuerdas de nylon. Ocho horas a destajo, de ocho a doce y de dos a seis de la tarde. "Y sueldos muy bajos, la gente no quería ver el muelle ni en pintura. Era quizá uno de los trabajos más penosos en Cádiz", rubrica Paco, que recuerda los años gloriosos de Astilleros y otras factorías gaditanas. "El muelle era el último recurso. Hoy es un trabajo goloso", sentencia.
Observen la imagen. Paco la relata como si la hubiera vivido, claro. Muelle de la Zona Franca. Sacos de excelente café colombiano de ochenta kilos de peso, gran remontada a las espaldas de los nombrados, los elegidos. Las furgonetas de descarga estacionaban a la vera del bar Lucero, centro de operaciones urbano, en la misma esquinita del viento, junto a la calle Plocia, a escasos siglos de historia de la plaza de San Juan de Dios, la puerta del mar. Si había suerte y se pillaba una descarga de diez días, negocio asegurado en el Lucero. Negocios en la Bella Sirena, en La Primera de Cádiz, la Cepa Gallega, los tugurios de buena muerte, las cantinas, el reposo del guerrero y la guerra diaria del estibador. El célebre autor Pedro Romero inmortalizó en el Carnaval de 1987 la labor de los estibadores con la comparsa "Con gancho", que obtuvo el segundo premio en el concurso del teatro Falla. Paco se sabe el repertorio completo, canturrea parte del popurrí. "Con gancho nos llegó al corazón". "Portuario, compañero, compañero, en la Bella Sirena te espero ..."
Carnavaleros portuarios los hubo y los habrá, como Pepito Martínez, el guitarra y padre de Antonio Martínez Ares; Emilio Prats; Manolo Castellón, en cuartetos; Paco Scapachini o el Habichuela. Y no conviene obviar los escarceos de grandes figuras del Carnaval por el mundo marítimo, hasta el cuarteto que el Masa sacó, para buscarse literalmente la vida, en la regata del 2000, en su peculiar papel de novia del mar. También la Semana Santa, cómo no, ha atraído a los portuarios, como no podía ser de otra manera, grandes cargadores gaditanos.
Para cerrar el círculo o culminar la trilogía gadita, Paco recuerda sus tiempos de futbolista: jugó de central, pero sufrió una lesión de clavícula en el Balón de Cádiz.
Menos carga, más toneladas. Sintomática ecuación de los tiempos de cambio. Cambiaron los barcos, creció la ambición del mundo, más medios mecánicos, menos medios humanos. Se produjo la transformación del trabajo manual, se perdieron muchos trabajos de tierra, adiós a los arrumbadores. La estiba acogió a éstos en su seno. Y viceversa. En los años noventa, el personal supera los cursos de formación al tiempo que las grúas convencionales dan paso a la electricidad, la Junta del Puerto por la Autoridad Portuaria. Los gruístas pasaron a la estiba con otra vuelta de tuerca a las leyes.
El atentado de las Torres Gemelas sorprendió a Paco Parra descargando mercancía de un barco en la Base Naval de Rota. A partir de ahí se produjeron más cambios en materia tecnológica, se reforzaron las medidas de seguridad, huyó el mundo hacia adelante, hacia el nuevo siglo. Llegó el imperio de las grúas móviles de enorme tonelajes, que adornan el Bajo de la Cabezuela, las cucharas o almejas de cuarenta toneladas. Lo que hace años representaban veinte días de carga y descarga, hoy se resume en tres días de trabajo. Menos materias primas, más cemento. "Los barcos ganan dinero navegando".
"No veo a las nuevas generaciones de hoy en día echándose 500 sacos de café a la espalda. Tengo una hernia discal, aunque el deporte me ha servido de mucho en mi vida, para mantenerme bien, pero otros compañeros han sufrido enfermedades severas, producto del duro trabajo. Además, agrega Paco, los trabajadores portuarios siempre hemos estado expuestos a enfermedades cancerígenas". Amianto como telón de fondo. "Yo lo toqué poco, pero trabajábamos sin protección, el polvo del trigo, por ejemplo, causó estragos. Sufrimos un índice de mortalidad en torno a los cincuenta años, como los mineros".
Paco recuerda olores y estigmas con sabor a tabaco, barcos sin las mínimas condiciones higiénicas, mucho azufre, chatarra, el maldito amianto. A partir del 95, con la homologación de medidas de seguridad e higiene, cambió todo. Una vez más.
La irrupción de los buques rorro, la vorágine de contenedores, el complemento del Bajo de la Cabezuela para grandes tonelajes, el brusco giro del destino conduce a otros caminos. A Paco le tocó cargar molinos eólicos, teniendo que marinear hasta sesenta metros de altura; le tocó un tiempo loco. "Antes íbamos a cargar, y ahora a descargar". Antes golpes de riñón y ahora, cómodas operaciones a bordo de grúas móviles.
