En su tierra, con su gente, los portuenses Melocos podrán, por fin, saborear las primeras mieles del éxito. Tras las sombras de cancelación, el Ayuntamiento se ha hecho con las riendas del concierto, que tendrá lugar esta noche en la plaza de toros de El Puerto de Santa María, con entrada gratuita, y no los 20 euros que pretendía cobrar la empresa concesionaria del coso taurino, que no puso la carne en el asador y se rajó hace dos semanas de forma precipitada y algo temeraria. Los integrantes de Melocos, ilusionados y preocupados con la cita portuense, acaso una de las galas más importantes del verano en su extensa agenda de conciertos, se han trabajado el evento casi por cuenta y riesgo, convencieron al Ayuntamiento e incluso colaboraron en la búsqueda de patrocinadores.
La Delegación de Fiestas del Consistorio portuense ha solventado el problema originado por la empresa taurina, que se desentendió del evento hace un par de semanas. La discográfica de Melocos estuvo a punto de comunicar la suspensión definitiva, se vendieron pocas entradas con antelación, pero el grupo incidió en que el calendario de festivales que lleva a los chavales a todos los rincones de la Piel de Toro se caracteriza por la gratuidad de los conciertos, fiestas al aire libre, en su mayoría eventos municipales. Melocos, pese al éxito morrocotudo que está cosechando (número 1 de 40 Principales, discos de oro por ventas y descargas), está dando sus primeros pasos, se trata de jóvenes universitarios que apenas superan los veinte años, músicos en ciernes con notables influencias de la edad de oro del pop español y de las figuras más rutilantes de la actualidad pop-rockera. La banda ha aprovechado el tirón de una inteligente campaña de promoción, liderada por el empresario creador de Don Algodón, y se están currelando el verano como nadie. "Cuando me vaya", en versión compartida con la vocalista de la Quinta Estación, los ha catapultado al estrellato. De ahí que lleven semanas barruntando las vicisitudes de su concierto portuense, donde expondrán sus mejores galas ante familia, amigos y afición.
Por cierto, el guitarrista y autor de numerosos temas, Gonzalo Alcina, es mi primo !!! Su padre es el hermano menor de una familia muy musical. Y mi padre, el mayor. Así que le llevo más de veinte años a mi primo, quien describe en su canción "Vinilos" cómo su padre le inculcó el amor a la música, a los grandes del rock de todos los tiempos. Mi tío Ignacio tocó la batería en un relevante grupo gaditano de los años sesenta, los Abunai, donde también militó mi tío Fernando. Hacían de todo, sobre todo versiones de la época, pop, rock, soul, y se arrancaban incluso por The Band. Llegaron a actuar en la tele. De manera desastrosa, por cierto. Entonces no se estilaba el play back y los escasos medios jugaban casi siempre en contra. Gonzalo, mi primo, con el viento a favor, disfruta estos días como un chaval que es, y aprende a toda velocidad, como cuando era chico, tomando influencias de cada experiencia. Yo creo que mi primo es el más rockerillo de Melocos, que practica el pop para adolescentes que tanto primaba décadas atrás. Pepe Barroso, don Algodón, emula las campañas de promoción de antaño, con notable éxito, lástima que corran malos tiempos para la lírica, que si no ... Los Melocos van paso a paso, no quieren volverse locos.
A continuación, el artículo publicado en febrero de 2007 en Diario de Cádiz, cuando Melocos firmó su primer contrato discográfico-.
Herederos de los Abunai, estudiantes del ritmo
Ni flamenquito, ni carnaval. En Cádiz también se practica el pop-rock enraizado en la tradición estudiantil que en los años sesenta deparó tantas alegrías, y algún sinsabor, en la afición a los ritmos sincopados. Los herederos de la edad de oro del pop hispano, nietos del "baby boom", están aqui para quedarse. Son los herederos de los míticos Abunai, grupo mítico de los sesenta que llegó a tocar en la tele, en riguroso directo, y en las matinales del Falla junto a tantas formaciones de calidad. Los Melocos, recién fichados por la discográfica de Pepe Barroso, Don Algodón, se lanzan al ruedo musical a través de la potente Sony. En la canción "Vinilos", el guitarrista Gonzalo Alcina, de apenas veinte años, recuerda los viejos discos de 33 revoluciones que encontraba en casa. Obras maestras que pertenecían a su padre, Ignacio, que fuera reputado batería en los tiempos, precisamente, en que Abunai reinaba en los guateques del Club Náutico. Formaban parte de los Abunai otros nombres tan gaditanos como el desaparecido Fernando Alcina al bajo, cuya repentina muerte causó tanta consternación en la ciudad; Alberto Brome, Pepe Hohr y Álvaro Domínguez. Eran estudiantes, como los Melocos del siglo XXI, que toman el testigo del pop pegadizo, fresco y poderoso. En internet, donde estos chavales han forjado su incipiente fama, los anuncian como el "famoso grupo fichado por Pepe Barroso".
Como en los años sesenta, del hobby de un grupo de universitarios nació el germen de algo grande. Tres jóvenes de Valdelagrana City, Gonzalo Alcina, Manu Jurado y Jaime Terrón, que se conocieron en el colegio, unieron sus fuerzas al gaditano Andrés Ortiz, de La Laguna, y el pacense Antonio Suárez. Sus canciones suenan en la red con energía y desparpajo. Los veteranos hallan reminiscencias de los años ochenta, ecos de Secretos, Mamá, y también de los tiempos actuales, Mc Clan, Pereza y otros de estilo similar, entre la vehemencia y la melancolía. Colabora en el disco, que saldrá el 20 de febrero, nada más y nada menos que Enrique Arroyo, indispensable guitarrista de los Secretos. Y ejerce de productor el argentino Alejo Stivel, aquel cantante de Tequila que a finales de los setenta devolvió a la escena musical hispana la frescura de los sesenta y abrio las puertas al rock en castellano.
Todos ellos estudian en Sevilla: Andrés, arquitectura; Jaime, enfermería; Manu, odontología; Gonzalo, derecho y administración de empresas, y Antonio, técnicas de sonido. No piensan dejar sus carreras universitarias, pero se arrojan al mercado del disco en un momento clave de la industria, un punto de inflexión en pleno cambio de formatos y costumbres. No venderán los discos que antaño se despachaban, pero tendrán más público en conciertos y hogares, ahora que el usuario elige por sí mismo en la red y otros medios de información directa. El público "pirata" es más fiel, consideran ellos.
Con toda una multinacional detrás, suerte que no tuvieron sus antecesores, los Melocos se preparan para vivir, a partir de ya, la vorágine de presentaciones en directo y entrevistas a tropel. Todo ello gracias a una amiga que, durante un concierto en Barcelona, entregó a Pepe Barroso una maqueta del grupo. Don Algodón se alió con Sony para dar salida al conjunto y "todo salió redondo", remarca Gonzalo, quien ya cavila sobre el futuro inmediato. "Ahora tenemos que componer para publicar, sin perder el romanticismo. Es una vida nueva, aunque nos dicen que sonamos a los ochenta, nos llaman la removida".
Su padre, Ignacio, se emocionó cuando su hijo le mostró la canción que recuerda a los Abunai, a su tío Fernando y a su padre batería, cuya afición al rock tanto ha marcado a Gonzalo. Pero el tema principal del disco será "Cada Golpe". Muchos golpes vendrán después. Los chavales no superan los veinte años y quieren probar el sabor de las giras. "Si no hay directo, no hay grupo. Nuestro reto es sonar auténtico, demostrar que no somos un grupo prefabricado. Nos han vendido a bomb y platillo y tenemos que dar la talla".
Lo de las niñas, el aluvión de niñas que les llegará de inmediato, "todavía es una leyenda, pero dicen que vendrán", bromea Gonzalo. En los sesenta su padre y su tío tenían "fans" en Cádiz, él lo sabe, pero el ambiente era muy diferente en los círculos musicales, menos profesional, más natural e improvisado. De aquellos años, que también trajeron a los célebres Simun, los que lograron un triunfo más sonado, podría hablar con total propiedad el multifacético Antonio Reguera, que antes de reinventar el humor gadita con denominación de origen, su particular visió surrealista del mundo, ya destacó por su excelente calidad como guitarrista.
En la memoria musical quedan los pioneros Happy Boys de Paco Briceño, Paco Cappa, Nono Ábalos o Lalo Cañada, que dieron paso a los Tekas, los Shaders, los Flamingos o Telstar. Las veladas en el balneario de La Palma, las noches en el Cortijo de los Rosales, las fiestas del Club de Tenis también forman parte de la leyenda. La música instrumental, la llegada de los instrumentos eléctricos, quizá un amor furtivo a la libertad, por entonces libertad vigilada. Factores clave. Sin olvidar la influencia de la base naval de Rota, sin cuya existencia no habría entrado el rock de forma instantánea por esta tierra. Esa influencia perduró hasta los años ochenta, pero resultó fundamental en la creación del rock progresista de los años setenta.
Del colegio al concierto. Así se han forjado los grupos de rock de toda la vida, envueltos en cierto halo de inocencia y amor al riesgo inherentes a la edad y a una afición que se transmite de padres a hijos, nunca mejor dicho. Llega ahora la etapa del descubrimiento y la evolución permanente. Los hijos de Gonzalo y compañía gatearán en el futuro en busca de música y hallarán discos más pequeños y livianos que entonces, distintos formatos, quizá los japoneses hayan inventado ya el disco invisible.
Mi primo es el primero por la derecha en la foto promocional. La familia es lo primero, ya lo dijo Al Cupone.
jueves, 31 de julio de 2008
miércoles, 30 de julio de 2008
Gaditano Veloso
Caminito del Castillo de San Sebastián, a uno le asaltan las dudas. ¿Se rajará Caetano antes de la meta? ¿Habrá más prejubilados en Cádiz al final de la escapada? ¿Moriremos todos? En fila india, con la entrada en la boca, guiñando un ojo a los pescaditos, disfrutando de la brisa marinera y la estampa caletera, ingresan tres mil tíos en la fortaleza musical. Al fondo hay sitio. Hay sillas para los paganinis y zona vip para los amantes del gañote vil. Nunca había visto que la zona vip estuviera en el quinto pino, sin posibilidad de escuchar y ver al artista en condiciones, pero hay gente pa tó y será mejor no ponerse cascarrabias y vivir el momento. Caetano Veloso en Cádiz, qué cosa más linda. Suavecito y pinturero. El precursor de la bossa nova, pionero del tropicalismo, canta a la libertad con magia y precisión. Su voz cristalina, rasgada por las cuerdas de su guitarra y mecida por el viento de Poniente, enamora. En lo mejor del querer, hermosura atlántica regalada de improviso, me dedico a delatar a artistas marcados por Veloso, encuentro ecos de Drexler, Páez, Guerra, tantos otros, que se miran al espejo esta noche.
Dicen que el Castillo, como recinto para espectáculos, se parece a una ratonera, sálvese quien pueda. En caso de emergencia, al agua patos, pero es lo que hay, no van a aparcar una zodiac en cada costado. Adentro todo se antoja bien organizado (otro gallo cantaría si un sieso prendiera un mechero, pensará el derrotista). Dos euros la cerveza, dos euros el bocata, dos pasos más allá nos topamos con Luis y Carmen, felizmente casados, y ya en la barra con un pirata de Martínez Ares. No podía faltar un pirata en la noche carioca, más adelante Veloso pondrá el acento en el Carnaval y el Fuchibol, religiones de ambas bahías, la brasileira y la gaditana. Gaditano Veloso alterna piezas muy conocidas con tributos a sus maestros y alguna sorpresa, como el Cucurrucucú Paloma, a su manera. Se le ve muy solito en ese pedazo de escenario, pero el gachó lo llena poco a poco con la palabra y esa musiquita luminosa que tanto gusta en esta tierra. El público, en su mayoría, rinde pletesía al cantante, escucha con atención, se deja llevar por el susurro o la voz rotunda, pero algunos irrespetuosos, acaso ajenos a lo que el músico brinda hoy a los sentidos, se creen que están en una barbacoa. En los alrededores de la últimas filas cuesta trabajo no mandar al carajo a alguien. Entonces se levanta un tipo, se dirige a un grupito que lleva un rato practicando la cháchara y los conmina a achantar la muí, pirarse a la barra o respetar al artista y a su público. El artista y su público se juegan la vida cada noche como para soportar ese ruidito de fondo insidioso, que viene de la desidia y la intolerancia, la ignorancia y el egoísmo voraz. Total, se van. Pero aparecen otros, en este caso dos matrimonios con su cubata en la mano y mil historias a viva voz. Ellas se muestran los megapíxeles del verano, todas las fotos del día, y ellos cuchichean no sé qué. No hay más remedio. Cuatro asesinatos con la mirada, dos o tres lindezas al aire, el que las coja pa él, un "¿por qué no se callan?" una hartá de desagradable ... y a juí. En eso, Gaditano Veloso sigue ahí, el tío, cantando bajito, qué bonito, hijo ...
Dicen que el Castillo, como recinto para espectáculos, se parece a una ratonera, sálvese quien pueda. En caso de emergencia, al agua patos, pero es lo que hay, no van a aparcar una zodiac en cada costado. Adentro todo se antoja bien organizado (otro gallo cantaría si un sieso prendiera un mechero, pensará el derrotista). Dos euros la cerveza, dos euros el bocata, dos pasos más allá nos topamos con Luis y Carmen, felizmente casados, y ya en la barra con un pirata de Martínez Ares. No podía faltar un pirata en la noche carioca, más adelante Veloso pondrá el acento en el Carnaval y el Fuchibol, religiones de ambas bahías, la brasileira y la gaditana. Gaditano Veloso alterna piezas muy conocidas con tributos a sus maestros y alguna sorpresa, como el Cucurrucucú Paloma, a su manera. Se le ve muy solito en ese pedazo de escenario, pero el gachó lo llena poco a poco con la palabra y esa musiquita luminosa que tanto gusta en esta tierra. El público, en su mayoría, rinde pletesía al cantante, escucha con atención, se deja llevar por el susurro o la voz rotunda, pero algunos irrespetuosos, acaso ajenos a lo que el músico brinda hoy a los sentidos, se creen que están en una barbacoa. En los alrededores de la últimas filas cuesta trabajo no mandar al carajo a alguien. Entonces se levanta un tipo, se dirige a un grupito que lleva un rato practicando la cháchara y los conmina a achantar la muí, pirarse a la barra o respetar al artista y a su público. El artista y su público se juegan la vida cada noche como para soportar ese ruidito de fondo insidioso, que viene de la desidia y la intolerancia, la ignorancia y el egoísmo voraz. Total, se van. Pero aparecen otros, en este caso dos matrimonios con su cubata en la mano y mil historias a viva voz. Ellas se muestran los megapíxeles del verano, todas las fotos del día, y ellos cuchichean no sé qué. No hay más remedio. Cuatro asesinatos con la mirada, dos o tres lindezas al aire, el que las coja pa él, un "¿por qué no se callan?" una hartá de desagradable ... y a juí. En eso, Gaditano Veloso sigue ahí, el tío, cantando bajito, qué bonito, hijo ...
La foto, publicada en Diario de Cádiz, es de Joaquín Hernández "Kiki"
lunes, 28 de julio de 2008
Exquisito Ruibal, genuino Cai
El Bosque de la biosfera musical gaditana eleva a la reserva espiritual de este rincón invisible del mundo a Javier Ruibal y Cai, que encantaron al personal presente en la plaza de toros y a la pléyade de mosquitos que reinaron en la noche estrellada. Picotazos de pasión, sobredosis de emociones, sensibilidad a flor de piel, almas serranas al libre albedrío, música del mundo sin códigos de barras, un cantante patrimonio de la humanidad y un grupo rescatado del tiempo que se quitó treinta años de encima, como la biosfera del vámonos que nos vamos. "Salud y ecología", saludó Ruibal a la concurrencia. Memorable noche en El Bosque animado. Ruibal lo bordó y Cai retornó a su esencia y entregó dos temas nuevos.
"Cómo puede ser delito, en este mundo maldito, quererte como a ninguna". El músico portuense, ahora a la guitarra solitaria, luego apoyado en su hijo Javi y otros dos jóvenes de postín, sonó majestuoso, con hermosos matices, alegría de respirar arte por sus cuerdas vocales, la compleja sencillez de quien atesora varios continentes en su interior. Entre el público, escaso pero entregado, dos cantautores gaditanos que lo pasaron en grande con ambas propuestas, los hermanos Lobo. Agualuna, oda a Tanguito, aves y besos en el paraíso, Cádiz con sus penurias y sus grandezas, Ruibal desgranó historias sentidas y presentidas, la del salón Moderno, la del amor veraniego perdurable, la Gloria de Manhattan y las historias de amor profundo que guardan corazones sin dueño. El brasileño Munir Hossn y el portuense José Recacha se unieron a la fiesta de los sentidos, intercambiando guitarras y bajos y jugando con los sones de aquí y allá. El trío aportó energía a raudales, nuevos motivos para soñar y la ilusión de quien recluta fieles a cada paso que da, el gran Ruibal, mago de la noche, víctima de los mosquitos asesinos: "Me estoy rascando las cejas con las pestañas", ilustró en una de sus impagables charlas con la gente. Ruibal cantó toda la noche con la gente dentro de sus bolsillos, puso en su sitio a la Reina de África, y la poesía lorquiana, y las desventuras de Picasso, y la locura incurable de la luna repleta de promesas Un ave del paraíso aflamencado, qué derroche en tiempos de crisis. Hasta que la banda al completo se arrancó por ecos de blues, rock, Santana y todo el ultramar del planeta, y la utopía de una sensacional Rosa Azul de Alejandría desembocó en los bises, un puntazo intimista y colectivo y la despedida significativa de Javier: "Haced el favor de ser felices".
