El cantautor uruguayo, que hoy presenta su nuevo álbum en el teatro Falla, confiesa su pasión por el Carnaval gaditano
Manos libres. Jorge Drexler, entrevista en movimiento, desde su coche, en una ciudad indeterminada. "Estoy deseando llegar a Cádiz, hace mucho tiempo que no canto allá", prologa el cantante uruguayo con su acento y ritmo característico, como si escribiese una canción urgente. "Lo recuerdo perfectamente, fue en la Central Lechera". Antes del eco del Óscar jolibudiense. "Por la noche fuimos al teatro Falla, a los Carnavales, y la sensación fue tremenda. Nunca he tocado en el Falla, será un concierto muy especial, pero conozco el concurso de agrupaciones, ahí comprobé que la relación entre Montevideo y Cádiz es gigantesca, para mí fue una de las epifanías más grandes y emocionantes de mi vida. Súbitamente entendí el fenómeno de ida y vuelta de ambos patrones culturales, y encontré tanta similitud entre coreografías, músicas, actitudes, que me causó una profunda impresión". Tanta, que Jorge Drexler habla por los codos y conduce la conversación hacia Cádiz, donde esta noche presenta su reciente álbum con todas las localidades agotadas desde hace semanas. "Amar la trama" y viceversa. No vayamos a chocar. "Tranquilo, voy con el manos libres".
"Con el paso del tiempo verifiqué los vínculos entre Cádiz y Montevideo, conocí el éxito de Araka la Kana, la visita de la murga uruguaya a Cádiz y el éxito de una comparsa con el mismo nombre; sí, la de Juan Carlos Aragón. Así que el Carnaval de Cádiz me pierde, me encanta, me vuelve loco desde que, años después, con mis amigos Kiko Veneno, Javier Ruibal y otros, pisé las calles de La Viña y disfruté con las chirigotas. Creo que fue el año de Los Enteraos, del Selu, ya sé que este año fueron de Los Que no se Enteran". Increíble, pero cierto. Drexler, cantautor puntero del mundo entero, maestro de la rima esdrújula, de los juegos de palabras y de la ironía otorrina, un enterao del Carnaval, un picaíto, un "jartible" de las coplas. No estamos locos, ni sabemos lo que tenemos.
"Estuve dos noches y aluciné. Me cautivó de tal manera que reservé hotel para este año, pero ya ves cómo llovió. El año que viene vuelvo sin falta. Lo que más me gusta del Carnaval son los días lunes y martes por la Viña. Qué manera de utilizar los verbos y de jugar con las palabras". Jorge Drexler habla de la picaresca, el surrealismo, la irreverencia y el disparate, aunque también apunta: "Lo que vi en la calle fue lo más sofisticado que he visto en todo el mundo. Con dos palos, sin amplificación, un grupo reducido de personas cantando a otro grupo de personas en una esquina. Todo hecho con amor y emoción, una cosa fascinante".
Drexler se informó a través del guitarrista Raúl Rodríguez, hijo de Martirio, sevillano erudito del Carnaval gaditano. "Me contó que los puertos de Cádiz y Sevilla saben mucho del cante flamenco de ida y vuelta". Y preguntado sobre la inminencia del 2012 y la cantidad de eventos vinculados con América que situarán a Cádiz en el mundo de habla hispana, vuelve a la carga. "Cuando volví a Uruguay conté mi experiencia en Cádiz y supe que la conexión de ambas fiestas está bastante estudiada desde que recalasen en Montevideo las voces de La Gaditana, a principios del siglo XX, que hicieron furor y abrieron paso a la fundación del Carnaval ríoplatense. Al año siguiente ya había varias murgas uruguayas por las calles".
Algo tendrá que ver en la conversión chirigotera de Drexler su colega Javier Ruibal, anfitrión cada año por las calles de La Viña. "Javier no sólo es mi amigo, sino uno de mis compositores favoritos, junto a Kiko Veneno, Serrat y Sabina. Ruibal posee una calidad inmensa y un nivel superior. Poca gente escribe como Javier. Me encantaría verle el viernes en Cádiz". En el coliseo gaditano, con motivo del Festival Manuel de Falla, organizado por el Ayuntamiento en clave hispanoamericana, con el Doce a la vuelta de la esquina.