Cual marineros en tierra, los estibadores viven otros mundos, en regímenes de seguridades sociales de la mar, envueltos en historias ciertas e inciertas, como en la célebre película La Ley del Silencio, donde Marlon Brando se rebela tras la muerte de varios estibadores en huelga. En blanco y negro.
Paco ejerció también de aguador, a los diecisiete años, en Dávila. "Iba a la calle Villalobos y compraba veinte cántaros. Eran tiempos muy duros. Solían nombrar aguadores a gente con enfermedades físicas. Ya de chico, mi tío me llamaba para que arrimase herramientas y agua". En aquellos tiempos, se fumaba en el trabajo. Se fumaba en todas partes. El tabaco en hojas se vendía barato, así como la ropa usada o los cotizados vaqueros. El trato era más cercano, más familiar. "Acompañábamos a veces al capitán a su camarote para recoger un obsequio de Fidel Castro para el Rey Juan Carlos, una caja de puros pertegaz, una caja de madera lacrada. Siempre cuadraba algún gesto generoso y alguien lograba un cartón de tabaco o algo.
Entre el correo de ultramar había mantas de gran calidad, chaquetones punteros. Corría la voz en San Juan de Dios. Con el café ocurría lo mismo. Muchas familias gaditanas saboreaban el café de primera, no veas el olor a café tostado que desprendían algunos bajos de las casas de los portuarios, tostando café de grano verde, a quinientas pesetas el kilo ...
Los cubanos decían que Cádiz era clavadito a La Habana. El tabaco cubano daba trabajo para una semana, y el barco del arroz jugaba con lo inesperado. "Soy portuario y vivo de cara al mar, que es mi cruz y mi calvario", cantaba la comparsa Con Gancho mientras alguien llenaba los búcaros de cubatas o de Valdepeñas. Con las moscas de caballo. Un día, un americano orondo, de unos doscientos kilos de peso, quiso montar en coche de caballos. Uno de los caballos estaba canijo, "medio listo", pero el yanqui insistía: "Yo querer ver Cádiz". Cien mil pesetas le vino a costar la broma, merced a la picaresca, como aquel que pidió ir al puerto y cruzó la Bahía.
El "cajerío" era de categoría Una tarde, un equipo de estibadores asombró a un capitán al presentarse con los zapatos relucientes, como nuevos. Como que eran nuevos, los habían cambiado por los "tenis viejos". Gente de estraperlo, gente de importación. Trueques urgentes a cambio de grandes peonás. Por no hablar de las líneas que enlazaban Cádiz con Ceuta y Melilla. Algunos barcos venían ya "robados" por su tripulación, el mangoneo por bajini entraba ya en los cálculos de las compañías, así como el cambalache en los puertos.
A veces, los estibadores se ponían los guantes y jugaban al béisbol con los chinos, como los antiguos gaditanos que bautizaron el fútbol en la Bahía disputando amistosos con los tripulantes ingleses, hace un centenar de años. "Los americanos siempre han dado mucha vida. No nos faltaba de ná. Nos regalaban pollos, ternera, mantequilla y alimentos que aquí escaseaban, y nos convidaban a tomar café. Al tiempo, el vino, el aceite y el corcho de los Alcornocales viajaba a América y así hasta el infinito. Muchas costumbres y hechos culturales han cruzado el charco de manera natural, impregnándose en cada puerto. "Ahora la mercancía ni siquiera se ve", y todo parece menos humanizado.
Ahí viene un barco moro entrando por la bocana del muelle, pero al revirar coge escora y parece que se va a tumbar, cuidado, hasta que se endereza. En casa suena el teléfono. Es el capataz. Hay un camión tumbado en las bodegas del barco. Con langostinos, gambas, cigalas, veinte toneladas de marisco. Ni Romerijo, oiga. Hay que llamar a gente externa, falta personal. Que venga el inspector de Sanidad. Que dice el inspector que hay que tirar la carga, que no aguantará. Mira, que pasa esto. Yo le explico el tema. Aquí no se tira ná. "Nos tiramos un año comiendo gambas".
Un barco cargado de gluten, de bandera británica, alerta al personal en la Zona Franca. No trae a dos polizones cualquiera, trae a dos prostitutas con hechuras de modelo que dan mucho de qué hablar. No vamos a reproducir lo que pudo ocurrir y jamás sucedió. Alguien las subió a última hora y quedaron bajo custodia del capitán. Era verano. Las chicas vivieron en Cádiz unas vacaciones a sus anchas. Los gruístas alucinaban en colores cuando ellas tomaban el sol en pelotas. Mete la cuchara en la bodega, arría, arría, sigue arriando ...

