Veintidós días para cruzar el Atlántico. "Y ahora nos esperan Croacia, Grecia, Turquía, Egipto, Israel, India ..." Empapándose de culturas diversas, con los sentidos abiertos de par en par, los marineros descubren nuevo mundo y, de paso, conocen la visión del mundo acerca de su hermoso país. Sólo han encontrado algunos recelos de naturaleza política, pues aún soportan la pesada carga de la dictadura, pero los marineros pertenecen a otra generación, eran niños cuando regresó la democracia al rincón andino, y ahora disfrutan de estabilidad y cierta bonanza económica. "Nos comparan con Argentina y Brasil", comenta otro marinero entre sorpresa y admiración. "La gente conoce bien Santiago, Viña del Mar, Valparaíso". Oh, Valparaíso, la joya del Pacífico, un Cádiz más empinado pero con similar encanto.
El buque dice "hasta la próxima" a Cádiz con un guiño chileno y marineros de intercambio de otros países: peruanos, bolivianos, ecuatorianos ... y un gaditano, Fernando Rasco, que embarcó en Marruecos y continuará hasta Grecia. De gaditanos se llena de pronto el "Esmeralda", aquí hay carrete. Los marineros relatan sus vivencias en Sevilla y Cádiz. Les ha impactado la monumentalidad de Sevila, claro, y el nada discreto encanto gaditano. La luz. La alegría de estos días. Cuentan que vieron la final de la Eurocopa en Marruecos, "y la mitad de la tripulación ya lleva la polera de Fernando Torres". Comienzan a hacer acto de presencia las pololas, las mujeres, los amigos de los representantes chilenos, el sol pega fuerte, alguien recuerda que el libertador de Chile, Bernardo O'Higgins, vivió durante tres años en Cádiz, sobre el 1800, pero es otra historia. Ahora suena el tiki tiki. La orquesta y el cuerpo de baile, formados por miembros de la tripulación que tocan tela de bien, tienen ritmo, abren el festejo. Los chilenos no regresarán a casa hasta el 7 de diciembre, así que acumulan experiencias una tras otra. Puros cabros, que es como llaman a los chavales, o cuarentones con vocación marítima, una tripulación mucho más joven que las europeas.
De pronto, se precipitan los acontecmientos. Ambientazo en la embajada chileno gaditana flotante. Llega Purita, la madre gaditana del comandante, que parece la dueña del buque, por así decirlo, la reina de los mares. "Ya no puedo llorar más", subraya emocionada. La acompañan sus amigas de toda la vida, Domínguez, Grosso, Crespo, que evocan tiempos del Club Náutico, las cosas de la pandilla. Alrededor de la escena se escuchan ecos de grandes amores, el capitán de corbeta que se enamoró de una gaditana, sí, hombre, la prima aquel que trabajaba de fotógrafo. Surgen asombrosas parentelas por todas partes. Cuentan hijos, yernos, nietos ... ¿Tú te casaste en Cádiz o en Chile? Fíjate tú qué diferencia, doce mil kilómetros de amor salvando las distancias. ... Salen a bailar los huasos, pero antes surge la voz del comandante, Víctor Zanelli, quien habla en nombre de "la Dama Blanca, un pedazo de Chile, que hoy se despide de su puerto materno", y manda cariños y deseos de salud para todo el mundo mundial, no sin antes dar paso a la orquesta marinera de esta guisa: "¿Cómo se dice?" Y los huasos, al tiempo que el personal le da a la "conversa", invitan a las mujeres a bailar la cueca, el baile típico chileno. "Cuando pa Chile me voy cruzando la cordillera ..." Dos lagrimones. Reparten exquisitas empanadas de carne. Las amigas gaditanas de Purita se arrancan por las Habaneras de Cádiz, con todo el arte del planeta, y aparece Jesús Menchaca, un riojano de noventa años que conoció al comandante en un avión de cercanías en Chile, y aquí está el tío. Nieto de emigrantes españoles a las Indias, reportero durante 35 años. A su lado, amores de ida y vuelta. Niños jugando al futuro. Charlas sobre la gran casualidad de la vida. El pañuelo es un mundo.
Julio 08, Crónicas Urbanas (Diario de Cádiz)
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