Un público mayorcito, rondando los cincuenta de media, gente mayoritariamente entendida, con bagaje musical y entrega, aunque también los había despistados, reaccionó con entusiasmo, a impulsos, sin cortarse un pelo, ante tamaña exhibición de arte sublime. Movimiento acompasado de cabezas, palmas al compás, alaridos de pasión, complicidad con el artista, devoción y excitación, lo propio de un momento único e intransferible. Antiguos hombres y mujeres de la pradera, punk-rockeros del nuevo siglo, gente de toda Andalucía y alrededores, reputados críticos musicales como Ordovás y Clemente, todos en comunión, día perfecto. Tiene mérito que Lou Reed encandile al personal sin tocar algunas de sus piezas más legendarias, de hecho presentó "Berlín" al completo, aunque en orden diferente, no muy diferente, al que contiene el disco original, y en los bises regaló dos temas clásicos de su repertorio, un majestuoso "Satellite of love" y el único vestigio de la Velvet Underground, "Rock and roll", y cerró la noche con una nueva canción, de este mismo año, la desnuda de artificios "Power of the heart", tema dedicado a su mujer Laurie Anderson, polifacética artista y maestra de la música minimalista, que aún no pertenece a disco alguno. Antes, la hecatombe personal de una pareja de drogadictos en Berlín, metáfora de la ciudad dividida, oda a los celos, la oscura historia de Jim y Caroline-
Camiseta roja y pantalones vaqueros, gafas y la misma cara ajada de veterano gruñón y brillante músico. Banda de siete componentes, voces de imberbes de la New London Children's Choir y siete miembros de la Metropolitan Orchestra de Nueva York. Reed permitió el lucimiento de todos y cada uno de sus músicos, jugó al escondite con la guitarra de Steve Hunter, el único que participó en la grabación del disco en el 73, y se mostró orgulloso y feliz de contar con gente de la talla de Fernando Saunders, polifacético y genial, o el joven Rupert Christie, quien dirigió el cotarro desde los teclados.
Ecos autodestructivos de "Berlín", canciones tristes y desoladoras, un Hunter intenso y tremendo, a veces demoledor, a veces delicado y capaz de hacer encaje de bolillos. Lou se gana al personal con sólo dar cuatro pasos adelante y levantar el puño. Ya no lo hizo más, claro, y brindó protagonismo a la música, qué música con poesía incorporada: "Los hombres con fortuna a veces derriban imperios. Los de origen humilde a menudo no pueden hacer nada. El hijo rico espera que se muera su padre. El pobre sólo bebe y llora (...) Los hombres con fortuna a menudo no saben hacer nada. Los hombres humilden saben hacer de todo". La noche ofreció contrastes impagables, historias diabólicas y angelical coro de niños, clásicos rockeros y rockeros clásicos, un Satélite del Amor que descubre la voz de Saunders y un microclima especial.
Dos contrabajos eléctricos en escena acariciados con arcos, viejo estilo bluesero que aplicaba Jimmy Page a su guitarra. Riffs de alta tensión. Sincronización y puerta a la improvisación. Sonido inusualmente limpio, nítido, perfecto. A Lou se le entendía todo. Este hombre tiene poder. Y además el "chaval" se cuida, al garete el topicazo de la mala vida. Y es capaz de avivar el fuego de una obra que coincidió con su etapa más creativa y conflictiva. "Caroline says" se cortó en seco y dio paso a una maravillosa versión de "How do you think it feels?" (¿Cómo crees que se siente uno cuando va solo y a toda velocidad?). Reed modifica fraseos, Hunter emplea el pedal a tropel, reinventan la canción unos vientos con alma de soul y un fuego eterno que recorre el teatro. ¡Fuego!
Los silencios de "Lady day", ritmos y risas, tormentas y y dichas guitarreras. Jim se puso rocanrolero, oh, Jim, y Lou Reed, en la frontera de la capella, con voz de blues y pantallazo en blanco y negro, derramó su esencia, alcanzó el clímax del bajón de la historia, con las fantásticas piezas a Los Niños y La Cama, cuando las personas y la música caminan ya cuesta abajo y la idea consiste en parar el tiempo perdido. Épico. Dos horas inolvidables. Hermosas explosivas y de curel expresividad. "¡No te mueras nunca, Lurrí!", suelta un gachó desde el patio de butacas en plena versión incendiaria y levantisca de "Rock and Roll". Pasadas las doce de la noche, el mito abraza a sus músicos por segunda vez, los presenta de nuevo, apuran todos la hora feliz del fin de gira, y la gente deja un grito encendido: "¡Lou, Lou, Lou!". El portuense Alfonso Delgado, por cierto, se llevó una púa personalizada de Reed y el setlist original, la chuleta de lista de canciones a interpretar. Y un recuerdo imborrable.
Julio 08, Verano (Diario de Cádiz)
La foto es de Pablo Asenjo
2 comentarios:
Excelente crítica y no puedo estar más de acuerdo con lo que dices. Solo confirmar que el orden de las canciones fue el original y que solo agregó un trozo de Sad Song al principio, a modo de introducción, y entre Oh Jim y Caroline II una hermosa y conmovedora suite que se supone estaba incluida en la grabación original, aunque fue dejada de lado debido a la duración de los discos en aquel tiempo. Los que durante todos estos años nos imaginamos como habría sido ese trozo lo descubrimos el lunes. Impagable el haber estado allí.
Saludos, muchas gracias, fue inolvidable, un pedazo de espectáculo !! Lo del orden de los temas me tienen un poco confundido, pues según mis notas pasó Lady Day tras How do you think it feels, y como dices, introdujo alguna cosita más, pero en general largó el disco entero, una maravilla. Bienvenido al blog, un saludoooo
Publicar un comentario