domingo, 6 de julio de 2025

Un verano literal


 Llegó la familia Ruido. El domingo, a las ocho de la mañana, la Black & Decker se toma la revancha en los pisos turísticos y el cortacésped hace amigos en los "chaleres" de la costa oeste californiana de El Puerto. No les digas na que se mosquean y acuden a los tribunales por un "me cago en tus muerto" a destiempo.

 Domingo, a las ocho y media de la mañana, adagio cantábile, empezó la temporada alta por todo lo bajo. Tengo la próstata grande y la esperanza escuálida, los expertos se preguntan si estamos preparados para el turismo, primeros cortes de luz intermitentes, la familia Ruido reza una plegaria por sus quince días de escándalo en do mayor y el tren de cercanías se llena de chavales disfrazados de raperos chungaletas camino del botellón portuense, turismo de borrachera, hemos pasado de la ciudad de los cien palacios al Magaluf al Sur de nuestras entretelas, falta personal en el bar de abajo, la camarera de turno se vuelve turulata sirviendo desayunos a los recién llegados de la tierra de la libertad y uno aprende nociones de economía acelerada mirando de reojo el periódico del usuario de junto. El banco doble uve se quiere comer al banco no sé qué, opá, métele una opa al ricachón adversario del Ibex 30 y pico. El Gobierno pone pegas, dicta normas alternativas, echa cohone, aparentemente, pero el banco doble uve, accionista de ese grupo maqueón con tanta prisa, se lo pasa por el arco del triunfo y sigue adelante, hasta que la señora pitiminí, la hija que se hizo con el botín cuando falleció la ambición de la familia Ruido se marca una jugada perfecta y compra las voluntades del banco no sé qué, no sé muy bien para qué porque no entiendo mucho de economía pero voy aprendiendo poco a poco morsegando las noticias que muestran los móviles de los vecinos de desayuno. 

"Irse al carajo", se despide un lugareño enfadado porque no le han atendido a tiempo, mientras el deseo se arremolina precisamente a la vera de un cajero automático patrocinado por la hija del Motín y uno de los últimos de la fila me pregunta: "¿Está usted aquí?", y yo le respondo: "No. Bueno, sí, estoy aquí, pero no estoy aquí. A mí que me registren". Literal.

