Rebujito de vanidad

Feria del yo-yo. Vanidad arriba, vanidad abajo, escaparate del quiero y no puedo, pasarela de moda fugaz, feria de antigüedades al sur del sur. Nueve euracos por un platito de chocos. Siete moniatos por una jarrita de garrafón, un ruido atroz y mil colores. El sol no respeta ná. Cacas de caballo. Traje nuevo. Tupés quietos paraos. Carruajes señoriales, lacayos de lujo y señoritos de baja calaña. La Feria equilibra, como la playa. Distingue clases pero también las desnuda ante el espejo colectivo. Imposible disimular. Pasa Alvarito Domecq por la caseta deluxe y el personal se arrodilla del tirón. Todavía hay clases. Monumento a Gorosito. Gente que no paga. Finos y gruesos. El Sargento Pepe y su prestigiosa madre. Nueve euros por una maceta de flores tóxicas. Telarañas en los bolsillos, coches de choque y la montaña rusa diaria, qué mareo, qué filigranas, cuánto carajote suelto, qué bonita la niña que se asoma a la ventana, una flor, un beso. Lorena flipa con los modelitos del personal y hace preguntas. ¿Por qué la gente acude con sus mejores galas a sabiendas de que va a pringarse de barro y arena hasta las trancas? ¿No lo sabe ya? ¿A cuento de qué los trajes de sevillanas, trajes de gitana, faralaes con su peso en oro? Antiguas ferias del ganado, modernas ferias del engañado, atribulado, vilmente asesinado. Lo paso bien, pero prefiero el Carnaval callejero, y el del Falla, y el de las cintas escuchadas a traición en la bañera un siete de noviembre con ganas de cantar. Volare, cantare, oh, oh, oh. Vida social. Vanidad brutal. El cuerpo cortao y dos o tres rebujitos de a litro por condena, qué pena de Andalucía, lo mal que lo pasamos, en manos de quién estamos, adónde carajo vamos, rimamos, rimamos, y luego nos asustamos. ¿Quién dijo miedo? Medio Cádiz en Jerez. Media botella en Rota. Cuarto y mitad para la Feria de Sanlúcar, la más puntera. Y el Cádiz va empatado, cero a cero, un corazón de goma pa los nervios.