Eso hicieron los hermanos Lobo y compañía cuando los nuevos Cai transportaron al personal más allá de sus mentes diminutas, tres décadas después de la publicación del mítico disco. Pimera vez en un cuarto de siglo que El Niño tocaba con los suyos. La banda, más guitarrera y fiel a sus orígenes que en anteriores ocasiones, causó sensación. "Cuando miro sobre el trasluz de mi soledad ..." Fopi cantó mejor que nunca desde que Cai reapareciera, y golpeó en seco contra el olvido a la par que El Niño trasteaba con su guitarra oscura, genio y figura, y aportaba serenidad y luz a la otra guitarra de Paco Delgado, el otro pionero, "culpable" principal, junto a Fopi, de la milagrosa resurrección de Cai. Olivera y Blas Lago, al bajo y los teclados, no se quedaron atrás, la música situó a cada uno de ellos en su lugar en cada pieza y cada momento del preciso y precioso concierto. Ejecutaron con belleza los temas de Más Allá, incluyendo el todavía vigente "Solución a un viejo problema", que suena por vez primera en treinta años. "Después de tanto tiempo es para nosotros una satisfacción volver a El Bosque, un poquito más puretas", bromeó Diego Fopiani. Y El Niño de la mano lenta se paseó por el jazz y el rock de siempre a base de riffs contenidos y toquetazos de inspiración.
La banda enchampeló con destreza y misterio dos de sus mejores exponentes: Soñé Contigo y Noche Abierta, desgranó pasajes de sus tres discos, con especial mención a El Viaje, remozado y acariciado por las teclas de Lago, hasta que estrenaron dos temas, "Por mi camino" e "Hijas de Atlas", con destino a sus próximos trabajos. Buena señal. Cai no se estanca en el pasado, aunque abunda en su personalidad andaluza e instrumental, dos caras de la noche, el mercadillo del Piojito y Pasa un Día, sombras que siguen a un sonido azul y, tal como escribió con tiza el mismísimo Javier Ruibal en la pizarra de los camerinos, "Cai, la expresión más genuina del rock andaluz". Firmado, El Náufrago del Sahara. Saludos desde el Paraíso.
Julio 08, Verano (Diario de Cádiz)
Montaje fotográfico de Aristillus
"Cómo puede ser delito, en este mundo maldito, quererte como a ninguna". El músico portuense, ahora a la guitarra solitaria, luego apoyado en su hijo Javi y otros dos jóvenes de postín, sonó majestuoso, con hermosos matices, alegría de respirar arte por sus cuerdas vocales, la compleja sencillez de quien atesora varios continentes en su interior. Entre el público, escaso pero entregado, dos cantautores gaditanos que lo pasaron en grande con ambas propuestas, los hermanos Lobo. Agualuna, oda a Tanguito, aves y besos en el paraíso, Cádiz con sus penurias y sus grandezas, Ruibal desgranó historias sentidas y presentidas, la del salón Moderno, la del amor veraniego perdurable, la Gloria de Manhattan y las historias de amor profundo que guardan corazones sin dueño. El brasileño Munir Hossn y el portuense José Recacha se unieron a la fiesta de los sentidos, intercambiando guitarras y bajos y jugando con los sones de aquí y allá. El trío aportó energía a raudales, nuevos motivos para soñar y la ilusión de quien recluta fieles a cada paso que da, el gran Ruibal, mago de la noche, víctima de los mosquitos asesinos: "Me estoy rascando las cejas con las pestañas", ilustró en una de sus impagables charlas con la gente. Ruibal cantó toda la noche con la gente dentro de sus bolsillos, puso en su sitio a la Reina de África, y la poesía lorquiana, y las desventuras de Picasso, y la locura incurable de la luna repleta de promesas Un ave del paraíso aflamencado, qué derroche en tiempos de crisis. Hasta que la banda al completo se arrancó por ecos de blues, rock, Santana y todo el ultramar del planeta, y la utopía de una sensacional Rosa Azul de Alejandría desembocó en los bises, un puntazo intimista y colectivo y la despedida significativa de Javier: "Haced el favor de ser felices".
Eso hicieron los hermanos Lobo y compañía cuando los nuevos Cai transportaron al personal más allá de sus mentes diminutas, tres décadas después de la publicación del mítico disco. Pimera vez en un cuarto de siglo que El Niño tocaba con los suyos. La banda, más guitarrera y fiel a sus orígenes que en anteriores ocasiones, causó sensación. "Cuando miro sobre el trasluz de mi soledad ..." Fopi cantó mejor que nunca desde que Cai reapareciera, y golpeó en seco contra el olvido a la par que El Niño trasteaba con su guitarra oscura, genio y figura, y aportaba serenidad y luz a la otra guitarra de Paco Delgado, el otro pionero, "culpable" principal, junto a Fopi, de la milagrosa resurrección de Cai. Olivera y Blas Lago, al bajo y los teclados, no se quedaron atrás, la música situó a cada uno de ellos en su lugar en cada pieza y cada momento del preciso y precioso concierto. Ejecutaron con belleza los temas de Más Allá, incluyendo el todavía vigente "Solución a un viejo problema", que suena por vez primera en treinta años. "Después de tanto tiempo es para nosotros una satisfacción volver a El Bosque, un poquito más puretas", bromeó Diego Fopiani. Y El Niño de la mano lenta se paseó por el jazz y el rock de siempre a base de riffs contenidos y toquetazos de inspiración.
La banda enchampeló con destreza y misterio dos de sus mejores exponentes: Soñé Contigo y Noche Abierta, desgranó pasajes de sus tres discos, con especial mención a El Viaje, remozado y acariciado por las teclas de Lago, hasta que estrenaron dos temas, "Por mi camino" e "Hijas de Atlas", con destino a sus próximos trabajos. Buena señal. Cai no se estanca en el pasado, aunque abunda en su personalidad andaluza e instrumental, dos caras de la noche, el mercadillo del Piojito y Pasa un Día, sombras que siguen a un sonido azul y, tal como escribió con tiza el mismísimo Javier Ruibal en la pizarra de los camerinos, "Cai, la expresión más genuina del rock andaluz". Firmado, El Náufrago del Sahara. Saludos desde el Paraíso.
Julio 08, Verano (Diario de Cádiz)
Montaje fotográfico de Aristillus
sábado, 26 de julio de 2008
La Haya o Roquetas, he ahí el dilema
Habrá que ir a La Haya o algo. Y a Fitur, la Feria Internacional de Turismo, que se inicia este año en Roquetas de Mar. Esto tiene areglo, que no es lo mismo que esto está amañao. Mientras Cádiz se miraba el ombligo de la injusticia, tras cuitas se dirimían por arriba, pocos se han hecho eco de la batalla legal librada por la Real Sociedad en torno a partidos supuestamente amañados. ¿Amañados? No, qué va. La sombra de la sospecha se cierne sobre la Segunda División, así que mejor será irse pa la Segunda B, que allí son más honrados, y además se aprende geografía. Y buenos modales. Con tal de zafarse del mal fario de esta temporada sin fin, lo que sea. Desde que el innombrable de Baldasano miró al Cádiz con su ojo tuerto, con tó sus castas, el sinvivir no ha cesado. Menos mal que el señor Muñoz, que estaba tan cansado del fútbol que no tenía más remedio que dejarlo, ha vuelto a demostrar su cadismo, su amor desinteresado a los colores amarillos y azul marino, la prueba está en los folletos que ilustran la campaña de abonados, un pastón de nada por jugar en la antigua Tercera, un dinerito en caso de seguir en Segunda, un milagro si el Submarino juega la Champions, que en realidad sería su merecido. Una cosa es lograr lo que se merece, y otra bien distinta que le den a uno su merecido. Lo dicho, Muñoz ha cuadrado las cuentas descuajeringás por su antecesor de tal manera, y el tío tiene tanta potra con el money money, que hasta algunos jugadores, unos que se quedan y otros que se van, han perdonado el parné al cordobés, el dueño de la empresa que tantos corazones colma o desangra. Yo creo que lo suyo es seguir los pasos, a la vista de los acontecimientos, de uno de esos correos que pululan por la red, un power point en el que el mago Copperfield acierta la carta elegida una y otra vez. Basta con concentrarse. Lo podían haber dicho antes.
Recurriendo, que es gerundio, se ocultan las miserias propias y se endiña al enemigo la mala conciencia. Más quisiera el Submarino haber contado con el don de la oportunidad, las virtudes rocambolescas y el saber estar en todos los fregados de San Manuel Irigoyen, quién si no iba a savar de la quema al club amarillo en liguillas de la muerte, cero a ceros patateros, y amistades peligrosas. Dicen que dicen que aquella liguilla de la muerte contó con un aliado indispensable, el entonces ministro y hoy presidente andaluz, Manuel Chaves, quien dio varios telefonazos la mar de efectivos. Hoy y ahora, la presunta injusticia no se ha traducido en algo concreto, sólo fuegos de artificio, y ya estamos liados otra vez, con la temporada a la vuelta de la esquina y el alma en vilo, y la gente en Babia. Menos mal que la gente previsora del club ha realizado esos fichajes tan punteros, auténticos pelotazos para salir del atolladero. Lo de la plantilla marece capítulo aparte, un mal sueño que no ha parado de brindar sorpresas. Las bromitas del destino no dejan de asombrar al personal. El gran Abraham Paz, que como otros tantos se marcha de mala manera sin que se le reconozcan su servicio al club en los momentos más chungos y en los momentos álgidos, de Segunda A a Primera y viceversa, ficha por el club gemelo y sin embargo adversario hasta los restos, el Hércules de Alicante. El hombre que tiró al poste, portero, fuera el penalti postrero, minuto 1590, árbitro condescendiente por no decir otra cosa, y para colmo de males, cuando el personal aún no ha digerido ni siquiera el penalti de marras, el calendario arroja un Córdoba-Hércules en la primera jornada. Encima cachondeíto.. Entre tanto, los foros de internésss echan chispas, de remotos rincones del planeta llegan voces discordantes, aquí o se está conmigo o contra mí, todavía acusan de antipatriotas, de anticadistas, a quienes simplemente abogan (maldito verbo, jeje) por apelar a la vergüenza torera e intentar ascender por méritos propios. Mejor ir a la Haya, al Tribunal donde los haya, suspender la Liga y montar un carrusel de coros o un concierto de Gaditano Veloso en el Castillo de la Real Sociedad de San Sebastián. Pues eso, que el Cádiz ya no cae tan bien, que se ha granjeado enemigos nuevos con estos dimes y diretes judiciales, que tampoco es que puedan hablar con propiedad otros, los de la Liga de los Otros, que deben hasta de callarse en el año más mafioso del fútbol hispano, el año de la gran paradoja, cuando el Submarino zozobró y la selección trajo el título europeo, cuando se marcharon casi todos pasito a paso y no quedó apenas dignidad para ir tirando. A ver cómo vamos ahora a esos campos de Dios después de tamaña exhibición de poderío legal y de empecinamiento. O habrá que darle al replay, como los mandamases de la Federación de Peñas, que va camino de quedarse sin el palito y convertirse en Federación de Penas Penitas Penas. Como dijo su vicepresidente, este partido no ha terminado aún, hay que ver lo que dura, y duran, y duran, estamos en el preciso momento en que la pelota tropieza en el portero, hace un extraño y ... ya luego retorna a Cádiz el autobús lleno de futbolistas la mar de profesionales, que vienen a dar la cara, y la cruz. Por cierto, en la Polonia de la Play Station sigue jugando un tal Kosowski. Se está sorteando un cosqui.
Lo mejor de todo fue un titular de soslayo que se deslizó el otro día en Teleteo: "Un proyecto ilusionante". No aprendemos. ¿Otra vez pecando de ingenuos? No obstante, como toda crisis deja resquicios positivos, pensemos en el futuro, inmediato o relativamente lejano. El Submarino ya tiene un entrenador de categoría: Chico Linares, pa cuando Gracia pierda toa la condición inherente de su apellido, que no sea nada malo, ehin? Chico forever.
La tozuda realidad no quiere mostrar aún sus cartas, por algo será, y la patria dividida ofrece su peor cara al verano zumbón y eterno. De aquellos delirios de grandeza, y de los posteriores abandonos del barco a la deriva, vienen estos lodos. Una casualidad tras otra, un montón de causalidades, mucha gente cegá, otra gente interesá, demasiado corazón.
Julio 08, Submarino Amarillo (Diario de Cádiz)
Recurriendo, que es gerundio, se ocultan las miserias propias y se endiña al enemigo la mala conciencia. Más quisiera el Submarino haber contado con el don de la oportunidad, las virtudes rocambolescas y el saber estar en todos los fregados de San Manuel Irigoyen, quién si no iba a savar de la quema al club amarillo en liguillas de la muerte, cero a ceros patateros, y amistades peligrosas. Dicen que dicen que aquella liguilla de la muerte contó con un aliado indispensable, el entonces ministro y hoy presidente andaluz, Manuel Chaves, quien dio varios telefonazos la mar de efectivos. Hoy y ahora, la presunta injusticia no se ha traducido en algo concreto, sólo fuegos de artificio, y ya estamos liados otra vez, con la temporada a la vuelta de la esquina y el alma en vilo, y la gente en Babia. Menos mal que la gente previsora del club ha realizado esos fichajes tan punteros, auténticos pelotazos para salir del atolladero. Lo de la plantilla marece capítulo aparte, un mal sueño que no ha parado de brindar sorpresas. Las bromitas del destino no dejan de asombrar al personal. El gran Abraham Paz, que como otros tantos se marcha de mala manera sin que se le reconozcan su servicio al club en los momentos más chungos y en los momentos álgidos, de Segunda A a Primera y viceversa, ficha por el club gemelo y sin embargo adversario hasta los restos, el Hércules de Alicante. El hombre que tiró al poste, portero, fuera el penalti postrero, minuto 1590, árbitro condescendiente por no decir otra cosa, y para colmo de males, cuando el personal aún no ha digerido ni siquiera el penalti de marras, el calendario arroja un Córdoba-Hércules en la primera jornada. Encima cachondeíto.. Entre tanto, los foros de internésss echan chispas, de remotos rincones del planeta llegan voces discordantes, aquí o se está conmigo o contra mí, todavía acusan de antipatriotas, de anticadistas, a quienes simplemente abogan (maldito verbo, jeje) por apelar a la vergüenza torera e intentar ascender por méritos propios. Mejor ir a la Haya, al Tribunal donde los haya, suspender la Liga y montar un carrusel de coros o un concierto de Gaditano Veloso en el Castillo de la Real Sociedad de San Sebastián. Pues eso, que el Cádiz ya no cae tan bien, que se ha granjeado enemigos nuevos con estos dimes y diretes judiciales, que tampoco es que puedan hablar con propiedad otros, los de la Liga de los Otros, que deben hasta de callarse en el año más mafioso del fútbol hispano, el año de la gran paradoja, cuando el Submarino zozobró y la selección trajo el título europeo, cuando se marcharon casi todos pasito a paso y no quedó apenas dignidad para ir tirando. A ver cómo vamos ahora a esos campos de Dios después de tamaña exhibición de poderío legal y de empecinamiento. O habrá que darle al replay, como los mandamases de la Federación de Peñas, que va camino de quedarse sin el palito y convertirse en Federación de Penas Penitas Penas. Como dijo su vicepresidente, este partido no ha terminado aún, hay que ver lo que dura, y duran, y duran, estamos en el preciso momento en que la pelota tropieza en el portero, hace un extraño y ... ya luego retorna a Cádiz el autobús lleno de futbolistas la mar de profesionales, que vienen a dar la cara, y la cruz. Por cierto, en la Polonia de la Play Station sigue jugando un tal Kosowski. Se está sorteando un cosqui.
Lo mejor de todo fue un titular de soslayo que se deslizó el otro día en Teleteo: "Un proyecto ilusionante". No aprendemos. ¿Otra vez pecando de ingenuos? No obstante, como toda crisis deja resquicios positivos, pensemos en el futuro, inmediato o relativamente lejano. El Submarino ya tiene un entrenador de categoría: Chico Linares, pa cuando Gracia pierda toa la condición inherente de su apellido, que no sea nada malo, ehin? Chico forever.
La tozuda realidad no quiere mostrar aún sus cartas, por algo será, y la patria dividida ofrece su peor cara al verano zumbón y eterno. De aquellos delirios de grandeza, y de los posteriores abandonos del barco a la deriva, vienen estos lodos. Una casualidad tras otra, un montón de causalidades, mucha gente cegá, otra gente interesá, demasiado corazón.
Julio 08, Submarino Amarillo (Diario de Cádiz)
viernes, 25 de julio de 2008
Noche única en El Bosque: Cai y Javier Ruibal
Dos exponentes sobresalientes de la música de la Bahía de Cádiz, de excursión a El Bosque, que da lustre esta noche a su programación veraniega con un festival de postín. Cai y Javier Ruibal, por vez primera compartiendo cartel y público sibarita. El cantautor por excelencia, que se encuentra en plena forma creativa, y el resucitado buque escuela del rock andaluz, en su nueva reencarnación, actuarán mañana sábado en la plaza de toros a partir de las diez de la noche.
Ruibal entra en escena en una oportunidad imprescindible del verano musical, la ocasión pintiparada para comprobar su estado de gracia, un nuevo golpe de efecto para captar fieles, el milagro de la música mestiza del portuense, acaso en la cúspide de los cantautores hispanos: los hay legendarios, pero quizá un poco mayores; los hay de nuevo cuño, forjándose un lugar de privilegio, y está Ruibal, elogiado y admirado por todos, poseedor de un devocionario sin fin, capaz de enamorar a aficionados de ritmos dispares y de encantar a serpientes de coral. Ruibal acude a la llamada de El Bosque mientras prepara flamantes propuestas musicales y cosecha éxitos rotundos como el reciente del Palau de la Música, en Barcelona.
Cai, el grupo señero que triunfó en plena transición democrática, lleva meses "entrenándose" para la ocasión. Los pioneros Fopiani, Delgado y El Niño se acompañan de Blas Lago a los teclados e Ignacio Olivera al bajo, una vez abandonada la idea de la sección de vientos que pusieron sobre el tapete en la anterior temporada, cuando reaparecieron en el Festival Lago de Bornos. Hoy, Cai, madurando tarde a tarde, anuncia la recreación de su legendario álbum de debut, Más allá de nuestras mentes diminutas, y sorpresas de diverso estilo. Sonarán más guitarreros, acaso más compactos que el verano pasado. La banda que dio al mundo a uno de los teclistas de jazz y flamenco más inspirados del planeta, Chano Domínguez, quien por cierto comparte amistad y hasta hace años vecindad con el mismo Ruibal, intervendrá en septiembre en la Bienal de Flamenco de Sevilla, como representante gaditano del influyente rock andaluz.