 El nota se mosquea un poco, pero a mí me hace gracia este verano literal, y por demás criminal, y de improviso embarco la pelota y respondo con segundas a Lorena, que me pregunta con guasa: "¿A que nos sabes con quién me encontré ayer?". ¿Cómo voy a saberlo? ¿Qué? ¿Bien, no? Y la vida sigue como si nada. Nos quedamos más tranquilos, y suspiramos por un futuro de categoría, cuando vemos la foto del amiguito del narco y sus dos ex enemigos en la cumbre de la mentira, los recortes y el peligro. Eme Punto Rajoy farfulla que en sus tiempos se luchaba un montón contra la corrupción, jajaja, y ahora me acuerdo de las castas del vecino de la cortadora de césped, todos llevamos un José María Aznar dentro, un yonqui del dinero, un asesino en serie, un ruidoso compulsivo, un tocapelotas profesional. Tengo la próstata grande.  



viernes, 4 de julio de 2025

Pájaros en celo

 


Los pájaros en celo, obsesionados con el poder de atracción de los espejos, chocan una y otra vez contra el ego del mundo, creyendo encontrar a sus compañeros y/o rivales en el traqueteo constante de la maquinaria pesada del reflejo de su propia estampa. la crueldad del instante preciso y las ráfagas de luz. Engorilados, encantados de conocerse dentro de su mismo mecanismo, y de aplicarse el correspondiente dolor a base de insistencia y pura violencia física y verbal, apenas se reconocen en el intento, como los presuntos culpables cuando escuchan las atrocidades en boca de otros. Locos por lo que viene siendo un apareamiento en condiciones, el reconocimiento ajeno, la fama y el dinero, los pollos piones buscan entonces pelea, manipulan sus fotos en los caralibros y al no obtener respuestas, más bien indiferencia, caen de nuevo en picado y siguen dándose de chocazos contra la puta realidad en las ventanas del salón mientras Lorena, que se ha levantado, como cada día laborable, a las 5,40, hace gárgaras en el cuartobaño y uno mezcla el acostumbrado sonido con el vuelo de los bombarderos yanquis recién despegados de la vecina Base de Rota, camino de alguna guerra rentable, y el gorgoteo de la cafetera al compás de las peores noticias de la jornada. Buenos días, amigos, bienvenidos a la tercera o cuarta guerra mundial, levante la vista del teléfono, que se va a chocar contra los espejos retrovisores. Nos acaban de confirmar que el big bang no hizo ruido, nos dieron coba, como hacen ahora los expertos aprovechando la falta de certezas, los nutricionistas, charlatanes, farsantes y mercenarios que hacen caja a costa nuestra en esta cosa nostra.

Hilario Camacho, el hipersensible cantautor que supo sacar partido a la tristeza, cantaba que "el peso del mundo es amor", una versión muy particular del poema de Allen Ginsberg, electrizante barbudo de la generación beat. "Debajo de la carga de la soledad, debajo de la carga de la insatisfacción, el peso del mundo es amor". Hilario cambió carga por caos, como está mandado, e incluyó la pieza en su segundo disco, publicado en 1975.

Tantos años después, el peso del mundo es ego, un descomunal ego que nos ha convertidos en muñecos de feria amarrados a la puerta del baile, enamorados de la moda juvenil, hipocondríacos perdidos, celosos del más allá, tontos del culo, pájaros en celo presos del yo-yo, very idiotas people. Los psicólogos de medio mundo estudian el comportamiento de las aves que mueren contra los espejos, víctimas de su propio ego, y la actitud suicida de los humanos, capaces de votar a lo largo y ancho del planeta a semejantes psicópatas.