A mitad de camino, Drexler acepta hablar de su obra. "Hablar de mí me aburre un poco, pero bueno", se deja querer e incluso se ruboriza un poco cuando escucha que muchos de sus admiradores le consideran un poeta de la palabra, el ritmo y las imágenes. "Me alegra, pero no sé muy bien qué decir. Es muy diferente escribir una letra de una canción que una poesía, pero me gustan las décimas, me gusta el soneto fuera del ámbito de la canción. Y creo en la musicalidad de la palabra, en el poder evocador y en la sonoridad de la palabra. ¿Palabras matemáticas? Más que matemática o racional, confío más en lo instintivo, en lo irracional, en la combinación de palabras, en las imágenes virtuales. Mi último disco juega con las palabras, lo mismo que ocurría con Sea". Uno de sus obras maestras, dicho sea de paso. "Fue un disco muy importante para mí, me agrada que lo sigan recordando. Ahora, tantos años después, hay que acoplar las canciones al repertorio de cada noche, y algunas se tienen que quedar fuera. Habré grabado unas 140 canciones en diez u once discos", calcula a ojo de buen cubero. "Más las canciones escritas para otros, más las versiones que me gusta hacer, al final integran el show una de cada diez canciones que quisiera. Me resulta complejísimo elaborar una lista de canciones, y más ahora que viajo con una banda de metales, muy expansiva y festiva, que aporta elegancia a los temas. Tuve que trabajar mucho para aprovechar el repertorio al máximo. Grabamos el disco en directo, todos a la vez, con la intención de mostrar las ventajas de la interacción humana", dice este médico, hijo de médico, hermano de médico, que en sus años mozos trabajó de salvavidas o de cantante de sinagoga y que a mediados de los años noventa vino a España por unos días y se quedó a vivir. Y a cantar.
La complicidad, según Drexler. El artista se muestra orgulloso del clima que recrea, el ambiente que originan sus recitales. "Estoy muy agradecido de lo que la gente trae. Primero, que vengan, que en esta época salgan de casa y paguen el dinero de una entrada. Y luego, que participen de lleno". Y recuerda con precisión su postrera visita a la provincia, un extraordinario concierto en Jerez, "en un lugar maravilloso, el Alcázar".
De improviso, sin mediar pregunta alguna, Drexler se acuerda de un estribillo carnavalesco y lo canta con desparpajo, malamente pero con gracia. Tararea algo así como "si miras en mi interior, te vas a llevar una sorpresa". Lo canta varias veces, marcando el territorio de acentos y exclamaciones. "¿Cómo se llamaban?", pregunta al plumilla, el mundo al revés, Drexler reconduce la entrevista. Manos libres. "Iban vestidos de damas de la corte de la Francia del siglo XVI, me parece recordar; eran poquitos pero muy buenos, cantaban una musiquita exquisita. Semana Cultura Versalles-Viña. No contento con ello, Jorge se refiere ahora a unos investigadores, espías morsegones que "otro año fueron extraterrestres". Me llevé sus discos a casa, y los sigo a través de internet, me río mucho en youtube gracias al Carnaval gaditano. ¡Los Guatifó, los Guatifó!", exclama excitado. Y en delirante bamboleo dialéctico, Drexler vuelve a cantar el estribillo de marras ... "te vas a llevar una sor-pre-sa", y ríe con ganas. Hasta que la aeronave frena en seco y el gachó advierte: "Estamos casi llegando al destino" "¿Alguna preguntita más?". Miles de cuestiones más. Tal vez una pregunta sobre don Víctor Espárrago, un gol de Fleurquin, otro de Forlán, algo sobre la violencia del dinero en este loco mundo, quizá un toque flamenco, un guiño al feo que le hicieron los del Óscar que él mismo contestó en escena, otra cosita sobre la visión del planeta, las verdades y los embustes de la wikipedia o la sonoridad del Falla. Se queda con "el espectacular sonido del Falla". "Seguramente cantaré alguna sin micro", vaticina. Seguramente, la gente se llevará más de una sorpresa.
Mayo 10, Cultura, Diario de Cádiz
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