En su paleta de colores y tonalidades musicales, precisamente Ruibal guarda toques de rock andaluz, no en vano vivió la memorable época en primera persona y se imbuyó de su halo de misterio y calidad. Y Cai, en la cuna de los cantes de ida y vuelta, no puede negar sus influencias flamencas. Así que la noche se presenta repleta de detalles para disfrutar, amén de una música superlativa con sabor a sal, un guiño del sol de Cádiz al mundo, los sones nocturnos de la Bahía, viaje de ida y vuelta del Vaporcito de la Vida.
Varias generaciones de aficionados a la música sin etiquetas sienten la llamada de El Bosque.
Julio 08, Verano (Diario de Cádiz)
La foto es de Washy, una tarde de ensayo en Chiclana
miércoles, 23 de julio de 2008
Lou Reed en Málaga, la apoteosis de la derrota
Grandioso, que no grandilocuente. Sencillo, estremecedor y emocionante. El dolor cautivador de "Berlín", la obra maldita de Lou Reed que por fin sale del cajón de la incomprensión, se transformó anteanoche en Málaga, a teatro Calderón lleno, en una pieza maestra y atemporal de la música contemporánea. A sus 66 años, el cantautor eléctrico neoyorquino, padre del rock moderno, causa sensación con una obra de 1973, recreada y actualizada, que la extraordinaria banda del mítico músico pone en pie como si de un milagro se tratase. Lou Reed cerró su gira mundial, y acaso interpretó por vez postrera el legendario álbum como ópera rock. Con las vacaciones a las puertas, los músicos bordaron una noche memorable. Lo más grande que han presenciado muchos en muchos años y kilómetros a la redonda.El triunfo de la desazón, la apoteosis de la derrota, la historia de Jim y Caroline. Hoy como ayer.
Un público mayorcito, rondando los cincuenta de media, gente mayoritariamente entendida, con bagaje musical y entrega, aunque también los había despistados, reaccionó con entusiasmo, a impulsos, sin cortarse un pelo, ante tamaña exhibición de arte sublime. Movimiento acompasado de cabezas, palmas al compás, alaridos de pasión, complicidad con el artista, devoción y excitación, lo propio de un momento único e intransferible. Antiguos hombres y mujeres de la pradera, punk-rockeros del nuevo siglo, gente de toda Andalucía y alrededores, reputados críticos musicales como Ordovás y Clemente, todos en comunión, día perfecto. Tiene mérito que Lou Reed encandile al personal sin tocar algunas de sus piezas más legendarias, de hecho presentó "Berlín" al completo, aunque en orden diferente, no muy diferente, al que contiene el disco original, y en los bises regaló dos temas clásicos de su repertorio, un majestuoso "Satellite of love" y el único vestigio de la Velvet Underground, "Rock and roll", y cerró la noche con una nueva canción, de este mismo año, la desnuda de artificios "Power of the heart", tema dedicado a su mujer Laurie Anderson, polifacética artista y maestra de la música minimalista, que aún no pertenece a disco alguno. Antes, la hecatombe personal de una pareja de drogadictos en Berlín, metáfora de la ciudad dividida, oda a los celos, la oscura historia de Jim y Caroline-
Camiseta roja y pantalones vaqueros, gafas y la misma cara ajada de veterano gruñón y brillante músico. Banda de siete componentes, voces de imberbes de la New London Children's Choir y siete miembros de la Metropolitan Orchestra de Nueva York. Reed permitió el lucimiento de todos y cada uno de sus músicos, jugó al escondite con la guitarra de Steve Hunter, el único que participó en la grabación del disco en el 73, y se mostró orgulloso y feliz de contar con gente de la talla de Fernando Saunders, polifacético y genial, o el joven Rupert Christie, quien dirigió el cotarro desde los teclados.
Ecos autodestructivos de "Berlín", canciones tristes y desoladoras, un Hunter intenso y tremendo, a veces demoledor, a veces delicado y capaz de hacer encaje de bolillos. Lou se gana al personal con sólo dar cuatro pasos adelante y levantar el puño. Ya no lo hizo más, claro, y brindó protagonismo a la música, qué música con poesía incorporada: "Los hombres con fortuna a veces derriban imperios. Los de origen humilde a menudo no pueden hacer nada. El hijo rico espera que se muera su padre. El pobre sólo bebe y llora (...) Los hombres con fortuna a menudo no saben hacer nada. Los hombres humilden saben hacer de todo". La noche ofreció contrastes impagables, historias diabólicas y angelical coro de niños, clásicos rockeros y rockeros clásicos, un Satélite del Amor que descubre la voz de Saunders y un microclima especial.
Dos contrabajos eléctricos en escena acariciados con arcos, viejo estilo bluesero que aplicaba Jimmy Page a su guitarra. Riffs de alta tensión. Sincronización y puerta a la improvisación. Sonido inusualmente limpio, nítido, perfecto. A Lou se le entendía todo. Este hombre tiene poder. Y además el "chaval" se cuida, al garete el topicazo de la mala vida. Y es capaz de avivar el fuego de una obra que coincidió con su etapa más creativa y conflictiva. "Caroline says" se cortó en seco y dio paso a una maravillosa versión de "How do you think it feels?" (¿Cómo crees que se siente uno cuando va solo y a toda velocidad?). Reed modifica fraseos, Hunter emplea el pedal a tropel, reinventan la canción unos vientos con alma de soul y un fuego eterno que recorre el teatro. ¡Fuego!
Los silencios de "Lady day", ritmos y risas, tormentas y y dichas guitarreras. Jim se puso rocanrolero, oh, Jim, y Lou Reed, en la frontera de la capella, con voz de blues y pantallazo en blanco y negro, derramó su esencia, alcanzó el clímax del bajón de la historia, con las fantásticas piezas a Los Niños y La Cama, cuando las personas y la música caminan ya cuesta abajo y la idea consiste en parar el tiempo perdido. Épico. Dos horas inolvidables. Hermosas explosivas y de curel expresividad. "¡No te mueras nunca, Lurrí!", suelta un gachó desde el patio de butacas en plena versión incendiaria y levantisca de "Rock and Roll". Pasadas las doce de la noche, el mito abraza a sus músicos por segunda vez, los presenta de nuevo, apuran todos la hora feliz del fin de gira, y la gente deja un grito encendido: "¡Lou, Lou, Lou!". El portuense Alfonso Delgado, por cierto, se llevó una púa personalizada de Reed y el setlist original, la chuleta de lista de canciones a interpretar. Y un recuerdo imborrable.
Un público mayorcito, rondando los cincuenta de media, gente mayoritariamente entendida, con bagaje musical y entrega, aunque también los había despistados, reaccionó con entusiasmo, a impulsos, sin cortarse un pelo, ante tamaña exhibición de arte sublime. Movimiento acompasado de cabezas, palmas al compás, alaridos de pasión, complicidad con el artista, devoción y excitación, lo propio de un momento único e intransferible. Antiguos hombres y mujeres de la pradera, punk-rockeros del nuevo siglo, gente de toda Andalucía y alrededores, reputados críticos musicales como Ordovás y Clemente, todos en comunión, día perfecto. Tiene mérito que Lou Reed encandile al personal sin tocar algunas de sus piezas más legendarias, de hecho presentó "Berlín" al completo, aunque en orden diferente, no muy diferente, al que contiene el disco original, y en los bises regaló dos temas clásicos de su repertorio, un majestuoso "Satellite of love" y el único vestigio de la Velvet Underground, "Rock and roll", y cerró la noche con una nueva canción, de este mismo año, la desnuda de artificios "Power of the heart", tema dedicado a su mujer Laurie Anderson, polifacética artista y maestra de la música minimalista, que aún no pertenece a disco alguno. Antes, la hecatombe personal de una pareja de drogadictos en Berlín, metáfora de la ciudad dividida, oda a los celos, la oscura historia de Jim y Caroline-
Camiseta roja y pantalones vaqueros, gafas y la misma cara ajada de veterano gruñón y brillante músico. Banda de siete componentes, voces de imberbes de la New London Children's Choir y siete miembros de la Metropolitan Orchestra de Nueva York. Reed permitió el lucimiento de todos y cada uno de sus músicos, jugó al escondite con la guitarra de Steve Hunter, el único que participó en la grabación del disco en el 73, y se mostró orgulloso y feliz de contar con gente de la talla de Fernando Saunders, polifacético y genial, o el joven Rupert Christie, quien dirigió el cotarro desde los teclados.
Ecos autodestructivos de "Berlín", canciones tristes y desoladoras, un Hunter intenso y tremendo, a veces demoledor, a veces delicado y capaz de hacer encaje de bolillos. Lou se gana al personal con sólo dar cuatro pasos adelante y levantar el puño. Ya no lo hizo más, claro, y brindó protagonismo a la música, qué música con poesía incorporada: "Los hombres con fortuna a veces derriban imperios. Los de origen humilde a menudo no pueden hacer nada. El hijo rico espera que se muera su padre. El pobre sólo bebe y llora (...) Los hombres con fortuna a menudo no saben hacer nada. Los hombres humilden saben hacer de todo". La noche ofreció contrastes impagables, historias diabólicas y angelical coro de niños, clásicos rockeros y rockeros clásicos, un Satélite del Amor que descubre la voz de Saunders y un microclima especial.
Dos contrabajos eléctricos en escena acariciados con arcos, viejo estilo bluesero que aplicaba Jimmy Page a su guitarra. Riffs de alta tensión. Sincronización y puerta a la improvisación. Sonido inusualmente limpio, nítido, perfecto. A Lou se le entendía todo. Este hombre tiene poder. Y además el "chaval" se cuida, al garete el topicazo de la mala vida. Y es capaz de avivar el fuego de una obra que coincidió con su etapa más creativa y conflictiva. "Caroline says" se cortó en seco y dio paso a una maravillosa versión de "How do you think it feels?" (¿Cómo crees que se siente uno cuando va solo y a toda velocidad?). Reed modifica fraseos, Hunter emplea el pedal a tropel, reinventan la canción unos vientos con alma de soul y un fuego eterno que recorre el teatro. ¡Fuego!
Los silencios de "Lady day", ritmos y risas, tormentas y y dichas guitarreras. Jim se puso rocanrolero, oh, Jim, y Lou Reed, en la frontera de la capella, con voz de blues y pantallazo en blanco y negro, derramó su esencia, alcanzó el clímax del bajón de la historia, con las fantásticas piezas a Los Niños y La Cama, cuando las personas y la música caminan ya cuesta abajo y la idea consiste en parar el tiempo perdido. Épico. Dos horas inolvidables. Hermosas explosivas y de curel expresividad. "¡No te mueras nunca, Lurrí!", suelta un gachó desde el patio de butacas en plena versión incendiaria y levantisca de "Rock and Roll". Pasadas las doce de la noche, el mito abraza a sus músicos por segunda vez, los presenta de nuevo, apuran todos la hora feliz del fin de gira, y la gente deja un grito encendido: "¡Lou, Lou, Lou!". El portuense Alfonso Delgado, por cierto, se llevó una púa personalizada de Reed y el setlist original, la chuleta de lista de canciones a interpretar. Y un recuerdo imborrable.
Julio 08, Verano (Diario de Cádiz)
La foto es de Pablo Asenjo
lunes, 21 de julio de 2008
Linda música del diablo
Cádiz, Texas. El diablo se recogió temprano, pero contentito. Banda sonora del Levante girando a Poniente al ritmo del blues salvaje y fronterizo, rocanrol de apellido hispano, almas vendidas al mejor postor, menos mal que aún quedan malas costumbres. El lema "Abierto hasta el amanecer", tomado de la peli de Tarantino que lazó al estrellato a Tito & Tarántula se quedó, a la vera del Carmen iluminado, en "Abierto hasta las dos y pico", por orden de la autoridad, que no permitió más dispendios, malas puñalás les den a los triunfitos de ese lentísimo ayuntamiento. La gloriosa noche, no obstante, dejó claro que los gaditanos saben tocar rock sureño con propiedad (Kool), que Jimi Hendrix se reencarnó en los López de Dallas y que entre Nuevo México y Austin crece la flor del mal y las cucarachas fuman cosas raras. Gran fiesta negra para blancos en el Baluarte de la Candelaria. Cartel de lujo. Poco público. Monumento a Peinado, ya. Oh, Cádiz, capital del verano, la mejor playa del mundo mundial, gratis total, nulo apoyo a la música de verdad.
Salma Hayek no vino, pero Tito y sus Tarántulas invitaron a subir a la escena a unas cuantas muchachas, para emular la danza de la serpiente que la actriz mejicana bordaba al ritmo del combo tejano, y casi se produce la gaditanísima invasión, "after dark" de andar por casa. Un chaval se encaramó con su madre, camiseta en el cogote y éxtasis global, y se apoderó del momento, al carajo el erotismo, esto es Cádiz y aquí hay que bailar la espídica "La Bamba" de Richi Valens, que cerró una noche que supo a poco. Unos 80 minutos llevaban arriba los Tarántula y justo cuando comenzaban a calentarse, y a calentar el cotarro, con la música a otra parte. Siempre nos quedará el myspace.
Sólo faltó Bardem con su bombona de gas asesina para ilustrar el paisaje que el inquietante y atractivo rock de Tito y Tarántula ofrecieron al heterogéneo público, de cero coma siete a setenta años de edad. El juicio final, psicobilly, boogie, surf, tenebrismo, ritmo infernal, punk sureño, desiertos a media luz, garitos de mala muerte con redes de seguridad, tequila y bruscos giros del destino y del viento. En su primera fecha española, los tejanos de Austin, la tierra de Janis Joplin, y el mejicano de Ciudad Juárez emigrado a El Paso (el histriónico y sensacional Tito Larriva), se quedaron cortos por mor de las exigencias de horario. Pero encantaron al público con sus ritmos de patibulario, su sonido arrollador, un punto malvado y espectral, calidad superlativa en hechuras musicales y oferta excitante que concluyó con el Niño de la Selva gaditano haciendo el ganso en el escenario, no sin antes entonar lo de la cucaracha que no puede caminar porque no tiene marijuana pa fumar.
Alternaron temas nuevos, como el celebrado "Machete", con piezas legendarias de su discografía, relacionadas con bandas sonoras de películas, y estuvieron inmensos, aunque el concierto resultase interruptus. Cuentan que los Tarántula, cuando pillan el seguido, llegan a montar un festín en las tablas. En Cádiz amagaron, pero no llegaron a dar por falta de tiempo.
Quien sí propinó un croché en condiciones en el mentón del maldito tiempo fue Lance López, el joven telonero de los ZZTop, uno de los pocos rockeros de la tierra que puede vanagloriarse de que su padre hiciera la mili en Alemania junto a Elvis Presley. Eso marca tanto como el primer disco de Jimi Hendrix, que causó tal conmoción en el chaval que desde entonces no pierde el compás. Sensacional concierto del guitarrista tejano, que puso boca arriba el Baluarte con un trío básico de blues rock y todas las claves de la historia del género, con especial guiños a Hendrix, sn respiro. Robert Johnson levantó la cabeza un rato para aplaudir. los fenicios también preguntaron por ese escándalo tan lindo, los despistados que acudieron a la llamada de un blues aparentemente tranquilote y familiar se encontraron con un tipo tocando la guitarra con los dientes, con ecos de Spanish Magic Castle o Red House, con blues de toda la vida a quien un gracioso de junto puso letra de Pata Negra: "¡¡Un niño le preguntaba a su mamá, ay mamaíta dime si las aceitunas tienen patas!!". Clavaíto, pero cambie gitano por chicano. La gente irrumpió en sentidos "olés" a artista, que también se bandeó a gusto por el funky y el soul de su tierra, barras y estrellas con musiquita de fondo, bajo machacón y un melenudo entrando en el recinto con una coche de capota. Noche de pelos largos y calvas incipientes, alegres divorciados, matrimonios bien avenidos, jóvenes ávidos de ampliar su cultura musical, rockeros duros, Cádiz pintado de negro, muchos quinquenios en lo alto y el diablo a la vuelta de la esquina. En la encrucijada del blues, el rock y los ritmos sincopados.
Los gaditanos Kool abrieron fuego con una notable actuación plena de rock sureño, matices y temas de buena factura, un milagro de la tierra del lolailo. Con la magnífica cantante Verónica Díaz al frente, el grupo desgranó algunas de sus piezas propias, hermanadas con Led Zeppelin, el rock clásico sin etiquetas, y los mismísimos Black Crowes. La gente premió a Kool con su consideración. Luego el tiempo se precipitó, llegaron los blues de la frontera y el dablo se marchó a regañadientes, con ganas de más. Espectacular noche de rock.
Julio 08, Verano (Diario de Cádiz)
Salma Hayek no vino, pero Tito y sus Tarántulas invitaron a subir a la escena a unas cuantas muchachas, para emular la danza de la serpiente que la actriz mejicana bordaba al ritmo del combo tejano, y casi se produce la gaditanísima invasión, "after dark" de andar por casa. Un chaval se encaramó con su madre, camiseta en el cogote y éxtasis global, y se apoderó del momento, al carajo el erotismo, esto es Cádiz y aquí hay que bailar la espídica "La Bamba" de Richi Valens, que cerró una noche que supo a poco. Unos 80 minutos llevaban arriba los Tarántula y justo cuando comenzaban a calentarse, y a calentar el cotarro, con la música a otra parte. Siempre nos quedará el myspace.
Sólo faltó Bardem con su bombona de gas asesina para ilustrar el paisaje que el inquietante y atractivo rock de Tito y Tarántula ofrecieron al heterogéneo público, de cero coma siete a setenta años de edad. El juicio final, psicobilly, boogie, surf, tenebrismo, ritmo infernal, punk sureño, desiertos a media luz, garitos de mala muerte con redes de seguridad, tequila y bruscos giros del destino y del viento. En su primera fecha española, los tejanos de Austin, la tierra de Janis Joplin, y el mejicano de Ciudad Juárez emigrado a El Paso (el histriónico y sensacional Tito Larriva), se quedaron cortos por mor de las exigencias de horario. Pero encantaron al público con sus ritmos de patibulario, su sonido arrollador, un punto malvado y espectral, calidad superlativa en hechuras musicales y oferta excitante que concluyó con el Niño de la Selva gaditano haciendo el ganso en el escenario, no sin antes entonar lo de la cucaracha que no puede caminar porque no tiene marijuana pa fumar.