Al otro lado de la puerta se escucha a Lorena cantar "Eldorado era un champú", y yo le contesto: "El pecado una página web". La canción de Joaquín Sabina, Peces de Ciudad, se mira en el espejo de la maravillosa versión de Ana Belén. Nadie sabe cómo hemos llegado hasta aquí.

miércoles, 2 de julio de 2025

Corresponsal del Fin del Mundo: Asombrados y sin carabelas

Javier Tisera

Desde Buenos Aires


 Desde hace tres años a esta parte; influenzer españoles suben contenidos de Argentina a diferentes plataformas. Día por medio, los vemos sorprendidos por hábitos, tradiciones o costumbres singulares de nuestro país. Es como si, después de ganar el Mundial en Qatar en el 2022, descubrieran que al sur del mundo; había un territorio y unos habitantes por descubrir.

El mate (infusión con yerba mate), los alfajores, una geografía de cuatro climas, kioscos (estancos) multirubro (desde cigarrillos a comida rápida) abiertos las 24 horas, helados gourmet y comidas a la parrilla (asado) son temáticas singulares y que se repiten.

Otros, más politizados e ideológicos, desde diferentes ángulos descubren las dictaduras, las masacres de los pueblos originarios, la nueva derecha con Milei y su ejército de trolls, la Guerra de Malvinas, el fenómeno peronista que nadie puede borrar y los gobiernos corruptos.


Esta mirada nueva de una joven España (incluidos vascos, gallegos y catalanes) se olvida de contextualizar que, todo lo que hoy los sorprende, son iniciativas e improntas de miles de españoles  e inmigrantes del mundo, que desembarcaron en los puertos del Cono Sur. 

En la Constitución de los argentinos, reformada por cada gobierno que asume desde 1893, su preámbulo nos dice que este instrumento político está destinado a reglar la vida de los ciudadanos argentinos “y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”. 



A partir del momento que se firmó la carta magna; llegaron hombres y mujeres de todo el orbe. El único requisito era el deseo, “querer” vivir en esta tierra inhóspita para los europeos.

Y algunos, por desearlo o por necesidad,  no sólo trajeron sus brazos para levantar un país; sino que en sus maletas y baúles, nos ofrendaron sus comidas, su cultura (en el amplio sentido del significado), sus dialectos que enriquecieron el castellano; y lo más valorado ; el alma de sus patrias.


Los inmigrantes, en su mayoría jóvenes expulsados por la pobreza y las guerras, encontraron en el fin del mundo un lugar donde para ser humanos no necesitaban ni pagar ni abjurar de sus identidades.
Esto que, parece un simple detalle edulcorado o romántico de unos liberales del siglo XIX, no está presente en los nuevos relatos digitales del siglo XXI. 
Sin embargo, se trató de una decisión política medular para poblar esta joven nación. Y nos atrevemos a decir que fue una iniciativa de vanguardia frente a los discursos racistas y expulsores de los patrones de la actualidad.
Estos nuevos comunicadores soslayan (por desconocimiento) que los muertos de Malvinas y de las dictaduras o de las guerrillas fueron nietos de españoles. Los que integraron los gabinetes de Perón o los que bombardearon la Plaza de Mayo en junio de 1955 fueron hijos de españoles y que hoy, los corruptos y neo liberales; son los biznietos de aquellos que llegaron al puerto de Buenos Aires.


Para entender y comprender a la Argentina hay que seguir el hilo de una historia en la que Europa es -en parte -el origen y el principio.
Muchos argentinos celebran verse todas las semanas en YouTube y ser redescubiertos por una parte del mundo. Siente, así lo dicen, como si empezaran a ocupar un espacio o una atención que nunca tuvieron de sus parientes lejanos. Porque, aunque este país parezca lleno de personalidad en la cancha de futbol, en su vida diaria todavía anda buscando aceptación y el beneplácito de los mandamás del  norte rico.
La Argentina es un barco que nos recuerda un arca bíblica, en la que viajan miles de especies y en la que se hablan miles de dialectos y que la proa apunta al sur, donde solamente desearon vivir los desahuciados de todas las tierras.