lunes, 14 de julio de 2025

Regreso al underground


 El Rollo Higiénico fue una publicación marginal que se publicó en Sevilla en la primavera de 1978. Duró un número. Nació muerta, pero hoy se considera precursora de la prensa contracultural andaluza e hispana, mira tú que cosa más linda. Me estrené en el primer y último número del Rollo Higiénico con una historia del rock and roll, un artículo extenso, que prometía segunda parte, elaborado a base de retazos tomados de las revistas que consumía entonces, y algún que otro libro especializado. No había cumplido siquiera los quince años. Logré subirme al carro del fanzine, cuando este tipo de revistas aún no se llamaban así, merced a un anuncio publicado en Disco Exprés, legendario diario musical semanal que compraba en la tienda Al Paso, abajo de casa, a la vera del edificio El Fénix de Cádiz, muy cerca de la plaza de San Juan de Dios. El editor y alma mater del Rollo Higiénico, José Luis Ibáñez, configuró un ejemplar maravilloso, plagado de música, cómic, poesía, teatro y cultura alternativa. Fracasó rotundamente, pues no se vendió apenas y no obtuvo el apoyo necesario, pero pasó a la historia de aquella manera. Hace unos años estuvo a punto de reeditarse en papel y en internet, pero no fructificó la idea.


Firmé el texto con el nombre de Enrique Alcina BIS, apodo que me pusieron en el colegio. Había dos enriques en la clase y no encontraron otra manera de llamarme. Años más tarde publiqué otra pamplina surrealista, titulada Señora Rayos X, bajo la influencia de Like a Rolling Stone de Bob Dylan, ya en Bachillerato, con el pseudónimo de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde. No se entendía un carajo, me las daba de escritor, moría por el Blonde on Blonde de Dylan y emulaba malamente la manera del judío errante de dibujar imágenes crípticas a modo de escritura automática. Ya en la Universidad, me alisté a un grupo de poesía con parecida intención de mostrar rollazos dylanescos con detalles de canciones pop, pues no era capaz de acercarme ni por asomo a mis ídolos de entonces y de ahora, Federico García Lorca y Juan Marsé.


Cuando vivía en Cádiz solía agenciarme ese tipo de revistas gracias al mecenazgo de mi padre, gran melómano, que me inculcó el amor por la música de todas las hechuras, la literatura hispanoamericana, las biografías, el fútbol y la prensa diaria. Amén de Disco Exprés, que se editaba en Pamplona y Barcelona, leía con pasión Vibraciones, que era una publicación mensual a todo color, a veces Popular 1, que era aún más rockera, y a veces Star, El Viejo Topo, Ajoblanco y otras cabeceras que no sólo trabajaban la crítica musical. Luego llegó Sal Común, una revista extraordinaria que simulaba la célebre Rolling Stone americana, y a caballo de los años setenta y ochenta conseguía algunos números de la inglesa Melody Maker, en la efervescente época del punk rock. Mi cabeza estaba llena de rock, folk, country, punk, nueva ola, rock andaluz, sinfónicos, rock duro, sin prejuicios. Todavía no me había marchado a estudiar Periodismo a Madrid.

Un libro reciente, Todo es Posible, sintetiza con brillantes y profusión la etapa de revistas contraculturales, en el período comprendido entre 1968 y 1983. Una virguería de libro muy aconsejable que particularmente se queda corto en su intento de abarcar una inmensa colección de revistas que afloraron antes y durante la transición.   
Es curioso. Comencé a escribir en los márgenes del periodismo y vuelvo a hacerlo de otra guisa, en diferentes formatos, pero con la misma vocación y sin pretensiones. Atrás quedaron los trabajos en la prensa diaria, los espacios en internet, los libros, las corresponsalías, la especialización cultural, deportiva o de información general. Vuelvo a mis orígenes. De haber existido internet a finales de los años setenta, me habría embarcado en numerosos proyectos como los blogs, contracultura del siglo XXI, cultura a la contra. ¡Contra, la cultura! Hoy, tal vez, la cultura interesa menos que nunca a los medios de comunicación, así que se siente uno mejor al lado del camino, on the road again. Sálvese quien pueda.  

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