lunes, 24 de mayo de 2010

Tangos en sol mayor


Linda mañanita de tangos en flor. Tres rincones del parque Genovés. Gente canosa, coches de capota, parejas de enamorados, melancólicos, una familia numerosa, noctámbulos en contramano, gente pescando en la Alameda, el sonido del agua y un bandoneón. Triste pensamiento para bailar, como decía Discépolo. Mestizaje de ida y vuelta. Mil euros por una sombrita. Guiris agradecidos. Lila Horovitz y Ariel Hernández sacan a bailar a un par de valientes. Alguien les trae una cerveza fresquita. Tangos de siempre, profundos y luminosos. Chavalito con la camiseta del Submarino. Levante amainado. Fotos, aplausos, un tío con el pelo rojo y unos cuantos iphones, aires vacilones y rimas infinitas. Los expresivos músicos desvelan el secreto de sus ojos, dedican sus coplas a los niños, ajenos al derrotismo de un sauce llorón. Doscientos años de la República Argentina, cuarto y mitad de la Pepa. El día que me quieras en el azul del cielo. Ruido de fondo. Gardel tenía alma de comparsista. Una madre canta la pieza a su niña Lucía. ¿Un valsecito? Ché, boludo.
Ariel dice que los tangos se parecen a las bulerías en cuanto a riqueza rítmica y tradición. Por no hablar del tango carnavalesco. Milongas, tangos, vals criollo bien agarradito, durazno en flor que come la niña Thalía mientras la acción pasa de la plaza Santa Rosa de LIma a la fuente del niño con paraguas. Allá, Fabián Carbone ofrece una lección magistral al bandoneón, sentado al borde de un árbol, a la vera de cuatro señoras vestidas de domingo. Volver con la frente marchita. ¿Volver a Segunda B? No, por Dios. "Gardel cantaba y componía de oído, miren ustedes qué talento más privilegiado". Como Messi, como Calamaro, gloria a los renovadores del tango, Ástor Piazzola, Troilo y ahora Gotan Project. Poesía de agua, otra vez. Pájaros cantores. Con la música a otra parte, la plaza del árbol, cuarteto celtiberia, tangos y otras piezas del folklore mundial en clave de cuatro por cuatro. Tango al dos por cuatro, pasodobles al tres por cuatro. Cuatro violoncellos de la Sinfónica de Sevilla amansando a las fieras: niños, perros, gatos, señoras y veteranos del Vietnam. "Me gustás tú y nada más que tú". Silencio en la sala de la naturaleza sangre. A Piazzola le encantaba Stravinski. Spinetta suena clásico. Descubriendo canciones, bicicletas de colores, alguien lee un libro titulado "Vicios ancestrales", toda una vida alejados del mundanal ruido. Piola mañanita de lunfardo gadita y blues del gaucho universal. Milagro en el parque Genovés.
Foto de Lourdes de Vicente
Mayo 10, Cultura, Diario de Cádiz

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