Alternaron temas nuevos, como el celebrado "Machete", con piezas legendarias de su discografía, relacionadas con bandas sonoras de películas, y estuvieron inmensos, aunque el concierto resultase interruptus. Cuentan que los Tarántula, cuando pillan el seguido, llegan a montar un festín en las tablas. En Cádiz amagaron, pero no llegaron a dar por falta de tiempo.
Quien sí propinó un croché en condiciones en el mentón del maldito tiempo fue Lance López, el joven telonero de los ZZTop, uno de los pocos rockeros de la tierra que puede vanagloriarse de que su padre hiciera la mili en Alemania junto a Elvis Presley. Eso marca tanto como el primer disco de Jimi Hendrix, que causó tal conmoción en el chaval que desde entonces no pierde el compás. Sensacional concierto del guitarrista tejano, que puso boca arriba el Baluarte con un trío básico de blues rock y todas las claves de la historia del género, con especial guiños a Hendrix, sn respiro. Robert Johnson levantó la cabeza un rato para aplaudir. los fenicios también preguntaron por ese escándalo tan lindo, los despistados que acudieron a la llamada de un blues aparentemente tranquilote y familiar se encontraron con un tipo tocando la guitarra con los dientes, con ecos de Spanish Magic Castle o Red House, con blues de toda la vida a quien un gracioso de junto puso letra de Pata Negra: "¡¡Un niño le preguntaba a su mamá, ay mamaíta dime si las aceitunas tienen patas!!". Clavaíto, pero cambie gitano por chicano. La gente irrumpió en sentidos "olés" a artista, que también se bandeó a gusto por el funky y el soul de su tierra, barras y estrellas con musiquita de fondo, bajo machacón y un melenudo entrando en el recinto con una coche de capota. Noche de pelos largos y calvas incipientes, alegres divorciados, matrimonios bien avenidos, jóvenes ávidos de ampliar su cultura musical, rockeros duros, Cádiz pintado de negro, muchos quinquenios en lo alto y el diablo a la vuelta de la esquina. En la encrucijada del blues, el rock y los ritmos sincopados.
Los gaditanos Kool abrieron fuego con una notable actuación plena de rock sureño, matices y temas de buena factura, un milagro de la tierra del lolailo. Con la magnífica cantante Verónica Díaz al frente, el grupo desgranó algunas de sus piezas propias, hermanadas con Led Zeppelin, el rock clásico sin etiquetas, y los mismísimos Black Crowes. La gente premió a Kool con su consideración. Luego el tiempo se precipitó, llegaron los blues de la frontera y el dablo se marchó a regañadientes, con ganas de más. Espectacular noche de rock.
Julio 08, Verano (Diario de Cádiz)
viernes, 18 de julio de 2008
Llena la burbuja de rock
Esto no es normal. Tal constelación de estrellas no se reúne alrededor de las noches del verano hispano desde tiempos inmemoriales. La música pasa su enésima crisis en contramano. Ahora que no se venden discos, ni tampoco coches ni pisos, el negocio redondo parece haber cambiado de manos, y el chollo, de sector. El ladrillo baila rocanrol sobre su tumba, celebra su huida hacia adelante citando a las viejas glorias de la música internacional, los más grandes del rock y derivados. El "burbujazo" de festivales está a punto de explotar. Los aficionados de toda edad y condición aprovechan la oportunidad. Quienes disponen de dinerito "cantante" y sonante, porque la marea de precios ha subido una barbaridad.
En escasas semanas, han pasado o pasarán por la Piel de Toro un puñado de leyendas de la música, desde Bob Dylan, el mito del rock de mayor relevancia que ha tocado en la provincia gaditana, hasta Tom Waits, que visita este país por primera vez en treinta años de carrera, pasando por el incombustible Bruce Springsteen, quien en su enésima gira por estos lares congregará a más de 250.000 fieles. Se dice pronto. A más de ochenta euros por tirada. Se dice pronto. ¿Dónde está la crisis? En el fondo del mar.
El festival que quebró la convivencia, y disparó cachés y expectativas hasta trastocar los planes de público y organizadores de otros eventos, el cacareado Rock in Río, mostró de primeras la espléndida forma de músicos que en otra actividad se encontrarían a punto de la jubilación y en cuestiones de entretenimiento aún tienen muchas cosas que decir: Neil Young y The Police arrasaron. El trovador canadiense cabalgó sobre su caballo loco en una nueva exhibición de poderío e inspiración, aún resuenan las guitarras afiladas y la dulce y traviesa voz del viejo Young. Algo más jóvenes, pero con la espada del fracaso rondando la cabeza, los Police de Sting, Summers y Copeland desgranaron uno de los mejores espectáculos del verano: rotundo, magistral, fibroso, vibrante. No hay edad. Un par de lecciones a elegir, prueba inequívoca del signo del verano.
Amén de la gira de Dylan, que ha impartido lecciones de música americana por una docena de rincones del país, su discípulo aventajado Springsteen ha retornado a sus orígenes con la sensacional Banda de la Calle E, que rinde tributo a Danny Federici, recientemente fallecido. Aparcadas las baladas bucólicas y festivas, el chico de New Jersey, a sus 59 años, incendió Anoeta, paralizó Barcelona, vuelve a Madrid, sigue los pasos de la gloria con un repertorio de puro y duro rocanrol, grandes éxitos a punta pala, en perfecta comunión con el personal.
Más cerca que nunca, otro de los mitos vivientes (de milagro) del rock, el señor Lou Reed, completará pronto la selección de ases, será en Málaga, teatro Cervantes, cierre de la gira mundial de la ópera rock Berlín, basada en el célebre y oscuro disco homónimo, publicado por el también neoyorquino en 1973, pieza de coleccionistas que el autor ha sacado del cajón. La fecha malagueña del lunes 21 de julio ha sido la única de la gira hispana que no se ha cancelado, así que la ocasión de conocer el inhóspito Berlín que Reed dibujó en su etapa de sombras personales y cúspides creativas parece pintiparada. Entre 60 y 100 euros la localidad. Más de treinta músicos en la escena, un coro de niños, una banda rockera, Lou Reed a la guitarra eléctrica y una escenografía especial configuran el espectáculo estrenado en Brooklyn. Ya se sabe que el veterano Reed, limpio de drogas desde hace décadas, casado con la inclasificable Laurie Anderson, ha dado muchos tumbos por la vida. Hoy se relaja con la meditación. Y sigue en plena forma.
Más sensaciones sensacionales: Tom Waits y Leonard Cohen. El de la voz ronca y aguardentosa deja este país tras una tanda de conciertos hechizantes que han dividido a la afición. Tres décadas ha tardado en venir el gachó, tres noches de canciones metafóricas, expresión gestual, puro teatro de luces y sombras, mitos de las cavernas, y alimento de leyendas. Apoyado por su hijo Cassey a la batería, el genial Waits, de 58 años, tropezó con inconvenientes escénicos pero encantó a sus seguidores. Y Cohen, que retorna a España dos décadas después, reina en Benicassim con su envolvente y esperado espectáculo. El canadiense, a sus 74 años, no suele prodigarse en directo, pero sigue vivo su carisma y su expresión. Curiosamente, muchos de los ilustres visitantes del verano están relacionados de una u otra manera por una etapa imborrable de la historia del rock y por lazos invisibles de estilos y hechuras musicales. Dylan, Young, el Boss, Waits, Cohen, Reed ...
Por muchos discos que hayan despachado, por muchos estadios que hayan colmado a lo largo de sus carreras, estos nombres y otros por llegar no le llegan ni a la suela del zapato de la historia del rocanrol a Chuck Berry, 82 años, medio siglo de rocanrol, pionero de la música que cautivó a los chavales en los años cincuenta, padre negro del ritmo sincopado. Ya se sabe que los blancos robaron a los negros el roncanrol, pero Berry, un tipo duro, que en sus tiempos salvajes pasó temporadas en el Hotel Rejas por tráfico de menores y otras lindezas, ha arrasado en Córdoba y va camino de Estepona, donde compartirá festival con John Mayall, nada más y nada menos: los padres del rocanrol y del blues eléctrico, frente a frente. En Cordoba, el inventor del baile del pato mostró sus credenciales: Roll Over Beethoven, Route 66, Johnny Be Goode ... piezas de arqueología musical que, por mor del vencimiento de licencias de autor, pertencen ya al dominio público, en primera línea de playa.
El guitarrista Gary Moore o el bajista Roger Waters, que inició el verano con un concierto espectacular centrado en la Cara Oculta de la Luna de los legendarios Pink Floyd, se suman a una lista interminable. Este verano trae también a Rem, a los Sex Pistols, a Morrisey, a Herbie Hancock, a Paul Weller y a los brasileños Toquiño y María Creuza y el gran Caetano Veloso, que canta la semana que viene en el castillo de San Sebastián de Cádiz.
Si agregásemos grandes figuras de los años ochenta y noventa, explotaría la burbuja del rock 2008, el acabóse, la noche sin fin que está aliviando la presunta crisis socioeconómica, ya se sabe que los períodos de la historia más críticos han ido acompañado de febriles etapas de creatividad. Amén.
Del chollo inmobiliario al chollo festivalero, el renacimiento de los conciertos al aire libre. Importantes promotores de la cosa rockera, y no advenedizos que están poblando los escenarios del país de dinerito moreno y aviesas intenciones, advierten del inminente pinchazo de la burbuja festivalera. Gay Mercader y los organizadores del Festival de Benicassim coinciden: el boom de este verano, propiciado en gran parte por Rock in Río, ha elevado de forma desmesurada los cachés de los artistas, y de paso la competencia brutal ha causado problemas de infraestructura y logística, no hay suficientes empresas de sonido y luces en este país para cubrir la demanda en tan breve espacio de tiempo. No es normal.
La incultura del ritmo
Llama la atención que las viejas glorias del rock tengan que salvar el cuello a muchos practicantes del culto al ladrillo, convenientemente disfrazados de promotores musicales. En un país siempre abandonado a la cultura musical, cuyo presidente se vanaglioria en público de ser admirador de Melendi y Supertramp --son sus favoritos, tiene delito--, hace un par de décadas surgió la primera burbuja del rock, en este caso rock hispano, en plena ascensión y caída de la edad de oro del pop español. Los ayuntamientos sobredimensionaron a unos, pagaron cachés abusivos, pincharon el globo, y desde entonces no hubo recuperación. Se abre un paréntesis en la provincia gaditana, huérfana de grandes acontecimientos que no sean taurinos, siempre al margen de los circuitos musicales y culturales, viviendo de las migajas, poniéndose la venda. Aqui los ochenta también fueron un espejismo. Y la actualidad, una quimera. Los festivales de bandas de nuevo cuño pasan de largo, los hay por toda España menos en este rincón. Por algo será. Quizá influya de igual modo la cultura del gratis total, la cultura gratis y lo demás a precio de oro. De hecho, la generación de nuevos grupos, que este siglo aporta obras y figuras de gran calidad pero ajenas al público de la radiofórmula en que se ha convertido la vida, se bandea en los límites de la presunta independencia.El imperio de la amnesia, jaleado por la incomprensión y el desdén de los medios, no hace ni caso a las nuevas propuestas (hay grupos y cantantes tan buenos o mejores como los de antes: Quique González, Iván Ferreiro, Lori Meyers, Sunday Drivers, Deluxe) y mantiene en el olvido a las leyendas de décadas anteriores, aquí no hay viejas glorias, aquí se jubila a la mal llamada movida, enterrada en suplementos dominicales y desprecio colectivo. Este verano asiste también a cierto resurgimiento, ya intuido meses atrás, la recuperación de la memoria reciente grupos señeros vuelven a la carga con mayor o menor fortuna. "Que el tiempo no te cambie" es la pieza actualizada por los resucitados Tequila, que vuelven a la carga con su extraordinaria colección de canciones, que tanto influyeron a músicos latinoamericanos y que en España quedó sepultada por la prisa mediática, la enfermedad de los sentidos, nadie escucha, nadie habla, todos consumen nada. Aquí, a partir de los cuarenta, al histerismo dermoestético. Este año han regresado a los escenarios grandes cuarentones del rock hispano: ni caso. La historia, por ventura, está plagada de excepciones y, además, permite revanchas y guiños, certezas e ironías. Ni Dylan, ni Springsteen, ni leches. En agosto, la barbacoa ... Georgie Dann en Castellar de la Frontera.
En escasas semanas, han pasado o pasarán por la Piel de Toro un puñado de leyendas de la música, desde Bob Dylan, el mito del rock de mayor relevancia que ha tocado en la provincia gaditana, hasta Tom Waits, que visita este país por primera vez en treinta años de carrera, pasando por el incombustible Bruce Springsteen, quien en su enésima gira por estos lares congregará a más de 250.000 fieles. Se dice pronto. A más de ochenta euros por tirada. Se dice pronto. ¿Dónde está la crisis? En el fondo del mar.
El festival que quebró la convivencia, y disparó cachés y expectativas hasta trastocar los planes de público y organizadores de otros eventos, el cacareado Rock in Río, mostró de primeras la espléndida forma de músicos que en otra actividad se encontrarían a punto de la jubilación y en cuestiones de entretenimiento aún tienen muchas cosas que decir: Neil Young y The Police arrasaron. El trovador canadiense cabalgó sobre su caballo loco en una nueva exhibición de poderío e inspiración, aún resuenan las guitarras afiladas y la dulce y traviesa voz del viejo Young. Algo más jóvenes, pero con la espada del fracaso rondando la cabeza, los Police de Sting, Summers y Copeland desgranaron uno de los mejores espectáculos del verano: rotundo, magistral, fibroso, vibrante. No hay edad. Un par de lecciones a elegir, prueba inequívoca del signo del verano.
Amén de la gira de Dylan, que ha impartido lecciones de música americana por una docena de rincones del país, su discípulo aventajado Springsteen ha retornado a sus orígenes con la sensacional Banda de la Calle E, que rinde tributo a Danny Federici, recientemente fallecido. Aparcadas las baladas bucólicas y festivas, el chico de New Jersey, a sus 59 años, incendió Anoeta, paralizó Barcelona, vuelve a Madrid, sigue los pasos de la gloria con un repertorio de puro y duro rocanrol, grandes éxitos a punta pala, en perfecta comunión con el personal.
Más cerca que nunca, otro de los mitos vivientes (de milagro) del rock, el señor Lou Reed, completará pronto la selección de ases, será en Málaga, teatro Cervantes, cierre de la gira mundial de la ópera rock Berlín, basada en el célebre y oscuro disco homónimo, publicado por el también neoyorquino en 1973, pieza de coleccionistas que el autor ha sacado del cajón. La fecha malagueña del lunes 21 de julio ha sido la única de la gira hispana que no se ha cancelado, así que la ocasión de conocer el inhóspito Berlín que Reed dibujó en su etapa de sombras personales y cúspides creativas parece pintiparada. Entre 60 y 100 euros la localidad. Más de treinta músicos en la escena, un coro de niños, una banda rockera, Lou Reed a la guitarra eléctrica y una escenografía especial configuran el espectáculo estrenado en Brooklyn. Ya se sabe que el veterano Reed, limpio de drogas desde hace décadas, casado con la inclasificable Laurie Anderson, ha dado muchos tumbos por la vida. Hoy se relaja con la meditación. Y sigue en plena forma.
Más sensaciones sensacionales: Tom Waits y Leonard Cohen. El de la voz ronca y aguardentosa deja este país tras una tanda de conciertos hechizantes que han dividido a la afición. Tres décadas ha tardado en venir el gachó, tres noches de canciones metafóricas, expresión gestual, puro teatro de luces y sombras, mitos de las cavernas, y alimento de leyendas. Apoyado por su hijo Cassey a la batería, el genial Waits, de 58 años, tropezó con inconvenientes escénicos pero encantó a sus seguidores. Y Cohen, que retorna a España dos décadas después, reina en Benicassim con su envolvente y esperado espectáculo. El canadiense, a sus 74 años, no suele prodigarse en directo, pero sigue vivo su carisma y su expresión. Curiosamente, muchos de los ilustres visitantes del verano están relacionados de una u otra manera por una etapa imborrable de la historia del rock y por lazos invisibles de estilos y hechuras musicales. Dylan, Young, el Boss, Waits, Cohen, Reed ...
Por muchos discos que hayan despachado, por muchos estadios que hayan colmado a lo largo de sus carreras, estos nombres y otros por llegar no le llegan ni a la suela del zapato de la historia del rocanrol a Chuck Berry, 82 años, medio siglo de rocanrol, pionero de la música que cautivó a los chavales en los años cincuenta, padre negro del ritmo sincopado. Ya se sabe que los blancos robaron a los negros el roncanrol, pero Berry, un tipo duro, que en sus tiempos salvajes pasó temporadas en el Hotel Rejas por tráfico de menores y otras lindezas, ha arrasado en Córdoba y va camino de Estepona, donde compartirá festival con John Mayall, nada más y nada menos: los padres del rocanrol y del blues eléctrico, frente a frente. En Cordoba, el inventor del baile del pato mostró sus credenciales: Roll Over Beethoven, Route 66, Johnny Be Goode ... piezas de arqueología musical que, por mor del vencimiento de licencias de autor, pertencen ya al dominio público, en primera línea de playa.
El guitarrista Gary Moore o el bajista Roger Waters, que inició el verano con un concierto espectacular centrado en la Cara Oculta de la Luna de los legendarios Pink Floyd, se suman a una lista interminable. Este verano trae también a Rem, a los Sex Pistols, a Morrisey, a Herbie Hancock, a Paul Weller y a los brasileños Toquiño y María Creuza y el gran Caetano Veloso, que canta la semana que viene en el castillo de San Sebastián de Cádiz.
Si agregásemos grandes figuras de los años ochenta y noventa, explotaría la burbuja del rock 2008, el acabóse, la noche sin fin que está aliviando la presunta crisis socioeconómica, ya se sabe que los períodos de la historia más críticos han ido acompañado de febriles etapas de creatividad. Amén.
Del chollo inmobiliario al chollo festivalero, el renacimiento de los conciertos al aire libre. Importantes promotores de la cosa rockera, y no advenedizos que están poblando los escenarios del país de dinerito moreno y aviesas intenciones, advierten del inminente pinchazo de la burbuja festivalera. Gay Mercader y los organizadores del Festival de Benicassim coinciden: el boom de este verano, propiciado en gran parte por Rock in Río, ha elevado de forma desmesurada los cachés de los artistas, y de paso la competencia brutal ha causado problemas de infraestructura y logística, no hay suficientes empresas de sonido y luces en este país para cubrir la demanda en tan breve espacio de tiempo. No es normal.
