Antes del ritual dominical, de la fiesta del sol y del cambio climático del humor repentino, botellón en los contornos del estadio. Macrobotellón vascoandaluz, una buena manera de coger el punto por adelantado. Gafas ahumadas pa controlar. Hay gente que se pone cardíaca. Adentro multan con tres mil euros la dosis de felicidad fugaz, así que mejor será pillar tono. Dame tono. A la vera del bar Gol, donde se barruntan ya los tantos tontos que esperan al personal, un gachó analiza la obra de Fondo Norte a fondo, "el enfoscado está perfecto, lo que yo te diga", musita a su compañero de tarde de fútbol. Beben, fuman, bombean el corazón cadista con la matraca, pintan el cielo de amarillo y azul. Donostiarras con pelucas, gaditanos con carita de póker. Comienza la terapia de grupo. Doctor, ¿qué me pasa?
Incrustado en el corazón de las Brigadas Amarillas, se sienten los colores de otra manera, con vehemencia y pasión, la experiencia que da un cuarto de siglo de vaivenes cadistas. Explosión inicial, al enemigo ni agua, bufandas al aire, eslóganes a la yugular del futuro inmediato, en el Fondo Sur reina el caos ordenado, los hinchas, acaso por inercia y por pura intuición, se sitúan estratégicamente en el partido. Cánticos guerreros para empezar, consignas onomatopéyicas, ojo avizor al balón y al marcador simultáneo. Cuando marque el Córdoba se le verán las ideas a medio Carranza, "va perdiendo el Jeré, va perdiendo el Jeré", y recorre la grada un suspiro de alivio, no se llama alegría, se llama alivio de luto. En el primer tiempo, los ánimos se confunden con los murmullos, Contreras hace méritos, alguien se acuerda de sus castas, Contreras pega saltitos, atento a la jugada. Tras "lo" de Ferrol, si alguien enciende un pitillo en Tribuna, Contreras pega un respingo. Hasta que la pelota hace un extraño, De la Cuesta se muestra blandito, Contreras no se entera y en el Sur del Sur se hace un silencio, y luego las sílabas golpean entrecortadas, y la gente deja de charlar sobre sus cosas: música, cine, la nochecita del sábado, el trabajo imposible, ¿qué pasará el día que tiren la Tribuna, si es que algún día se atreven?, ¿dónde acomodarán a los comodones de Tribuna? Al otro lado, en Preferencia, un carajote muestra una bandera de España y le dan la del pulpo. "¡Fuera los fachas del estadio!" Los Brigadas lucen su condición rebelde antifascista, Che Guevarra en pecho, e invitan a najarse al tontaina que provoca a las dos Españas, una de ellas se quedará con el balón. La basca se rebela, en defensa de los vascos de noble corazón. Ya estamos liaos. Carranza simboliza la sorda lucha de clases, los pilares de la religión gadita.
Con el cero a uno, los más jóvenes del Sur entonan un irascible "¡Menos millones y más cohones!" que suena rotundo y extraño. Y un significativo "¡once ráules lópez, queremos once raúles lópez!". Washy, brigada pionero y juicioso, asegura que se trata de la bronca más elevada de la temporada, pero sintetiza la filosofía del colectivo ultracadista: "Una buena pitada a tiempo no viene mal". Y acerta de pleno, no veas cómo salen los gachós tras la bronca de Procopio, que rima con amor propio. Los "oooohs", "ayyyys" y "uuuuys" se transforman en exclamaciones primarias, desahogo vital, pura psicología de masas. Ya en el primer tiempo, los brigadas alternan el desencanto con el ánimo a los suyos. "Si pitamos a los nuestros por cualquier cosa, perdemos de todas todas. Esto es un estado de ánimo". A una bronca repentina le sigue un "vámonos que nos vamos". Un toque y un cariño. El público aprende de anteriores etapas; "fuimos demasiado condescendientes", apunta un hincha de junto; "hay que vivir el partido con ellos, desde dentro", sentencia otro, "ahora toca empujar", y el repertorio amarillo se transforma en una voz. De pronto, el bombista de abajo sube las escaleras azorado, con un cabreo del quince, y exige al bombista de arriba que coja el ritmo, joé, y la gente se ríe, vamos todos, everybody, y el árbitro silba la melodía incierta y toca echar cuentas, vaya temporada. Pecando de ingenuo, que es gerundio.
