Jorge Martínez sigue vivo. Increíble, pero cierto. El cantante y guitarrista asturiano, líder eterno de los Ilegales, el salvaje grupo de rocanrol que nació con la mal llamada movida pero jamás tuvo que ver con etiquetas, ni movimientos, ni banderas, ni falta que hizo, recopila sus obras completas en una morrocotuda caja de nueve discos, trece temas inéditos y un libro a modo de historia loca de una época volcánica. Treinta años de carrera de una banda casi proscrita que siempre caminó al filo del alambre en permanente pugna con lo convencional y adorada por miles de fans en España y Latinoamérica. Con un directo demoledor, una cultura musical tan amplia como rica, y el carisma y la arrogancia de Jorge, Ilegales vuelve a las andadas con lemas tan vigentes como "Tiempos nuevos, tiempos salvajes", "Europa ha muerto", "Soy un macarra, soy un hortera, voy a toda hostia por la carretera", "Agotados de esperar el fin", "Odio los pasodobles" o "La noche que mi padre me echó de casa". Históricos, problemáticos, anfetamínicos, osados, y extremadamente sensibles a la hora de mostrar su amor por el rocanrol de toda la vida, incluidas las baladas distorsionadas.
Días atrás, la nueva discográfica de Ilegales, PopUp, hizo justicia y entregó a Jorge Martínez el disco de diamante honorífico por superar el millón de ejemplares vendidos. El grupo se ganó tal distinción ya en los años ochenta, pero nadie tuvo narices de organizar un sarao en tributo al imprevisible, genial y altanero Martínez, quien por cierto ya montó un buen numerito en el hotel portuense Caballo Blanco cuando tocó en Puerto Real a mediados de los ochenta, espíritu del rocanrol con todas sus consecuencias, la bronca en do mayor, la libertad al pie de la letra.
Jorge Martínez se aprovecha ahora de las nuevas tecnologías y amén de crear su propia web y una televisión cibernética a su imagen y semejanza, reconvierte su talento en diferentes direcciones: lo mismo revitaliza la carrera de Ilegales, con la arriesgada edición de tamaña caja, que monta un grupo paralelo para rubricar su amor por las orquestas de baile, Jorge y Los Magníficos, puro carisma. Martínez, lenguaraz, silvestre pero también ávido coleccionista de gutarras eléctricas y profundo conocedor de los entresijos del instrumento, siempre supo construir a partir del caos, a lo bestia o con delicadeza, siempre sincero, nunca correcto, y ha dado en el clavo en algunas de sus etílicas profecías de los años ochenta. En los tiempos de la transición, Jorge caminaba en contramano, era capaz de pelearse a piñas con los Gabinete Caligari, de beberse un par de botellas de inspiración en la escena, de retar al destino incierto y salir airoso de todos los trances, ahí está el tío, con casi 55 tacos, al pie del cañón, con las botas puestas y un halo de misterio desde los tiempos del San Juan Evangelista, el Rock Ola y los locos locutores de la efe eme. Los bares conocen a Jorge, Jorge conoce el mal, no hay mal que por bien no venga envuelto en celofán con "126 canciones", pura historia del rock hispano. Y sin levantar el pie del acelerador.
Diciembre 09, Cultura, Diario de Cádiz
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