La incultura del ritmo
Llama la atención que las viejas glorias del rock tengan que salvar el cuello a muchos practicantes del culto al ladrillo, convenientemente disfrazados de promotores musicales. En un país siempre abandonado a la cultura musical, cuyo presidente se vanaglioria en público de ser admirador de Melendi y Supertramp --son sus favoritos, tiene delito--, hace un par de décadas surgió la primera burbuja del rock, en este caso rock hispano, en plena ascensión y caída de la edad de oro del pop español. Los ayuntamientos sobredimensionaron a unos, pagaron cachés abusivos, pincharon el globo, y desde entonces no hubo recuperación. Se abre un paréntesis en la provincia gaditana, huérfana de grandes acontecimientos que no sean taurinos, siempre al margen de los circuitos musicales y culturales, viviendo de las migajas, poniéndose la venda. Aqui los ochenta también fueron un espejismo. Y la actualidad, una quimera. Los festivales de bandas de nuevo cuño pasan de largo, los hay por toda España menos en este rincón. Por algo será. Quizá influya de igual modo la cultura del gratis total, la cultura gratis y lo demás a precio de oro. De hecho, la generación de nuevos grupos, que este siglo aporta obras y figuras de gran calidad pero ajenas al público de la radiofórmula en que se ha convertido la vida, se bandea en los límites de la presunta independencia.El imperio de la amnesia, jaleado por la incomprensión y el desdén de los medios, no hace ni caso a las nuevas propuestas (hay grupos y cantantes tan buenos o mejores como los de antes: Quique González, Iván Ferreiro, Lori Meyers, Sunday Drivers, Deluxe) y mantiene en el olvido a las leyendas de décadas anteriores, aquí no hay viejas glorias, aquí se jubila a la mal llamada movida, enterrada en suplementos dominicales y desprecio colectivo. Este verano asiste también a cierto resurgimiento, ya intuido meses atrás, la recuperación de la memoria reciente grupos señeros vuelven a la carga con mayor o menor fortuna. "Que el tiempo no te cambie" es la pieza actualizada por los resucitados Tequila, que vuelven a la carga con su extraordinaria colección de canciones, que tanto influyeron a músicos latinoamericanos y que en España quedó sepultada por la prisa mediática, la enfermedad de los sentidos, nadie escucha, nadie habla, todos consumen nada. Aquí, a partir de los cuarenta, al histerismo dermoestético. Este año han regresado a los escenarios grandes cuarentones del rock hispano: ni caso. La historia, por ventura, está plagada de excepciones y, además, permite revanchas y guiños, certezas e ironías. Ni Dylan, ni Springsteen, ni leches. En agosto, la barbacoa ... Georgie Dann en Castellar de la Frontera.
Julio 08, Verano (Diario de Cádiz)
Limpieza
La marrullería parece que sigue presidiendo la vida pública portuense. Con perdón. No hay arreglo. La ciudad desperdigada piensa cambiar de nombre, a la vista del gafe contraído hasta los restos, y a partir de ya adoptará el sugestivo El Tuerto de Santa María, otrora El Muermo de Santa María. Vaya políticos, vaya debate sobre el estado de la nación portuense, vaya de la playa. Suscríbase a la teoría del edil asesino y acertará: dicen que para ser concejal sólo hay que ostentar el último lugar del pelotón de los torpes. Ser el carajote de la clase. Con perdón. Y por El Puerto, ahora sí, han pasado ya muchos tontos y demasiados listos. Que levante la mano quien se quiera salvar.
Urge la limpieza, hablan de limpieza, de baldeo de prebostes, de manitas de cal y de toneladas de arena. Limpieza en las calles, limpieza en los despachos, y una noticia esperpéntica que mejor no comentar con guasa: los trabajadores de la limpieza acudirán a la barriada José Antonio escoltados por un guardia municipal. De traca. Así se solucionan las cosas aquí. Abstenerse chistes de dudoso gusto. A eso se llama empezar la casa por el tejado. La vergüenza de José Antonio y de Los MIlagros sintetiza la gestión municipal de los últimos tropecientos años antes de que Cristo perdiese el mechero en el Aguapá. La estampa del basurero, el guardia, el enganchao, el mafioso, y los traficantes de estampitas merece capítulo aparte. El Puerto está pa echarle de comer aparte.
La vergüenza ajena del reciente pleno municipal sugiere una idea alternativa. Para que la limpieza sea total, más bien mundial, cada concejal de ahora y cada concejal de antes, que aquí no se salva ni el apuntador, saldrá a la calle acompañado de un guardia. Ojo avizor. Por si las moscas. Pa que no se escantillen. Claro que, al final, no se sabe quén vigilará a quién o si habrá que instalar detectores de mentiras y fullerías a ambos dos, porque en todas partes se dice que la Poli no es tonta menos en El Puerto. Recuerden si no la gran operación, despliegue sin precedentes, en uno de los supermercados del crimen desorganizado: cogieron una pistola de mixtos y una moto trucá. Haciendo amigos.
Julio 08, El Puerto (Diario de Cádiz)
La foto, de Fito Carreto, pertenece a la serie Paseantes
Urge la limpieza, hablan de limpieza, de baldeo de prebostes, de manitas de cal y de toneladas de arena. Limpieza en las calles, limpieza en los despachos, y una noticia esperpéntica que mejor no comentar con guasa: los trabajadores de la limpieza acudirán a la barriada José Antonio escoltados por un guardia municipal. De traca. Así se solucionan las cosas aquí. Abstenerse chistes de dudoso gusto. A eso se llama empezar la casa por el tejado. La vergüenza de José Antonio y de Los MIlagros sintetiza la gestión municipal de los últimos tropecientos años antes de que Cristo perdiese el mechero en el Aguapá. La estampa del basurero, el guardia, el enganchao, el mafioso, y los traficantes de estampitas merece capítulo aparte. El Puerto está pa echarle de comer aparte.
La vergüenza ajena del reciente pleno municipal sugiere una idea alternativa. Para que la limpieza sea total, más bien mundial, cada concejal de ahora y cada concejal de antes, que aquí no se salva ni el apuntador, saldrá a la calle acompañado de un guardia. Ojo avizor. Por si las moscas. Pa que no se escantillen. Claro que, al final, no se sabe quén vigilará a quién o si habrá que instalar detectores de mentiras y fullerías a ambos dos, porque en todas partes se dice que la Poli no es tonta menos en El Puerto. Recuerden si no la gran operación, despliegue sin precedentes, en uno de los supermercados del crimen desorganizado: cogieron una pistola de mixtos y una moto trucá. Haciendo amigos.
Julio 08, El Puerto (Diario de Cádiz)
La foto, de Fito Carreto, pertenece a la serie Paseantes
Kool, primera banda gaditana en el festival Isla del Blues
Kool tendrá el honor de ser el primer grupo gaditano en participar en el prestigioso festival internacional 'La Isla del Blues', que este año celebrará su duodécima edición en el Baluarte de la Candelaria, en Cádiz. La cita será mañana, sábado 19 de julio, y tendrá como cabezas de cartel a los norteamericanos 'Tito & Tarántula' y 'Lance Lopez', dos figuras de postín que actúan por primera vez en España.
Basta con comprobar los gustos musicales del grupo, en su página de myspace, para ilusionarse con el concierto: blues rock de ayer y de hoy. Pero Kool se antoja mucho más que un conjunto de músicos bien influenciados. Es una moderna banda de rock. Sin etiquetas. Esta es su formación: Verónica Díaz: Voz, Jose Simonet: Guitarra, Miguel Rodríguez: Bajo, Manuel Pantoja: Batería. Nos vemos el sábado.
Basta con comprobar los gustos musicales del grupo, en su página de myspace, para ilusionarse con el concierto: blues rock de ayer y de hoy. Pero Kool se antoja mucho más que un conjunto de músicos bien influenciados. Es una moderna banda de rock. Sin etiquetas. Esta es su formación: Verónica Díaz: Voz, Jose Simonet: Guitarra, Miguel Rodríguez: Bajo, Manuel Pantoja: Batería. Nos vemos el sábado.
Obama se moja con música de Dylan: los tiempos están cambiando
El video no tiene desperdicio, música de Dylan, los tiempos están cambiando, dibujitos animados y discurso de buen rollito que ya le está granjeando al gachó comparaciones con el Bambi de ZP. Obarack Obama se moja. Y además, desvela sus gustos musicales, la selección favorita de su iPod, sus ídolos negros y blancos, y los ritmos que le sulibeyan. Igualito que ZP, que ya confesó que sus artistas predilectos son Melendi y Supertramp. Así nos va de culturilla musical en la Piel de Toro. A continuación, un artículo de Noelia Sastre, corresponsal en Nueva York de El Periódico.
Stevie Wonder es su héroe musical. Bob Dylan le ayuda a reflexionar sobre la retórica política y cómo seguir siendo uno mismo. Bruce Springsteen le parece adorable porque jamás perdió sus raíces. Jay Z y Ludacris tienen mucho talento. Todos estos artistas, además de Yo-Yo Ma, Sheryl Crow, los Rolling Stones, Elton John, Earth, Wind & Fire y las leyendas del jazz Miles Davis, Charlie Parker y John Coltrane suenan en el iPod de Barack Obama, el candidato demócrata a la Casa Blanca."Tengo un gusto muy ecléctico", reconoce Obama en la revista Rolling Stone, que le dedica su última portada. "Si tuviera que elegir un héroe musical, sería Stevie Wonder. Cuando empecé a interesarme por la música, él lanzó los cinco álbums más brillantes que jamás hemos escuchado: Music of my mind, Talking book, Fulfillingness' first finale, Innervisions y Songs in the key of life".En el iPod del político, que en agosto cumplirá 47 años y creció en los 70 escuchando a las estrellas de R&B, a Elton John y a los Stones (Gimme Shelter es su pieza preferida de la banda británica), hay un poco de todo. Desde Howlin' Wolf a Yo-Yo Ma y Sheryl Crow, además de unas 30 canciones de Dylan y su álbum Blood on the Tracks (1975). La que más repite últimamente es Maggie's Farm. "Me habla mientras escucho la retórica política. Dylan cuenta cómo intentar ser uno mismo mientras el resto del mundo quiere que seas como ellos".Según las encuestas, Obama será el primer presidente de EEUU con sangre negra. Así que la pregunta sobre el rap es obligada. Sus gustos son de vieja escuela, pero no le quita mérito a grandes figuras de ese género tan negro y tan americano "que ha roto barreras en el mundo musical". Jay-Z, Ludacris, Usher y Will.i.am le apoyan en sus mítines. "Me gusta cómo piensa Jay-Z. Tiene mucho talento, es un buen chico. Es serio y puede ayudar a moldear comportamientos de forma muy positiva", explica Obama, que también defiende el trabajo del productor Russell Simmons. Al candidato le inquieta que sus hijas, de 9 y 7 años, escuchen hip hop. "Me preocupa la misoginia y el materialismo de las letras, pero lo mejor del género es que ayudó a romper barreras entre negros y blancos. Sería genial que mis hijas lo escucharan sin preocuparme de que se lleven una mala imagen de sí mismas".Para otros grandes nombres como Springsteen o Dylan, que también han apoyado públicamente su candidatura, solo tiene buenas palabras. "Tener a estos dos iconos de mi lado es halagador", asegura el senador de Illinois. Hace unas semanas, Dylan declaró que Obama está redefiniendo la política estadounidense y podría llevar el cambio real a su país. "Aún no he conocido a Bruce, pero he hablado con él por teléfono. No solo me encanta su música, sino que lo adoro a él como persona. Jamás ha perdido sus raíces, sabe quién es". "¿Le llama Boss?", pregunta el periodista desde el avión del candidato en plena campaña. Obama responde con contundencia: "Por supuesto. Debo hacerlo".
Posdata: otro video perteneciente a la campaña de Obama, de cara a la presidencia de Estados Unidos, ha sido realizado por Jesse Dylan, hijo del artista de Minnesota y cineasta de éxito y dudosa calidad. En cambio, Jakob, el hijo rockero de Bob, acaba de editar su primer disco en solitario, al margen de Wallflowers, que suena de categoría, aunque peca de cierta irregularidad en clave acústica. Más cosas sobre Dylan: ¿qué fue del Príncipe de Asturias de las Artes? ¿Lo recogió por fin? ¿Se marchó sin la estatuilla? ¿Se la llevó la Leti al camerino? Sería sieso, el tío ... Pero qué bonito eso de "intentar ser uno mismo cuando el resto del mundo quiere que seas como ellos". Puro Dylan.
El maestro ya cogió el camino, se marchó con su colección de sombreros y sus botas de cuero español, concluyó su gira europea en Lisboa. Algo le debió sentar mal en Jerez (unas tagarninas, unas ortiguillas, qué sé yo) pues en los dos conciertos posteriores interpretó sólo quince temas, dos menos que en el resto del tour.
miércoles, 16 de julio de 2008
El Boss no se prejubila, arrasa Anoeta con la Banda de la Calle E
Lo volvió a hacer. Bruce Springsteen, en el inicio de su enésima visita a España, puso patas arriba Anoeta, en San Sebastián, con fuerza, coraje y generosidad. El Jefe no se toma vacaciones, el Jefe, a punto de cumplir los sesenta, no se prejubila, pero la crónica de Jesús Ruiz Mantilla en El País, adornada con fotos de Javier Hernández, sugiere que podría tratarse de la penúltima gira del chico de New Jersey, así que Springsteen y lo que queda de la Banda de la Calle E, con el corazón puesto en Danny Federici, recientemente fallecido, entregaron tres horas de puro rocanrol. A pelo. Por derecho. Y sonaron las piezas emblemáticas, con sorpresas de los setenta y ochenta y escasos momentos descafeinados. ¡Fuego!
Modelos de desigualdad
Otro año ocupan noticias destacadas las modelos que aspiran a recogepelotas del Masters de Madrid de Tenis, el torneo de los placos vip y las miradas morsegonas. Trescientas chavalas optan a treinta puestos. Hoy bromeaban en la tele sobre la incultura de algunas y el desparpajo de otras. Nada que ver con el deporte. Culto al figuroneo del ya rancio fachionglamú. ¿Dirá algo la ministra de Igualdad?
martes, 15 de julio de 2008
20% de amnesia
Ahora sólo recuerdo que el cirujano me tendió la mano, tras limpiarse la sangre en el chaleco, y yo musité algo parecido a "gracias". Seré carajote, "gracias", y me fui embolicao pa mi casa, donde me esperaba el señor Lexatín pa darme la tarde. Hola, Lexatín, te veo un poco amuermao, ¿ha venido alguien? Ha llamado un antibiótico mu pesao, de nombre extranjero, preguntando por cosas raras, y luego tocaron el timbre pero no respondí. Me quedé cuajao.
Mi dentista no es nazi. Yo de chico pensaba que los dentistas eran nazis que trabajaron tiempo atrás en los campos de concentración de medio mundo, yo de chico creía que había campos de concentración por todas partes, confundía las concentraciones de futbolistas, o los ejercicios espirituales, con esos campos, igual que confundía muchos significados de palabras que, un siglo después, carecen ya de esos mismos valores a base de trompazos al diccionario, que no es lo mismo que los miccionarios, donde mea la gente todas sus palabras mal destiladas. Si salía en la tele alguien diciendo que hacía algo de modo desinteresado, preguntaba en voz alta: Papá, si no le pone interés, ¿pa qué lo hace? Y mi padre al menos no se hacía el listo (de Schindler) y me endiñaba un librito de sinónimos, sírvase usted mismo, y desde entonces supe que los sinónimos son gente muy parecida entre sí.
En el cielo de la boca tengo una concentración de sucesos continuados, palos, carreras, máquinas excavadoras, ruidos de metralletas, taladradoras blackandecker, un poquito de agua, aire limpio revolucionao, la sombra del ayer y ganas de comer y no poder.
Una empresa ha quebrao, suspensión de pagos, el mes que viene volverá por sus fueros dejando a tantas criaturitas en la calle, el telediario necesita un omeprazol. Los ricos también lloran la crisis; los demás la padecemos. Ellos la manejan a su antojo, el resto toma tranquilizantes, protectores de estómago, drogas duras legales para ir tirando la casa por la ventana. Abajo hay ya dos o tres casas despellejás, pero los bancos mantienen el tipo, ya no conceden nueve mil euros para una primera comunión, ni blanquean con Colón, qué va, ni descubren lo tontos que somos. Y los políticos, pa qué comunicarte, han ido todos al dentista y no son capaces de hincarle el diente a la crisis, qué crisis. La crisis se asomó, con cinismo y premeditación, con la llegada del euro, en cuantito subieron casi todo un 60%, congelaron salarios, firmaron sangrantes reformas laborales, ganaron el 30%, dieron el pelotazo, pero alguien ha embarcao la pelota, el que la coja pa él, el que la coja será el capitán.
Mucho rollito, mucho gesto, demasiado paripé. Quedamos todos subcontratados.
Mi dentista no es nazi. Yo de chico pensaba que los dentistas eran nazis que trabajaron tiempo atrás en los campos de concentración de medio mundo, yo de chico creía que había campos de concentración por todas partes, confundía las concentraciones de futbolistas, o los ejercicios espirituales, con esos campos, igual que confundía muchos significados de palabras que, un siglo después, carecen ya de esos mismos valores a base de trompazos al diccionario, que no es lo mismo que los miccionarios, donde mea la gente todas sus palabras mal destiladas. Si salía en la tele alguien diciendo que hacía algo de modo desinteresado, preguntaba en voz alta: Papá, si no le pone interés, ¿pa qué lo hace? Y mi padre al menos no se hacía el listo (de Schindler) y me endiñaba un librito de sinónimos, sírvase usted mismo, y desde entonces supe que los sinónimos son gente muy parecida entre sí.
En el cielo de la boca tengo una concentración de sucesos continuados, palos, carreras, máquinas excavadoras, ruidos de metralletas, taladradoras blackandecker, un poquito de agua, aire limpio revolucionao, la sombra del ayer y ganas de comer y no poder.