Descanso dominical. La barra, vacía. Las caritas, un poema. La charla, esclarecedora. Algún hincha analiza el encuentro con brillantez y medida, toca hablar de fichas frustrados, de los ausentes, del año en que el Cádiz vivió peligrosamente. Muñoz en boca de casi todos. División de opiniones. "Muñoz no arriesga mucho, pero la afición se ha acostumbrado malamente, no somos el Villarreal, ni el Getafe, somos pobres, no tenemos pelotazos urbanísticos, somos de Segunda. Cádiz es de Segunda". "De Segunda B", tercia un derrotista. El Cádiz de boquilla, el Cádiz de corazón. Carranza, por un momento, representa las quimeras y escasas certezas de la sociedad gaditana. Así que mejor callarse y soñar con un punto, al menos.
Las nubes se levantan, las cámaras digitales hacen click, y en un cuarto de hora de ná, cambio climático del tirón, de la desazón a la esperanza, el esquizofútbol en do mayor. Los Brigadas exhiben su poderío, el Cádiz regala veinte minutos de categoría, la pelliza de Lillo protagoniza escenas de cachondeo, Riesco se la lleva mortal, alguien la da un cosqui a Kosowsky, que "está paecharlo, ha venido quemao", y caen en desuso las palabras de antes, cuando el equipo necesitaba un organizador, un tipo que las ponga al hueco, un poco de porfavó, y se pasa del vacío absoluto al clímax. El fútbol es así. "Ira, ira, ¡gooooool!" Dani y Natalio enfervorizan al personal, se suceden las emociones fuertes, "vamos a meterles cuatro", fútbol vertical desde la vertical de Fondo Sur. En Tribuna se ve el fútbol horizontal. Por lo menos cuatro. Nuevo repertorio de cánticos en do mayor. Y en menos que canta un gallo cambian otra vez las tornas, Paz ordena a los suyos que den un pasito atrás y la cosa queda en manos de Contreras. "Y Armando, haciendo paradones en San Mamés", se escucha de fondo en el Fondo Sur. "A Armando no le hubiesen perdonado ni la mitad de errores". "¿Qué queda del espíritu de Chapín?" Hasta Preferencia explota. Todos los fantasmas de la temporada recorren la mente y las conversaciones del hincha cadista. Tembleque, hay que hermanarse con la localidad toledana de Tembleque. El cadismo oye voces, doctor, ¿qué me pasa? Cada jugador del Cádiz recibe su merecido en los corrillos amarillos. Es curioso, en noventa minutos, algunos de los futbolistas pasan del infierno al cielo y viceversa, el público cambia de opinión por nones, cosas de la pelota caprichosa, de villanos a héroes, del infinito asl término medio, en Cádiz no hay término medio. Y los jugadores seguro que escuchan la voz del cadista ahí abajo, hay para todos. Sólo se salvan unos pocos. Mejor no reproducir algunos epítetos que se ganan el polaco, el castellonense hasta que redime sus pecados, el cordobés o la santanderina, que no está, "no se ve a la rubia desde aquí".
Un puntito, algo es algo, "por lo menos tendremos emociones fuertes hasta el final", señala Washy a la postre, mientras recibe consignas y apresurados resúmenes del encuentro. "La culpa, de Muñoz", dice un chavalito, que se acuerda de Lobos, Pavoni, Sesma, Armando ... ¿Y Baldasano? No mienten la bicha. Afuera, donostiarras y gaditas vuelven a colmar los bares y celebran juntos el punto conseguido.
Mayo 08, Submarino Amarillo (Diario de Cádiz)
miércoles, 14 de mayo de 2008
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