Una empresa ha quebrao, suspensión de pagos, el mes que viene volverá por sus fueros dejando a tantas criaturitas en la calle, el telediario necesita un omeprazol. Los ricos también lloran la crisis; los demás la padecemos. Ellos la manejan a su antojo, el resto toma tranquilizantes, protectores de estómago, drogas duras legales para ir tirando la casa por la ventana. Abajo hay ya dos o tres casas despellejás, pero los bancos mantienen el tipo, ya no conceden nueve mil euros para una primera comunión, ni blanquean con Colón, qué va, ni descubren lo tontos que somos. Y los políticos, pa qué comunicarte, han ido todos al dentista y no son capaces de hincarle el diente a la crisis, qué crisis. La crisis se asomó, con cinismo y premeditación, con la llegada del euro, en cuantito subieron casi todo un 60%, congelaron salarios, firmaron sangrantes reformas laborales, ganaron el 30%, dieron el pelotazo, pero alguien ha embarcao la pelota, el que la coja pa él, el que la coja será el capitán.
Mucho rollito, mucho gesto, demasiado paripé. Quedamos todos subcontratados.
domingo, 13 de julio de 2008
Aquel verano
Desperté del largo y agridulce sueño. ¡Que viene Dylan a Jerez! ¿Otra vez? ¿Pero ya cantó? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo estuvo? Me lo perdí, maldita sea.
Tras otro cabezazo, la siesta de la modorra del verano del Ocho, no se sabe en qué preciso momento de estos días quietos regresé al mundo de las certezas y las sombras y no supe qué decir. Siempre me ocurre lo mismo: cada concierto de Dylan me sume en una extraña fase de "me importa un carajo todo", combinada con la melancolía del adiós, la inquietud por el futuro de hoy y miles de dudas. El arte de la confusión, un poquito de caos nunca viene mal, pero cada experiencia con el juglar de Minnesota me produce síntomas más preocupantes. No sé quién soy, ¿seré acaso mi hermano?, ni por supuesto de dónde provengo, código postal nada versus nada, y no hay manera de quitarme esta cruel felicidad de encima. La gente me para por la calle, quizá porque llevo un signo de interrogación clavado en el pecho, y me pregunta: ¿Cómo estuvo Bob? ¿Bien, no? Ni puta idea. Que me dejes ...
El trance duró siglos, infinitos granos de arena cayeron por su propio peso entre canciones presentidas, adivinas adivinanzas, la vida alrededor de la inagotable obra de Dylan. La otra noche intenté relatar mis ocho conciertos de Bob, pero me resultó imposible, aún no he asimilado el de Jerez, a quince minutos de casa. En realidad aún no he digerido el primero, Vallecas, junio del 84, ni el dichoso y sensacional instante en que descubrí su música gateando en la discoteca de mi padre. Los ídolos de mi padre, agárrate María, son Frank Sinatra y Miles Davis, un par de prendas que también se las traían. La Voz, por siempre, mostró el camino. Y la Trompeta, el genio de Saint Louis, revolucionario del jazz, nunca hallará parangón. (Sus fanáticos se ríen de las presuntas excentricidades de otros mitos, como el propio Dylan. Este plumilla, por ejemplo, vio con sus propios ojos, en un par de ocasiones memorables, cómo Davis tocaba de espaldas al público, a veces con monosílabos y en otras con cascadas de sonidos de otro mundo, pimplándose un whisky tras otro, dando juego a sus músicos ...).
Dylan sigue vivo y creando, actuando, poniéndose a tiro de su propia rebeldía y de la opinión oscilante de sus fieles. No puedo negar que mi vida ha caminado paralela a la obra de Dylan, mejor no mencionar hitos personales coincidentes con conciertos, discos y etapas de la carrera del amigo pero desconocido Bob. Da vergüenza hablar de uno mismo, aunque sea jugando en casa. Pero estos días, igual que en anteriores oportunidades dylanianas, los planetas han hecho cosas raras, conjunciones y descoyuntamientos a tropel, y ayer como hoy, se precipitaron acontecimientos paradójicos, incongruencias varias, lindas y horrendas contradicciones, una combinación de sucesos dispares, algo así como un concierto de Dylan, pura exhibición de arte accidental. Antes, durante y después del 8-J hubo canciones hermosas, sorpresas chungas, decepciones, alegrías de sentirse querido, momentos inolvidables, castañazos del ser humano, encuentros inesperados, más encuentros inesperados, música para el alma. Y la mujer de mi vida.
El viejo Dylan de hoy pugna contra sí mismo, como el del 89 o el del 93, pero con más veras. El cantante se rebela contra su propio repertorio, una hermosa lucha entre pares que siempre deja un regusto raro entre quienes conocemos al tipo, o no.
Yo quería que tocase los blues de Memphis, se hartó de tocar rhytmn blues pero no sonó el Stuck Inside of Mobile, ni pudimos pasear por la avenida de la Desolación de la mano de Just Like a Woman, pero al menos recibimos el recado del artista con agrado, si la ves, dile hola, y la buscamos por el País del Norte en el corazón del Sur.
Ya publiquéí crónicas acerca de sus conciertos en Mérida 93 y Málaga 99, y en la memoria guardo fiascos como el de Sevilla 91, el vértigo de Mádrid 89 o la fiesta de Madrid 95, pero escribir sobre Dylan en Jerez me ha dejado muy tocado, en todos los términos posibles del término. Dylan y periodismo no casan para mí. Dylan y poesía, sí. Pasé noches en busca de nuevas palabras, me salió mejor el antes y el después que el mientras tanto, aluciné como un pepinillo en vinagre pero también sufrí "busho". ahí quedó. Nunca quedaré contento del todo de nada, ni de los conciertos, que asumo casi como propios en un acto de bendita locura, ni de los artículos, que entrego como ajenos al tiempo forzoso, ni del vacío que deja el silencio no deseado, ni siquiera de cada momento en que sonaban las canciones de todos y de nadie. Imagino que los dylanitas que se precien sueñan despiertos con la obra maestra por venir, con la noche perfecta, y son felices gracias a la duda y a la imperfección.
Ahora recuento letras y ritmos, discos y libros, fotos y sensaciones, la emoción que Dylan es capaz de transmitir a pesar de los pesares.
Sin tiempo para pensar, estos días vienen a España tres voces, tres personalidades musicales de categoría: Tom Waits, Bruce Springsteen y Lou Reed. Rocanrol animal. Luego, pa desintoxicarse del atracón de música verdadera, lo mejor será subir a Castellar de la Frontera para ver, nada más y nada menos, que a Georgie Dann. La barbacoa, la barbacoa ...
jueves, 10 de julio de 2008
Gracias, maestro
1. Leopard-Skin Pill-Box Hat 2. If You See Her, Say Hello 3. Rollin´ And Tumblin´4. Tangled Up In Blue 5. The Levee´s Gonna Break 6. Mississippi 7. John Brown 8. Honest With Me 9. Girl Of The North Country 10. It´s Alright Ma (I´m Only Bleeding) 11. Beyond The Horizon 12. Highway 61 Revisited 13. Nettie Moore 14. Summer Days 15. Masters Of War bises 16. Thunder On The Mountain 17. Like A Rolling Stone
El día después de Bob Dylan, con la cabeza llena de rock, fanáticos y profanos porfiaban en torno a las dos (mil) caras del mito, que se hizo verbo en Jerez. Fue una experiencia religiosa, hay que tener mucha fe en las extraordinarias canciones del trovador para no caer en dudas metafísicas. El maestro ofreció pocas sorpresas, con respecto a la gira que está a punto de concluir, pero quedarán para siempre tres o cuatro momentos inolvidables, según el gusto de cada cual. En lugar de subrayar las circunstancias secundarias (Dylan saludó al final con un escueto "Gracias, amigos" antes de presentar a su banda, pero qué más da), habría que mirar la obra desde una relativa distancia, cada noche los conciertos de Dylan se convierten en obras inacabadas que suelen generar división de opiniones, casi toda la gama de opiniones, entre el espectador. La clave de un espectáculo tan susceptible de subjetividad reside en la elección del repertorio. Si Bob tocase las mismas veinte canciones cada noche, sus mayores éxitos, tendría a la mayoría de su lado, si acaso, pero sólo irían a verle una vez. Bob no da facilidades para acercarse a su inmenso universo creativo, peca de poco generoso en ciertos pasajes, pero el cuadro suele ser una gran obra de arte accidental. En Jerez ocurrió lo propio, quizá con altibajos y con el condicionante de la voz del artista, que a unos resulta desagradable y a otros, embaucadora. Las personas con el oído acostumbrado al soniquete de voz del juglar de Minnesota llevan un trecho ganado. Convengamos en que la voz de Dylan no es la de los años sesenta, ni la del 84 cuando pisó por vez primera un escenario hispano, ni siquiera la del memorable concierto de Madrid en 1995, ni siquiera seleccionó un repertorio tan brillante como el de Córdoba en 2004. Pero lo hizo, llegó, vio y venció a los augurios más escépticos. Con dos caras muy diferenciadas, como buen Géminis.
Dylan cantó nueve clásicos y ocho temas modernos: siete piezas de los años sesenta, dos temas grabados en los setenta y el resto, ocho composiciones, pertenecientes al nuevo siglo; de ellas, tres de "Love & Theft" y cinco de "Modern Times". El legendario rockero suele dividir sus conciertos por tramos. Si inició la noche con una de las piezas livianas de Blonde on Blonde, y luego intercaló dos monumentales ejemplos de Bloods on the Tracks entre robustos rhytmn blues del álbum más reciente, acaso los tramos siguientes y los penúltimos capítulos antes del fin de fiesta no lograron el efecto deseado. Ay, si Dylan fuese condescendiente con lo que el público en general reclamara, no sería Dylan, gran perogrullada, y quizá no se hubiesen advertido sus dos caras: la inspirada y la rutinaria, las aristas de quien cambió la faz de la tierra del rock y sigue evolucionando como nacesidad vital.
Frente a algunos momentos prescindibles procedentes del penúltimo disco y del abuso de piezas con alma de blues, la sorpresa de la noche fue "John Brown", tema del 63 que no llegó a publicarse en Freewheelin', ni en otro disco oficial que no fuese el Unplugged del 95. Actualizada la canción al estilo de la compacta y disciplinada banda, podría emparejarse en clave antibelicista a la posterior Masters of War, machachona y repetitiva, tenebrosa y expresiva. Dylan, a veces, enlaza canciones. "If you see her ..." y "Girl form north country" se ajustarían a la categoría de la melancolía y el amor evocado fuera de tiempo por parte de un tipo cuya mente sigue fuera de tiempo, por fortuna. "Highway 61" y "Like a rolling stone" se dan la mano en cuanto a ritmo y hechuras, así como "Mississipi" y "Beyond the horizon", las propuestas vodevilescas de la noche, temas standards más cercanos al Tin Pan Alley que al rock tradicional.
Lo de siempre: hay gente que se mosquea porque quiere escuchar más temas conocidos o rutilantes, gente que hace listas con los temas que no tocó, puro masoquismo, y otra gente que se deja llevar por el inmenso e imperfecto arte del cantante. Y leer la letra pequeña del contrato sentimental que una a Dylan con sus desconocidos en dos horas de tiempo frenado en seco. Quién sabe si la cercanía de la Base de Rota movió a Dylan a entonar dos alegatos pacifistas, una diatriba contra los señores de la guerra y la historia de un soldado. Dos caras, sendas cruces.
A tenor de comentarios y pareceres, diríase que el concierto jerezano mostró sus mejores galas al comienzo, en los tramos intermedios coincidiendo con la hermosa "Girl from north country" y la hard-rockera y apocalíptica "Its allright ma" y los postres de "Like a rolling stone". Dylan se empeña en seguir incluyendo piezas como "Summer Days" o "Honest with me" en detrimento de algunas joyas de su extensa carrera. Con la estructura de "tema lento, tema rápido" salen perdiendo algunas perlas y ganando otras que jamás imaginarían tal honor. No obstante, Dylan demuestra que no vive de la nostalgia y que están en los tiempos, en sus tiempos modernos. A veces arrebatador, a veces simplemente correcto, belleza irregular y el carisma que mantiene la atención de la gente.
Capaz de trastocar de veras una de sus mejores composiciones de todos los tiempos, "Tangled up in blue", que sonó incierta pero magnífica, Dylan también revisa sus clásicos, suelta lindezas inesperadas como "Mississipi", mejora versiones registradas en disco o logra el éxtasis moderado que genera la legendaria "Like a rolling stone".
Voz áspera, recitados suaves, la revolución en el aire, huele a regalito de Dios, hablan las guitarras entre sí, Dylan no se sienta en toda la noche y mira al horizonte desde su piano de la señorita Pepis, a veces sopla su armónica para felicidad colectiva y otras, el equipo de luces se adapta a su personalidad: ahora arrebatadora, ahora en penumbra. En medio de la noche porfían algunas palabras, hay quien relaciona la sobriedad con el tedio, y quien se mofa de los salvapantallas ofrecidos por la escueta parafernalia. Dylan pone el énfasis en sus frases preferidas de álbumes históricos, se contonea con sus andares chaplinescos, nadie sabe si sería capaz de transmitir más emoción o de frenar el tiempo a tiempo. Sus músicos, intuitivos a la fuerza, entienden a su jefe casi de reojo. Y él, que está mayor, para qué negarlo, boicotea los posibles karaokes en torno a sus piezas señeras, alarga las frases, subraya sílabas y deja claro que algunas canciones suyas suenan mejor en boca de otros artistas, pero nunca lo harán con la misma intensidad, profundidad y misterio. Al final, como una concesión del maestro, éste permite que la gente entone las virulentas y despechadas palabras de "Like a rolling stone", así como las preguntas eternas y paradójicas: "¿Cómo te sientes siendo un completo desconocido?"
El día después de Bob Dylan, con la cabeza llena de rock, fanáticos y profanos porfiaban en torno a las dos (mil) caras del mito, que se hizo verbo en Jerez. Fue una experiencia religiosa, hay que tener mucha fe en las extraordinarias canciones del trovador para no caer en dudas metafísicas. El maestro ofreció pocas sorpresas, con respecto a la gira que está a punto de concluir, pero quedarán para siempre tres o cuatro momentos inolvidables, según el gusto de cada cual. En lugar de subrayar las circunstancias secundarias (Dylan saludó al final con un escueto "Gracias, amigos" antes de presentar a su banda, pero qué más da), habría que mirar la obra desde una relativa distancia, cada noche los conciertos de Dylan se convierten en obras inacabadas que suelen generar división de opiniones, casi toda la gama de opiniones, entre el espectador. La clave de un espectáculo tan susceptible de subjetividad reside en la elección del repertorio. Si Bob tocase las mismas veinte canciones cada noche, sus mayores éxitos, tendría a la mayoría de su lado, si acaso, pero sólo irían a verle una vez. Bob no da facilidades para acercarse a su inmenso universo creativo, peca de poco generoso en ciertos pasajes, pero el cuadro suele ser una gran obra de arte accidental. En Jerez ocurrió lo propio, quizá con altibajos y con el condicionante de la voz del artista, que a unos resulta desagradable y a otros, embaucadora. Las personas con el oído acostumbrado al soniquete de voz del juglar de Minnesota llevan un trecho ganado. Convengamos en que la voz de Dylan no es la de los años sesenta, ni la del 84 cuando pisó por vez primera un escenario hispano, ni siquiera la del memorable concierto de Madrid en 1995, ni siquiera seleccionó un repertorio tan brillante como el de Córdoba en 2004. Pero lo hizo, llegó, vio y venció a los augurios más escépticos. Con dos caras muy diferenciadas, como buen Géminis.
Dylan cantó nueve clásicos y ocho temas modernos: siete piezas de los años sesenta, dos temas grabados en los setenta y el resto, ocho composiciones, pertenecientes al nuevo siglo; de ellas, tres de "Love & Theft" y cinco de "Modern Times". El legendario rockero suele dividir sus conciertos por tramos. Si inició la noche con una de las piezas livianas de Blonde on Blonde, y luego intercaló dos monumentales ejemplos de Bloods on the Tracks entre robustos rhytmn blues del álbum más reciente, acaso los tramos siguientes y los penúltimos capítulos antes del fin de fiesta no lograron el efecto deseado. Ay, si Dylan fuese condescendiente con lo que el público en general reclamara, no sería Dylan, gran perogrullada, y quizá no se hubiesen advertido sus dos caras: la inspirada y la rutinaria, las aristas de quien cambió la faz de la tierra del rock y sigue evolucionando como nacesidad vital.
Frente a algunos momentos prescindibles procedentes del penúltimo disco y del abuso de piezas con alma de blues, la sorpresa de la noche fue "John Brown", tema del 63 que no llegó a publicarse en Freewheelin', ni en otro disco oficial que no fuese el Unplugged del 95. Actualizada la canción al estilo de la compacta y disciplinada banda, podría emparejarse en clave antibelicista a la posterior Masters of War, machachona y repetitiva, tenebrosa y expresiva. Dylan, a veces, enlaza canciones. "If you see her ..." y "Girl form north country" se ajustarían a la categoría de la melancolía y el amor evocado fuera de tiempo por parte de un tipo cuya mente sigue fuera de tiempo, por fortuna. "Highway 61" y "Like a rolling stone" se dan la mano en cuanto a ritmo y hechuras, así como "Mississipi" y "Beyond the horizon", las propuestas vodevilescas de la noche, temas standards más cercanos al Tin Pan Alley que al rock tradicional.
Lo de siempre: hay gente que se mosquea porque quiere escuchar más temas conocidos o rutilantes, gente que hace listas con los temas que no tocó, puro masoquismo, y otra gente que se deja llevar por el inmenso e imperfecto arte del cantante. Y leer la letra pequeña del contrato sentimental que una a Dylan con sus desconocidos en dos horas de tiempo frenado en seco. Quién sabe si la cercanía de la Base de Rota movió a Dylan a entonar dos alegatos pacifistas, una diatriba contra los señores de la guerra y la historia de un soldado. Dos caras, sendas cruces.
A tenor de comentarios y pareceres, diríase que el concierto jerezano mostró sus mejores galas al comienzo, en los tramos intermedios coincidiendo con la hermosa "Girl from north country" y la hard-rockera y apocalíptica "Its allright ma" y los postres de "Like a rolling stone". Dylan se empeña en seguir incluyendo piezas como "Summer Days" o "Honest with me" en detrimento de algunas joyas de su extensa carrera. Con la estructura de "tema lento, tema rápido" salen perdiendo algunas perlas y ganando otras que jamás imaginarían tal honor. No obstante, Dylan demuestra que no vive de la nostalgia y que están en los tiempos, en sus tiempos modernos. A veces arrebatador, a veces simplemente correcto, belleza irregular y el carisma que mantiene la atención de la gente.
Capaz de trastocar de veras una de sus mejores composiciones de todos los tiempos, "Tangled up in blue", que sonó incierta pero magnífica, Dylan también revisa sus clásicos, suelta lindezas inesperadas como "Mississipi", mejora versiones registradas en disco o logra el éxtasis moderado que genera la legendaria "Like a rolling stone".
Voz áspera, recitados suaves, la revolución en el aire, huele a regalito de Dios, hablan las guitarras entre sí, Dylan no se sienta en toda la noche y mira al horizonte desde su piano de la señorita Pepis, a veces sopla su armónica para felicidad colectiva y otras, el equipo de luces se adapta a su personalidad: ahora arrebatadora, ahora en penumbra. En medio de la noche porfían algunas palabras, hay quien relaciona la sobriedad con el tedio, y quien se mofa de los salvapantallas ofrecidos por la escueta parafernalia. Dylan pone el énfasis en sus frases preferidas de álbumes históricos, se contonea con sus andares chaplinescos, nadie sabe si sería capaz de transmitir más emoción o de frenar el tiempo a tiempo. Sus músicos, intuitivos a la fuerza, entienden a su jefe casi de reojo. Y él, que está mayor, para qué negarlo, boicotea los posibles karaokes en torno a sus piezas señeras, alarga las frases, subraya sílabas y deja claro que algunas canciones suyas suenan mejor en boca de otros artistas, pero nunca lo harán con la misma intensidad, profundidad y misterio. Al final, como una concesión del maestro, éste permite que la gente entone las virulentas y despechadas palabras de "Like a rolling stone", así como las preguntas eternas y paradójicas: "¿Cómo te sientes siendo un completo desconocido?"
Julio 08, Verano (Diario de Cádiz)
miércoles, 9 de julio de 2008
Injustos por pecadores
Hay que ver la preocupación que ha entrado de pronto en Cádiz por la legalidad vigente. ¿Dónde va Vicente? Donde impera la legalidad vigente. Y ríase la gente. Lo dicho: Cádiz está llena de gente legal, mañana irán a protestar tó concentrados. De paso, los miles de gaditanos defensores de la normativa exigirán que se cumpla a rajatabla la ley del silencio, chitón, se rueda la película sin fin sobre las vicisitudes que sufrió el Submarino el año en que vivió del cuento y murió peligrosamente. Acción y reacción. ¿Qué ha hecho la afición para merecer esto? Una cosa es merecerlo y otra bien distinta recibir su merecido. De pronto, el tiempo frena en seco, Cádiz se convierte en una ciudad sumergida entre Segunda A y Segunda B, quieto parado, quieto y parado. Nos retrotraemos al verano de 2005, que tuvo premio, y a sus consecuencias inmediatas. Late fuerte Espárrago en el corazón del cadismo. Tres años después, como si fuera pasado mañana, a vueltas con don Víctor, intentan reescribir la historia. La historia está repleta de cobardes.
Por una vez, el Cádiz lleva la razón, ¿o será que nos están dando la razón como a los locos? Equiricuá. Por la calle van los cadistas recalcitrantes cargados de razón y de bolsas del Champion. En los bares, mentideros, foros y cuchitriles sólo se habla de complicadas resoluciones jurídicas, artículos intrincados, y eso que decían que la justicia era un cachondeo. La gente se sabe de carrerilla hasta las circulares de la Real Federación Española del Mamoneo, pero olvida emitir facturas, pagar la contribución, bajas la basura, contratar dignamente a los chavales, declarar sin hacer fullería, y echar fuera un penalti injusto en el último minuto, no sin antes quedar con el portero a tomar unos vasos. Este partido hay que ganarlo por lo civil o lo criminal, insiste el personal, como si el partido durase hasta la eternidad. Hasta la muerte anunciada.
Un tupido velo a los arbitrajes descarados, los chanchullos poco disimulados, los juveniles esclavos, sospechas y certezas, el ascenso canario, el empate a nada para salvar el cuello, los maletines repletos de pesetas de las antiguas, los goles en propia meta negociados a puerta cerrada, la vida amañada. Lo importante, sin que sirva de precedente, es cumplir la ley del embudo. La otra noche, en el Submarino televisivo, alguien preguntó a Muñoz hijo, que si se apellidase Romero sería Romerijo, de dónde vino el macutazo, quién proporcionó el chivatazo sobre la alineación indebida de Kiko, el hijo de la Pantoja. No supo, no quiso, no respondió. ¿Vino del cielo? Lo cierto es que la misma noche del trágico descenso amarillo alguien apuntaba la posibilidad de alineación indebida en la web de este Diario. Ahí quedó. Pura casualidad. Qué mequetrefes aquellos que barruntan la idea de un acuerdo previo entre las partes, hombre, por favor. Pero ahora nadie sabe por dónde vinieron los tiros. Y tampoco valoran la opción de que el comité de disciplina, fíjate tú el nombre del organismo perteneciente al ingobernable fútbol español, tome cartas en el asunto, o al menos tome correos electrónicos, pues las cartas cayeron en desuso, e investigue a los jugadores, directivos, técnicos, informadores, funambulistas y guacarnacos que "se dejaron de ir" durante toda la temporada. Eso no conviene saberlo. Gente tan resolutiva sólo puede arbitrar resoluciones disolventes, sólidas y con más resolución que la foto del culo de un mandril. Mejor cambiar el verbo arbitrar por otro verbo más legal.
Mientras tanto, los niños, a lo suyo, entonando por plazas, patios y playas los mejores goles de España, ¡goooool de España!, ¡viva España Jerez, viva Luis Aragonés! Y que vivan Férez, el del Fenherbace, y Lorenzo Buenaventura, ya del Barsa, a quienes echaremos de menos. Medio Cádiz se marcha del Cádiz, goteo constante de cenas de despedida, al tiempo que Muñoz apela. Muñoz a-pela, cumpliendo escrupulosamente la legalidad vigente. Lo importante es a-pela.
Que se pare el mundo, que el Submarino se baja aquí. Apocalipsis cutre en la Liga de Fúrbo Pofechioná, descalabro económico y social de clubes punteros, compraventa de partidos, si Cádiz se hizo tirabuzones con los misiles que arrojaban los franchutes, a nadie extrañaría que el Cádiz parase el tiempo de improviso y se suspendieran en el tiempo los campeonatos mundiales de petanca. A trancas y barrancas. Yo creo que es algo.
En la Era Pejiguera, el Cádiz necesita "hombres con hambre", Pejiguera dixit. Contratar a un secretario técnico pa que diga que hay que fichar en María Arteaga, la vida te da sorpresas, el tal Pejiguero parece un tipo serio y formal, se le entiende todo, colocó al Recre en lugares insospechados. Ojalá le funcione esta vez la intuición a Cádiz, pues también se miró con buenos ojos a Baldasano, con todos sus técnicos, y luego a Muñoz, con su carpichito andaluz, y mira adónde han llevado al Submarino, locati perdío entonando la inolvidable pieza, "quién maneja mi barca". Lo dicho: hombres con hambre y muchos abogados, una patulea de letrados una jartá de preparados para recurrir a la que salte, que aquí lo mismo se rellena un recurso de apelación con todas sus cláusulas que se recita de memoria el reglamento más recóndito. La ley está para cumplirla, aro, aro, de ahí que haya tanta gente en la playita actuand de oficio.
Los periodistas jalan cada uno por su lado, Espárrago sí, Espárrago no. La memoria colectiva señala a aquellos que buscaron la ruína al uruguayo, por "viejo" y "cabezota", desde los directivos que no asumieron su petición de fichajes para permanecer en Primera (he ahí la cuestión) hasta los locutores metidos a mesías que machacaron al técnico sin cesar. Un pasito palante, un pasito patrás. Mucha mafia. Aquí lo que hay es una "aberración jurídica" del carajo.
En la tierra del chapú, la economía submarina, la lotería clandestina, los papeles de conejos de campo, la picaresca y el vámonos que nos vamos, llegó la fiebre de la legalidad, tol mundo se apunta a Legalitas para mantener la categoría. Nadie asume la realidad, por muy injusta o consecuente que sea, y al final llegará el final y a comenzar de cero. Al Submarino le espera otro añito de alto riesgo, con un montón de derbys contra el fanatismo, sangre entre hermanos, politiqueo barato y mucho tarambana viviendo de los bajos instintos ajenos. Mañana, manifestación en busca del tiempo perdido.
Julio 08, Submarino Amarillo (Diario de Cádiz)
Por una vez, el Cádiz lleva la razón, ¿o será que nos están dando la razón como a los locos? Equiricuá. Por la calle van los cadistas recalcitrantes cargados de razón y de bolsas del Champion. En los bares, mentideros, foros y cuchitriles sólo se habla de complicadas resoluciones jurídicas, artículos intrincados, y eso que decían que la justicia era un cachondeo. La gente se sabe de carrerilla hasta las circulares de la Real Federación Española del Mamoneo, pero olvida emitir facturas, pagar la contribución, bajas la basura, contratar dignamente a los chavales, declarar sin hacer fullería, y echar fuera un penalti injusto en el último minuto, no sin antes quedar con el portero a tomar unos vasos. Este partido hay que ganarlo por lo civil o lo criminal, insiste el personal, como si el partido durase hasta la eternidad. Hasta la muerte anunciada.
Un tupido velo a los arbitrajes descarados, los chanchullos poco disimulados, los juveniles esclavos, sospechas y certezas, el ascenso canario, el empate a nada para salvar el cuello, los maletines repletos de pesetas de las antiguas, los goles en propia meta negociados a puerta cerrada, la vida amañada. Lo importante, sin que sirva de precedente, es cumplir la ley del embudo. La otra noche, en el Submarino televisivo, alguien preguntó a Muñoz hijo, que si se apellidase Romero sería Romerijo, de dónde vino el macutazo, quién proporcionó el chivatazo sobre la alineación indebida de Kiko, el hijo de la Pantoja. No supo, no quiso, no respondió. ¿Vino del cielo? Lo cierto es que la misma noche del trágico descenso amarillo alguien apuntaba la posibilidad de alineación indebida en la web de este Diario. Ahí quedó. Pura casualidad. Qué mequetrefes aquellos que barruntan la idea de un acuerdo previo entre las partes, hombre, por favor. Pero ahora nadie sabe por dónde vinieron los tiros. Y tampoco valoran la opción de que el comité de disciplina, fíjate tú el nombre del organismo perteneciente al ingobernable fútbol español, tome cartas en el asunto, o al menos tome correos electrónicos, pues las cartas cayeron en desuso, e investigue a los jugadores, directivos, técnicos, informadores, funambulistas y guacarnacos que "se dejaron de ir" durante toda la temporada. Eso no conviene saberlo. Gente tan resolutiva sólo puede arbitrar resoluciones disolventes, sólidas y con más resolución que la foto del culo de un mandril. Mejor cambiar el verbo arbitrar por otro verbo más legal.
Mientras tanto, los niños, a lo suyo, entonando por plazas, patios y playas los mejores goles de España, ¡goooool de España!, ¡viva España Jerez, viva Luis Aragonés! Y que vivan Férez, el del Fenherbace, y Lorenzo Buenaventura, ya del Barsa, a quienes echaremos de menos. Medio Cádiz se marcha del Cádiz, goteo constante de cenas de despedida, al tiempo que Muñoz apela. Muñoz a-pela, cumpliendo escrupulosamente la legalidad vigente. Lo importante es a-pela.
Que se pare el mundo, que el Submarino se baja aquí. Apocalipsis cutre en la Liga de Fúrbo Pofechioná, descalabro económico y social de clubes punteros, compraventa de partidos, si Cádiz se hizo tirabuzones con los misiles que arrojaban los franchutes, a nadie extrañaría que el Cádiz parase el tiempo de improviso y se suspendieran en el tiempo los campeonatos mundiales de petanca. A trancas y barrancas. Yo creo que es algo.
En la Era Pejiguera, el Cádiz necesita "hombres con hambre", Pejiguera dixit. Contratar a un secretario técnico pa que diga que hay que fichar en María Arteaga, la vida te da sorpresas, el tal Pejiguero parece un tipo serio y formal, se le entiende todo, colocó al Recre en lugares insospechados. Ojalá le funcione esta vez la intuición a Cádiz, pues también se miró con buenos ojos a Baldasano, con todos sus técnicos, y luego a Muñoz, con su carpichito andaluz, y mira adónde han llevado al Submarino, locati perdío entonando la inolvidable pieza, "quién maneja mi barca". Lo dicho: hombres con hambre y muchos abogados, una patulea de letrados una jartá de preparados para recurrir a la que salte, que aquí lo mismo se rellena un recurso de apelación con todas sus cláusulas que se recita de memoria el reglamento más recóndito. La ley está para cumplirla, aro, aro, de ahí que haya tanta gente en la playita actuand de oficio.
Los periodistas jalan cada uno por su lado, Espárrago sí, Espárrago no. La memoria colectiva señala a aquellos que buscaron la ruína al uruguayo, por "viejo" y "cabezota", desde los directivos que no asumieron su petición de fichajes para permanecer en Primera (he ahí la cuestión) hasta los locutores metidos a mesías que machacaron al técnico sin cesar. Un pasito palante, un pasito patrás. Mucha mafia. Aquí lo que hay es una "aberración jurídica" del carajo.
En la tierra del chapú, la economía submarina, la lotería clandestina, los papeles de conejos de campo, la picaresca y el vámonos que nos vamos, llegó la fiebre de la legalidad, tol mundo se apunta a Legalitas para mantener la categoría. Nadie asume la realidad, por muy injusta o consecuente que sea, y al final llegará el final y a comenzar de cero. Al Submarino le espera otro añito de alto riesgo, con un montón de derbys contra el fanatismo, sangre entre hermanos, politiqueo barato y mucho tarambana viviendo de los bajos instintos ajenos. Mañana, manifestación en busca del tiempo perdido.
Julio 08, Submarino Amarillo (Diario de Cádiz)
martes, 8 de julio de 2008
Llegó el día: Bob Dylan en Jerez
Para llevar la contraria, práctica muy propia de Dylan, vamos a quebrar tópicos en torno a la figura del mito del rock más grande que ha pasado por esta tierra, y que hoy canta en Jerez en el penúltimo peldaño de su gira española. Bob Dylan no existe, Existen unos cuantos. En permanente movimiento físico y mental. Su inabarcable obra, que ocupa media vida de dylanitas e incluso adversarios, merece sesudos y exhaustivos estudios. Dylan viene a Jerez en notable estado de gracia, lleva un siglo en forma, multifacético y creativo, cosecha galardones y leyendas, y cada noche, al frente de su gira interminable, derrama esencias de su arte. Libros, películas, documentales, el viejo Dylan ocupa páginas de actualidad recién llegado del pretérito imperfecto. De un personaje tan genial como incierto habría que convenir lo que no es: no es tan huraño como pintan, no es la voz de generación alguna, tampoco se repite a sí mismo, ni hace concesiones a la galería, ni canta mal, lo hace a su manera. Ejem. Comprueben los matices de su cascada voz, y los pliegues y círculos concéntricos de su poesía. Dylan en Jerez, increíble pero cierto, a partir de las nueve y media en el estadio municipal de Chapín.
No permite cámaras, aunque los móviles iluminarán la noche con sus indiscretos destellos. El domingo impidió a la tele que ofreciese en directo su recital en Rock in Río, un aliciente más para Jerez. Dylan no quiere ni fotos, siempre fue así, y algunos elevan tal circunstancia a la categoría de notición. Sus detractores también resaltan que apenas se dirige al público. Ni falta que hace. Hablan sus canciones, y de qué modo. Dylan trae a Jerez un espectáculo sobrio, bien engrasado, cuya calidad parece innegable, basado en piezas señeras de su extraordinario cancionero intercaladas con recientes composiciones, amén de alguna sorpresa. En Vigo, por ejemplo, estrenó "Handy dandy", tema del disco "Under the red sky", editado en los albores de los años noventa. Primera vez que la toca en directo. Cada noche cae alguna perla inesperada, dentro de su cambiante repertorio. Otro tópico al garete: no es verdad que Dylan improvise constantemente repertorios, ni que modifique arreglos o estructuras de forma caprichosa. Sale cada gira con un centenar de temas ensayados, algunos de ellos enfundados en nuevas versiones, y en función de su humor o actitud, los ordena o desordena a su gusto. Este año suele tocar, entre las diecisiete canciones que canta cada noche, media docena larga de composiciones de sus últimos tres discos y otras tantas piezas esenciales de su discografía. Nunca se sabe. Hay fanáticos que incluso apuestan en internet, juegan a adivinadores picando una serie de canciones antes de las giras. Los temas menos frecuentes logran mayor puntuación. El "Dylan Pool" constata que el artista encaja las piezas como le viene en gana. Pero no actúa al tuntún. Tiene días y días, claro.
Con nuevo disco ya grabado, otro ejemplar de sus series piratas en ciernes y la segunda entrega de su autobiografía casi a punto, Dylan se reinventa ante su público mientras el mito crece y crece. Tipo listo, siempre supo manejar las claves de su propio personaje, el Bob Dylan que suplió a un Robert Allen Zimmerman retraído e intuitivo que nació el 24 de mayo de 1941 en Duluth, Minnesota, ciudad minera de los Grandes Lagos, en el seno de una familia de origen judío. Desde muy chico, y hasta hoy mismo, Dylan siempre ha practicado el "método esponja", empapándose de estilos, géneros, posturas musicales y maneras de vivir (en el escenario). Siempre quiso ser Little Richard, otro tópico destrozado: Dylan no quiso ser cantautor para cambiar el mundo y esas sandeces que se dicen sobre su persona: quiso cantar en un grupo de rocanrol y ser Richard, Holly y Elvis. Pero también aprendió, a través de la radio, los entresijos del blues, el country, el folk. Ya en Minneapolis, integrado en el ambiente estudiantil, se decantó por el folk, siguiendo la estela del rebelde Woody Guthrie y aprovechando un momento de franca decadencia del rock. Ni que decir tiene que a los veinte años ya era Bob Dylan, a secas, y un par de discos después cambiaba la acústica por la eléctrica y en plena eclosión de los Beatles, acuñaba el folk rock, un sello único que ha impregnado a medio mundo. Rock y blues, escritura automática, años sesenta a toda velocidad, discos para la historia (desde el folk de Freewheelin hasta el sonido mercurial de Highway 61 y Blonde on Blnde, hasta que el suceso recorrió el planeta. Agotado por las giras, presionado por los medios, atosigado por los fans, rodeado por las leyendas que jugaron en su contra, sufrió un accidente de moto que lo cambió todo. Aún se duda sobre la certeza de tal suceso, lo cierto es que Dylan, siempre en contramano, se retiró del mundanal ruido precisamente en plena vorágine hippy. Salvó el tipo, se borró de la escena para reaparecer con The Band y emprender otro vuelo.
La obra de Dylan, tan variopinta como asombrosa, suele dividirse en etapas, como la obra de escultores o pintores atemporales. (Inciso: Dylan "muere" por Picasso, en realidad es el Picasso del rock). Convengamos en una etapa folk (62-64) que desembocó en el período más fértil y brillante de su carrera (65-66). Luego, supuesto accidente, retiro, retorno sereno al ritmo del country, hasta que en 1974 vuelva a la carretera, firma el grandioso "Blood on the tracks", su secuela "Desire", y se adentra en su etapa religiosa, trilogía entre el 79 y el 81, nueva mutación y llegan los "Infidels", Dylan en hermosa pugna contra sí mismo, infiel a sus circunstancias. Los ochenta pasan de puntillas, en pleno reinado del chunda chunda de Madonna y Phil Collins, hasta que el resurgimiento del rock le devuelve a la escena. Dylan, una mente fuera de su tiempo, ha sabido envejecer como pocos podían augurar.
El Dylan maduro de los setenta fue el que conoció este país, recuérdese que llegó a ser número uno por "Hurricane", que se bailaba en las discotecas (¡). Sin embargo, la Piel de Toro no acogió un concierto de Dylan hasta el verano de 1984, Vallecas. Desde entonces ha visitado con frecuencia este país, con giras más o menos breves en 89, 91, 93, 95, 98, 99, 04, 06 y la actual, que le ha llevado por once poblaciones españolas. Como las hormiguitas, sin estridencias, Dylan reunirá a más de cincuenta mil personas en la gira cañí. En Jerez preocupa la entrada que pueda registrar Chapín esta noche, la organización espera alcanzar el nivel de asistencia medio, seis o siete mil personas. La venta de entradas, a escaso ritmo, se antojó paralela a la promoción del evento, que no ha brillado precisamente por su presencia e imaginación.
La llegada de Dylan a España, hace un cuarto de siglo, más vale tarde que nunca, coincidió con una etapa de claroscuros. El cantante se abandonó a una secta religiosa, firmó discos desconcertantes en cuanto a letras y sobresalientes en música, hasta que en el 89, su amigo Jerry Garcia, el recordado guitarrista y líder de Grateful Dead, le mostró el camino de la renovación, que plasmó en el disco "Oh Mercy", el renacimiento del genio, y en la todavía vigente gira interminable, "never ending tour", cuya filosofía se centra, curiosamente, en el sistema empleado por Grateful Dead: cantar cada noche repertorios distintos, darle vuelta a su obra, captar fieles a cada paso, reinventar hechuras y actitudes, vivir en la carretera. Bob Dylan no sabe y no quiere hacer otra cosa que cantar ante el público las canciones que pilla al vuelo. Ya se sabe: método esponja, Dylan toma melodías, conceptos, ritmos, géneros, y los remodela a su antojo, convierte en particular lo colectivo y se sitúa siempre en la vanguardia gracias a su amor por el pasado. Dylan es un maestro de la música americana. Y su público fiel le acompaña allá donde va. Hay auténticos dylanitas que invierten su fortuna en seguir de gira al cantante.
En la presente temporada, cuentan que con notable éxito, la banda que luce cada noche con Dylan se compone de: Tony Garnier al bajo, Gorge Recile a la batería, Stu Kimball a la guitarra rítmica, Denny Freeman a la guitarra solista y Donni Heron al violín, viola, banjo, mandolina y pedal steel. Un grupo compacto que borda el rhytm and blues, eje central, junto a toques de country, música standard del siglo pasado, jazz, rock y algunas dosis de folk. Cabe resaltar que Dylan ha aparcado de nuevo su guitarra y permanece el concierto entero junto a su pequeño teclado eléctrico. En diversos tramos toca la armónica.
A sus 67 años, Dylan viene de una extensa gira de 37 conciertos, que se completará el día 10 en Mérida y finalmente el 11 en Lisboa. Agosto y septiembre aguardan ya al trovador estadounidense con otra pila de conciertos contratados. No para el gachó. Sólo paró a mediados de los noventa por enfermedad. El nuevo siglo mantiene a Dylan plenamente activo, respetado ya por todas las generaciones musicales, alzado a los tronos de la literatura musical, oscarizado, coronado Príncipe de Asturias, alabado por todos por sus recientes discos. "Modern times". significativo título, un guiño al paso del tiempo y a su adorado Chalin, ha encumbrado de nuevo al artista a la cima de las listas de ventas y a la cúspide de los músicos con mayor influencia en la historia del rock.
De vida sencilla y excéntrica, ajeno al mundanal ruido, Dylan marea la perdiz de su fama, repudia la fama. Fuentes de la organización desconocen si Dylan pasará la noche en un hotel en su ya legendario autobús negro de campaña, que abrió su gira española en la Expo de Zaragoza y ya ha pasado por Pamplona, Vigo, Ávila, Cuenca, Alicante, Lorca, Jaén y Madrid. En Jaén intervino de telonero el gran Quique González, aunque en el resto de la gira, incluida esta noche, lo hace Pedro Javier Hermosilla.
Cada espectador podrá ver y escuchar al Dylan que le venga en gana: el Dylan apocalíptico de sus odas primigenias, cuando una dura lluvia iba a caer sobre el planeta; el Dylan salvaje, como un canto rodado; un Dylan reposado que observa desde su atalaya o un Dylan poeta del rock eterno y maestro del entretenimiento, rockero impenitente o crooner de toda la vida. Todos en uno, acaso en una noche única.
Julio 08, Verano (Diario de Cádiz)
No permite cámaras, aunque los móviles iluminarán la noche con sus indiscretos destellos. El domingo impidió a la tele que ofreciese en directo su recital en Rock in Río, un aliciente más para Jerez. Dylan no quiere ni fotos, siempre fue así, y algunos elevan tal circunstancia a la categoría de notición. Sus detractores también resaltan que apenas se dirige al público. Ni falta que hace. Hablan sus canciones, y de qué modo. Dylan trae a Jerez un espectáculo sobrio, bien engrasado, cuya calidad parece innegable, basado en piezas señeras de su extraordinario cancionero intercaladas con recientes composiciones, amén de alguna sorpresa. En Vigo, por ejemplo, estrenó "Handy dandy", tema del disco "Under the red sky", editado en los albores de los años noventa. Primera vez que la toca en directo. Cada noche cae alguna perla inesperada, dentro de su cambiante repertorio. Otro tópico al garete: no es verdad que Dylan improvise constantemente repertorios, ni que modifique arreglos o estructuras de forma caprichosa. Sale cada gira con un centenar de temas ensayados, algunos de ellos enfundados en nuevas versiones, y en función de su humor o actitud, los ordena o desordena a su gusto. Este año suele tocar, entre las diecisiete canciones que canta cada noche, media docena larga de composiciones de sus últimos tres discos y otras tantas piezas esenciales de su discografía. Nunca se sabe. Hay fanáticos que incluso apuestan en internet, juegan a adivinadores picando una serie de canciones antes de las giras. Los temas menos frecuentes logran mayor puntuación. El "Dylan Pool" constata que el artista encaja las piezas como le viene en gana. Pero no actúa al tuntún. Tiene días y días, claro.
Con nuevo disco ya grabado, otro ejemplar de sus series piratas en ciernes y la segunda entrega de su autobiografía casi a punto, Dylan se reinventa ante su público mientras el mito crece y crece. Tipo listo, siempre supo manejar las claves de su propio personaje, el Bob Dylan que suplió a un Robert Allen Zimmerman retraído e intuitivo que nació el 24 de mayo de 1941 en Duluth, Minnesota, ciudad minera de los Grandes Lagos, en el seno de una familia de origen judío. Desde muy chico, y hasta hoy mismo, Dylan siempre ha practicado el "método esponja", empapándose de estilos, géneros, posturas musicales y maneras de vivir (en el escenario). Siempre quiso ser Little Richard, otro tópico destrozado: Dylan no quiso ser cantautor para cambiar el mundo y esas sandeces que se dicen sobre su persona: quiso cantar en un grupo de rocanrol y ser Richard, Holly y Elvis. Pero también aprendió, a través de la radio, los entresijos del blues, el country, el folk. Ya en Minneapolis, integrado en el ambiente estudiantil, se decantó por el folk, siguiendo la estela del rebelde Woody Guthrie y aprovechando un momento de franca decadencia del rock. Ni que decir tiene que a los veinte años ya era Bob Dylan, a secas, y un par de discos después cambiaba la acústica por la eléctrica y en plena eclosión de los Beatles, acuñaba el folk rock, un sello único que ha impregnado a medio mundo. Rock y blues, escritura automática, años sesenta a toda velocidad, discos para la historia (desde el folk de Freewheelin hasta el sonido mercurial de Highway 61 y Blonde on Blnde, hasta que el suceso recorrió el planeta. Agotado por las giras, presionado por los medios, atosigado por los fans, rodeado por las leyendas que jugaron en su contra, sufrió un accidente de moto que lo cambió todo. Aún se duda sobre la certeza de tal suceso, lo cierto es que Dylan, siempre en contramano, se retiró del mundanal ruido precisamente en plena vorágine hippy. Salvó el tipo, se borró de la escena para reaparecer con The Band y emprender otro vuelo.
La obra de Dylan, tan variopinta como asombrosa, suele dividirse en etapas, como la obra de escultores o pintores atemporales. (Inciso: Dylan "muere" por Picasso, en realidad es el Picasso del rock). Convengamos en una etapa folk (62-64) que desembocó en el período más fértil y brillante de su carrera (65-66). Luego, supuesto accidente, retiro, retorno sereno al ritmo del country, hasta que en 1974 vuelva a la carretera, firma el grandioso "Blood on the tracks", su secuela "Desire", y se adentra en su etapa religiosa, trilogía entre el 79 y el 81, nueva mutación y llegan los "Infidels", Dylan en hermosa pugna contra sí mismo, infiel a sus circunstancias. Los ochenta pasan de puntillas, en pleno reinado del chunda chunda de Madonna y Phil Collins, hasta que el resurgimiento del rock le devuelve a la escena. Dylan, una mente fuera de su tiempo, ha sabido envejecer como pocos podían augurar.
El Dylan maduro de los setenta fue el que conoció este país, recuérdese que llegó a ser número uno por "Hurricane", que se bailaba en las discotecas (¡). Sin embargo, la Piel de Toro no acogió un concierto de Dylan hasta el verano de 1984, Vallecas. Desde entonces ha visitado con frecuencia este país, con giras más o menos breves en 89, 91, 93, 95, 98, 99, 04, 06 y la actual, que le ha llevado por once poblaciones españolas. Como las hormiguitas, sin estridencias, Dylan reunirá a más de cincuenta mil personas en la gira cañí. En Jerez preocupa la entrada que pueda registrar Chapín esta noche, la organización espera alcanzar el nivel de asistencia medio, seis o siete mil personas. La venta de entradas, a escaso ritmo, se antojó paralela a la promoción del evento, que no ha brillado precisamente por su presencia e imaginación.
La llegada de Dylan a España, hace un cuarto de siglo, más vale tarde que nunca, coincidió con una etapa de claroscuros. El cantante se abandonó a una secta religiosa, firmó discos desconcertantes en cuanto a letras y sobresalientes en música, hasta que en el 89, su amigo Jerry Garcia, el recordado guitarrista y líder de Grateful Dead, le mostró el camino de la renovación, que plasmó en el disco "Oh Mercy", el renacimiento del genio, y en la todavía vigente gira interminable, "never ending tour", cuya filosofía se centra, curiosamente, en el sistema empleado por Grateful Dead: cantar cada noche repertorios distintos, darle vuelta a su obra, captar fieles a cada paso, reinventar hechuras y actitudes, vivir en la carretera. Bob Dylan no sabe y no quiere hacer otra cosa que cantar ante el público las canciones que pilla al vuelo. Ya se sabe: método esponja, Dylan toma melodías, conceptos, ritmos, géneros, y los remodela a su antojo, convierte en particular lo colectivo y se sitúa siempre en la vanguardia gracias a su amor por el pasado. Dylan es un maestro de la música americana. Y su público fiel le acompaña allá donde va. Hay auténticos dylanitas que invierten su fortuna en seguir de gira al cantante.
En la presente temporada, cuentan que con notable éxito, la banda que luce cada noche con Dylan se compone de: Tony Garnier al bajo, Gorge Recile a la batería, Stu Kimball a la guitarra rítmica, Denny Freeman a la guitarra solista y Donni Heron al violín, viola, banjo, mandolina y pedal steel. Un grupo compacto que borda el rhytm and blues, eje central, junto a toques de country, música standard del siglo pasado, jazz, rock y algunas dosis de folk. Cabe resaltar que Dylan ha aparcado de nuevo su guitarra y permanece el concierto entero junto a su pequeño teclado eléctrico. En diversos tramos toca la armónica.
A sus 67 años, Dylan viene de una extensa gira de 37 conciertos, que se completará el día 10 en Mérida y finalmente el 11 en Lisboa. Agosto y septiembre aguardan ya al trovador estadounidense con otra pila de conciertos contratados. No para el gachó. Sólo paró a mediados de los noventa por enfermedad. El nuevo siglo mantiene a Dylan plenamente activo, respetado ya por todas las generaciones musicales, alzado a los tronos de la literatura musical, oscarizado, coronado Príncipe de Asturias, alabado por todos por sus recientes discos. "Modern times". significativo título, un guiño al paso del tiempo y a su adorado Chalin, ha encumbrado de nuevo al artista a la cima de las listas de ventas y a la cúspide de los músicos con mayor influencia en la historia del rock.
De vida sencilla y excéntrica, ajeno al mundanal ruido, Dylan marea la perdiz de su fama, repudia la fama. Fuentes de la organización desconocen si Dylan pasará la noche en un hotel en su ya legendario autobús negro de campaña, que abrió su gira española en la Expo de Zaragoza y ya ha pasado por Pamplona, Vigo, Ávila, Cuenca, Alicante, Lorca, Jaén y Madrid. En Jaén intervino de telonero el gran Quique González, aunque en el resto de la gira, incluida esta noche, lo hace Pedro Javier Hermosilla.
Cada espectador podrá ver y escuchar al Dylan que le venga en gana: el Dylan apocalíptico de sus odas primigenias, cuando una dura lluvia iba a caer sobre el planeta; el Dylan salvaje, como un canto rodado; un Dylan reposado que observa desde su atalaya o un Dylan poeta del rock eterno y maestro del entretenimiento, rockero impenitente o crooner de toda la vida. Todos en uno, acaso en una noche única.
Julio 08, Verano (Diario de Cádiz)
Emoción al por mayor
Un año cumple la foto, once años el chaval que acompaña a su padre, o viceversa, a correr delante del peligro. A Pamplona hemos de ir. El papá ha vuelto solo, menos mal, y la gente ha vuelto a las andadas, a ver quién es el valiente que vence la tentación y no prende la tele a la hora justa de la emoción al por mayor, ocho de la mañana, el ritual sanferminesco televisado desde las entrañas del miedo. Nadie conoce otro rincón del mundo donde sus ciudadanos saluden al nuevo día asistiendo a cuatro minutos de trepidación, grandes carajazos, curvas de vértigo, golpes secos, más cornadas que el hambre, una marea blanca y roja, unos ojos desorbitados, una docena de morlacos desayunándose a unos pobres corredores desnortaos, una carrera limpia (?), diez o doce heridos, te quitas el pijamas, te pones la ropa y a la calle, que es tarde. Demasiado tarde para morir en la calle.
En el primer encierro, los corredores veteranos, dolidos en su orgullo por el show que algunas teles han montado en su tierra a costa de la sangre, el sudor y las lágrimas de sus protagonistas, se rebelaron de dos maneras: cortaron el micro a una cadena y jorobaron casi toda la retransmisión de la otra. Un toque de atención. Tonterías las mínimas. Cuatro, la tele que vi, ha comenzado con suavidad, hablando bajito, respetando los silencios, tanteando el terreno. Parece que los pamplonicas no están dispuestos a hacer el canelo, la fiesta es suya. Los corredores huyen de los focos, pasan del figuroneo, sienten el aliento de los toros como una necesidad vital. En los encierros no maltratan a los toros, los acompañan a pasar el trance, jugarse la vida es voluntario, cafres hay en todas partes, la fiesta debe continuar, pero la gente pide dignidad y respeto. La que luego no obtiene el animal, dicho no sea de paso. Pero los encierros navarros distan mucho de las salvajadas de pueblo inculto que se estilan en otras partes. Y el encanto de los Sanfermines carece de rival.
En el primer encierro, los corredores veteranos, dolidos en su orgullo por el show que algunas teles han montado en su tierra a costa de la sangre, el sudor y las lágrimas de sus protagonistas, se rebelaron de dos maneras: cortaron el micro a una cadena y jorobaron casi toda la retransmisión de la otra. Un toque de atención. Tonterías las mínimas. Cuatro, la tele que vi, ha comenzado con suavidad, hablando bajito, respetando los silencios, tanteando el terreno. Parece que los pamplonicas no están dispuestos a hacer el canelo, la fiesta es suya. Los corredores huyen de los focos, pasan del figuroneo, sienten el aliento de los toros como una necesidad vital. En los encierros no maltratan a los toros, los acompañan a pasar el trance, jugarse la vida es voluntario, cafres hay en todas partes, la fiesta debe continuar, pero la gente pide dignidad y respeto. La que luego no obtiene el animal, dicho no sea de paso. Pero los encierros navarros distan mucho de las salvajadas de pueblo inculto que se estilan en otras partes. Y el encanto de los Sanfermines carece de rival.
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